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Read Ebook: La rana viajera by Camba Julio

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Ebook has 192 lines and 15061 words, and 4 pages

Porque eso de que los candidatos conservadores son quienes pagan mejor los votos, tampoco es exacto, se?or Camba. Cuando est?n en el Poder, ?qu? necesidad tienen de pagarlos? Generalmente, ni siquiera se toman la molestia de echarnos un discurso.

Deseng??ese usted. Para levantar un poco la industria electoral no hay m?s procedimiento que la Liga. Recientemente se hablaba de se?alar sueldo a los diputados. Muy bien; pero que los diputados comiencen por pagar a sus electores. Y mientras haya gentes que voten de balde, yo no podr? creer que el derecho a votar represente para el pueblo conquista ninguna...>>

Hasta aqu? la carta de mi comunicante. Yo, en prueba de imparcialidad, la reproduzco ?ntegra.

EL AUTOR NECESITA UN DISTRITO

En estos hermosos d?as de mayo, para estar a tono con las costumbres y no hacer entre mis contempor?neos un papel despreciable, yo necesito dos cosas: un distrito y un sombrero de paja.

Casi todo el mundo tiene un distrito y un sombrero de paja. Algunos tienen sombrero de paja y carecen de distrito. Otros tienen el distrito ?nicamente, pero podr?n contarse con los dedos de una mano los espa?oles que se encuentren hoy, a la vez, sin distrito y sin sombrero.

Lector: ?No tendr? usted por ah? alg?n distrito suelto que ofrecerme? ?Ha mirado usted bien?...

Todos mis amigos tienen distrito, y hasta hay quien hace gala de dos o tres. A juzgar por las apariencias, en Espa?a hay muchos m?s distritos que candidatos, y muchos m?s ciudadanos elegibles que ciudadanos electores. Hombres que se han pasado el invierno sin gab?n comparecen ahora en la tertulia del caf? con distritos magn?ficos. No me extra?ar?a nada que alguno de ellos empe?ara el suyo...

Es muy hermosa la libertad del hombre soltero; pero cuando uno se va haciendo un poco viejo y comienza a padecer del est?mago, echa de menos una mano amante que le arrope bien en la cama y le sirva tacitas de caldo. Tambi?n es muy hermosa la situaci?n del escritor independiente; pero no en ?poca de elecciones. En ?poca de elecciones, ?qui?n no siente el anhelo de un partido pol?tico, un partido cari?oso que le d? un distrito as? como le dar?a un caldo la tierna esposa?

Al salir a la calle y coger su sombrero, su bast?n y sus guantes, uno tiene estos d?as la sensaci?n de que le falta algo todav?a, y lo que le falta es un distrito. Luego, en la tertulia habitual, as? que todos los amigos se ponen a hablar de sus distritos respectivos, el hombre que carece de distrito es algo as? como un paria. Los camareros mismos le sirven de cualquier manera. El limpiabotas no acude a sus requerimientos...

La vida sin distrito ha llegado a parecerme ya una carga insoportable. Me figuro que las gentes me se?alan en la calle dici?ndose:--He ah? un hombre que no tiene distrito. Y por esto me dirijo al lector pidi?ndole uno. Despu?s de todo, un distrito se le da a cualquiera. Haga el lector un peque?o esfuerzo. Necesito un distrito, y lo necesito de toda necesidad.

ESPA?A, EMPORIO DEL PARLAMENTARISMO

?Qu? se entiende por un hombre muy parlamentario?

En Espa?a, por un hombre muy parlamentario se enriende un hombre que tiene mucho parlamento. El se?or Dato, por ejemplo, y el se?or conde de Romanones son hombres muy parlamentarios. Tambi?n es bastante parlamentario el Sr. Garc?a Prieto. Y yo mismo, que a primera vista no parezco nada parlamentario, lo soy, sin embargo, considerablemente m?s que la mayor?a de los espa?oles: tengo numerosos amigos diputados, puedo tomar caf? en el Congreso, puedo utilizar la franquicia postal parlamentaria...

Cuando el Sr. Maura disolvi? las Cortes, dijo que lo hac?a porque siendo un hombre muy parlamentario, no quer?a aprobar los presupuestos a espaldas de la representaci?n nacional. La representaci?n nacional era entonces datista, romanonista, albista, socialista, etc?tera, y el Sr. Maura necesitaba una representaci?n nacional maurista a fin de no gobernar a espaldas del pa?s, sino de acuerdo con ?l. Necesitaba un Parlamento, en fin, para que no se dijese de ?l que era un gobernante antiparlamentario.

