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Read Ebook: Mindanao: Su Historia y Geografía by Nieto Aguilar Jos

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Ebook has 565 lines and 52937 words, and 12 pages

Mindanao Su Historia y Geograf?a

Por

Jos? Nieto Aguilar

Con un prologo de Don Francisco Mart?n Arr?e

Madrid Imprenta del Cuerpo Administrativo del Ej?rcito. 1894

Al Excmo. Sr General D. Angel Aznar y Butigieg

Raras veces, Excmo. Sr., dedicatoria alguna se elev? como en la ocasi?n presente, desde modesto nivel ? la elevada posici?n de conspicua personalidad, sin que fuese guiada por interesada mira.

Esto, que al fin no fuera de extra?ar en Espa?a, donde la pluma, bien ? mal manejada, se consider? siempre como patrimonio casi exclusivo del necesitado de bienes de fortuna, no es aplicable ? m? en el presente caso.

Educado desde muy joven, casi un ni?o, en la ruda franqueza que con moralidad ejemplar constituye h?bito inseparable del soldado, no pretendo con esta dedicatoria el apoyo del hombre superior, cuyos talentos, aquilatados ya en las luchas pol?ticas, le han conquistado posici?n envidiable en las m?s altas esferas gubernamentales, sino demostrar as? mi afecto respetuoso al militar bizarro, que rodeado de merecidos prestigios y del cari?o de sus subordinados constituye una leg?tima esperanza para el Ej?rcito.

D?gnese pues, Excmo. Sr., aceptar este testimonio de respetuosa consideraci?n de su afect?simo subordinado y s.s.

q.b.s m.

Jos? Nieto Aguilar

Prologo

Un soneto me manda hacer Violante y en mi vida me he visto en tal aprieto,

dijo famoso y notable poeta en no menos famoso y notable soneto. En m?s grave y verdadero aprieto me veo yo, que no soy famoso ni notable, ni tengo la m?s remota esperanza de serlo aunque mil a?os viva y muchas cuartillas emborrone, al encontrarme en el caso de ser prologuista de un libro de indudable m?rito, porque el F?nix de los ingenios espa?oles, aunque otra cosa dijera al escribir el soneto que le mandara hacer Violante, hab?a enriquecido con otros muchos la poes?a castellana, y ?ste ser? de verdad el primer pr?logo del que se reconoce sin facultades para tal empresa.

Con aparente raz?n me arg?ir?s, respetado y querido lector, que c?mo y por qu?, si me considero sin fuerzas para darle cima, tengo la osad?a de pretender ejecutar?a; y yo te replicar? humildemente que, considerando que es la m?s antip?tica forma de la soberbia y la presunci?n la intempestiva modestia, virtud que tan pocos tienen y con tant?sima frecuencia se falsifica, si hubiera sido un ?ntimo amigo el que me hubiera solicitado para tal empe?o, con la confianza que d? la amistad hubiera rehusado el complacerle, exponi?ndole franca y sinceramente mi incompetencia y los perjuicios que ? su obra le irrogar?a el ir precedida de un pr?logo de persona de tan poca autoridad como soy yo; pero se trataba de un escritor merit?simo, seg?n he podido comprobar por la lectura de su obra, que era para m? completamente desconocido, y cuya jerarqu?a en la milicia, aunque honros?sima, es modesta, y una negativa m?a tal vez la hubiese considerado como desd?n m?s bien ? la persona que al libro, incurriendo yo, sin pretenderlo, en desconsideraci?n y descortes?a. Me precio de pobre de esp?ritu y no quiero gravar mi alma con tal pecado. Prefer? ? excusarme con el autor, darte la excusa de lo que pudieras creer osad?a, ? t?, que por la superioridad que te d? el ser juez inapelable y temido de cuantos escribimos, no resultar?s mortificado en tu amor propio; que por ser solicitado con af?n, no cabe la posibilidad de que te consideres desde?ado; y que m?s bien pecas de excesiva benevolencia que de rigor excesivo, puesto que toleras y sustentas, aunque no con esplendidez, ? tanto escritor de pacotilla; y h? aqu? por qu? me encuentras todo medr?sico y acongojado ante las dificultades del desempe?o del empe?o en que me veo metido, sin garant?as que puedan valerme en tu juicio.

Y ya que del gran Lope de Vega me ampar? para dar con buen pi? comienzo ? mi penosa jornada de hoy, los procedimientos que emple? en su ingenios?simo soneto he de emplearlos yo en la presente ocasi?n, con la diferencia de que como el ?xito no consiste principalmente en los procedimientos que para obtenerle se ponen en pr?ctica, y s? en la habilidad del que hace uso de ellos, si al eximio poeta le result? una joya literaria, ? m?, prosista pedestre, me saldr? lo que quisiere Dios, ? quien con cristiana y cat?lica fe me encomiendo de todas veras.

