Read Ebook: Historia de las Indias (vol. 2 de 5) by Casas Bartolom De Las
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NOTA DEL TRANSCRIPTOR:
--Los errores obvios de impresi?n y puntuaci?n han sido corregidos.
--Se ha mantenido la acentuaci?n del libro original, que difiere notablemente de la utilizada en espa?ol moderno.
HISTORIA
LAS INDIAS.
HISTORIA
LAS INDIAS
ESCRITA POR
FRAY BARTOLOM? DE LAS CASAS
OBISPO DE CHIAPA
AHORA POR PRIMERA VEZ DADA ? LUZ
POR
EL MARQU?S DE LA FUENSANTA DEL VALLE
Y D. JOS? SANCHO RAYON.
MADRID
IMPRENTA DE MIGUEL GINESTA
calle de Campomanes, n?m. 8
ADVERTENCIA PRELIMINAR.
Siendo muy pocos los cap?tulos que, del 83 en adelante, tienen sumarios, hemos creido conveniente, para facilitar el uso del Indice, dar aqu? un liger?simo extracto de lo m?s importante que se contiene en este tomo.
Sale de C?diz para su segundo viaje, el Almirante, D. Crist?bal Colon, y llega ? Santo Domingo, donde da principio ? la fundacion de la Isabela . Descr?bese parte de la isla; rel?tase el viaje ? Cuba y descubrimiento de Jam?ica , la vuelta de Colon ? la Espa?ola, donde encuentra ? su hermano D. Bartolom? , que poco ?ntes habia llegado , y la visita del rey Guacanagar? al Almirante, enfermo, con la prision de Caonabo por Hojeda . Batalla en la Vega Real, contra cien mil indios , y escursion del Almirante por la isla, hasta sojuzgarla casi por completo .
Para averiguar la verdad de ciertas quejas dadas en Castilla contra Colon, mandan los Reyes ? Juan Aguado; vuelve ?ste ? dar cuenta , y poco despues el Almirante, dejando hechas varias fortalezas y encargado el gobierno ? su hermano . Llegado ? la presencia de los Reyes, le confirman sus privilegios, le hacen nuevas mercedes y le dan instrucciones para el gobierno ; entre tanto, D. Bartolom? va ? la provincia de Xaragu?, y hace tributario al rey Behechio ; subl?vasele el Alcalde de la Isabela, Francisco Roldan, con 70 espa?oles : cu?ntanse otros varios sucesos ocurridos en la isla y la guerra con los reyes Guarionex y Mayobanex, ? quienes vence y prende el Adelantado, D. Bartolom? Colon .
Disertacion hist?rico-cr?tica del autor sobre el monte Sopora, la provincia de Ofir y la isla Taprobana ; otra cient?fica, sobre el nacimiento del Nilo y su creciente y menguante , y otra, sobre el Para?so terrenal y sus rios .
Tercer viaje del Almirante , en el cual descubre la tierra firme; su vuelta ? la Espa?ola , donde, sabido el levantamiento de Francisco Roldan , trata de reducirle por medios pac?ficos . No lo consigue por ent?nces, y da cuenta de ello ? los Reyes y del estado de la isla . Por fin, despues de varias tentativas infructuosas , conci?rtanse, y concluye el levantamiento de Roldan , acerca del cual y de una carta de Colon ? los Reyes, expone nuestro autor varias consideraciones .
Viaje ? tierra firme de Hojeda con Am?rico Vespucio , del cual ya ?ntes se habia tratado; paso de Hojeda, ? la vuelta, por la isla de Santo Domingo, y disturbios que en ella causa . Viajes de Peralonso Ni?o y Crist?bal Guerra , de Vicente Ya?ez Pinzon , y de Diego de Lepe .
Nombran los Reyes Gobernador al comendador Bobadilla, con poderes extraordinarios . Llega ? Santo Domingo, prende al Almirante y ? sus hermanos, y los manda ? Espa?a con grillos . Carta notable de Colon, al ama del pr?ncipe D. Juan , y su llegada ? presencia de los Reyes, quienes manifiestan gran sentimiento por lo que con ?l se habia hecho .
HISTORIA DE LAS INDIAS.
Cuando se parti? de Barcelona el Almirante, dej? ? los Reyes un libro; no pude saber qu? libro fuese, sino que presumo que debia ser donde tenia colegidas muchas cosas secretas de los antiguos autores, por las cuales se guiaba, ? el libro de toda su navegacion y rumbos ? caminos que habia llevado y traido, en aquel su descubrimiento y primer viaje, para que se sacase un traslado que quedase en los Archivos reales, y, despues de trasladado, quedaron de envi?rselo. Por este libro los Reyes, y las personas que de su Consejo llamaban, colegian m?s firmeza y daban m?s cr?dito ? las cosas que el Almirante les afirmaba, y mayores las que habian de suceder esperaban. Y, porque los Embajadores de Portugal mucho insistian en los conciertos, y en impedir el camino segundo del Almirante, y, por otra parte, los Reyes eran informados que el rey de Portugal hacia armada, los Reyes los entretenian cuanto convenia y daban priesa en el despacho del Almirante, y, juntamente, de todo lo que se hacia le avisaban. Finalmente, la respuesta que llevaron los Embajadores fu? que ellos enviarian los suyos al Rey, sobre ello, los cuales fueron dos caballeros, D. Pedro de Ayala y D. Garc?a de Carbajal, hermano del Cardenal de Sancta Cruz; y fu? la respuesta, segun dice la dicha Historia portoguesa, que los Reyes enviaban agora ? saber del todo la cualidad y ser destas tierras, y que ? la vuelta de los nav?os se trataria m?s dello, y se tomaria con el rey de Portugal el concierto final y resolucion de todo ello. Desta embajada no hobo el rey de Portugal placer alguno, y dijo ? los Embajadores que aquella embajada de los Reyes, sus primos, no traia pi?s ni cabeza; y como los Reyes eran avisados del desabrimiento y dolor del rey de Portugal por haber perdido tal lance, proveian en todo lo que les parecia convenir para referirlo al Almirante, y, ? este prop?sito, la Reina le escribi? la siguiente carta:
<
Esta parece haber sido la postrera carta que el Almirante recibi? de los Reyes, por aquel tiempo, ?ntes que se partiese, la cual recibida, como andaba ya al cabo de aprestarse, allegado el n?mero de la gente, ordenados los Capitanes, hecha su alarde, m?ndalos todos embarcar, dada ? cada uno de los pilotos su derrota y camino que habia de hacer, con su instruccion. Mi?rcoles, ? 25 dias de Setiembre del mismo a?o 1493, ?ntes que saliese el sol, hizo soltar las velas y salieron todos 17 nav?os y carabelas de la bah?a de C?liz; mand? gobernar los nav?os al Sudueste, camino de las Canarias islas, y el mi?rcoles siguiente, que se contaron 2 dias de Octubre, lleg? ? surgir en la isla de la Gran Canaria, que es la principal de las siete, pero no quiso parar all?, y por eso, ? media noche, torn? ? alzar las velas, y el s?bado siguiente, ? 5 de Octubre, tom? la isla de la Gomera, donde estuvo dos dias, en los cuales se provey? ? mucha priesa de algunos ganados, que ?l, y los que ac? venian, compraban, como becerras, y cabras, y ovejas; y, entre otros, ciertos de los que venian all?, compraron ocho puercas ? 70 maraved?s la pieza. Destas ocho puercas se han multiplicado todos los puercos que, hasta hoy, ha habido y hay en todas estas Indias, que han sido y son infinitos; metieron gallinas tambien, y esta fu? la simiente de donde, todo lo que hoy hay ac? de las cosas de Castilla, ha salido, lo mismo de las pepitas y simientes de naranjas, limones y cidras, melones y de toda hortaliza; provey?ronse de agua, y le?a, y refrescos para toda el armada. All? di? ? cada piloto su instruccion cerrada y sellada, donde se contenia la derrota y camino que habian de hacer para hasta llegar ? la tierra del rey Guacanagar?, donde dej? hecha la fortaleza y los 39 cristianos. Mand? ? los pilotos que en ningun caso abriesen la dicha instruccion, sino, en caso que el tiempo les forzase apartarse de su compa??a, ent?nces la abriesen para que supiesen donde habian de ir; en otra manera n?, porque no queria que nadie supiese aquellos caminos, porque no acaeciese, por ventura, ser avisado dellos el rey de Portugal.
