Read Ebook: Torquemada en la hoguera by P Rez Gald S Benito
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Ebook has 661 lines and 64312 words, and 14 pages
Y ? otra. Cobr? en las tres puertas siguientes sin ninguna dificultad. <
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--Pues mira, eso es un insulto, una injusticia, porque si las he sofocado otras veces no ha sido por el materialismo del dinero, sino porque me gusta ver cumplir ? la gente... para que no se diga.... Debe haber dignidad en todos. ?A fe que tienes buena idea de mi!... ?Iba yo ? consentir que tus hijos, estos borregos de Dios, tuviesen hambre?... Deja, d?jate el dinero.... O mejor, para que no lo tomes ? desaire: part?moslo y qu?date con veinticinco reales.... Ya me los dar?s otro d?a.... ?Bribonazas, cuando deb?ais confesar que soy para vosotras como un padre, me tachais de inhumano y de qu? s? yo qu?! No, yo les aseguro ? todas que respeto ? la humanidad, que la considero, que la estimo, que ahora y siempre har? todo el bien que pueda y un poquito m?s.... ?Hala!>>
Asombro, confusi?n. Tras de ?l iba el parlero grupo, chismorreando asi: <>
En el n?mero 16:
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En el cuarto de la se?? Casiana, una vecina se aventur? ? decirle: <
Dej?se el afligido casero caer en una silla, y quit?ndose el hongo se pas? la mano por la amarilla frente y la calva sebosa, diciendo tan s?lo entre suspiros: <>
Dicho esto sali? de estamp?a. Todas le miraban por la escalera abajo, y por el patio adelante, y por el portal afuera, haciendo unos gestos tales que parec?a el mismo demonio persign?ndose.
Corri? hacia su casa, y contra su costumbre , tom? un coche para llegar m?s pronto. El coraz?n di? en decirle que encontrar?a buenas noticias, el enfermo aliviado, la cara de Rufina sonriente al abrir la puerta; y en su impaciencia loca, parec?ale que el carruaje no se mov?a, que el caballo cojeaba y que el cochero no sacud?a bastantes palos al pobre animal.... <
Cuando se qued? solo con ?l, Bail?n le dijo que era preciso tuviese filosof?a; y como Torquemada no entendiese bien el significado y aplicaci?n de tal palabra, explan? la sibila su idea en esta forma: <
Sali? como si fuera en persecuci?n de un deudor. Despu?s de mucho andar, par?base en una esquina, miraba con azoramiento ? una parte y otra, y vuelta ? correr calle adelante, con paso ingl?s tras de su v?ctima. Al comp?s de la marcha, sonaba en la pierna derecha el retint?n de las monedas.... Grandes eran su impaciencia y desaz?n por no encontrar aquella noche lo que otras le sal?a tan ? menudo al paso, molest?ndole y aburri?ndole. Por fin... gracias ? Dios... acerc?sele un pobre. <
Entr? en su casa cerca de la una, sintiendo alg?n alivio en las congojas de su alma; se adormeci? vestido, y ? la ma?ana del d?a siguiente la fiebre de Valent?n hab?a remitido bastante. ?Habr?a esperanzas? Los m?dicos no las daban sino muy vagas, y subordinando su fallo al recargo de la tarde. El usurero, excitad?simo, se abraz? ? tan d?bil esperanza como el n?ufrago se agarra ? la flotante astilla. Vivir?a, ?pues no hab?a de vivir!
--Pap?--le dijo Rufina llorando,--p?deselo ? la Virgen del Carmen, y d?jate de Humanidades.
--?Crees t??... Por m? no ha de quedar. Pero te advierto que no habiendo buenas obras no hay que fiarse de la Virgen. Y acciones cristianas habr?, cueste lo que cueste: yo te lo aseguro. En las obras de misericordia est? todo el intr?ngulis. Yo vestir? desnudos, visitare enfermos, consolar? tristes.... Bien sabe Dios que esa es mi voluntad bien lo sabe.... No salgamos despu?s con la peripecia de que no lo sab?a.... Digo, como saberlo, lo sabe.... Falta que quiera.
Y al entrar en su casa:
--?Maldito de m?! No deb? dejar escapar aquel acto de cristiandad.
Dej? la medicina que tra?a, y, cambiando de capa, volvi? ? echarse ? la calle. Al poco rato, Rufinita, vi?ndole entrar en cuerpo, le dijo asustada:
--Pero, pap?, ?c?mo tienes la cabeza!... ?En d?nde has dejado la capa?
