Read Ebook: Historia de las Indias (vol. 2 de 5) by Casas Bartolom De Las
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Lleg? ? Castilla con sus 12 nav?os Antonio de Torres, con muy buen viaje y breve, porque sali? del puerto de la Isabela ? 2 de Febrero, y lleg? ? C?liz cuasi entrante ? ? los 8 ? 10 de Abril. Recibieron los Reyes inestimable alegr?a con la venida de Antonio de Torres, por saber que el Almirante, con toda la flota, hobiese llegado ? esta isla en salvamento, y m?s con las cartas y relacion del Almirante, y el oro que les enviaba, cogido de las mismas minas de Cibao con la gente que ?l habia enviado con Hojeda para verlas ? descubrirlas, y, por vista de ojos, experimentar que lo hobiese en la misma tierra y sacado por mano dellos; y porque ya los Reyes, por ventura, habian mandado aparejar tres nav?os para que fuesen tras el Almirante y su flota, por el deseo que tenian de saber d?l, por el temor, quiz?, quel armada que se decia tener el rey de Portugal no hobiese topado con ?l, los dichos tres nav?os; llegado Antonio de Torres, mandaron, con muchas cosas de las que el Almirante pidi? por sus cartas, despacharlos. Y en aquestos creo que vino Bartolom? Colon, porque por ent?nces no habian venido ac? otros, y eran todos bien contados y deseados cada vez que ac? venian, como se ver?. En ellos escribieron los Reyes al Almirante, la presente carta ? ep?stola:
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Parece por esta carta de los Reyes, que Antonio de Torres debia haber traido las quejas de Bernal de Pisa, y ? esto contradice lo que arriba en el cap. 90 se dijo, que despues de partido de la Isabela con los 12 nav?os, Antonio de Torres, se quiso amotinar, con los cinco que quedaron, Bernal de Pisa. No tiene concordia ninguna, sino es que ?l debia de causar algunas inquietudes y alborotos, estando ?un all? Antonio de Torres, y desto escribi? quejas el Almirante ? los Reyes, y, despues de partido Antonio de Torres, pas? adelante en quererse alzar con los cinco nav?os; la razon es, porque no hobo nav?o alguno que volviese ? Castilla, sino los 12 que volvieron y los cinco que quedaron. Mandaron los Reyes que, con toda la priesa y diligencia que posible fuese, se aparejasen cuatro nav?os en que tornase Antonio de Torres, con todas las provisiones y recaudos que el Almirante, por su memorial, envi? ? suplicar y pedir ? los Reyes, todo lo cual, hizo muy cumplidamente el Arcediano de Sevilla susodicho, D. Juan de Fonseca, y fu? todo puesto ? punto, por manera, que al fin de Agosto ? en principio de Setiembre, ? lo que creo, se hizo Antonio de Torres con los cuatro nav?os ? la vela, con el cual escribieron los Reyes al Almirante la carta siguiente.
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Lo que en esto despues se hizo no lo pude saber, s?lo esto fu? cierto, que ni el Almirante ni su hermano pudieron ir ? ello por el descubrimiento que hizo de Cuba y Jam?ica, y enfermedad del Almirante, y otras adversidades que luego les vinieron, ? porque el tiempo del asiento era pasado, y ?un creo que, principalmente, por lo que se dir? en los cap?tulos siguientes.