Entr?se luego, el jueves, 28 de Noviembre, ? la tarde, con toda su flota, dentro del puerto de la Navidad, acerca de donde habia dejado hecha la fortaleza, la cual vido toda quemada, de donde recibi? grand?simo pesar y tristeza, viendo cierto argumento de la muerte de todos los 39 cristianos que en ella habia dejado, y por aquel dia no pareci? persona alguna por todo aquello; otro dia sali? en tierra el Almirante, por la ma?ana, con grande tristeza y angustia de ver quemada la fortaleza, y ninguno de los que con tanto placer y contentamiento de todos habia dejado. Habia algunas cosas de los cristianos, como arcas quebradas, y bornias, y unos que llaman arambeles, que ponen sobre las mesas los labradores; no viendo persona ninguna ? quien preguntar, el Almirante, con ciertas barcas entr? por un rio arriba, que cerca de all? estaba, y dej? mandado que limpiasen un pozo que dej? hecho en la fortaleza, para ver si los cristianos habian escondido all? algun oro, pero no se hall? nada; el Almirante tampoco hall? ? quien preguntar, porque los indios todos huian de sus casas. Hallaron, empero, en ellas vestidos algunos de los cristianos, y di? la vuelta. Hallaron por cerca de la fortaleza siete ? ocho personas enterradas, y cerca de all?, por el campo, otras tres, y cognoscieron ser cristianos por estar vestidos, y parecia haber sido muertos de un mes atras, ? poco m?s. Andando por all? buscando escripturas ? otras cosas, de que pudiesen haber lengua de lo que habia pasado, vino un hermano del rey Guacanagar?, con algunos indios que ya sabian hablar y entender nuestra lengua algo, y nombraban por su nombre todos los cristianos que en la fortaleza quedaron, y tambien por lengua de los indios que traia de Castilla el Almirante, di?ronle nuevas y relacion de todo el desastre. Dijeron que, luego que el Almirante se parti? dellos, comenzaron entre s? ? re?ir ? tener pendencias, y acuchillarse, y tomar cada uno las mujeres que queria y el oro que podia haber, y apartarse unos de otros; y que Pero Gutierrez y Escobedo mataron ? un Jacome, y aquellos, con otros nueve, se habian ido con las mujeres que habian tomado y su hato, ? la tierra de un se?or que se llamaba Canabo, que se?oreaba las minas , el cual los mat? ? todos diez ? once; dijeron m?s, que, despues de muchos dias, vino el dicho rey Caonabo con mucha gente ? la fortaleza, donde no habia m?s de Diego de Arana, el Capitan, y otros cinco que quisieron permanecer con ?l para guarda de la fortaleza, porque todos los demas se habian desparcido por la isla, y de noche puso fuego ? la fortaleza y ? las casas donde aquellos estaban, porque no estaban, por ventura, en la fortaleza, las cuales, huyendo h?cia la mar, se ahogaron. El rey Guacanagar? sali? ? pelear con ?l por defender los cristianos; sali? mal herido, de lo que no estaba sano. Esto concord? todo con la relacion que trajeron otros cristianos, que el Almirante habia enviado por otra parte ? saber nuevas de los 39 cristianos, y llegaron al pueblo principal de Guacanagar?, el cual vieron que estaba malo de las heridas susodichas, por lo cual se excus? que no pudo venir ? ver al Almirante y darle cuenta de lo sucedido, despues que se parti? para Castilla; y que la muerte dellos habia sido, porque luego que el Almirante se fu? comenzaron ? rifar y ? tener discordias entre s?, tomaban las mujeres ? sus maridos y iban ? rescatar oro cada uno por s?. Junt?ronse ciertos vizcainos contra los otros, y ans? se dividieron por la tierra, donde los mataron por sus culpas y malas obras; y esto es cierto, que si ellos estuvieran juntos estando en la tierra de Guacanagar?, ? so su proteccion, y no exacerbaran los vecinos, tom?ndoles sus mujeres, que es con lo que m?s se injurian y agravian, como donde quiera, nunca ellos perecieran. Envi? ? rogar Guacanagar? al Almirante, con aquellos cristianos, que le fuese ? ver porque ?l no salia de su casa por aquella indispusicion. El Almirante fu? all?, el cual, con rostro muy triste cont? al Almirante todo lo que dicho es, mostrando sus heridas, y de mucha de su gente que en aquella defensa habian sido heridos; y bien parecian las heridas ser de las armas que los indios usaban, que eran las tiraderas, como dardos, con un hueso de pescado por punta. Pasada la pl?tica hizo un presente al Almirante de ochocientas cuentas menudas de piedra, que ellos preciaban mucho y las llamaban cibas, y ciento de oro, y una corona de oro y tres calabacillas, que llaman hibueras, llenas de granos de oro, que todo pesaria hasta cuatro marcos, que eran doscientos castellanos ? pesos de oro; el Almirante di? ? Guacanagar? muchas cosas de las nuestras de Castilla, como cuentas de vidro, y cuchillos, y tijeras, cascabeles, alfileres, agujas, espejuelos, que valdria todo hasta cuatro ? cinco reales, y con ello pensaba Guacanagar? que quedaba muy rico. Quiso acompa?ar al Almirante ? donde tenia su real; hici?ronle muy gran fiesta, donde se regocij? mucho, admir?ndose de los caballos, y de lo que los hombres con ellos hacian. Dice aqu? el Almirante, que entendi? all? que uno de los 39, que dej?, habia dicho ? los indios y al mismo Guacanagar? algunas cosas en injuria y derogacion de nuestra sancta fe, y que le fu? necesario rectificarle en ella, y le hizo traer al cuello una im?gen de Nuestra Se?ora, de plata, que ?ntes no habia querido recibir. Dice m?s aqu? el Almirante, que aquel padre fray Buil, y todos los demas, quisieran que lo prendiera, m?s no lo quiso hacer, aunque dice que bien pudiera, considerando que, pues los cristianos eran muertos, que la prision del rey Guacanagar?, ni los podia resucitar, ni enviar al Para?so, si all? no estaban, y dice que le pareci? que aquel Rey debia ser ac? como los otros Reyes, entre los cristianos, que tienen otros Reyes parientes ? quien con su prision injuriara, y que los Reyes lo enviaban ? poblar, en lo que tanto habian gastado, y que ser?a impedimento para la poblacion, porque le saldrian de guerra y no dejarle asentar pueblo, y mayormente seria gran estorbo para la predicacion y conversion ? nuestra sancta fe, que era ? lo que principalmente los Reyes lo enviaban. Por manera, que, si era verdad lo que Guacanagar? decia, hici?rale gran injusticia, y toda la tierra lo tuviera en odio y rencor con todos los cristianos, teniendo al Almirante por ingrato del gran bien que habia recibido de aquel Rey, en el primer viaje, y m?s en defenderle los cristianos, con riesgo suyo, como sus heridas lo testificaban, y, finalmente, queria primero poblar, y que, despues de poblado y hecho en la tierra fuerte, y sabida la verdad, podria castigarlo si lo hallase culpado, etc. Estas son las razones que, para no seguir el parecer de los que le aconsejaban prenderle, di? el Almirante; y fu? harta prudencia la suya, m?s que la del parecer contrario.
