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Read Ebook: Rob Nixon the Old White Trader: A Tale of Central British North America by Kingston William Henry Giles

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Ebook has 106 lines and 28448 words, and 3 pages

Nota del Transcriptor:

Las versalitas han sido sustituidas por letras may?sculas de tama?o normal.

TIERRAS SOLARES

POR

RUB?N DARIO

ILUSTRACIONES DE ENRIQUE OCHOA

MADRID

ES PROPIEDAD

FELIPE L?PEZ

MUY CORDIALMENTE

DESPU?S de algunos a?os vuelvo a Barcelona, tierra buena. En otra ocasi?n os he dicho mis impresiones de este pa?s grato y amable, en donde la laboriosidad es virtud com?n y el orgullo innato y el sustento de las tradiciones defensa contra debilitamientos y decadencias. Sal? de Par?s el d?a de la primera nevada, que anunciaba la crudez del pr?ximo invierno. Sal? en busca de sol y salud, y aqu?, desde que he llegado, he visto la luz alegre y sana del sol espa?ol, un cielo sin las tristezas parisienses; y una vez m?s me he asombrado de c?mo Jean Moreas encuentra en Par?s el mismo cielo de Grecia, el cual tan solamente da todo su gozo en las tierras solares. Bien es cierto que el poeta se refiere m?s al ambiente que a la luz, m?s al respirar que al mirar. Pero la bondad de este cielo entra principalmente por los ojos y los poros, abiertos al c?lido cari?o del inmenso y maravilloso diamante de vida que nos hace la merced de existir.

Cuando os escrib? de Espa?a fu? a ra?z de la guerra funesta. Acababa de pasar la tempestad. Estaba dolorosa y abatida la raza, agonizaba el pa?s. Y os habl?, sin embargo, de la mina de energ?a, del vasto yacimiento de fuerza que hall? en esta provincia de Catalu?a, gracias al car?cter de los habitantes, de anta?o famosos por empresas arduas y bien realizadas; y admir? la riqueza y el movimiento productor de esta Barcelona modern?sima, hermana en trabajo de la potente Bilbao, afortunadas hormigas ambas que no han mirado nunca con buen mirar a la cortesana cigarra de Castilla. Espa?a estaba, por opini?n general, condenada a la perpetua ruina, a la irremediable muerte. No se ve?a venir por ninguna parte el caballero esperado, a quien buscaba en la lejan?a del camino la mirada ansiosa de la hermana Ana. Hubo el aparecimiento de los profetas del mal y la irrupci?n de los improvisados salvadores. Todo el mundo era h?bil para indicar una senda propicia; todo el mundo se cre?a llamado a poner nueva sangre en el cuerpo agotado. Se dijera un consejo de pol?ticas. Todas las pol?ticas y todos los politiquistas sab?an un secreto con el cual se iba a hinchar con m?sculos nuevos el pellejo del maltrecho Le?n. En el mundo del pensamiento se ve?an apenas unas cuantas esperanzas entre el coro de eminencias amojamadas. Apenas los pocos violentos, los revolucionarios, los iconoclastas, hac?an lo posible por encender una hoguera nueva. Y ol?a demasiado a podrido en Dinamarca.