Compete inmediatamente ? todo prologuista entrar ? fondo en el fondo del libro, y en ?sto s? que encuentro dificultad supina, porque las Islas Filipinas y la de Mindanao solamente las conozco de o?das y le?das, ? sea de referencia, y por lo tanto no me es dado compulsar con exquisita exactitud los datos que referentes ? ?sta contiene el libro de Nieto, pero s? apreciar el m?todo con que los expone y lo completos que son, y considerar como una garant?a de su exactitud la circunstancia de que el terreno dominado realmente por los espa?oles, y todo el que ha sido teatro de las ?ltimas campa?as sostenidas contra los moros malayos, lo ha recorrido paso ? paso el autor, desempe?ando en una de ellas el cargo de aposentador. Desde luego resulta patente una condici?n esencial?sima para que sea buena una obra: la de la oportunidad; toda obra humana es buena ? mala, seg?n que sea oportuna ? no. Y lo es, ? no dudar, una en que se trata de Mindanao en los momentos en que es una cuesti?n del d?a, en que se ha iniciado una campa?a para hacer efectiva nuestra dominaci?n en esa isla y en que est?n aplazadas las operaciones militares hasta la llegada del buen tiempo.

M?s en mengua resultaba nuestro prestigio al consentir por tanto tiempo que en una isla, como la de Mindanao, cuya riqueza forestal bastar? para compensar con creces cuantos gastos se hagan con objeto de poner fin al mal que estamos enunciando, nuestra dominaci?n fuera m?s bien nominal que efectiva, y los pocos ind?genas acogidos ? nuestra protecci?n la tuvieran en poco, por el temor grand?simo que les impon?a esa raza fan?tica, salvaje y sanguinaria de moros malayos, verdadera dominadora de Mindanao hasta no hace mucho.

Estas manifestaciones m?as, que concuerdan perfectamente con cuanto Nieto sostiene con valent?a en sus obras, hacen m?s f?cil y grata mi tarea de prologuista, permiti?ndome exponer con entera franqueza lo que pienso en estos complejos problemas que ? Mindanao se refieren.

Y creo haber cumplido con estas consideraciones por cuenta propia todos los t?rminos de un pr?logo al uso, del mismo modo que el poeta conclu?a su soneto diciendo:

Contad si son catorce, y est? hecho.

Francisco Mart?n Arr?e. Madrid 20 de Octubre de 1894.

Filipinas Su Presente y Porvenir

El desconocimiento que en Espa?a se tiene de cuanto respecta al Archipi?lago filipino es grande, como igualmente se puede asegurar que los enormes perjuicios que por este concepto sufre la prosperidad nacional, est?n en raz?n directa de esta lamentable ignorancia.

Pero en lo que se acent?a m?s y m?s el parecer err?neo que con calculado inter?s se propala en nuestro pa?s por los que de ello resultan beneficiados, es de cuanto se refiere ? la poblaci?n ind?gena; conceptuaci?n que sentada por una c?lebre carta del Padre San Agust?n desde fecha remot?sima, mantiene en nuestro pueblo la err?nea creencia de que el indio es holgaz?n, inepto y refractario ? toda idea de cultura.

?Qui?n entonces hubiese vaticinado que sobre ellas pudieran fundamentarse hoy importantes problemas pol?ticos, capaces de dar soluci?n ? los grav?simos conflictos del socialismo, que la miseria desarrollada en las m?s ricas de nuestras provincias, levanta pavoroso amenazando destru?r el equilibrio social?

?Qui?n que all? tuvieran origen grav?simas cuestiones internacionales, que como el conflicto alem?n tan directamente interesaba ? la honra de la patria?

?Qui?n, por ?ltimo, pudo precaver que llegase d?a, que no estaba tan lejano, en que el comercio, la industria y aun la producci?n de la pen?nsula, pudiese encontrar en aquellos 300.000 km., poblados por ocho millones de habitantes, un mercado nacional capaz de suplir ? los onerosos de los pa?ses europeos?

El que nada de ?sto estuviese previsto no es cosa que pueda llamar grandemente nuestra atenci?n; la mayor?a de los estadistas que rigieron los destinos del pa?s, jam?s supieron ni se ocuparon de averiguar las condiciones f?sicas y morales de aquellas comarcas, ni alcanzaron ? prever la importancia grande que para Espa?a pudiera tener en d?a no lejano el desenvolvimiento de la riqueza y el r?pido progreso de los pa?ses que pose?a en tan remotas latitudes.