Antes que pasemos m?s adelante, porque, por ventura, no habr? otro lugar donde tan bien convenga ponerse, mi?ntras el Almirante hacia esta su segunda navegacion, concert?se entre los reyes de Castilla ? Portugal que hobiese junta de la una parte y de la otra, para tratar de concierto y dar asiento en lo que destas mares y tierras habia de quedar por de cada uno de los reinos y de cada uno dellos; segun impropia y corrupta, y no m?nos injustamente se ha acostumbrado ? nombrar, lo que, en la verdad, si habemos de hablar y obrar como cristianos, no se ha de llamar conquista sino comision y precepto de la Iglesia y del Vicario de Cristo, que ? cada uno destos se?ores se les manda y encarga que tengan cargo de convertir las gentes destos mundos de por ac?; otra cosa diferente es la conquista de los infieles que nos impugnan y angustian cada dia. As? que, el rey de Portugal envi? sus solenes Embajadores, con mucha compa??a y autoridad, ? los cat?licos reyes, que ya eran venidos de Barcelona y estaban en Medina del Campo, y presentada su embajada y finalmente, dando y tomando, yendo postas y viniendo posta, de Portugal ? Castilla, hobo de haber fin y concluirse la siguiente determinacion y concierto, entre los reyes de Castilla D. Fernando y Do?a Isabel y el rey D. Juan II de Portugal. El lugar que eligi? para tratarse deste negocio fu? la villa de Simancas, dos leguas y media de Valladolid; all? mandaron ir los reyes de Castilla ? muchas personas que sabian de cosmograf?a y astrolog?a, puesto que habia harto pocos ent?nces en aquellos reinos, y las personas de la mar que se pudieron haber , y all? envi? el rey de Portugal las suyas, que debian tener, ? lo que yo juzgu?, m?s pericia y m?s experiencia de aquellas artes, al m?nos de las cosas de la mar, que las nuestras. Ayunt?ronse todos en la dicha villa de Simancas, y determinaron y asentaron, en conformidad, lo siguiente, en 20 dias de Junio, a?o del Se?or de 1494. Fu? el concierto y asiento: <
En el cual se tracta como el Almirante envi? ? un Alonso de Hojeda con 15 hombres ? descubrir la tierra, y saber de las minas de Cibao.--Como recibian los indios ? los cristianos con mucha alegr?a.--Volvi? Hojeda con nuevas de oro.--Alegr?se el Almirante y toda la gente.--Como despach? el Almirante, de los 17, los 12 nav?os para Castilla, con la relacion larga para los Reyes; y ? qui?n envi? por Capitan dellos, etc.
CAP?TULO XC.
En el cual se tracta como el Almirante sali? por la tierra, con cierta gente espa?ola.--Dej? la gobernacion de la Isabela ? su hermano D. Diego.--Como sali? en forma de guerra, y as? entraba y salia en los pueblos para mostrar su potencia y poner miedo en la gente indiana.--Como se quiso amotinar un contador, Bernal de Pisa, y hurtar ciertos nav?os.--Los recibimientos que hacian los indios al Almirante y ? los cristianos.--De su bondad y simplicidad en la manera que tenian.--De la hermosura de la vega ? que puso nombre la Vega Real.--Los rios tan grandes y hermosos que habia, y el oro que en ellos se hallaba, etc.
En el cual se tracta como el Almirante subi? ? la provincia de Cibao, y de la etimolog?a della, segun la lengua de los indios; de su hermosura, puesto que es asp?rrima; los admirables y gracios?simos rios que tiene; los pinos infinitos de que est? adornada; de su sanidad, salub?rrimas aguas y aires, y alegr?a; del grandor della.--De los recibimientos y servicios que los indios en los pueblos le hacian.--Como en un gracioso rio y tierra hall? minas de oro y de azul, y de cobre, y de ?mbar, y especer?a.--Edific? una fortaleza.--De unos nidos de aves que hallaron en las cavas que hicieron, de que el Almirante se admir?, de lo cual tom? ocasion el auctor de decir como pudieron estar sin podrirse, y descubre muchos secretos de naturaleza.--Colige argumento de ser antiguas en estas tierras estas gentes.
En el cual se tracta como hall? el Almirante la gente cristiana muy enferma, y muerta mucha della.--Como por hacer molinos y ace?as compeli? ? trabajar la gente, y por la tasa de los mantenimientos, que ya muy pocos habia, comenz? ? ser aborrecido, y fu? principio de ir siempre su estado descreciendo y ?un no habiendo crecido.--De los que mucho da?o le hicieron fu? fray Buil, el legado que arriba se dijo.--Persu?dese no tener hasta ent?nces el Almirante culpas por qu? lo mereciese.--D?cense muchas angustias que all? los cristianos, de hambre, padecieron, y como morian cuasi desesperados.--De cierta vision que se public? que algunos vieron.--Como vino mensajero de la fortaleza que un gran se?or venia ? cercarla.--De lo que el Almirante por remedio hizo.
