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Read Ebook: Diario histórico de la rebelion y guerra de los pueblos Guaranis situados en la costa oriental del Rio Uruguay del año de 1754 by Henis Tad As Xavier

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DIARIO HISTORICO DE LA REBELION Y GUERRA DE LOS PUEBLOS GUARANIS, SITUADOS EN LA COSTA ORIENTAL DEL RIO URUGUAY, DEL A?O DE 1754.

VERSION CASTELLANA DE LA OBRA ESCRITA EN LATIN POR EL P. TADEO XAVIER HENIS, DE LA COMPA?IA DE JESUS.

DISCURSO PRELIMINAR AL DIARIO DEL P. HENIS.

Los esfuerzos combinados de dos grandes potencias europeas no bastaron para dar cumplimiento al tratado de 1750, que debia deslindar sus vastos dominios en Am?rica. A las representaciones respetuosas de los PP. de la Compa?ia de Jesus, que llevaban ? mal la cesion de sus misiones orientales, sucedieron los alborotos, que pronto acabaron en una general insurreccion.

Los preliminares de este tratado habian sido ajustados secretamente con el rey Juan V contra el voto de sus ministros, que tenian por mucho mas importante la conservacion de la Colonia del Sacramento, que la adquisicion proyectada en las m?rgenes del Uruguay. Pero Jos? I, que se adheria ? las miras de su padre y predecesor, autoriz? ? Gomez Freyre de Andrade, Gobernador y Capitan General de Rio Janeiro, para la entrega de la Colonia; mientras que el Marques de Valdelirios llenaba los compromisos contraidos por S.M. Cat?lica, segundado por el P. Altamirano, que venia tambien en clase de comisario.

Estos manejos, y el poder de los PP. Misioneros sobre sus ne?fitos, los expusieron al cargo de haber fomentado, ? favorecido la insurreccion de los indios. Concurrian ? acreditar esta especie los sucesos del Par? y del Mara?on, donde un comisario del Rey de Portugal, en circunstancias id?nticas, hall? los mismos obst?culos en el norte, que Valdelirios y Freyre en el sud. No se lleg? ? empu?ar las armas, porque no habia pueblos que ceder, ni territorio que evacuar; pero se negaron los auxilios, se trabaron las operaciones, dejando yermos los parages por donde debian transitar los demarcadores.

Esta declaracion se halla confirmada en varios lugares del diario de Henis, que descubren el error en que vivian los PP., que "los indios harian un gran servicio al Rey, si se defendian, oponian y resistian con todas sus fuerzas, mientras llegaba de Europa la providencia que se esperaba."

En el mismo sentido se expresaba el P. R?vago, confesor del imbecil Fernando VI, asegurando al Superior de los Misiones, que el Rey, v?ctima de las intrigas de su consejero Carvajal, autor del tratado, no se le habia opuesto hasta entonces por pusilanimidad ? ignorancia.

Entretanto la insurreccion, que cundia en los pueblos de Misiones, no dejaba mas arbitrio que el de la fuerza para sofocarla. En una junta que se celebr? en la isla de Martin Garcia entre Valdelirios, Gomez Freyre, y Andonaegui, Gobernador de Buenos Aires, se acord? que, ? mas de los cuerpos veteranos de la guarnicion, se convocarian las milicias de Montevideo, Santa F? y Corrientes, ? las que se reunirian 1,000 Portugueses y un competente n?mero de vecinos, para llevar la guerra ? los pueblos insurreccionados.

En estos preparativos se invertieron algunos meses, hasta que ? principios de Mayo del a?o de 1754 se abri? la campa?a, al mando de Andonaegui, que debia ocupar el punto central de San Nicolas, mientras Freyre, con otro trozo de tropas que se organizaban en el Rio Grande, atacaria el pueblo de Santo Angel, situado en el borde exterior del Yguy-guaz?.

Para agotar todos los medios de conciliacion de que podia hacerse uso sin menoscabo de la autoridad real, se hizo preceder al ataque un parlamentario, que debia hacer las ?ltimas amonestaciones ? los rebeldes, por medio del cura de Yapey? ? quien fu? dirigido.

Pero el conductor de este oficio tuvo la desgracia de caer en manos de una partida de sublevados, que lo inmolaron en compa?ia de otros cinco hombres que lo escoltaban. Este cr?men hizo imposible todo avenimiento, y el ej?rcito, que habia hecho alto en las costas del Ygarapey, avanz? hasta el Ibicuy, por caminos intransitables, y en el rigor del invierno. La falta de pastos, y la extenuacion que caus? en los caballos, obligaron el ej?rcito espa?ol ? retroceder hasta el Salto-chico, y este movimiento retrogrado, al romper las hostilidades, envalenton? ? los indios, que le salieron al frente para hostilizarle.

Por otra parte Gomez Freyre se habia enredado en los bosques del Yacu?, donde supo la retirada de Andonaegui; mientras los sublevados, cuyo mayor odio era contra los Portugueses, fueron ? desafiarlos hasta el rio Pardo. Estos ataques parciales, cuya victoria se atribuian los gefes aliados, acabaron en un armisticio que no tuvo ? menos Gomez Freyre celebrar con los caciques en su campamento del rio Yacu?.

