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Read Ebook: Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas by Alvarez Guerra Juan

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Ebook has 506 lines and 58322 words, and 11 pages

Hace unos cuantos a?os, bajamos el Sr. T?bler y yo al fondo de ese abismo; y ?saben ustedes ? qu?? Pues ? recoger los ?ltimos restos de una pobre mujer que busc? en el suicidio el olvido ? un amor desgraciado.

--No ser?a del pa?s,--replic? uno.

--Del pa?s, y muy del pa?s; tanto que no cuento detalles, porque no lejos de aqu? viven parientes muy allegados de aquella desgraciada joven.

--?Vaya unas pruebas!--a?adi? un tercero.

--?No ha satisfecho? ?No? pues escuchen.

--La leyenda que concluyo de contar,--dijo mi buen amigo, una vez que termin? aquella,--no crean ustedes es de mi invenci?n y prueba de ello que conservo el aut?grafo de su autor, el cual me lo dej? como prenda de amistad.--O?dos que tal oyen,--dije en mi interior.--Puesto que existe aut?grafo, y el tenedor de ?l es amigo, renuncio ? repetir la leyenda, reserv?ndome pedir el original y transcribirlo punto por punto.

El sol marchaba ? su ocaso, y aprovechando los compactos nubarrones que nos preservaban de sus rayos, montamos ? caballo, dirigi?ndonos ? Lucban, primer pueblo de la provincia de Tayabas.

? las seis de la tarde entramos en aquel pueblo por la calle de Majayjay, nombre que le?mos en un tarjet?n de madera clavado en la primera casa. ? los pocos minutos par?bamos ante la maciza y claveteada puerta del convento.

Lucban--como ya dejo dicho--es el primer pueblo de la provincia de Tayabas, viniendo de la Laguna. Se encuentra en una bell?sima situaci?n, ? la falda del Banajao, coloso que domina un extenso horizonte. Lucban es un pueblo de gran antig?edad, y su nombre, que en tagalo significa naranja, se debe, sin duda, ? que en su jurisdicci?n se criaron gran n?mero de dichos frutales. Confina con Tayabas, Majayjay y Mauban, de los cuales el pueblo de Mauban es el m?s lejano, que dista unas cinco horas de camino, sumamente montuoso y accidentado.

Sir John Bowring, al ocuparse del mismo camino y de Lucban, dice: <

<>

Hemos hecho menci?n de los anteriores p?rrafos por dos razones: la primera, porque hay gran exactitud en ellos, y la segunda, porque es de lo poquito que hay escrito respecto de la provincia de Tayabas.

Tiene Lucban 12.247 almas, de las que tributan 6.456, correspondiendo ? 66 cabecer?as. Dista de Tayabas, la cabecera, algo m?s de 12 kil?metros, siendo paso de la l?nea telegr?fica que hoy concluye en Tayabas, pero que seguir? en breve hasta Albay.

En cambio del anterior, recomiendo ? los aficionados ? la pintura que pasen por Lucban, una Pur?sima que el Padre Mena tiene en el sal?n del convento, sacada de entre el polvo y las telara?as que ha muchos a?os ocultaban su m?rito en la h?meda meseta de la escalera.

Seg?n las cr?nicas de la orden de San Francisco, la iglesia y convento que hoy existen fueron concluidos el a?o 1738. El primer templo que se levant? en Lucban, seg?n las expresadas cr?nicas, fu? en el a?o 1595 por Fr. Miguel de Talavera.

Dicho templo fu? arruinado en 1629, construy?ndose otro m?s s?lido, que ? su vez fu? presa de las llamas, consumi?ndose hasta el punto que no pudo salvar el p?rroco m?s que el cop?n y una Pur?sima. ?Ser?a esta imagen la misma que hoy se admira en el sal?n del convento? Pregunta es esta ? que no han podido dar contestaci?n las muchas horas que he dedicado ? buscar la historia del cuadro.

El templo, como el convento, reclamaban en la fecha en que escribo estas l?neas, una pronta reparaci?n en el maderamen, tanto que ambos edificios estaban hechos una completa gotera.