S?bado, 29 dias de Marzo, lleg? el Almirante ? la Isabela, donde hall? toda la gente muy fatigada, porque, de muertos ? enfermos, pocos se escapaban, y los que del todo estaban sanos, al m?nos estaban, de la poca comida, flacos, y cada hora temian venir al estado de los otros; y que no vinieran, s?lo el dolor y compasion que habian en ver la mayor parte de todos en tan extrema necesidad y angustia era cosa triste, llorosa ? incurable. Tantos m?s caian enfermos y morian, cuanto los mantenimientos eran m?nos, y las raciones dellos m?s delgadas; estas se adelgazaban m?s de dia en dia, porque, cuando los desembarcaron, se hallaron muchos da?ados y podridos; la culpa desto cargaba el Almirante, ? mucha parte della, ? la negligencia ? descuido de los Capitanes de los nav?os. Tambien los que restaron, con la mucha humedad y calor de la tierra, m?nos que en Castilla sin corrupcion se detenian, y porque ya se acababa el bizcocho, y no tenian harina sino trigo, acord? hacer una presa en el rio grande de la Isabela para una ace?a, y algunos molinos, y dentro de una buena legua no se hallaba lugar conveniente para ellos; y, porque de la gente de trabajo y los oficiales mec?nicos, los m?s estaban enfermos y flacos, y hambrientos, y podian poco, por faltarles las fuerzas, era necesario que tambien ayudasen los hidalgos y gente del Palacio, ? de capa prieta, que tambien hambre y miseria padecia, y ? los unos y ? los otros se les hacia ? par de muerte ir ? trabajar con sus manos, en especial no comiendo; fu?le, pues, necesario al Almirante a?adir al mando violencia, y, ? poder de graves penas, constre?ir ? los unos y ? los otros para que las semejantes obras p?blicas se hiciesen. De aqu? no podia proceder sino que de todos, chicos y grandes, fuese aborrecido, de donde hobo principio y or?gen ser infamado, ante los Reyes y en toda Espa?a, de cruel y de odioso ? los espa?oles, y de toda gobernacion indigno, y que siempre fuese descreciendo, ni tuviese un dia de consuelo en toda la vida, y, finalmente, desta semilla se le origin? su caida; por esta causa debi? de indignarse contra ?l aquel padre, que, diz que, venia por legado, fray Buil, de la ?rden de Sant Benito, ? porque, como hombre perlado y libre, le reprendia los castigos que en los hombres hacia, ? porque apretaba m?s la mano, el Almirante en el repartir de las raciones de los bastimentos, que debiera, segun al padre fray Buil parecia, ? porque ? ?l y ? sus criados no daba mayores raciones como se las pedian. Y como ya fuese ? todos ? ? los m?s, por las causas susodichas, odioso, en especial al contador Bernal de Pisa, y as? debia ser ? los otros oficiales y caballeros, que m?s auctoridad en s? mismos presumian que tenian, ? todos los cuales, sobre todo, creo yo que desplacia la tasa de los bastimentos, como parece por las disculpas que el Almirante ? los Reyes por sus cartas de s? traia, que como muchos le importunaron en Castilla que los trajese consigo, y ellos trajesen m?s criados de los que podian mantener, no d?ndoles las raciones tantas ? tan largas como las quisieran, consiguiente cosa era, que los habia en ello, quien habia de cumplir con tantos, de desabrir. Alleg?base otra calidad que hacia m?s desfavorable su partido, conviene ? saber, ser extranjero y no tener en Castilla favor, por lo cual, de los espa?oles, mayormente de la gente de calidad, que en s? son altivos, como no le amasen, era en poco estimado; as? que todo esto, junto con el descontento del padre fray Buil, hobo de hacer harto efecto para da?arle, y dende adelante su favor fuese disminuido. Y verdaderamente, yo, considerando lo que desto por m? s?, y ? lo que ? otros de aquellos tiempos he oido, y de prop?sito algo inquirido, y lo que la razon que juzguemos nos dicta, yo no s? qu? culpas en tan poco tiempo , el Almirante, contra los espa?oles que consigo trujo, por ent?nces hobiese cometido, para que tanta infamia y desloor con razon incurriese, sino que fu? guiado por oculto divino juicio. Tornando ? la infelicidad de los cristianos que all? estaban, como fuese creciendo de dia en dia y de hora en hora, y disminuy?ndoseles todo el socorro y refrigerio, no s?lo de los manjares que para enfermos y de graves enfermedades se requerian, porque acaecia purgarse cinco con un huevo de gallina y con una caldera de cocidos garbanzos, pero los necesarios para no morir aunque estuvieran sanos, y lo mismo de cura y medicinas, puesto que algunas habia traido, pero no tantas ni tales que hobiese para tantos, ni conviniesen ? todas complisiones, sobrevenia la carencia de quien los sirviese, porque ellos mesmos se habian de guisar la comida, ya que alguna tuviesen, aunque, por falta de la cual, era este su menor cuidado, y, finalmente, ? s? mismos habian de hacer cualquiera necesario servicio. Y lo que en estos dias, en aquella gente, mas llorosa y digna de toda compasion hacia su desastrada suerte, fu?, que como se veian, distant?simos de todo remedio y consuelo, morir, principalmente de hambre y sin quien les diese un jarro de agua, y cargados de muy penosas dolencias, que m?s, cierto, la hambre y falta de refrigerio para enfermos, les caus? all?, ? siempre , ? los que han muerto y enfermado en todas estas Indias se les ha causado; as? que, con todo g?nero de adversidad afligidos, y que muchos dellos eran nobles y criados en regalos, y que no se habian visto en angustias semejantes, y, por ventura, que no habia pasado por ellos en toda su vida un dia malo, por lo cual, la menor de las penas que padecian, les era intolerable, morian muchos con grande impaciencia, y ? lo que se teme totalmente desperados. Por esta causa, muchos tiempos, en esta isla Espa?ola, se tuvo por muchos ser cosa averiguada, no osar, sin gran temor y peligro, pasar alguno por la Isabela, despues de despoblada, porque se publicaba ver y oir de noche y de dia, los que por all? pasaban ? tenian que hacer, as? como los que iban ? montear puercos , y otros que cerca de all? en el campo moraban, muchas voces temerosas de horrible espanto, por las cuales no osaban tornar por all?. D?jose tambien p?blicamente y entre la gente comun, al m?nos, se platicaba y afirmaba, que una vez, yendo de dia un hombre ? dos por aquellos edificios de la Isabela, en una calle aparecieron dos rengleras, ? manera de dos coros de hombres, que parecian todos como de gente noble y del Palacio, bien vestidos, ce?idas sus espadas, y rebozados con tocas de camino, de las que ent?nces en Espa?a se usaban, y estando admirados aquel ? aquellos, ? quien esta vision parecia, como habian venido all? ? aportar gente tan nueva y ataviada, sin haberse sabido en esta isla dellos nada, salud?ndolos y pregunt?ndoles cuando y de donde venian, respondieron callando, solamente, echando mano ? los sombreros para los resaludar, quitaron juntamente con los sombreros las cabezas de sus cuerpos, quedando descabezados, y luego desaparecieron; de la cual vision y turbacion quedaron los que los vieron cuasi muertos, y por muchos dias penados y asombrados. Tornando ? tomar donde la historia dejamos, estando en estos principios de sus tribulaciones y angustias el Almirante, v?nole un mensajero de la fortaleza de Sancto Tom?s, enviado por el capitan Mosen Pedro Margarite, avis?ndoles como todos los indios de la tierra se huian y desamparaban sus pueblos, y que un se?or de cierta provincia, que se llamaba Caonabo, se apercibia para venir sobre la fortaleza y matar los cristianos. Oidas estas nuevas por el Almirante, acord? enviar 70 hombres de los m?s sanos, y la recua cargada de bastimentos y armas, y otras cosas necesarias; los 25 para guarda de la recua, y los restantes para engrosar los que la fortaleza guardaban, y, de camino, hiciesen camino por otra parte, porque por el que habian comenzado ? ir era muy ?spero. Junto con esto deliber? enviar toda la gente que no estaba enferma, y la que podia andar, aunque no del todo muy sana, dejando solamente los oficiales mec?nicos, y di?les por Capitan ? Alonso de Hojeda, para que los llevase hasta la fortaleza de Sancto Tom?s, y los entregase al dicho Mosen Pedro Margarite, para que con ella anduviesen por la tierra y la allanasen, mostrando las fuerzas y poder de los cristianos para que los indios temiesen y comenzasen ? ense?arse ? obedecerlos, mayormente por la Vega Real, donde, dice el Almirante, que habia innumerables gentes, y muchos Reyes y se?ores , y as? tambien andando, se hiciesen los cristianos ? comer de los mantenimientos de la tierra, pues ya todos los de Castilla se iban acabando, pero el Hojeda quedase por Alcaide de la dicha fortaleza.
