Read Ebook: Lo que dice la historia Cartas al señor Ministro de Ultramar by Brau Salvador
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Y sin embargo, medidas por un rasero fueron entrambas comarcas, lo mismo imperando el absolutismo de Narvaez que el convencionalismo de O'Donell. De nuevo se hac?a caso omiso de la lealtad puertorrique?a, pero abriendo ahora herida m?s dolorosa, pues que la cultura popular hab?a adquirido, merced al desarrollo mercantil, vuelo mayor.
Los viajes de los comerciantes puertorrique?os al emporio cosmopolita de Santhomas deb?an ser muy frecuentes, y en Santhomas hallaban puerto de refugio los emigrados pol?ticos m?s exaltados del vecino continente.
El incremento de la producci?n sacarina en Puerto Rico trajo por consecuencia la necesidad de solicitar en la Rep?blica norteamericana y en Inglaterra mercados consumidores del producto, y los viajes ? esos pa?ses libres impon?an la comparaci?n entre su r?gimen pol?tico-administrativo y el que en la colonia se ejercitaba; de aqu? que las relaciones mercantiles facilitaran la comunicaci?n de ideas, la extensi?n de conocimientos expansivos y el deseo de obtener en el pa?s propio el ejercicio de unos derechos individuales que, lejos de producir da?o, fomentaban el incremento de la riqueza p?blica en aquellas zonas donde se ve?an ejercitar.
Agr?guese ? esto, excelent?simo se?or ministro, el peri?dico ingreso en la isla de hombres educados desde ni?os en Par?s, Londres, Filadelfia, Bruselas, Madrid, Barcelona, Caracas ? New-York, y que influ?dos por la educaci?n y vigorizados por la ilustraci?n deb?an hallarse en aptitud de sentir y apreciar el contraste entre las sociedades que abandonaban y aquella en que necesariamente deb?an figurar como miembros, y podr? vuecencia considerar cu?l pod?a ser el estado de los esp?ritus en Puerto Rico y cu?l la aspiraci?n just?sima de sus moradores.
El criterio gubernamental continuaba confundiendo en una sola entidad territorial ? Cuba y Puerto Rico; los acontecimientos dieron ? conocer la dualidad, y no debieron adjudicar en ella puesto superior al territorio mayor.
La divergencia era muy saliente; ella demostraba al Gobierno de do?a Isabel segunda que no satisfac?an ? los puertorrique?os procedimientos que los cubanos aceptaban; si la informaci?n se inspiraba en la sinceridad, y la audiencia de los comisionados no era vana f?rmula, preciso era desvanecer la confusi?n que entre Cuba y Puerto Rico se ven?a manteniendo... La Junta se disolvi? y las leyes especiales no parecieron.
?Produjo la inutilidad de aquel acto la anteposici?n de los intereses cubanos al clamor de justicia que los puertorrique?os manten?an? Acaso sea f?cil ? vuecencia esclarecer esa duda, merced al alto sitio que ocupa. Yo s?lo alcanzar? ? decirle que la celeb?rrima informaci?n nos trajo hondas perturbaciones. Puertorrique?os dign?simos fueron expatriados de su pa?s en 1867 sin formaci?n de causa; todo abolicionista fu? declarado sospechoso; la suspicacia hall? cebo en que saciar sus insidias, y gracias ? que triunf? en Alcolea el alzamiento revolucionario de 1868, no fueron m?s graves sus consecuencias.
En la proclama ? los puertorrique?os por consecuencia de la algarada de Lares, dec?ales el capit?n general: <
La insurrecci?n iniciada en Yara se mantuvo diez a?os y consumi? r?os de oro y sangre ? la naci?n.
?Y clasificado hoy el espa?olismo de cubanos y puertorrique?os, nos asigna vuecencia el grado inferior!
Reitero mis respetos, se?or ministro, y me despido hasta la pr?xima.
Excelent?simo se?or:
Reanudo estas mal hilvanadas misivas haciendo presente ? vuecencia que las noticias sobre el alzamiento de C?diz y el triunfo de Alcolea fueron recibidas en nuestra isla con j?bilo indescriptible. Los puertorrique?os vieron llegar con el nuevo r?gimen el restablecimiento de sus postergados derechos, y ? fe que no se enga?aron. El gobierno provisional, al convocar ? Cortes constituyentes, extendi? ? Puerto Rico el derecho de sufragio.
Se ha dicho que esa medida hubo de informarse en la actitud rebelde que en Cuba manten?an los separatistas, crey?ndose por tal medio inducirles ? deponer las armas y extinguiendo ? la vez en nuestra isla toda idea an?loga ? la que en Lares tuviera manifestaci?n.
Sea de ello lo que fuese, ? los hechos me atengo, se?or ministro. Y los hechos fueron satisfactorios para el pa?s.