Y como necesitaba un Parlamento, el Sr. Maura--y quien dice el Sr. Maura dice el Sr. Cierva--se dedic? a hacerlo. Primero, el jefe del Gobierno eligi? los candidatos. Luego, los candidatos eligieron a los electores. Y, dentro de pocos d?as, el Sr. Maura tendr? un Parlamento propio, as? como algunos se?ores tienen un teatro casero.

?Qui?n ha dicho que aqu? se gobierna arbitrariamente, sin tener en cuenta los gustos ni las aficiones del pa?s? Aqu? no se hace semejante cosa. El pa?s ha derramado su sangre para conseguir el r?gimen parlamentario, y respetuosos de la voluntad nacional, a cada Gobierno le damos aqu? su Parlamento correspondiente. En el mismo espacio de tiempo, ninguna naci?n ha tenido tantos Parlamentos como Espa?a. Espa?a es, indudablemente, el pueblo m?s parlamentario del mundo.

LOS MINISTROS NUEVOS

Cuando caiga el actual Gobierno, nuestro presupuesto de gastos se encontrar? gravado con unas cuantas cesant?as m?s. ?Para que la gente pida ministros nuevos!

?Qu? se entiende por un ministro nuevo? Por un ministro nuevo no se entiende un ministro joven ni un ministro distinto de los otros ministros, sino un hombre que es ministro por primera vez. Un ministro nuevo suele ser un subsecretario viejo, un gobernador viejo o un general viejo... El marqu?s de Mochales lleg? a ministro y se muri?; pero este lamentable suceso ser? ?nico en nuestra historia. La mayor?a de los pol?ticos no consideran colmada su ambici?n al llegar a ministros. Ser ministro no es, en realidad, ser nada. Un ministro est? a merced del poder moderador, a merced de la Prensa, a merced de las oposiciones parlamentarias, a merced de todo el mundo. En cambi?, un ex ministro no est? a merced de nadie. Las carteras pasan y las cesant?as quedan. Y por esto, lejos de morirse una vez que han jurado el cargo, es entonces cuando la mayor?a de los ministros comienzan a vivir.

?Ministros nuevos? No. Nunca. Un ministro nuevo se usa en seguida y a los dos o tres meses queda convertido en un ex ministro. Hay pa?ses de una intensa vida econ?mica que pueden permitirse el lujo de cambiar frecuentemente de ministros, as? como un hombre rico cambia frecuentemente de autom?vil; pero nosotros no estamos en el mismo caso. ?Si cada nueva cesant?a anulase una cesant?a vieja! ?Si cuando el se?or Prado Palacio, por ejemplo, sea declarado ex ministro, dejasen de ser ex ministros el marqu?s de Lema o el conde de Bugallal!... Pero, hoy por hoy, lo que nos conviene es ir tirando con los ex ministros actuales. Son viejos, muy viejos, tan viejos como el mismo sistema parlamentario; son malos y est?n pasados de moda, pero no nos suponen ning?n nuevo gasto. Bien conservados, estos ex ministros pueden durar todav?a otro cuarto de siglo u otro medio siglo, lo que en la pol?tica espa?ola no creo que represente gran cosa. Y cuando se mueran del todo--all? para el a?o 1950--, entonces se podr? pensar en sustituirlos con algunos hombres j?venes, como D. Melquiades Alvarez, por ejemplo, o el doctor Simarro...

UN ART?CULO MINISTERIAL

Si yo fuese un escritor ministerial, ?qu? art?culo har?a acerca de las ?ltimas elecciones!

Nos han derrotado en las grandes ciudades--dir?a--, pero esto no nos extra?a. Las grandes ciudades son verdaderos focos de corrupci?n, donde se van perdiendo ?ntegramente los sentimientos de humildad, de obediencia y de amor al pasado. Casi todos los madrile?os saben leer y escribir, y aunque una en?rgica censura amordaza a los escritores de la mala prensa, las ideas disolventes siempre encuentran camino por donde llegar al cerebro del pueblo. Indudablemente, el analfabetismo vale mil veces m?s que la censura. Todo el arte de los escritores radicales se estrella contra el hombre del campo, hombre sano de cuerpo y de inteligencia, que no sabe leer ni lo necesita para trabajar las tierras de su se?or y para darles el voto a los candidatos del orden. Y el hombre del campo ha votado la candidatura ministerial.

Hemos triunfado en el campo, donde todav?a se conservan las venerandas tradiciones de nuestros mayores; donde el m?dico, no contaminado por teor?as extra?as, sangra buenamente a sus enfermos, igual que en tiempo de nuestros abuelos; donde el pobre se resigna a ser pobre como el rubio se resigna a ser rubio; donde el cura proh?be que se baile el agarrado y que se lean los peri?dicos liberales, y donde se respeta el orden, la propiedad, el clero y la Guardia civil. Hemos triunfado en el campo y hemos fracasado en las ciudades. ?Hay nada m?s significativo?