En el cual se tracta como Alonso de Hojeda sali? de la Isabela con 400 hombres, para poner miedo ? la gente de la tierra y sojuzgarla.--Como en llegando ? un pueblo, pasado el Rio del Oro, prendi? ? un Cacique y se?or, y ? su hermano y sobrino por una cosa que hizo un indio.--Como cort? las orejas ? un vasallo del mismo Cacique en su presencia.--Como conden? ? muerte ? los mismos, Cacique, hermano y sobrino.--D?nse razones como ya tenian los indios justa guerra contra los cristianos.--Cu?n culpable fu? deste hecho el Almirante, y cuan al rev?s entr? y comenz? en estas tierras del camino de la ley evang?lica, etc.
En el cual se tracta como el Almirante determin? de ir ? descubrir, como los Reyes le hab?an mucho encargado, cuando volvi? el segundo viaje.--Como constituy? un Presidente y un Consejo para el regimiento desta isla.--Como parti? de la Isabela y lleg? ? Cuba, por la parte del Sur.--Lleg? ? surgir ? un puerto.--Vinieron ? los nav?os muchos indios ? traer ? los cristianos de lo que tenian, estimando que habian venido del cielo.--Como desde all? descubri? la isla de Jam?ica; p?sole nombre Santiago.--Salieron muchas canoas de indios, con alegr?a, para los nav?os.--En un puerto salieron de guerra, queriendo impedir ? los cristianos la entrada.--Como lo hacian con razon y justicia.--Como los cristianos asaetearon ? ciertos indios, y cuan mal hecho fu?, y como no se habian de ganar por esta via.--Como no se han de hacer males por algun fin bueno, aunque salgan dellos bienes.
En el cual se cuenta como el Almirante dej? ? Jam?ica y torn? sobre la isla de Cuba.--De un indio, que, dejados sus parientes, llamando, se quiso ir con los cristianos.--Como yendo por la costa de Cuba abajo tuvo grandes aguaceros y bajos para encallarle los nav?os, donde padecieron grandes trabajos y peligros.--Hallaron infinitas islas peque?as; p?soles nombre el Jardin de la Reina.--Vieron unas aves coloradas de la manera y hechura de grullas.--Vieron grullas, muchas tortugas, y de cierta pesquer?a dellas.--De la mansedumbre de los indios.--Toparon otros indios mans?simos.--Detuvo uno.--Inform?le ser isla de Cuba, y nuevas que le di? de un Cacique que habla por se?as ? su gente, sin ser mudo.--De otros peligros que por all? padecieron.
Y porque tenia los vientos muy contrarios, que no le dejaron m?s costear aquella isla, por esto acord? de dar la vuelta sobre la de Cuba, y ans? torn?se, m?rtes, 18 de Mayo, con intincion de andar por ella 500 ? 600 leguas, hasta experimentar si era isla ? tierra firme. El dia que di? la vuelta, vino un indio mancebo ? los nav?os, hablando por se?as que se queria ir con ellos, tras ?l vinieron muchos parientes suyos y sus hermanos para rogarle que no fuese con los cristianos, pero no lo pudieron acabar con ?l, puesto que con muchas l?grimas se lo persuadian, ?ntes se metia en los lugares secretos del nav?o, donde no los viese llorar, y finalmente se qued?, y ellos se fueron desconsolados y tristes. Cierto, es de considerar, que no sin misterio esta inclinacion le quiso dar Dios para salvarlo por esta v?a, porque es de creer que el Almirante le haria ense?ar en las cosas de la f? y baptizarle, lo que no alcanzara si en su tierra quedara. Partido, pues, de Jam?ica el Almirante con sus nav?os, lleg? ? un Cabo de la isla de Cuba, que nombr? cabo de Cruz, mi?rcoles, 18 de Mayo. Yendo la costa abajo, tuvo grandes y cont?nuos aguaceros, con truenos y rel?mpagos, y con esta topaba muchos bajos, donde ? cada paso temia encallar; estas dos cosas, concurriendo juntas, le pusieron en grand?simos peligros y trabajos, porque los remedios de ambas son contrarios, y, habi?ndose de poner juntos, es imposible, sino por casi milagro, salvarse; la razon es, porque el remedio de los aguaceros, tan impetuosos como los hay en estas tierras, y de gran peligro, si en muy presto no se pone, es amainar las velas muy luego, y para no encallar, ? para despues de encallados salir de los bajos, es a?adir ? las veces velas; por manera, que si ambos ? dos peligros concurren en un tiempo, es necesario, en uno dellos, y ?un en ambos, perderse, sino por milagro. Cuanto m?s andaba la costa abajo, tanto m?s espesas parecian infinitas islas bajas, unas todas de arena, otras de arboleda, y muchas que no sobreaguaban nada; cuanto m?s estaban m?s cerca de la isla de Cuba, m?s altas, y m?s verdes, y graciosas parecian. Eran de una legua, y de dos, y de tres, y de cuatro; este dia vido muchas, y el siguiente muchas m?s y m?s grandes, y porque eran innumerables y no podia ? cada una ponerle nombre, llam?las ? todas juntas, el Jardin de la Reina; cont?ronse aquesta dia m?s de 160, de una parte y de otra, digo, de la parte del Norte, y del Norueste, y del Sudueste, y ?un canales por entre ellas, con hondura, que podian pasar los nav?os, de dos brazas, y de tres, y m?s. En muchas dellas hallaron unas aves como grullas, coloradas; estas aves no son grullas, sino de la misma manera y tan grandes como grullas, excepto que son al principio blancas , y poco ? poco se van tornando coloradas, y cuando comienzan ? colorarse no parecen, de un poco l?jos, sino manadas de obejas almagradas; solamente las hay estas aves en Cuba y en estas isletas, y no se mantienen sino del agua salada y de alguna cosa que en ella ? con ella hallan, y cuando alguna se toma y se tiene en casa, no la mantienen sino ech?ndole un poco de ca?ab?, que es el pan de los indios, en un tiesto de agua con una escudilla de sal en ella. Hallaban eso mismo muchas tortugas, tan grandes como una gran rodela, y poco m?nos que una adarga; destas hay infinitas entre aquellas isletas, de las cuales y de su nacimiento, ? como se crian, diremos, placiendo ? Dios, cuando de la isla de Cuba hablaremos. Vieron grullas de las mismas de Castilla, y cuervos, y diversas aves que cantaban suavemente, y de las isletas salian suav?simos olores que los deleitaban. En una destas isletas vieron una canoa de indios que estaban pescando, los