Los representantes de Puerto Rico concurrieron con los de la Metr?poli ? discutir la Constituci?n de 1869 y continuaron asistiendo ? las Cortes sucesivas, hasta el momento en que, reunidas ambas C?maras en Asamblea Nacional, al abdicar don Amadeo, proclamaron en 1873 la Rep?blica, declarando ? la vez abolida la esclavitud en nuestra isla.
Esto hizo en favor del olvidado Puerto Rico la Rep?blica espa?ola. A ese gobierno eminentemente nacional, estuvo reservado el reconocimiento del civismo de nuestro pueblo, acord?ndole un testimonio de confraternidad inspirada en sentimientos de justicia.
El pueblo puertorrique?o demostr? ser el mismo en la adversidad que en el triunfo: 70.000 esclavos acaban de sacudir, por acto repentino, la coyunda, y su voz, unida ? la de sus despose?dos due?os, estall? en v?tores entusiastas ? la Madre patria. Se recordaban las amarguras extinguidas, pero se congratulaban los ?nimos de haber sabido obtener con la cordura la adhesi?n y la paz inalterable, aquel deseado ingreso en la vida pol?tica de la naci?n.
La Rep?blica no tuvo por qu? arrepentirse de su obra. La Metr?poli ard?a en cruenta guerra civil; en Cuba continuaba d?ndose al viento la bandera separatista; Puerto Rico mantuvo su tranquilidad legendaria; ejercit? concienzudamente sus derechos; constituy? sus Ayuntamientos; eligi? Diputados con el nuevo y ampl?simo sufragio, y al inquirirse de las localidades--despu?s del golpe de Estado de 1874--las ideas que abrigaban sobre los acontecimientos metropolitanos, todas sin excepci?n protestaron su acatamiento al Poder constitu?do que la naci?n reconociese.
En nombre de ese Poder se trastornaba un mes despu?s todo el r?gimen establecido en la isla, y como se amordazase la prensa para que no pudiese dar voz ? las protestas de la opini?n, el partido liberal, es decir, la inmensa mayor?a del pa?s, apel? al retraimiento.
A todo esto el general Mart?nez Campos hab?a conseguido traer ? los cubanos separatistas ? una avenencia en el Zanj?n. En ese pacto se ofreci? ? la Antilla mayor todo lo que ? Puerto Rico se concediese, y la guerra termin?.
Y as? se nos cercenaron todos los derechos ampl?simos que el Gobierno de la Rep?blica nos hab?a reconocido, y que con toda correcci?n supimos ejercitar.
Superiores ? Cuba antes del Zanj?n, se nos coloca ? su nivel despu?s de aquel pacto. No se consideraba prudente conceder ? los cubanos las libertades de que hab?amos gozado los puertorrique?os, y amalgamando de nuevo dos territorios, f?sica, hist?rica y etnogr?ficamente distintos, se anulaba nuestra personalidad c?vica, supedit?ndola ? la de los cubanos. ?Hab?amos sido leales? Pues se nos trataba como ? rebeldes. ?No hab?amos hecho causa com?n con los cubanos en sus diez a?os de lucha fratricida? Pues, como si lo fuese; las consecuencias de la insurrecci?n cayeron con inmensa pesadumbre sobre nuestro pueblo.
Esto no era justo... ?qu? justo! ni medianamente racional; y me prometo que as? habr? de apreciarlo vuecencia. Como lo apreci? todo el pueblo puertorrique?o, que no volv?a del asombro al ver correspondida su lealtad absoluta, su fidelidad inmaculada, su longanimidad inacabable con semejante postergaci?n; porque postergar era rebajar los derechos reconocidos por la Revoluci?n de 1868 y ejercitados con toda plenitud, ? lo que, como cl?usula en un pacto de pacificaci?n, pudiera concederse ? un pueblo rebelde.
No falt? quien dijese ? los objecionistas: <>
Y el sacrificio se acept?... pero no era el ?ltimo ni el m?s cruel que hab?a de impon?rsenos. Siendo fieles ? la bandera de Espa?a, hubimos de vernos confundidos, desde 1878 hasta 1892, con los que la hab?an combatido. El advenimiento de vuecencia ? la poltrona ministerial disip? esa confusi?n. Nuestro derecho representativo se computa en estos momentos con un 50 por 100 de inferioridad al de los convenidos en el Zanj?n.
Una ?ltima ep?stola, se?or ministro, y cesar? de molestar ? vuecencia su servidor humilde.
Excelent?simo se?or:
A poco que vuecencia se haya dignado fijar la atenci?n en estos apuntes que para su especial uso me he permitido coordinar, habr? podido convencerse de que en todo el territorio nacional no hay comarca cuyo patriotismo deba considerarse superior al de Puerto Rico.
Ni olvidos ni desdenes debilitaron su valor, ni desafecciones vecinas ni consejos intencionados amenguaron su lealtad, ni pretenciones y sufrimientos apagaron su fe.
Cuando en otras regiones se entorpec?a con luchas fratricidas la acci?n de los Poderes gubernativos, en Puerto Rico se daba culto ? la paz, protectora de la riqueza p?blica.