Sucedi? en el mando de los sublevados el corregidor, ? cacique del pueblo de Concepcion, Nicolas Nanguir?, mas conocido en la historia de estos tumultos bajo el nombre de NICOLAS I, que se dijo haber tomado con el car?cter de rey.

Viana, que despues de la accion de Batov?, marchaba al frente de los espa?oles y lusitanos en n?mero de 2,500, volvi? ? arrollar ? los indios al pi? del cerro de Caybat?, donde le aguardaban con cerca de 2,000 combatientes. Al dia siguiente ocup? el pueblo de San Miguel, ? mas bien sus escombros, por haber sido desamparado y reducido ? cenizas; y desde este punto intim? la rendicion ? los demas pueblos, que todos se sometieron, excepto el de San Lorenzo, que solo cedi? ? la fuerza: confirmando con este ?ltimo rasgo de obstinacion las sospechas que se tenian formadas sobre la cooperacion de los misioneros, siendo cura de este pueblo el mismo P. Tadeo Xavier Henis, autor del diario, cuyo aut?grafo se hall? en su escritorio.

Estos pormenores pueden servir para disculpar ? los Jesuitas de la complicidad que se les atribuye, y de un modo mas convincente que la fastidiosa repeticion que hace Funes de las alteraciones que not? Muriel en la version castellana de este diario por Iba?ez.

Las circunstancias no podian ser mas ? prop?sito para favorecer las miras de este ex-claustrado. Sus cargos, que en cualquier otra ?poca se hubiesen mirado con el desprecio que inspira un sentimiento de venganza, trillaron el camino ? otros ataques, que acabaron con la ruina de la Sociedad que le habia repudiado. Pero no se consigui? por esto dar cumplimiento al tratado; y se tuvo por fin que echar mano de la fuerza para desalojar ? los Portugueses de la Colonia del Sacramento: y del mismo arbitrio se valieron los Lusitanos para apoderarse muchos a?os despues de las Misiones Orientales.

Una parte de la historia de estas desavenencias se halla en la correspondencia oficial de los Comisarios de las dos Coronas, y otra en el diario que publicamos, vali?ndonos de una version distinta de la que emprendi? y public? Iba?ez. La debemos ? la amistad del Se?or Dr. D. Leon Vanegas, que la conservaba in?dita entre sus papeles.

PEDRO DE ANGELIS.

DIARIO DE HENIS.

Se llegaron ? razones: primeramente dijeron: haya paz entre nosotros y cese la guerra, porque en nuestros corazones no abrigamos enemistades contra vosotros, ni poseemos temerariamente esta tierra, sino por mandado de vuestro Rey, y del Gobernador que en su lugar las gobierna, y tambien con consentimiento de vuestros padres, y de algunos de vuestra gente: dejadnos gozar de esta tierra, cuando por otra parte no nos esperimentais molestos : volvednos tan solamente los caballos que nos habeis tomado. Sep?, aquel c?lebre capitan de los Miguelistas, el cual entonces mandaba la artilleria, y sabia hablar algun tanto espa?ol, y era un poco conocido de uno de los Portugueses, porque ahora poco ?l estuvo en los l?mites de las tierras de San Miguel con los demarcadores, se alleg? mas cerca, convivado por ellos ? entrar en la fortaleza ? tratar de la paz y de los caballos que habian de volverse. H? aqu?! que se dej? enga?ar de los enemigos, reclam?ndole, y disuadi?ndoles los capitanes amigos, y se cuenta, que fu? recibido honorificamente, present?ndole las armas. Despues, viendo que lo habian recibido con tanto honor, 14 subditos de su jurisdiccion, todos de ? caballo, y con el ejemplo de estos, seis Luisistas, un Juanista, dos Lorenzistas, no siendo llamados ni forzados, y mas probablemente, afirman algunos, que los primeros fueron cautivados con otros 14, ? la manera que un incauto ratoncillo se v? ? la trampa, le siguieron como una manada de cabras, que estando ciego el chivato, que sirve de capitan al reba?o, perece con todas ellas.

No bien habian entrado, cuando ya por todas partes fueron cercados del enemigo armado, y se hallaron cautivos. Hall?ndose con este hecho perpleja la demas turba, aunque alguna parte se mantenia constantemente ? la vista, finalmente volvi? las espaldas, y se retir? ? la tarde ? sus reales: aunque no enteramente, porque temerosa la fama, anunciaba la entrada del capitan con alguna gente, pero temia promulgar que estaba cautivo. Luego al punto se mand? dos y tres veces, que volviesen ? pasar el rio los caballos que se habian quitado, y que no tardasen, por si acaso por esto tuviesen cautivos ? los soldados que habian de ser redimidos.

En el rio Phacido, los exploradores Luisistas salieron de su ya destruida fortaleza, y acerc?ndose ? la de los Portugueses, hicieron huir tres guardas de los caballos, que los apacentaban junto ? la misma fortaleza; y habi?ndoles tirado en vano un ca?onazo desde el castillo, quitaron al enemigo una tropa de 14 caballos.

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