CAP?TULO CIV
El Almirante, como cada dia sentia toda la tierra ponerse en armas, puesto que armas de burla en la verdad, y crecer en aborrecimiento de los cristianos, no mirando la grande razon y justicia que para ello los indios tenian, di?se cuanta m?s priesa pudo para salir al campo para derramar las gentes y sojuzgar por fuerza de armas la gente de toda esta isla, como ya digimos; para efecto de lo cual, escogi? hasta 200 hombres espa?oles, los m?s sanos , hombres de pi? y 20 de ? caballo, con muchas ballestas y espingardas, lanzas y espadas, y otra mas terrible y espantable arma para con los indios, despues de los caballos, y esta fu? 20 lebreles de presa, que luego en solt?ndolos ? dici?ndolos <
Teniendo, pues, la gente aparejada y lo demas para la guerra necesario, el Almirante, llevando consigo ? D. Bartolom? Colon, su hermano, y al Rey Guacanagar? , en 24 del mes de Marzo de 1495, sali? de la Isabela, y ? dos jornadas peque?as, que son diez leguas como se dijo, entr? en la Vega, donde la gente se habia juntado mucha, y dijeron que creian habia sobre 100.000 hombres juntos. Parti? la gente que llevaba con su hermano, el Adelantado, y dieron en ellos por dos partes, y soltando las ballestas y escopetas y los perros bravisimos, y el impetuoso poder de los de caballo con sus lanzas, y los peones con sus espadas, as? los rompieron como si fueran manada de aves; en los cuales no hicieron m?nos estragos que en un hato de ovejas en su aprisco acorraladas. Fu? grande la multitud de gente que los de ? caballo alancearon, y los demas, perros y espadas hicieron pedazos; todos los que le plugo tomar ? vida, que fu? gran multitud, condenaron por esclavos. Y es de saber que los indios siempre se enga?an, se?aladamente los que ?un no tienen experiencia de las fuerzas y esfuerzo y armas de los cristianos, porque, como por sus esp?as que envian, les traen por cuenta cuantos son en n?mero los cristianos, que es lo primero que hacen, y les traen por granos de ma?z, que son como garbanzos, contados los cristianos, y por muchos que sean, no suben ? subian ent?nces de 200 ? 300, ? 400, cuando m?s, y caben en el pu?o esos granos, como ven tan poco n?mero dellos y de s? mismos son siempre tan innumerables, par?celes que no es posible que tan pocos puedan prevalescer contra tantos, pero despues, cuando vienen ? las manos, cognoscen cuan con riesgo y estrago suyo se enga?aron. Aqu? es de advertir lo que en su Historia dice D. Hernando Colon en este paso, afeando primero la ida de Mosen Pedro Margarite, y despues las fuerzas ? insultos que hacian en los indios los cristianos, por estas palabras: <
Anduvo el Almirante por gran parte de toda la isla, haciendo guerra cruel ? todos los Reyes y pueblos que no le venian ? obedecer, nueve ? diez meses, como ?l mismo, en cartas diversas que escribi? ? los Reyes y ? otras personas, dice. En los cuales dias ? meses, grand?simos estragos ? matanzas de gentes y despoblaciones de pueblos se hicieron, en especial en el reino de Caonabo, por ser sus hermanos tan valientes, y porque todos los indios probaron todas sus fuerzas para ver si pudieran echar de sus tierras ? gente tan nociva y cruel, y que totalmente vian que, sin causa ni razon alguna, y sin haberlos ofendido, que los despojaban de sus reinos y tierras, y libertad, y de sus mujeres y hijos, y de sus vidas y natural ser; pero como se viesen cada dia tan cruel ? inhumanamente perecer, alcanzados tan f?cilmente con los caballos y alanceados en un credo tantos, hechos pedazos con las espadas, cortados por medio, comidos y desgarrados de los perros, quemados muchos dellos vivos y padecer todas maneras exquisitas de inmisericordia ? impiedad, acordaron muchas provincias, mayormente las que estaban en la Vega Real, donde reinaba Guarionex, y la Maguana, donde se?oreaba Caonabo, que eran de los principales reinos y Reyes desta isla, como se ha dicho, de