cuales, viendo ? los cristianos que iban en la barca ? ellos, se estuvieron seguros como si vieran ? sus hermanos, y hici?ronles se?as que se detuviesen; detuvi?ronse hasta que pescaron, y la pesquer?a era, que toman unos peces que se llaman revesos, que los mayores ser?n como una sardina, los cuales tienen en la barriga una aspereza, con la cual, donde quiera que se pegan, primero que se despeguen los hacen pedazos; estos ataban de la cola un hilo delgado, luengo de ciento y doscientas brazas, y v?se el pece cuasi por encima del agua ? poco m?s bajo, y en llegando que llega adonde est?n las tortugas en el agua, p?gansele en la concha baja, y tiran del cordel y traen una tortuga que pesa cuatro y cinco arrobas, y, en fin, all? se queda el pece pegado, si, como dije, no le despedazan; no s? si quiz? ?l despues se despegaria por s?, si le dejasen. Lo mismo vemos cuando se toman tiburones, que son unas bestias crueles, carniceras, que comen hombres cuando los hallan, que vienen muchos de los peces revesos, que dije, en las barrigas de los tiburones pegados. Acabada la pesquer?a, vinieron los indios ? la barca y hicieron los cristianos se?as, que se viniesen con ellos ? los nav?os, los cuales vinieron de muy buena gana, y el Almirante les hizo dar de los rescates, y supo dellos haber adelante, de aquellas isletas, infinitas; daban todo cuanto tenian liberal?simamente, y as?, se tornaron muy alegres. Prosigui? su camino todav?a al Poniente por las islas inmensas que habia, y por los aguaceros y tormentas de aguas y truenos y rel?mpagos, cada tarde hasta el salir de la luna, y con todos los susodichos peligros, con lo cual pas? grandes trabajos y angustias, que ser?a dificultoso, como fueron, decirlas; y, puesto que ponia grand?sima diligencia, y guarda, y vigilias suyas, y de atalayas que ponia en el mastel, muchas veces tocaba y ?un atollaba la nao en que ?l venia, donde padecian nuevos trabajos y peligros para sacar la nao, tornando atras, y otras veces yendo adelante. Lleg? a una isla mayor que las otras, la cual llam? Sancta Mar?a, en la cual habia una poblacion, y ninguno de los indios della os? parar por miedo de los cristianos. Hallaron en ella mucho pescado, y perros de los mudos que no ladran; vian por todas las islas muchas manadas de las grullas, muy coloradas, y papagayos y otras muchas aves. Teniendo falta de agua, dej? de andar por aquellas isletas, y lleg?se ? la costa de Cuba, ? 3 dias de Junio, donde habia mucha espesura de ?rboles, por lo cual no pudieron cognoscer si habia poblacion alguna; saliendo un marinero con una ballesta, para matar alguna ave, top? con obra de 30 hombres con sus armas de lanzas y flechas, y unas como espadas, de forma de una paleta hasta el cabo, y del cabo hasta la empu?adura se viene ensangostando, no aguda de los cabos, sino chata; estas son de palma, porque las palmas no tienen las pencas como las de ac?, sino lisas ? rasas, y son tan duras y pesadas, que de hueso y, cuasi de acero, no pueden ser m?s: ll?manlas macanas. Dijo aquel marinero, que entre aquellos habia visto un indio con una t?nica blanca vestido, y que hasta los pi?s le cubria. Di? voces el marinero ? sus compa?eros vi?ndose solo cerca de tantos, los cuales dieron ? huir, como si vieran mil hombres tras ellos; y aunque otro dia envi? el Almirante algunos cristianos para ver si hallaban algo, y llagaron obra de media legua dentro en la tierra, no pudieron, sino con trabajo, penetrar, por los montes ser espesos, y mayormente que habia cienagas que duraban cuasi dos leguas, segun les parecia, hasta llegar ? los cerros y monta?as. De all? prosigue al Poniente, y, andadas 10 leguas con sus nav?os, vieron en la costa algunas casas, y la gente dellas vinieron en sus canoas ? los nav?os con comida y con muchas calabazas llenas de agua, todo lo cual mand? el Almirante que se les pagase, y hizo detener un indio, rog?ndole ? ?l y ? ellos, por la lengua, que lo tuviesen por bien hasta que les mostrase el camino y le preguntasen algunas cosas, y que despues le dejarian volver ? su casa; los cuales, aunque con alguna tristeza, mostraron tenerlo por bueno, pues podian juzgar, que si no quisieran poco les aprovechara. Este le certific? que Cuba era isla que la mar cercaba, y, segun entendi? el Almirante, que el Rey della, de la costa del Poniente abajo, con su gente, sino era por se?as, no hablaba, pero que luego era hecha cualquiera cosa que mandase; si el se?or que ent?nces viv?a era ? no era mudo, ? quiz? este hablar por se?as acostumbraba, esto debe ser f?bula, porque los que primero fuimos ? descubrir por dentro de la tierra y ? poblarla de cristianos, desde ? quince ? diez ? seis a?os, nunca tal cosa ni nueva de ella hallamos. Andando ans?, entran los nav?os en un banco de arena que ternia una braza de agua, y de longura tanto trecho como dos nav?os, donde se vieron en grande angustia y trabajo, tanto, que para pasarlos ? una canal honda, tuvieron necesidad de armar con mucha dificultad todos los cabrestantes. Vieron innumerables tortugas muy grandes, que parecia dellas estar la mar cuajada; sobrevino una nubada de cuervos marinos, que cubrian la lumbre del sol, venian de h?cia la mar, y daban consigo en tierra de Cuba; lo mismo pasaban innumerables palomas y gaviotas, y, de diversas especies, muchas aves. Otro dia vinieron ? los nav?os tan espesas las mariposas, que parecian espesar el aire; duraron hasta la noche y las disip? un gran aguacero de agua.
En el cual se tracta como determin? el Almirante dar la vuelta para la Espa?ola.--De las leguas que descubri? de Cuba.--Que hall? por las reglas de la Astronom?a, como se hall? de C?liz tantas otras por la esfera.--Encall? con los nav?os, padeci? grandes angustias.--Del olor de estoraque que sintieron.--De un indio viejo que vino ? hablar al Almirante, y de un teol?gico razonamiento que le hizo cerca de la otra vida; cosa es muy notable, aunque breve, por ser dicha por un indio.