--Hija de mi alma--contest? el taca?o bajando la voz y poniendo una cara muy compungida,--t? no comprendes lo que es un buen rasgo de caridad, de humanidad.... ?Preguntas por la capa? Ah? te quiero ver.... Pues se la he dado ? un pobre viejo, casi desnudo y muerto de fr?o. Yo soy as?: no ando con bromas cuando me compadezco del pobre. Podre parecer duro algunas veces; pero como me ablande.... Veo que te asustas. ?Qu? vale un triste pedazo de pa?o?
--?Era la nueva?
--No, la vieja.... Y ahora, cr?emelo, me remuerde la conciencia por no haberle dado la nueva... y se me alborota tambi?n por hab?rtelo dicho. La caridad no se debe pregonar.
Sali? la trapera del cuarto para volverse ? la cocina, y en el comedor se encontr? al amo que, sentado junto ? la mesa y de bruces en ella, parec?a entregarse ? profundas meditaciones. La t?a Roma, con el largo trato y su metimiento en la familia, se tomaba confianzas con ?l.... < --?Qu? sabes t?, t?a Roma?--dijo Torquemada poni?ndose l?vido.--Nos le dejar?. ?Acaso piensas t? que yo soy tirano y perverso, como creen los tontos y algunos perdidos, malos pagadores?... Si uno se descuida, le forman la reputaci?n m?s perra del mundo.... Pero Dios sabe la verdad.... Si he hecho ? no he hecho caridades en estos d?as, eso no es cuenta de nadie: no me gusta que me averig?en y pongan en carteles mis buenas acciones.... Reza t? tambi?n, reza mucho hasta que se te seque la boca, que t? debes de ser all? muy bien mirada, porque en tu vida has tenido una peseta.... Yo me vuelvo loco, y me pregunto qu? culpa tengo yo de haber ganado algunos jeringados reales.... ?Ay, t?a Roma, si vieras c?mo tengo mi alma! P?dele ? Dios que se nos conserve Valent?n, porque si se nos muere, yo no s? lo que pasar?: yo me volver? loco, saldr? ? la calle y matar? ? alguien. Mi hijo es m?o, ?pu?ales! y la gloria del mundo. ?Al que me le quite...! --?Ay qu? pena!--murmur? la vieja ahog?ndose.--Pero quien sabe... puede que la Virgen haga el milagro.... Yo se lo estoy pidiendo con much?sima devoci?n. Empuje usted por su lado y prometa ser tan siquiera regular. --Pues por prometido no quedar?.... T?a Roma d?jame... d?jame s?lo. No quiero ver ? nadie. Me entiendo mejor solo con mi af?n.>> La anciana sali? gimiendo, y D. Francisco, puestas las manos sobre la mesa, apoy? en ellas su frente ardorosa. As? estuvo no s? cu?nto tiempo, hasta que le hizo variar de postura su amigo Bail?n, d?ndole palmadas en el hombro y dici?ndole: < --V?yase usted al r?bano con sus Conjuntos y sus pap?s,--le dijo Torquemada echando lumbre por los ojos.>> Bail?n no insisti?; y juzgando que lo mejor era distraerle, apartando su pensamiento de aquellas sombr?as tristezas, pasado un ratito le habl? de cierto negocio que tra?a en la mollera. Como quiera que el arrendatario de sus ganados asnales y cabr?os hubiese rescindido el contrato, Bail?n decidi? explotar aquella industria en gran escala, poniendo un gran establecimiento de leches ? estilo moderno con servicio puntual ? domicilio, precios arreglados, local elegante, tel?fono, etc.... Lo hab?a estudiado, y.... Cr?ame usted amigo D. Francisco, es un negocio seguro, mayormente si a?adimos el ramo de vacas, porque en Madrid las leches.... --?Vaya si lo tienen, vaya si lo tienen, carambita!>> dijo la sibila con expresi?n de suficiencia, moviendo la cabeza y entornando los ojos. En aquel momento ten?a el hombre actitud muy diferente de la de su similar en la Capilla Sixtina: sentado, las manos sobre el pu?o del bast?n, ?ste entre las piernas, las piernas dobladas con igualdad: el sombrero ca?do para atr?s, el cuerpo atl?tico desfigurado dentro del gab?n de solapas aceitosas, los hombros y cuello plagados de caspa. Y sin embargo de estas prosas, el muy arrastrado se parec?a al Dante y ?hab?a sido sacerdote en Egipto! Cosas de la picara humanidad.... <
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