sufrir su infelice suerte, poni?ndose en manos de sus enemigos ? que hiciesen dellos lo que quisiesen, con que del todo no los extirpasen como quien no podia m?s; quedando muchas gentes de muchas partes y provincias de la isla huidos por los montes, y otras que ?un los cristianos no habian tenido tiempo de llegar ? ellas y las sojuzgar. Desta manera , allanada la gente de la isla, la cual, dice, que era sin n?mero, con fuerza y con ma?a, hobo la obediencia de todos los pueblos en nombre de Sus Altezas y como su Visorey, ? obligacion de como pagarian tributo cada Rey ? Cacique, en la tierra que poseia, de lo que en ella habia; y se cogi? el dicho tributo hasta el a?o de 1496. Estas todas son palabras del Almirante. Bien creo que los prudentes y doctos lectores cognoscer?n aqu?, cuan justamente fueron impuestos estos tributos, y cuan v?lidos de derecho, y como los eran los indios obligados ? pagar, pues con tantas violencias, fuerzas y miedos, y precediendo tantas muertes y estragos, y disminucion de sus estados, de sus personas, mujeres y hijos, y libertad de todo su ser, y aniquilacion de su nacion, les fueron impuestos y ellos concedieron ? los pagar. Impuso el Almirante ? todos los vecinos de la provincia de Cibao y ? los de la Vega Real, y ? todos los cercanos ? las minas, todos los de catorce a?os arriba, de tres en tres meses un cascabel de los de Flandes, digo lo hueco de un cascabel, lleno de oro, y s?lo el rey Manicao ex daba cada mes una media calabaza de oro, llena, que pesaba tres marcos, que montan y valen 150 pesos de oro, ? castellanos; toda la otra gente no vecina de las minas, contribuyese con una arroba de algodon cada persona. Carga, cierto, y exaccion irracional, dificil?sima, imposible ? intolerable, no s?lo para gente tan delicada y no usada ? trabajos grandes, y cuidados tan importunos, y tan libre, y ? quien no debia nada, y que se habia de traer y ganar por amor y mansedumbre, y dulzura, y blanda conversacion, ? la fe y religion cristiana, pero ?un para crueles turcos y moros, y que fueran los hugnos ? los v?ndalos que nos hobieran despojado de nuestros reinos y tierras, y destruido nuestras vidas, les fuera oneros?simo ? imposible, y en s? ello irracionable y abominable. Orden?se despues de hacer una cierta moneda de cobre ? de laton en la cual se hiciese una se?al, y esta se mudase ? cada tributo, para que cada indio de los tributarios la trajese al cuello, porque se cognosciese qui?n la habia pagado y qui?n no; por manera que, el que no la trajese habia de ser castigado, aunque, diz que, moderadamente, por no haber pagado el tributo. Pero esta invencion que parece asemejarse ? la que hizo, en tiempo de nuestro Redentor, Octaviano Augusto, no pas? adelante, por las novedades y turbaciones que luego sucedieron, con que, para mostrar Dios haber sido deservido con tan intempestivas imposiciones, todo lo baraj?, y as? las deshizo; y es aqu? de saber, que los indios desta isla no tenian industria ni artificio alguno para coger el oro, en los rios y tierra que lo habia, porque no cogian ni tenian en su poder m?s de lo que en las veras ? riberas de los arroyos ? rios, echando agua con las manos juntas y abiertas, de entre la tierra y cascajo, como acaso, se descubria, y esto era muy poquito, como unas hojitas ? granitos menudos, y granos m?s grandes que topaban, cuando acaecia; por lo cual, obligarlos ? dar cada tres meses un cascabel de oro, lleno, que cabria por lo poco tres y cuatro pesos de oro, que valia y vale hoy cada peso 450 maraved?s, ?rales de todo punto imposible, porque ni en seis ni en ocho meses, y hartas veces en un a?o, por faltarles la industria, no lo cogian, ni por manera alguna cogerlo ni allegarlo podian Por esta razon el rey Guarionex, se?or de la gran vega, dijo muchas veces al Almirante, que si queria que hiciese un conuco, que era labranza de pan, para el Rey de Castilla, tan