Hoy, al pasar, mi impresi?n es otra. Desde hace alg?n tiempo se ha notado un estremecimiento de vida en la pen?nsula. Cierto que las pol?ticas y los politiquistas contin?an con sus ruidos in?tiles y sus discursos verbosos; cierto que ni los del carlismo renuncian a su vago so?ar, ni los de la rep?blica pierden momento para proclamar que ellos son los due?os del porvenir y de la grandeza nacional, entre esc?ndalos y rivalidades poco provechosas al verdadero ideal perseguido; cierto que el clericalismo inquisitorial, por un lado, y el militarismo montjuichesco, por otro, no han cambiado un ?pice desde los tiempos terribles en que cay?, rojamente, el pobre y grande conservador D. Antonio C?novas; cierto que nadie sucede al pobre y grande liberal Emilio Castelar; cierto que cierta prensa en que los antiguos baturrillos, tiquismiquis, o dimes y diretes contin?an en una tradicional ignorancia de cultura, a?n persiste; cierto que el hambre del pueblo no mengua; cierto que la pereza general y la inquina porque s?, del uno contra el otro, se sigue manifestando; cierto que sigue oliendo a podrido en Dinamarca. Pero, fij?os bien: una fragancia de juventud en flor llega hasta nosotros. Voces individuales, pero poderosas y firmes, dicen palabras de bien y de verdad que el pa?s comienza a escuchar. Hay un rumor. ?Es una resurrecci?n? No, es un despertamiento. Se renace. Se vuelve a vivir en un deseo de acci?n, que demuestra y anuncia una pr?xima era de victorias. No ten?an raz?n los desconsolados, los que juzgaron el da?o irremediable. He ah? los buenos pensadores de la nueva Espa?a que piensa; he ah? los buenos profesores de trabajo; los bravos catedr?ticos de actos, que ense?an a las generaciones flamantes la manera de conseguir el logro, de sembrar para recoger. Los superficiales del pedantismo desaparecieron; los superficiales del odio inmotivado, de la improductiva palabra, de las envidias absurdas, esos no existen m?s que en s? mismos. Existe, empero, una juventud que ha encontrado su verbo. Existen los nuevos ap?stoles que dicen la doctrina saludable de la regeneraci?n, del gozo de la existencia; los buenos escritores de desinter?s y de ?mpetu; los nuevos poetas que hablan armoniosamente, con sencillez o con complicaci?n, seg?n sus almas, lo que sienten, lo que juzgan que deben decir, en amor y sinceridad, con desd?n del lodo verbal, de la vulgar haza?a, del reir injusto. Y eso en toda Espa?a, desde entre los vascos y catalanes activos, hasta entre los vibrantes andaluces y entre los habitantes de la g?rrula corte. La salud ser?, pues, luego, total.

Otros poetas traducen a los cl?sicos, y a los modern?simos extranjeros. Hay un <> que equivale a l'Oeuvre, o al Libre de Par?s. Se publican excelentes revistas de ideas y de arte, y libros de ingenios y talentos bregadores presentados en formas art?sticamente llamativas y de bella tipograf?a. Todo ?sto en catal?n. Pues son raros los que, como el noble poeta Marquina, prefieren vestir de castellano sus ideas.

La juventud--?brava <>!--cultiva su campo, siembra su semilla. Alza, construye su torre en el limitado cerco en que se oye su lengua: pero desde lo alto de su torre, ve todos los horizontes. Fecundo n?cleo de vivaz civilizaci?n, la vieja Barcino, la generosa y gallarda Barcelona de ahora, se afianza en su seguro valor y alza la cabeza orgullosa coronada de muros, entre la monta?a y el mar, que vi? partir en otros siglos los barcos de sus conquistadores. ?Existe el catalanismo? ?Existe el odio que se ha dicho contra el resto de Espa?a? Yo no lo creo ni lo noto ahora. Existe el catalanismo, si por catalanismo se entiende el deseo de usufructuar el haber propio, la separaci?n de ese mismo haber para salvarlo de la amenazadora bancarrota general, el derecho de la hormiga para decir a la cigarra: <>; y la voluntad de mandar en su casa. Mas as? como el ansia de porvenir ha unido a los obreros catalanes con todos los de la pen?nsula en una misma mira y un mismo sentimiento, el deseo de vuelo y expansi?n comienza a unir a la intelectualidad libre catalana con la libre intelectualidad espa?ola, representada por admirables personalidades pertenecientes a todas las provincias, ligados as? todos por la solidaridad del pensamiento y el prop?sito de olvidar pasados defectos y errores, y colaborar en la misma tarea de bondad y de gloria. Cierto, repito, que quedan los anquilosados de ayer, los rezagados de la pacotilla; pero toda la sucia y seca hojarasca desaparece al brotar la nueva selva, al renovarse la flora del viejo jard?n, a la entrada triunfal de la reci?n nacida primavera. La Am?rica espa?ola ha mandado tambi?n sus embajadores, y poco a poco se va formando m?s ?ntima relaci?n entre ambos continentes, gracias a la fuerza ?ntima de la idea, y a la internacional potencia del arte y de la palabra. Pues hasta, por mayor decoro, la vida comercial misma ha sacado ventajas, ayudada por los predicadores de las letras y misioneros del periodismo. La uni?n mental ser? m?s y m?s fundamental cada d?a que pase, conservando cada pa?s su personalidad y su manera de expresi?n. Se cambiar?n con mayor frecuencia las delegaciones de los intereses y las delegaciones de las ideas. Seremos, entonces s?, la m?s grande Espa?a, antes de que avance el yanqui haciendo Panamaes. Que cada regi?n tenga y conserve su ego?smo altivo, pues de la conjunci?n de todos esos ego?smos se forma la com?n grandeza; cada grande ?rbol crece y se fortifica solo y todos forman la floresta. Esto me hace pensar la Barcelona de las rojas barretinas y de las compa??as de vapores, la Barcelona de Rusi?ol y de Gual, y la de las copiosas f?bricas y nutridos almacenes; la que hace oro, labra hierro, cultiva flores y se fecunda a s? misma, entre los montes altos, silenciosos y las inmensas aguas que hablan.