Arriba hemos apuntado y dicho, algunas veces, los incomparables trabajos que el Almirante padeci? en estos descubrimientos, y despues, cuando pensaba que habia servido y que podia descansar en la tierra ? en alguna parte ? rincon de los reinos que habia descubierto, muy mayores angustias y tormentos de esp?ritu, como se ver?, se le ofrecieron; de tal manera, que en toda su vida fu? como un luengo martirio. De donde los hombres, si quisieren, cognoscer?n, cuan poco fruto y cuan poco descanso se halla, y, puesto que alguno parezca hallarse, cuan poco dura el placer d?l en estos bienes terrenos, mundanos y temporales, si dentro del esp?ritu no se negocia y conversa el ?nima con Dios; y porque a?n restaban al Almirante otros pocos de m?s amargos peligrosos trabajos, ?ntes que llegase ? la Espa?ola, donde pensaba un poquillo descansar, contaremos agora lo que, m?s que lo pasado, duro y angustioso le sucedi?. Salido de aquel lugar donde aquel indio viejo le habl?, parecia que todos los vientos y aguas se habian concordado para le fatigar y a?adir angustias sobre angustias, penas sobre penas, y sobresaltos ? sobresaltos, porque no tuviese tiempo ni sazon para poder resollar; entre muchos que padeci?, vino sobre ?l un tan s?pito y tan horrible y peligroso aguacero, que le hizo poner el bordo debajo del agua, y, con gran dificultad y que pareci? s?lo socorro de Dios, poder amainar las velas, y, juntamente, con las m?s pesadas anclas surgir. Entr?bales mucha agua por el plan, que es lo m?s bajo de la nao, que acrecentaba sus peligros, y ap?nas los marineros podian vencerla con la bomba, porque, allende que andaban todos muy cansados de los continuos trabajos, falt?bales la comida, que no comian sino una libra de podrido bizcocho, y un cuartillo de vino, ? de su brebaje, sino era cuando algun pescado acaso tomaban; esta era necesidad grande que padecian, y muy mayor la del Almirante, sobre quien la de los otros y la suya cargaba. Desta, dice ?l mismo en lo que escribi? ? los Reyes, desta navegacion, estas palabras: <
Dice el Almirante en una carta que escribi? ? los Reyes, que traia prop?sito deste viaje ir ? las islas de los can?bales para las destruir, pero como habian sido tan grandes y tan cont?nuos los trabajos y vigilias, de noche y de dia sin una hora de descanso, que habia padecido en este descubrimiento de Cuba y Jam?ica, y rodear esta Espa?ola hasta llegar ? esta isleta de la Mona, especial, cuando andaba entre las muchas isletas y bajos cercanas ? Cuba, que nombr? el Jardin de la Reina, donde anduvo treinta y dos dias sin dormir sue?o, que, salido de la Mona y ya que llegaba cerca de la isla de Sant Juan, s?pitamente le di? una modorra pestilencial, que totalmente le quit? el uso de los sentidos y todas las fuerzas, y qued? muerto, y no pensaron que un dia durara; por esta causa los marineros, con cuanta diligencia pudieron, dejaron el camino que llevaba ? queria llevar el Almirante, y, con todos tres nav?os, lo llevaron ? la Isabela, donde lleg? ? 29 dias de Setiembre del mismo a?o 1494. Lo que aqu? dice el Almirante, que iba por destruir las islas de los can?bales, que eran de los que habia fama que comian carne humana, por ventura no aplacia ? Dios que los habia criado y con su sangre redimido, porque ir ? destruirlos no era el remedio que Dios pretendia para salvarlos, los que con el tiempo, por medio de la predicacion de la fe y con industrias humanas, como se tienen y saben tener muchas para alcanzar las cosas temporales, pudieran ser reducidos ? tal vida, que pudieran algunos dellos ser salvos, ?qui?n duda que dellos no tenga Dios algunos, y ?un quiz? muchos predestinados? As? que, por ventura, por esta razon quiso Dios, con esta enfermedad, estorbarlo, y por ventura est? errada la letra, que por descubrir, dijo el que la escribi?, destruir, lo cual parece tener semejanza de verdad, porque no venia la gente ni ?l en disposicion de destruir ? nadie, por flaco que fuese, sino para descansar.
CAP?TULO C.
Llegado ? la Isabela de la manera dicha, estuvo cinco meses malo, y, al cabo dellos, di?le Nuestro Se?or salud, porque ?un le quedaba mucho de hacer por medio d?l, y tambien, porque ?un, con muchas m?s angustias y tribulaciones, habia de ser ejercitado y golpeado, cuando crey? que de sus tantos y tales trabajos con descanso habia de gozar y reposar. Dos cosas hall?, de que lleg?, nuevas, que le causaron diversas afecciones en su ?nimo; la una, que era venido su hermano, D. Bartolom? Colon, con quien recibi? grande alegr?a, y la otra, que la tierra estaba toda alborotada, espantada y puesta en horror y odio, y en armas contra los cristianos, por las violencias y vejaciones y robos que habian dellos recebido, despues de haberse partido el Almirante para este descubrimiento de Cuba y de Jam?ica; por manera, que se le agu? bien el alegr?a que habia recebido con la venida de D. Bartolom? Colon, su hermano. La causa del alborotamiento y espanto de todas las gentes de la isla, bien pudiera bastar la justicia ? sinjusticia que habia hecho Hojeda el a?o pasado, como se cont? arriba en el cap. 93, como quiera que, por aquel agravio y prision de los Caciques que all? se prendieron y trajeron ? la Isabela, y que el Almirante queria justiciar, y que al cabo, con dificultad, por ruego del otro Cacique, hobo de soltar; pudieran todos los demas reconocer ? adivinar lo que ? todos, el tiempo andando, les podia y habia de venir; por lo cual, cuanto m?s prudentes gentes fueran, tanto mayor diligencia y solicitud, y con mayor t?tulo de justicia, pudieran y debieran poner en no sufrir en sus tierras gente tan feroz, extra?a y tan pesada, y de quien tan malos principios comenzaban ? ver, y agravios ? recibir, lo cual era se?al harto evidente del perjuicio que ? sus reinos y libertad y vidas se les podia recrecer. Que fuesen gentes sabias y prudentes, los indios vecinos y moradores de esta isla, parece por lo que el mismo Almirante dellos testifica en una carta que escribi? ? los Reyes, donde dice as?: <