grande que durase ? llegase desde la Isabela hasta Sancto Domingo, que es de mar ? mar, y hay de camino, buenas, 55 leguas, , que ?l la har?a con su gente, con que no le pidiese oro porque sus vasallos cogerlo no sabian. Pero el Almirante, con el gran deseo que tenia de dar provecho ? los reyes de Castilla para recompensar los grandes gastos que hasta ent?nces habian hecho y hacian, y eran menester cada dia hacerse en este negocio de las Indias, y por refrenar los murmuradores y personas que estaban cercanos ? los Reyes, y que siempre desfavorecieron este negocio, que disuadian ? Sus Altezas que no gastasen, porque era todo mal empleado y perdido, y que no habian de sacar fruto dello, y finalmente, daban al negocio cuantos disfavores y desv?os podian, no creo sino que con buena intencion, aunque, ? lo que siento, con harto poco celo y sin consideracion de lo que los Reyes, aunque no sacaran provecho alguno, ? la conversion y salud de aquellas ?nimas, como cat?licos, debian, querer cumplir el Almirante con esto temporal, y como hombre extranjero y s?lo , y que no parecia depender todo su favor sino de las riquezas que ? los Reyes destas tierras les proviniesen, juntamente con su gran ceguedad ? ignorancia del derecho que tuvo, creyendo que por s?lo haberlas descubierto y los reyes de Castilla enviarlo ? los traer ? la fe y religion cristiana, eran privados de su libertad todos, y los Reyes y se?ores de sus dignidades y se?or?os, y pudiera hacer dellos como si fueran venados ? novillos en dehesas vald?as, como, y muy peor, lo hizo, le caus? darse m?s prisa y exceder en la des?rden que tuvo que quiz? tuviera; porque, ciertamente, ?l era cristiano y virtuoso, y de muy buenos deseos, segun d?l, los que amaban la verdad ? no tenian pasion ? aficion ? sus propios juicios, cognoscian, as? que no curaba de lo que Guarionex le importunaba y de las labranzas que ofrecia, sino del cascabel de oro que impuesto habia. Despues, cognosciendo el Almirante que los m?s de los indios, en la verdad, no lo podian cumplir, acord? de partir por medio el cascabel, y que aquella mitad llena diesen por tributo; algunos lo cumplian, y ? otros no les era posible, y as?, cayendo en m?s triste vida, unos se iban ? los montes, otros, no cesando las violencias y agravios ? injurias en ellos de los cristianos, mataban algun cristiano por especiales da?os y tormentos que recibian, contra los cuales luego se procedia ? la venganza que los cristianos llaman castigo, con el cual, no s?lo los matadores, pero cuantos podian haber en aquel pueblo ? provincia, con muertes y con tormentos se punian, no considerando la justicia y razon natural humana y divina, con cuya auctoridad lo hacian.
Viendo los indios cada dia crecer sus no pensadas otras tales, calamidades, y que hacian fortalezas ? casas de tapias y edificios y no algunos nav?os en el puerto de la Isabela, sino ya comidos y perdidos, cay? en ellos profund?sima tristeza, y nunca hacian sino preguntar si pensaban en algun tiempo tornarse ? su tierra. Consideraban que ninguna esperanza de libertad ni de blandura, ni remision, ni remedio de sus angustias, ni quien se doliese dellos, tenian, y como ya habian experimentado que los cristianos eran tan grandes comedores, y que solo habian venido de sus tierras ? comer, y que ninguno era para cavar y trabajar por sus manos en la tierra, y que muchos estaban enfermos y que les faltaban los bastimentos de Castilla, determinaron muchos pueblos dellos de ayudarlos con un ardid ? aviso, ? para que muriesen ? se fuesen todos, como sabian que muchos se habian muerto y muchos ido; no cognosciendo la propiedad de los espa?oles, los cuales, cuanto m?s hambrientos tanto mayor teson tienen, y m?s duros son de sufrir y para sufrir. El aviso fu? aqueste , conviene ? saber, no sembrar ni hacer labranzas de su conuco, para que no se cogiese fruto alguno en la tierra, y ellos recogerse ? los montes donde hay ciertas y muchas y buenas ra?ces, que se llaman guayaros, buenas de comer, y nascen sin sembrarlas, y con la caza de las hutias ? conejos de que estaban los montes y los llanos llenos, pasar como quiera su desventurada vida. Aprovech?les poco su ardid, porque, aunque los cristianos, de hambre terrible y de andar ? montear y perseguir los tristes indios padecieron grand?simos trabajos y peligros, pero ni se fueron, ni se murieron, aunque algunos morian por las dichas causas, ?ntes, toda la miseria y calamidad hobo de caer sobre los mismos indios, porque, como anduviesen tan corridos y perseguidos con sus mujeres ? hijos ? cuestas, cansados, molidos, hambrientos, no se les dando lugar para cazar, ? pescar, ? buscar su pobre comida, y por las humidades de los montes y de los rios, donde siempre andaban huidos, y se escondian, vino sobre ellos tanta de enfermedad, muerte y miseria, de que murieron infelicemente de padres y madres y hijos, infinitos. Por manera, que, con las matanzas de las guerras, y por las hambres y enfermedades que procedieron por causa de aquellas, y de las fatigas y opresiones que despues sucedieron, y miserias, y sobre todo mucho dolor intr?nseco, angustia y tristeza, no quedaron de las multitudes que en esta isla, de gentes, habia, desde el a?o de 94 hasta el de 6, segun se creia, la tercera parte de todas ellas. ?Buena vendimia, y hecha harto bien apriesa! Ayud? mucho ? esta despoblacion y perdicion, querer pagar los sueldos de la gente que aqu? los ganaba, y pagar los mantenimientos y otras mercadur?as traidas de Castilla, con dar de los indios por esclavos, por no pedir las costas y gastos; y tantos gastos y costas, ? los Reyes, lo cual el Almirante mucho procuraba, por la razon susodicha, conviene ? saber, por verse desfavorecido y porque no tuviesen tanto lugar los que desfavorecian este negocio de las Indias ante los Reyes, diciendo que gastaban y no adquirian: pero debiera m?s pesar el cumplimiento de la ley de Jesucristo, que el disfavor de los Reyes; mas la justicia contra tanta injuria y sinjusticia; mas la caridad y amor de los pr?jimos, que enviar ? los Reyes dineros; mas el fin, que era la prosperidad y crecimiento temporal, y la conversion y salvacion espiritual destas gentes, para la consecucion del cual se ordenaba el descubrimiento que hizo destas Indias, y la vuelta suya ? ellas, y todo lo demas, que todos eran medios, que hacer por fuerza y violentamente y con tantas matanzas y perdicion de ?nimas y de cuerpos, y con tanta ignominia del nombre cristiano, que diesen, los que eran Reyes y se?ores naturales y todos sus s?bditos, la obediencia y subyeccion y tributos al Rey, que nunca ofendieron, ni vieron, ni oyeron, ni le eran obligados por razon alguna jur?dica ? lo hacer, pues los infestaban sin causa, estando seguros en sus tierras, y sin darles razon por qu?, y prob?rsela, cosa tan dura y tan nueva y con tanta violencia ? imperio dur?simo, les pedian. Y puesto que se sacaron y enviaron muchos indios por esclavos ? Castilla para lo susodicho, y sin voluntad de los Reyes, sin alguna duda, como abajo se mostrar?, pero si nuestro Se?or no ocurriera y ? la mano fuera al Almirante, con las adversidades que luego le sucedieron , para comenzar ? mostrar ser injusto ? in?cuo cuanto contra estas inocentes gentes, vidas y estados y ser, se hacia, por esta sola v?a de hacer esclavos para suplir las necesidades dichas, y relevar los Reyes de tantos gastos, en muy m?s breves dias se despoblara y consumiera la m?s de la gente desta isla, de la que restaba de la vendimia. Bien podria cualquiera que sea cuerdo, y mayormente si fuere medianamente letrado, cognoscer y juzgar como los tales indios padecian injusto captiverio, y uno ni ninguno no ser esclavo justamente, pues todas las guerras que se les hacian eran injust?simas, condenadas por toda ley humana, natural y divina.