Si Espa?a reconoc?a los derechos pol?ticos de la regi?n, se ejercitaban esos derechos con un tacto y discreci?n propios de sociedades acostumbradas ? practicarlos; si un retroceso gubernamental suspend?a las garant?as obtenidas, se deploraba la suspensi?n, se aceptaban las mudanzas y se aguardaba ? que la ley ineludible del progreso, imponiendo nueva evoluci?n ? la metr?poli, trajese ? la colonia sus consecuencias.
?Proceder?a inconscientemente el pa?s al trazarse esa l?nea de conducta? ?Atender?a acaso ? su conveniencia? Si se acepta lo segundo, hay que rechazar lo primero; para escoger lo m?s conveniente, forzoso fu? tener conciencia de los peligros sociales que podr?an surgir. ?Que el car?cter de la conveniencia debilita el m?rito de la conducta por ella aconsejada? No; lo que quita es la condici?n de aut?matas ? los que la siguieron.
Pueblo que ejercita la circunspecci?n, que se ampara del trabajo, que rehuye revoltosas aventuras, que derrocha abnegaci?n, que mantiene su civismo ? prueba de desdenes y sacrificios, teniendo conciencia de la utilidad que han de producirle esos procedimientos, es indudable que sabe ad?nde va, que obra con perfecto conocimiento de causa, en una palabra, que sabe pensar y sentir, y por consiguiente, no han de serle desconocidos ni ha de acoger con indiferencia los accidentes que su proceso entorpezcan, que sus derechos vulneren ? que su decoro menoscaben.
Si al analizar alguno de estos accidentes resulta que los impone un inter?s nacional, no hay duda que los aceptar?, congratul?ndose de a?adir un timbre m?s ? su inmaculado patriotismo. Por esto se aceptaron sin protesta las consecuencias del convenio del Zanj?n.
Solicit?base la paz en Cuba; la riqueza nacional se hallaba extenuada por las luchas civiles, allende y aquende el oc?ano; necesit?base tranquilidad para recuperar por el trabajo lo que se hab?a malgastado por guerras intestinas; Cuba era m?s extensa, m?s feraz, m?s importante que Puerto Rico; el Gobierno no pod?a anteponer la Antilla menor ? la mayor sin excitar rivalidades ? autorizar exigencias; ya exist?a desde 1837 un principio--err?neo, pero principio al fin--de asimilaci?n, pol?tica, establecido entre ambas islas: los puertorrique?os tuvieron todo eso en cuenta y aceptaron la solidaridad que se les impon?a.
Pero en la situaci?n esta que se nos crea ahora con el sufragio clasificado, no concurren, se?or ministro, las circunstancias que en el caso anterior. La naci?n necesitaba paz en 1878 y era deber patri?tico contribuir ? proporcion?rsela; ?mas qu? desarrollo de riqueza, qu? conveniencias pol?ticas, qu? garant?as territoriales han de sobrevenirle al Estado con someter el derecho de sufragio, en una comarca que lo ejercit? por modo lib?rrimo, ? una cuota doble de la asignada ? otra regi?n que durante diez a?os luch? airadamente por desmembrarse del cuerpo nacional?
Cuanto ? lo de las diferencias contributivas, es m?s inadmisible que lo de las conveniencias pol?ticas. La contribuci?n territorial se computa en Puerto Rico por un tipo absoluto, el 5 por 100, comprendi?ndose en ?l la fabricaci?n del az?car no separada de la plantaci?n de la ca?a. En Cuba son tres, si no me enga?o, los tipos que gravan la riqueza imponible: el 2 por 100 para las fincas rurales, el 12 por 100 para las industrias--comprendida en ellas la elaboraci?n del az?car--y el 16 por 100 para las propiedades urbanas. Si por los tipos de contribuci?n se hubiesen de regular las categor?as c?vicas en las Antillas espa?olas y ? mayor gravamen tributario debiese reputarse casta m?s inferior, la inflexibilidad de los guarismos obligar?a ? determinar en el censo cubano tres cuotas electorales en descendente gradaci?n. ?Podr?a darse m?s saliente absurdo?
Se ha dicho que privilegios de bander?a cacical, en contubernio con el cunerismo que mixtifica la representaci?n parlamentaria, han producido esa postergaci?n deprimente del cuerpo electoral de Puerto Rico. Yo rechaz? esa insinuaci?n; mi patriotismo me veda atribuir al Gobierno una debilidad que los hechos desmienten.
En esta reclamaci?n estoy acorde con mis compatriotas. Que mi derecho de ciudadano espa?ol se anule porque no pago diez pesos de contribuci?n, y que ? un castrador de bueyes, sin pagar un c?ntimo de tributo, se le considere inalienable ese derecho, porque cobra su jornal con cargo ? los presupuestos municipales, no puede aceptarlo decorosamente el que, con sentimientos de respetuosa consideraci?n, se reitera humilde servidor de vuecencia, besando sus manos.
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