Tornando ? la venida de Bartolom? Colon, hermano del Almirante, ya digimos, mucho arriba, en el cap. 29, como cuando el Almirante determin? de buscar un Rey cristiano, que le favoreciese y ayudase para el descubrimiento que entendia hacer, envi? ? su hermano, Bartolom? Colon, que fuese por su parte ? proponer su demanda al rey Enrico, que ent?nces reinaba en la isla de Inglaterra, el cual, por los naufragios ? infortunios y tribulaciones que le ocurrieron, no pudo llegar all? sino despues de muchos a?os; dentro de los cuales, el Almirante, aunque tambien gast? a?os muchos estando siete en la corte, fu? acogido, favorecido y despachado de los Reyes Cat?licos, y descubri? estas Indias, y despues torn? con los 17 nav?os ? poblar, que es del negocio que agora tratamos. Propuesta, pues, su empresa, Bartolom? Colon ante el rey de Inglaterra, no sabemos qu? repulsas ? contrarios tuvo, ? cuanto tiempo tard? en su despacho, despues que lo comenz? , mas de que al fin el Rey se lo admiti? y capitul? con ?l, segun de ambas partes se concertaron; viniendo, pues, para Castilla en busca de su hermano, don Crist?bal Colon, que ya era Almirante y ?l no lo sabia , viniendo por Par?s, como ya estuviese tendida la fama de haberse descubierto este Nuevo Mundo, el mismo rey de Francia Charles ? C?rlos, el que decian el Cabezudo, le dijo como su hermano habia descubierto unas grandes tierras que se decian las Indias: y, porque los Reyes sabian primero las nuevas que otros, pudo haber sido que el mismo rey de Inglaterra lo debia tambien saber, y no lo quiso decir al dicho Bartolom? Colon, ? por lo atraer ? s?, y ?l atrajese al Almirante, su hermano, para su servicio, ? por dar ? entender que para aceptar tan sumo y tan incierto negocio no le faltaba magnanimidad. Besando las manos, Bartolom? Colon, al rey de Francia por las buenas nuevas que le plugo dar, el Rey le mand? dar 100 escudos para ayuda ? su camino. Oido que su hermano habia descubierto las tierras que buscaban, di?se prisa creyendo de lo alcanzar, pero no pudo, porque el Almirante ya era partido con sus 17 nav?os, hall? empero una instruccion que le dejaba el Almirante para si en algun tiempo Bartolom? Colon pareciera. Vista esta instruccion, parti?se de Sevilla para la corte, que estaba en Valladolid, por el principio del a?o de 1494, y llev? consigo ? dos hijos que tenia el Almirante, D. Diego Colon, el mayor, y que le sucedi? en el estado y fu? el segundo Almirante de las Indias, y ? D. Hernando Colon, hijo menor, para que fuesen ? servir al pr?ncipe D. Juan, de pajes, porque as? le habia hecho merced la Reina al Almirante. Llegado ? besar las manos ? los Reyes, Bartolom? Colon con los sobrinos, y ofrecidos todos ? su servicio, recibi?ronlo los cat?licos Reyes con mucha alegr?a y benignidad; llam?ronle luego D. Bartolom?, y mandaron que fuese ? servirles ayudando al Almirante, su hermano; para lo cual, le mandaron aparejar tres nav?os con bastimentos y recaudo para engrosar las provisiones que habian dado al Almirante, su hermano; ? los ni?os mandaron los Reyes que sirviesen al pr?ncipe don Juan, de pajes. Lleg? ? esta isla Espa?ola en 14 dias de Abril del a?o de 1494. As? que, convalecido ya el Almirante de su grav?sima enfermedad, y consolado mucho con la venida de su hermano D. Bartolom? Colon, acord?, como Visorey, pareci?ndole tener auctoridad para ello, de criarlo ? investirlo de la dignidad ? oficio real de Adelantado de las Indias como ?l lo era Almirante; pero los Reyes, sabido, no lo aprobaron, dando ? entender al Almirante no pertenecer al oficio de Visorey criar tal dignidad, sino s?lo ? los Reyes, pero, por hacer ? ambos merced, Sus Altezas, por sus cartas reales, lo intitularon de las Indias Adelantado, y, hasta que muri?, por tal fu? tenido y nombrado. La provision real de la institucion desta dignidad de Adelantado, concedida por los Reyes al dicho Bartolom? Colon, se hizo en Medina del Campo, ? 22 dias del mes de Julio de 1497 a?os, el tenor de la cual quiz? ponemos abajo. Era persona de muy buena dispusicion, alto de cuerpo, aunque no tanto como el Almirante, de buen gesto, puesto que algo severo, de buenas fuerzas y muy esforzado, muy sabio y prudente y recatado, y de mucha experiencia, y general en todo negocio; gran marinero, y creo, por los libros y cartas de marear glosados y notados de su letra, que debian ser suyos ? del Almirante, que era en aquella facultad tan docto, que no le hacia el Almirante mucha ventaja. Anduvo viajes al cabo de Buena Esperanza, cuando luego se descubri?, si no me olvido, el a?o de 1485, no s? si s?lo ?l ? en compa??a del Almirante; era muy buen escribano, mejor que el Almirante, porque en mi poder est?n muchas cosas de las manos de ambos. Parec?ame ? m?, cuanto ? la condicion del Adelantado, las veces que le comunicaba, que era de m?s recia y seca condicion, y no tanta dulzura y benignidad como el Almirante. Ayud?se mucho de su consejo y parecer, en las cosas que le pareci? emprender y en los trabajos del campo, el Almirante, y no hacia cosa sin ?l, y, por ventura, en las cosas que se imputaron despues al Almirante de rigor y crueldad, fu? el Adelantado la causa; puesto que, como el Almirante y sus hermanos eran extranjeros y solos, y gobernaban ? gente espa?ola, que aunque ? sus naturales se?ores es subyect?sima, pero m?nos humilde y paciente y m?s dura de cerviz para tener sobre s? superiores de estra?a nacion que otra, mayormente hall?ndose fuera de sus tierras, donde m?s muestran su dureza y ferocidad que ninguna, y por tanto, cualquiera cosa que no fuese ? sabor de todos, en especial de muchos caballeros que con el Almirante habian ido y mucho m?s de los oficiales del Rey, que suelen subir con sus pensamientos m?s que otros, habia de serles juzgada y tenida por dura y m?nos sufrible que si la hicieran ? ordenaran otros gobernadores de nuestra propia nacion, y as?, quiz? parecia al Adelantado convenir, por ent?nces, usar de aquellos rigores: cuanto al castigo de los espa?oles digo; porque, en los da?os que se hicieron ? los indios, poco cuidado siempre hobo de sentir que fuesen da?os, y pocas acusaciones les pusieron dello.
En el cual se tracta de la llegada ? Castilla, con los 12 nav?os, de Antonio de Torres.
Lleg? ? Castilla con sus 12 nav?os Antonio de Torres, con muy buen viaje y breve, porque sali? del puerto de la Isabela ? 2 de Febrero, y lleg? ? C?liz cuasi entrante ? ? los 8 ? 10 de Abril. Recibieron los Reyes inestimable alegr?a con la venida de Antonio de Torres, por saber que el Almirante, con toda la flota, hobiese llegado ? esta isla en salvamento, y m?s con las cartas y relacion del Almirante, y el oro que les enviaba, cogido de las mismas minas de Cibao con la gente que ?l habia enviado con Hojeda para verlas ? descubrirlas, y, por vista de ojos, experimentar que lo hobiese en la misma tierra y sacado por mano dellos; y porque ya los Reyes, por ventura, habian mandado aparejar tres nav?os para que fuesen tras el Almirante y su flota, por el deseo que tenian de saber d?l, por el temor, quiz?, quel armada que se decia tener el rey de Portugal no hobiese topado con ?l, los dichos tres nav?os; llegado Antonio de Torres, mandaron, con muchas cosas de las que el Almirante pidi? por sus cartas, despacharlos. Y en aquestos creo que vino Bartolom? Colon, porque por ent?nces no habian venido ac? otros, y eran todos bien contados y deseados cada vez que ac? venian, como se ver?. En ellos escribieron los Reyes al Almirante, la presente carta ? ep?stola:
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