Antes que tratemos de la materia de los cap?tulos siguientes, dos cosas quiero aqu? referir, que debemos, cierto, ? m? juicio, muy bien de notar. La una es, que como ?ntes que el Almirante volviese de descubrir, el cual, lleg? ? la Isabela, como arriba se dijo, ? 29 dias de Setiembre del a?o de 94, se fueron ? Castilla en los tres nav?os en que habia venido don Bartolom? Colon, hermano del Almirante, aquel padre fray Buil y Mosen Pedro Margarite, y otros principales, estos tales fueron los que informaron y, con sus relaciones, atibiaron ? los Reyes en la esperanza que tenian de las riquezas destas Indias, diciendo que era burla, que no era nada el oro que habia en esta isla, y que los gastos que Sus Altezas hacian eran grandes, nunca recompensables, y otras muchas cosas en deshacimiento del negocio y del cr?dito que los Reyes tenian del Almirante, porque luego, en llegando, no se habian vuelto cargados de oro en los nav?os en que habian venido; no considerando que el oro no estaba ya sacado y puesto en las arcas, ? era fruta que habian de coger de los ?rboles , sino en minas y debajo de la tierra, y que nunca en parte del mundo, plata ni oro, ni otro metal, se sac? sin grande trabajo, sino fuese ? sus due?os de sus arcas robado. Para testimonio de lo haber, bastaba y sobrebastaba las grandes muestras de oro que el primer viaje habia el Almirante llevado, y lo que con Antonio de Torres, cogido de las minas por propias manos de los cristianos y de lo que le di? Guacanagar? cuando torn?, habia enviado. Y ?ntes que fuese ? descubrir, que fu? ? 24 de Abril del a?o de 94, como arriba queda dicho en el cap. 94, habiendo llegado ? donde dispuso hacer la poblacion que llam? la Isabela, por el mes de Diciembre, a?o de 93, por manera, que no estuvo el Almirante en esta isla, estando presentes el padre fray Buil y Mosen Pedro y los demas que se fueron ?ntes que ?l volviese de descubrir, sino cuatro meses ? pocos dias m?s, ?qu? pudo el Almirante hacer de malos tratamientos ? los espa?oles, y qu? mala gobernacion pudo tener para que aquellos que as? se fueron, y ? los Reyes informaron, fuesen causa de que la fortuna y estado del Almirante, tan presto, y tan recientes y frescos sus grandes ? incomparables servicios, diese la vuelta y ? declinar comenzase? Pero cierto, si consideramos la providencia del muy Alto, que sabe las cosas futuras mucho ?ntes, y que ? todas provee su reguardo, poco hay de que maravillarnos. Parece que en los cuatro nav?os que trujo Antonio de Torres, y en que torn? ? Castilla y llev? 500 indios, injustamente hechos esclavos, como se dijo, debieran de ir muchas m?s quejas contra el Almirante y sus hermanos de los agravios que decian que hacia ? los espa?oles, lo cual ayudaria y moveria con mas eficacia ? los Reyes para lo que luego se dir?. La segunda cosa digna de notar es esta: que en el mismo tiempo que el Almirante salia y sali? ? hacer en los indios, contra toda justicia y verdad los grandes estragos, se le urdia en Castilla la primera sofrenada y el primero, harto amargo, t?rtago. ?l sali? de la Isabela en 24 de Marzo del a?o de 495, segun parece arriba en el cap. 104, y en aquel mismo mes y a?o, estaban los Reyes , despachando ? un repostero suyo de camas, que se llam? Juan Aguado, natural de Sevilla, ? al m?nos all? despues avecindado, enviado sin jurisdiccion alguna, sino cuasi por esp?a y escudri?ador de todo lo que pasaba, con cartas de gran cr?dito para todos los que aqu? estaban. Este comenz? ? aguar todos los placeres y prosperidad del Almirante, por manera, que cuando el Almirante iba ? ofender ? Dios en las guerras injustas que contra los indios mover queria, y as? las movi?, por las cuales tantas gentes mat? y ech? ? los infiernos, habiendo venido para convertirlos, en aquellos mismos dias le ordenaba el comienzo de su castigo; y desta manera lo provee y ordena Dios con todos los hombres, y por eso todos, en no ofenderle, debemos estar muy sobre aviso, y deber?amos suplicarle ?ntimamente que nos d? ? cognoscer por qu? pecados contra nos se indigna, porque, cognosci?ndolo, sin duda nos enmendariamos m?s a?na, pero cuando Dios nos azota y aflige y el por qu? no lo sentimos, verdaderamente mucho mayor y m?s cierto es nuestro peligro. Tornando al prop?sito de nuestra historia, los Reyes mandaron aparejar cuatro nav?os y cargarlos de bastimentos y cosas que el Almirante habia escrito, para la gente que ganaba su sueldo en esta isla, y ordenaron que el dicho Juan Aguado, su repostero, fuese por Capitan dellos; di?ronle sus provisiones ? instruccion de lo que habia de hacer, y, para todos los que ac? estaban, le dieron la siguiente carta de creencia:
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Lleg? Juan Aguado ? la Isabela por el mes de Octubre del dicho a?o de 1495, estando el Almirante haciendo guerra ? los hermanos y gente del Caonabo, en la provincia de la Maguana, que era su reino y tierra, donde agora est? poblada, y siempre despues lo estuvo, una villa de espa?oles que se llamaba Sant Juan de la Maguana; el cual mostr?, por palabras y actos exteriores de su persona, traer de los Reyes muchos poderes y autoridad mayor de la que le dieron, y con esto se entremet?a en cosas de jurisdiccion que no tenia, como prender ? algunas personas de la mar, de las que habian con ?l venido, y en reprender los oficiales del Almirante, mayormente haciendo muy poca cuenta y teniendo poca reverencia, ? D. Bartolom? Colon, que habia dejado por Gobernador el Almirante, por su ausencia, como despues yo vide, con muchos testigos, probado. Quiso ir luego el dicho Juan Aguado en busca del Almirante, y tom? cierta gente de pi? y de caballo. D?jose que por los caminos y pueblos de los indios, ?l, ? los que con ?l iban, echaban fama que era venido otro nuevo Almirante que habia de matar al viejo que ac? estaba, y como los se?ores y gentes desta isla, en especial las de la comarca de la Isabela y de la Vega Real, y todos los vecinos y gentes de las minas, estaban agraviados y atribulados con las matanzas que en ellos habia hecho el Almirante, y los tributos del oro que les habia puesto, que como no tenian industria de cogerlo y ello se coge, donde quiera que est?, con grandes trabajos, les era intolerable, bien creo que de la venida del nuevo Almirante se gozaban; porque apetito es comun de todos los que son pobres, y de los que padecen adversidades y servidumbre injusta, y m?s de los que est?n muy opresos y tiranizados, querer ver cada dia novedades, la razon es porque les parece, por el apetito natural y ans?a que tienen salir de sus trabajos, que es m?s cierta la esperanza de que han de ser, poco que mucho, relevados, que el temor de que vern?n con la novedad ? m?s trabajoso estado. Por esta causa se hicieron algunos ayuntamientos de gentes de unos Caciques y se?ores con otros, en especial en casa de un gran se?or que se llam? Manicaotex, que yo bien conoc? y por muchos a?os, que se?oreaba la tierra cerca del gran rio de Yaqu?, tres leguas ? poco m?s de donde se fund? la fortaleza y ciudad, que despues diremos, de la Concepcion, donde trataban del Almirante viejo que los habia con tantos da?os subiectado y atributado, y del nuevo, de quien esperaban ser aliviados; pero enga?ados estaban, porque cualquiera que fuera, y todos los que despues fueron, segun la ceguedad que Dios por nuestros pecados y los suyos en esta materia permiti?, no librarlos ni darles lugar para resollar, sino a?idirles tormentos ? sus males y ? su trabajosa y calamitosa vida procuraron. En este a?o de 1495, pidieron algunos marineros y otras personas, vecinos de Sevilla, licencia ? los Reyes para poder venir ? descubrir ? estas Indias, islas y tierra firme que estuviesen descubiertas, la cual concedieron los Reyes con ciertas condiciones: La primera, que todos los nav?os que hobiesen de ir ? descubrir se presentasen ante los oficiales del Rey, que para ello estaban puestos en la ciudad y puerto de C?liz, para que de all? vayan una ? dos personas por veedores; la segunda, que habian de llevar la d?cima parte de las toneladas con cargazon de los Reyes, sin que se les pagase por ello cosa alguna; la tercera, que aquello lo descargasen en la isla Espa?ola; la cuarta, que de todo lo que hallasen, diesen ? los Reyes la d?cima parte cuando volviesen ? C?liz; la quinta, que habian de dar fianzas que as? lo cumplirian todo; la sexta, que con cada siete nav?os pudiese el Almirante cargar uno para s? para rescatar, como los otros que ? ello fuesen, por la contratacion y merced hecha al Almirante que en cada nav?o pudiese cargar la octava parte. En esta provision tambien se contenia, que quien quisiese llevar mantenimientos ? vender ? los cristianos que estaban en esta isla Espa?ola, y en otras partes que estuviesen, los vendiesen francos de todo derecho, etc. Fu? hecha en Madrid de diez dias de Abril de mil y cuatrocientos y noventa y cinco a?os.