La escuela es muy espaciosa, siendo de piedra su construcci?n. El resto de los edificios de Lucban no presentan nada de particular, vi?ndose algunas casas con teja y zinc, si bien la generalidad son de tabla con cubiertas de cabo negro. Por todas partes se conservan las huellas del terrible tif?n del 25 de Octubre.

El convento, enclavado en uno de los extremos del pueblo, presenta en su maciza y negruzca f?brica, un aspecto triste y sombr?o. La piedra tapizada de musgo y cubierta con la viscosidad que forma el continuo azotar de las aguas, le dan un todo imponente y majestuoso, que hace recordar los viejos sillares de los antiguos castillos descritos en legendarios romances.

--Y nosotros, amigo Pardo, volvemos con esto al tema de la cascada.

Los ?ltimos acordes del Fausto, fueron arrancados al piano, ? la saz?n que el toque de las ?nimas nos record? que el Padre cenaba ? esa hora, y por lo tanto nos dirigimos al convento.

La promesa de mi amigo Pardo, no se dej? esperar. Al irme ? acostar, me encontr? sobre la mesita de noche el original de la leyenda, cuya copia literal es objeto del siguiente cap?tulo.

Las mujeres no aman, los p?jaros no cantan, y las flores no huelen.

SECTION I

?Qu? triste es un d?a sin sol!

Cuanta melancol?a lleva al alma uno de esos breves crep?sculos en que el astro del d?a desciende oculto tras los inmensos pliegues de brumas, que forma el insondable manto de los cielos.

?Qu? momentos tan llenos de sentimiento los que se mezclan con los pausados ecos de la oraci?n de la tarde!

La esquila que en el sombr?o torre?n produce los sonidos de la oraci?n vespertina, vibra en el mundo del sentimiento con una forma extra?a; tiene un no s? qu? indefinido, misterioso, incalificable.

Las campanadas que siguen al crep?sculo son el sublime canto funeral que el cristianismo cre? ? la muerte del d?a.

El toque de la muerte del d?a siempre me parece nuevo, siempre creo o?rlo por primera vez.

Su primera campanada produce en mi organismo una sacudida magn?tica, creyendo percibir en su mon?tono ta?ir la voz querida de la mujer amada.

?Qu? triste est? hoy el d?a!

?Hoy no hay crep?sculo!

Hoy muere el d?a sin que el astro que lo alienta y vivifica haya reanimado mi ser.

?La noche bate sus negras alas en el cementerio de los vivos...!

Abstra?do en mis profundas reflexiones, no he notado que la luz artificial ha sustitu?do ? la luz del d?a.

?Suena la oraci?n!

Recemos por los que fueron...

--Ratel?n tiene raz?n--dije distra?do en voz alta.

Mi criado que me ayudaba ? vestir, se qued? mir?ndome con esa gravedad del que trata de investigar una cosa que no comprende, y por ?ltimo me dijo--no entiendo, se?or.

--Puede m?s, se?or.

--?Caramba! Puede m?s.

--Seguro, m?s.

--?Has visto t? alguna india en esas noches en que la luna asoma su blanca faz por all?--y le se?al? los picachos del vecino Banajao--que haya cantado muy bajito, muy bajito, canciones que al que las escuchaba le dieran ganas de llorar?

--?Si ser? cierto que la india podr? llegar al paroxismo del amor, ? la idealidad del querer, ? la po?tica fusi?n de dos almas, ? parodiar ? Julieta, ? sacrificar su vida, ? morir en fin, de amor?

--?Que muere has dicho!

SECTION II

?Qui?n fu? Hasay? ?Cu?l fu? su vida? ?Cu?l su historia?

Poco m?s ? menos, procurar? recordar lo que en lenguaje natural y ver?dico me cont? mi buena y bell?sima amiga.

Hasay, era all? por los a?os de 1845, una hermosa dalaga que contaba unos quince, desde que su madre, india en toda su pureza, lanz? el ?ltimo aliento al arrancar de sus entra?as un pedazo de su alma en su hija Hasay.

La primera l?grima de Hasay, cay? sobre los inm?viles restos de su madre.

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