Por entonces creyeron cumplidos los sagrados deberes del patriotismo y de los intereses ? ellos encomendados con s?lo mirar el asunto bajo el punto de vista de la posesi?n de mayor ? menor extensi?n territorial, resultando de esto, que jam?s se fijasen las altas esferas gubernamentales en aquellos pueblos que, aunque separados de la patria por inmensa extensi?n mar?tima, tienen grandes aspiraciones para el porvenir y ans?an con anhelo ciertos derechos, sin tener en cuenta, que es imposible de todo punto, no s?lo por las exigencias de los tiempos, sino por su situaci?n geogr?fica que les coloca al habla con otros pa?ses profundamente penetrados de la civilizaci?n, consolidar nuestra preponderancia por medio del absolutismo, que aunque les d? libertad aparente, niega las palpitaciones de un pueblo vigoroso, dando por salvajes ? hombres que, pese ? quien pese, vienen demostrando que tanto en el comercio y la industria, como en las ciencias y las artes, tienen puesto o?do atento ? la voz del siglo, recogiendo por momentos los ?ltimos latidos del progreso intelectual de nuestra ?poca.

Razones son ?stas para no desmayar ante los obst?culos que han de presentarse hasta alcanzar la completa justificaci?n del pueblo filipino. La verdad concluye por imponerse. Consagremos, pues, nuestros esfuerzos ? transformar el esp?ritu p?blico, haciendo nacer en la opini?n nuevas ideas. Entonces es posible que lleguen ? comprenderse las causas que determinaban, el que aquel pa?s, oprimido por el pasado de algunos siglos bajo la mano cruel del despotismo, la brutalidad de las pasiones, el inter?s torpe y la ignorancia, llegase ? revestir algo parecido ? la abyecta condici?n del paria.

Que si hoy la cultura ? ilustraci?n del indio no se encuentra ? la altura que tiene derecho ? exigir de ellos el pueblo que por su redenci?n tan costosos sacrificios se impone, no hay nada que reprocharle, porque de ello no es ?l s?lo culpable. De tal atraso no puede hacerse cargo al filipino; los responsables son aquellos que desde?ando lo preceptuado en nuestras sabias leyes, han dejado incumplido lo dispuesto en la Ley X, t?t. I, libro I <>, que ordenaba que donde quiera que fuese posible se estableciesen escuelas para ense?ar ? los indios el castellano.

A tal extremo llega en Filipinas este abandono del clero, que D. Patricio de la Escosura, ejerciendo el cargo de Comisario Regio de S.M. en aquellas islas el a?o 1863, censura duramente este proceder como causa principal del atraso intelectual del indio, imposibilitado de apreciar los adelantos de la ?poca por los medios que el estudio proporciona.

A pesar de ?sto, la ilustraci?n actual de Filipinas es muy superior ? lo que comunmente se cree; pru?banlo aquellos claustros de profesores de su Universidad ? Institutos nutridos hoy con un crecido n?mero de insulares, gallarda muestra de las ambiciones de progreso que all? se remueven de cont?nuo, anhelando conocer el m?s all? que hasta ahora les fu? vedado investigar.

Tambi?n el arte, esa facultad del cerebro humano de asimilarse la belleza de la naturaleza para producir obras revestidas de cualidades est?ticas, representando con toda exactitud las impresiones recogidas por el estudio al amparo de los destellos del genio, encuentra en Filipinas entusiasta ? id?nea interpretaci?n, lanzando ? la culta Europa hombres que, como Luna y Tavera, bastan para justificar el perfeccionamiento r?pido y completo de que es susceptible aquel pueblo.

El comercio, ayudado por la creciente producci?n de tan f?rtil suelo, aumenta r?pidamente, facilitando la exportaci?n de los productos que arroja un crecido superavit sobre la importaci?n, seg?n se demuestra en las siguientes notas estad?sticas.

Importaci?n. Exportaci?n A?os. Pesetas. Pesetas.

Promedio 21.431.739 22.247.914

Promedio 21.176.528 28.846.583

El resumen de estos datos demuestra que en el a?o 1879 la exportaci?n s?lo superaba ? la importaci?n en 500.000 pesos, y que en el a?o 1889 el fomento de la producci?n es tal en Filipinas, que duplicando la exportaci?n supera en m?s de 10 millones de pesos ? la importaci?n.