Porque las ciudades est?n dejadas de la mano de Dios. En Madrid, la juventud pasa su vida bailando bailes extranjeros, bebiendo bebidas extranjeras y--cosa mil veces m?s nefanda--leyendo libros extranjeros. Ahora les ha dado a los madrile?os por poner en las casas ba?o y ascensor, y esto ser? muy agradable para el cuerpo, pero tiene que ser funesto para el alma. Ba?os, librer?as, grandes hoteles, derechos pol?ticos, un Ateneo, una Casa del Pueblo... ?Es que nuestros mayores necesitaban ninguna de estas cosas?

Nuestra derrota demuestra que nosotros no tenemos nada que ver con esta ?poca de disoluci?n social. Nosotros representamos las venerandas tradiciones de nuestros mayores. Somos el pasado. Somos el a?o de la Nanita...

EL ENGA?O DE LAS CRISIS

Cada vez que cae un Gobierno, yo experimento un sentimiento de liberaci?n. El aire me parece m?s puro; las mujeres, m?s guapas; los manjares, m?s sabrosos.

--Trabajillo ha costado--exclamo--; pero, al fin, somos libres. Ya no tenemos Gobierno. Hemos realizado nuestro ideal...

Desgraciadamente, est? en nuestra naturaleza el no poder nunca darnos cuenta de la felicidad presente. Por esto, la felicidad es inasequible, y por esto, acaban resolvi?ndose todas las crisis ministeriales. Al cabo de dos o tres d?as, el Gobierno ca?do es siempre sustituido por otro, y de nuevo hay que dedicarse a la tarea de demolerlo. Totalizando las diferentes crisis que, poco a poco, logramos obtener, apenas si Espa?a llegar? a vivir al a?o un mes entero sin Gobierno. ?Un mes entre doce! No vale la pena.

Por mi parte, yo no ayudar? ya nunca a echar abajo a ning?n Gobierno, como no me garanticen que luego no van a sustituirlo con otro. Mucho m?s cuando al otro es seguro que ya hab?amos tenido tambi?n que echarlo abajo anteriormente. No veo en qu? puede convenirle a un hombre soltero, que ejerce una profesi?n liberal, el que le gobiernen el Sr. Dato o el se?or Maura, el Sr. Garc?a Prieto o el Sr. S?nchez de Toca. Probablemente, les interesa mucho m?s a estos se?ores gobernarme a m? de lo que pueda nunca interesarme a m? el que me gobiernen ellos.

Y si un pueblo no puede vivir sin Gobierno--premisa a la que no le conceder? ning?n valor mientras, como ocurre ahora, tampoco pueda vivir con ?l--; si un pueblo no puede vivir sin Gobierno, y si los gobiernos constituyen <>, entonces, por lo menos, debemos exigir que las crisis duren un poco m?s. Una crisis de tres o cuatro d?as no compensa el esfuerzo necesario para arrancar del banco azul a estos ministros que parecen lapas.

ACCI?N POL?TICA DE LOS MARISCOS

A primera vista, parece que se trata de un cambio superficial, y quiz? no se trate, en efecto, de un cambio muy profundo. Sin embargo, yo creo que entre el pol?tico gallego y el pol?tico catal?n hay una diferencia mucho m?s importante que la del acento. Lo terrible del pol?tico gallego era su asombrosa capacidad de reproducci?n. Nacidos al pie de las r?as bajas, aquellos pol?ticos se reproduc?an como las sardinas. Al cabo de quince a?os, cada ministro le hab?a dado vida a cinco ministros, a diez subsecretarios, a diez directores generales y a veinte gobernadores, sin contar los empleados subalternos. Todo el mundo conoce la fecundidad de la provincia de Pontevedra, que es una de las m?s pobladas, si no la m?s poblada, de Espa?a. Esta fecundidad suele atribu?rsele a los mariscos, y si la explicaci?n es exacta, los mariscos vienen a ser, en fin de cuentas, los verdaderos responsables del nepotismo espa?ol. ?El nepotismo espa?ol o las ostras, los cangrejos y los percebes de las r?as bajas!...

Los pol?ticos catalanes no parece que se reproduzcan tanto como los pol?ticos gallegos, y esto constituye, por s? s?lo, una gran ventaja para el pa?s. ?No se comen, quiz?, muchos mariscos en Catalu?a, o es que el marisco del Mediterr?neo vale menos que el del Atl?ntico? Y por otro lado, ?conocemos nosotros todas las posibilidades pol?ticas del marisco catal?n? Si hubiese en Espa?a alguien que estudiase la pol?tica con un criterio realmente cient?fico, yo le propondr?a este problema, que considero de un inter?s capital; pero, por desgracia, aqu? no hay ning?n tratadista pol?tico verdaderamente serio.