ESCRIBO a la orilla del mar, sobre una terraza adonde llega el ruido de la espuma. A pesar de la estaci?n, est? alegre y claro el d?a, y el cielo limpio, de limpidez mineral, y el aire acariciador. Esta es la dulce M?laga, llamada la Bella, de donde son las famosas pasas, las famosas mujeres y el vino preferido para la consagraci?n. Es justamente una parte de la <>, con dos partes de la tierra de Mahoma. Mas el color local se va perdiendo, a medida que avanza la universal civilizaci?n destructora de poes?a y hacedora de negocios. Hay, en verdad, mucho de lo t?pico, en los barrios singulares, como el Perchel, la Trinidad y la escalonada Alcazaba; mas la ciudad no os ofrecer? mucho que satisfaga a vuestra imaginaci?n, sobre todo si imagin?is a la francesa, y no busc?is sino pandereta, navaja, mant?n y cala??s. Hay s? la reja cantada en los versos, y los ojos espl?ndidos de las mujeres, y la molicie, y el ambiente de amor. Hay las callejuelas estrechas y antiguas, y las ventanas adornadas con los tiestos de albahacas y claveles, como en los cromos; hay bastante morisco y no poco medioeval. Mas, del lado del mar, surge una M?laga cosmopolita y nueva, y m?s que cosmopolita, inglesa, durante la <>, pues dem?s est? decir que desde que un Mr. Richard Ford escribi? en su <> que el clima de M?laga es <> y que <>, la invasi?n brit?nica estuvo decretada. Los ingleses no han llegado a Andaluc?a tan solamente por bien de sus pulmones y bronquios. Y as?, como lo hace observar Jos? Nogales, que es autoridad y que es andaluz: <>, o <>, o <>. Unos y otros se acomodan bien a sus maneras, y hay, andando el tiempo, deseos del entruque rara vez desperdiciados. De ah? va saliendo el n?cleo de una raza nueva y vigorosa>>. El extranjero ha tra?do a Andaluc?a el impulso del trabajo, ha implantado f?bricas, ha dado gran aumento a la exportaci?n de frutas y de vinos. ?Qui?n se acuerda ya del ingl?s <>? El nombre de uno est? grabado en un monumento p?blico, el ingl?s Robert Boyd, que fu? fusilado por la causa de la libertad, junto con Torrijos. Estas villas floridas, estos chalets llenos de morenas meridionales y rubias anglo-sajonas, al lado de la Caleta y el Polo, hacen recordar que por aqu? pas? Byron y afirman que esto es encantador. Sobre todo, no hay ese bullir lujoso de las ciudades balnearias revueltas por la moda y emponzo?adas por el casino. Aqu? no hay casino, ni moda, ni viene Liane de Pougy, ni monsieur de Phocas. Aqu? hay luz, montes apacibles, el Mediterr?neo, barcas pescadoras. <>, corrige un andaluz que lee las ?ltimas palabras que he escrito.

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