La agricultura es lo que m?s prospera en la f?rtil Filipinas. Fuera del consumo local, que no debe ser insignificante, export? en el a?o 89, 12.500.000 pesos en az?cares, m?s de 14 millones en abac?, 2.500.000 en caf?, m?s de 3 millones en tabaco y cerca de 500.000 en cocos; es decir, que casi su total exportaci?n, ? sean m?s de 30 millones de pesos de los 35 ? que ?sta se eleva, tienen su origen en la agricultura; y como quiera que el chino no se dedica ? las faenas del campo, y la emigraci?n peninsular tampoco aporta esta clase de elementos, tenemos, que aquella raza tan vejada, el indio, que por no prestarse ? las indignas explotaciones que de ?l requiere el ignorante, incapaz de apreciar los sanos preceptos de la colonizaci?n espa?ola, despu?s de cubrir todas sus necesidades, lanza al exterior enormes cantidades de los apreciad?simos productos de su suelo.

Ahora bien; si el problema de los cambios sobre la pen?nsula acarrea ? Filipinas una atm?sfera pre?ada de desconfianzas y suspicacias, con notable perjuicio del comercio espa?ol y de las relaciones estrechas que deben existir entre dos pueblos cobijados por una misma ense?a nacional, esto no hay que cargarlo en el debe de aquel pa?s; de ello son directamente responsables los que toleran tan indignas explotaciones, amasadas con su propio desprestigio. Filipinas remite ? Espa?a m?s productos que de ella recibe. Desde Filipinas se remesan ? Inglaterra y otros pa?ses enormes cantidades de productos agr?colas, que superan en algunos millones de pesos ? lo que aquellos importan en el Archipi?lago.

De ?sto resulta, que la producci?n filipina sit?a en Europa cantidades suficientes para responder con exceso ? cuantas garant?as pudieran exigir de un pa?s floreciente las naciones que con ?l sostengan relaciones mercantiles.

F?cil es deducir por los anteriores datos, que en Filipinas esos elementos productores que son el nervio y la vida del comercio, y que tan ineptos se les cree en nuestro pa?s, ponen en juego mayor suma de actividad en las explotaciones agr?colas que el raqu?tico comercio, intermediario entre el productor y los mercados consumidores de Europa y Am?rica.

Esto, como es natural, aminora el est?mulo por la escasez de beneficio y determina una notable disminuci?n en la riqueza por el menor n?mero de cultivadores.

Resumiendo cuanto llevamos dicho, ? fin de robustecer y justificar nuestra opini?n en tan interesante asunto, somos de parecer que un pueblo como el filipino, que etnogr?ficamente considerado se encuentra en la misma situaci?n que se hallaba hace tres siglos, cuando el pa?s fu? ocupado de un modo efectivo por nuestros antepasados, en el que los caracteres etnol?gicos de sus moradores no han sufrido m?s transformaci?n que la variante en sus creencias religiosas, y que, ? pesar de ?sto, tan admirablemente se adapta ? los adelantos de la ?poca, es forzoso concederle que camina ? pasos agigantados en la senda del progreso. La agricultura, que hace cincuenta anos ten?a limitadas sus operaciones ? satisfacer las necesidades del consumo local, crece de un modo fabuloso, traspasa sus ordinarios l?mites, y llega ? Europa y Am?rica con sus productos, logrando que se los tenga en grande estima.

El comercio secunda estas iniciativas prest?ndose ? la obra con que el agricultor le brinda, aunque cegado por la avaricia neutraliza una gran parte de las energ?as productoras.

La industria se asimila los adelantos m?s adecuados ? la perfecci?n y bondad de sus productos, viendo su importancia restringida en la parte de fabricaci?n por la especial constituci?n geol?gica del pa?s. La poblaci?n se duplica en cuarenta a?os. El indio presiente el esp?ritu democr?tico del siglo, y todo en fin, refleja en aquel pa?s las ansias de una perfecci?n retardada por los accidentes de la historia. S?lo una cosa conserva all? la secular organizaci?n y car?cter que se le imprimiera hace siglos: la Administraci?n del Estado en sus diferentes ramos. Esta, se distingue en un todo de cuanto rige en las dem?s colonias del mundo.

Si bien el car?cter del legislador resulta simp?tico por la democracia que de sus disposiciones emana, los encargados de vigorizar ?stas mismas las desfiguran en su aplicaci?n ? la pr?ctica, exorn?ndolas de una aureola de suspicacias y recelos que les d? car?cter desp?tico y anti-nacional de que en su esencia se encuentran despose?das y que estuvo siempre lejos del ?nimo del legislador.

El rehuir la ense?anza del idioma patrio y las trabas puestas ? la radicaci?n del elemento peninsular son los dos grandes borrones de la Administraci?n de Espa?a en Filipinas, constituyendo formidable barrera interpuesta entre el europeo y el ind?gena, imposibilitados de fraternizar sin mediadores tan poderosos como son la comunidad en la familia y en el idioma, cuando la unidad de creencias religiosas estrecha la distancia de dos pueblos tan profundamente identificados, ? pesar de la enorme distancia etnogr?fica con que la naturaleza les ha separado.

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