ARRASAMIENTOS

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Yo creo que estas palabras del general Aznar tienen toda la categor?a de un proyecto, y me extra?a el ver que algunos peri?dicos lo rechazan sin tomarse la molestia de estudiarlo t?cnicamente. Porque desde luego, si existe en Espa?a alguna dificultad para arrasar poblaciones, a m? me parece que es una dificultad exclusivamente t?cnica. Eso de imaginarse que el Gobierno no puede arrasar Barcelona por razones de orden moral, pol?tico o jur?dico, demuestra, en mi sentir, una profunda ignorancia en materia de arrasamientos. Las dificultades de este triple car?cter tienen muy poca importancia en el pa?s de La Cierva y S?nchez Guerra. En cambio, las dificultades t?cnicas constituyen, en el pa?s de los mismos se?ores, algo verdaderamente muy serio.

Y, sentado esto, yo considero que debemos dejar a un lado consideraciones ociosas, y rogarle al general Aznar que no desarrolle su plan. Cuando el general Aznar, que ocupa en el Ej?rcito un puesto tan alto, ha insinuado la idea de arrasar Barcelona para dominar a los elementos rebeldes, es que, indudablemente, esta idea es factible. Ahora bien, general: nos hace falta un presupuesto. Queremos saber en cu?nto tiempo y por cu?nto dinero se comprometer?a su se?or?a a hacer en Barcelona un arrasamiento en forma. El Ej?rcito alem?n, con un material formidable y una direcci?n de primer orden, tard? cuatro a?os en arrasar Reims a satisfacci?n del K?iser; y siendo Reims una de las ciudades m?s ricas de Francia, invirti? en la destrucci?n tanto como lo que ella val?a. Claro que nosotros no somos tan exigentes como el ex K?iser. Acostumbrados a innumerables resignaciones, probablemente nos conformar?amos con un arrasamiento mucho m?s vasto que el de la ciudad de Reims; pero ?qu? nos vendr?a a costar ese arrasamientito? El caso est? en que, para evitar la posibilidad remota de perder Barcelona una vez, no vayamos realmente a perderla dos veces, primero arras?ndola, y segundo, invirtiendo en el arrasamiento el dinero que cost? la edificaci?n. Por otro lado, el problema de Barcelona es urgente, y si el arrasamiento puede durar cincuenta o sesenta a?os, no creo que constituya una soluci?n eficaz.

Supongo que el general Aznar sabr? apreciar la diferencia que existe entre esos peri?dicos que han acogido sus manifestaciones del Senado con una vocingler?a sentimental, y yo, que las enfoco seriamente en el terreno de la realidad. ?Arrasar Barcelona! ?Qu? duda cabe de que as? se acabar?a de una vez y para siempre con todas las cuestiones de Barcelona? Lo malo, como digo, son las dificultades pr?cticas. A veces, discutiendo con un amigo, y no logrando hacerle adoptar mis puntos de vista, yo he sentido tambi?n el deseo de arrasarlo, y, si me contuve, no fue, no, por motivos morales, sino, precisamente, por dificultades t?cnicas. Y es--para decirlo con una frase digna de la Alta C?mara, donde hizo sus manifestaciones el general Aznar--que <>.

EL CONGRESO, A CUARENTA GRADOS

El otro d?a, con un calor de cuarenta y tantos grados, estuve en el Congreso. Yo nunca hab?a observado la pol?tica espa?ola a una temperatura tan alta. Algunos diputados, tendidos en sus esca?os, parec?an cad?veres en descomposici?n. Ol?a mal.

--Indudablemente--pens?--, el Parlamento no es un espect?culo de verano. Para el verano ya tenemos las corridas de toros, que se hacen al aire libre.

Y, dirigi?ndome a un diputado amigo:

--?Por qu? no cierran ustedes?--le dije.

--?Cerrar?--exclam?--. Y la labor legislativa que tenemos por delante, ?es que van a hacerla los porteros?

--?Hombre! En caso de apuro...

--Todo se vuelven diatribas contra el diputado en este pa?s--a?adi? mi amigo--, y el diputado es un m?rtir. Ya ve usted a los diputados franceses. No contentos con ganar quince mil francos al a?o, quieren que se les dupliquen las dietas. El diputado espa?ol, en cambio, lejos de cobrar, paga. ?Sabe usted cu?nto me han costado a m? las elecciones? Veinte mil duritos. As? se demuestra el amor a la patria. Y aqu? me tiene usted, en pleno mes de agosto, respirando este aire corrompido.

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