Sabido por el Almirante la venida de Juan Aguado, determin? de volverse ? la Isabela, y no creo que anduvo mucho camino para ir donde estaba el Almirante, Juan Aguado. Despues de llegado di?le las cartas que le traia de los Reyes, y, para que presentase la creencia y otras cartas de los Reyes que traia, mand? el Almirante juntar toda la gente espa?ola que en la Villa habia y tocar las trompetas, porque con toda solemnidad, cuanta fu? por ent?nces posible, la C?dula Real de su creencia, delante de todos y ? todos se notificase. Muchas cosas pasaron en estos dias y tiempo que Juan Aguado estuvo en esta isla, en la Isabela, y todas de enojo y pena para el Almirante, porque el Juan Aguado se entromet?a en cosas, con fiucia y color de su creencia, quel Almirante sentia por grandes agravios; decia y hacia cosas en desacato del Almirante y de su auctoridad, oficios y privilegios. El Almirante, con toda modestia y paciencia, lo sufria, y respondia y trataba al Juan Aguado siempre muy bien, como si fuera un Conde, segun vide de todo esto, hecha con muchos testigos, probanza. Decia Juan Aguado que el Almirante no habia obedecido ni recibido las C?dulas y creencia de los Reyes, con el acatamiento y reverencia debida, sino que, al tiempo que se presentaban, habia callado, y despues de presentadas, cinco meses habia, pedia ? los escribanos la fe de la presentacion; y de la poca cuenta quel Almirante habia hecho dellas, y queria llevar los escribanos ? su posada porque le diesen la fe en su presencia. Ellos no quisieron, sino que les enviase las C?dulas ? su posada y que all? se la darian, ?l decia que no habia de fiar de nadie las cartas del Rey, y as?, de dia en dia lo disimulaba; al cabo de cinco meses que se las envi?, y dieron la fe y testimonio de como el Almirante las habia obedecido y reverenciado, como ? cartas de sus Reyes y se?ores, fu?los ? deshonrar con palabras injuriosas, diciendo que habian mentido y hecho y cometido falsedad, y que ellos serian castigados. Los escribanos dieron la fe, y despues, con juramento, confirmaron de nuevo el dicho testimonio y fe que habian dado haber sido verdadero, y prob?ronse las injurias que Juan Aguado les habia dicho. Destas y otras muchas cosas, y de la presuncion y auctoridad que mostraba el Juan Aguado, y de atreverse al Almirante m?s de lo que debiera, y de las palabras y amenazas que le hacia con los Reyes, toda la gente se remontaba y alteraba, por manera que ya no era el Almirante ni sus justicias tan acatado y obedecido como de ?ntes. Toda la gente que en toda esta isla ent?nces estaba, increiblemente estaba descontenta, en especial la que estaba en la Isabela, y, toda la m?s, por fuerza, por las hambres y enfermedades que padecian, y no se juraba otro juramento sino, <
No dudando el Almirante que Juan Aguado habia de llevar muchas quejas de los espa?oles que all? por fuerza estaban, y tan necesitados, ? los Reyes, contra el Almirante, y que no dejaria de a?adir y encarecer mucho sus defectos, y que de secreto llevaria informaciones hechas contra ?l, y que sobre las relaciones ?speras y demasiadas, y por ent?nces, cierto, segun yo creo, no muy verdaderas, que pudieron decir, si las dijeron , y tambien porque no parece que los Reyes enviaran ? Juan Aguado tan presto, sino por la relacion que harian en infamia desta isla y destas tierras, y en deshacimiento y disfavor del servicio que el Almirante habia hecho ? los Reyes en su descubrimiento, el susodicho padre fray Buil y Mosen Pedro Margarite, y los demas que, ?ntes que el Almirante volviese de descubrir las islas, Cuba y Jam?ica y las demas, se habian desta isla ido ? Castilla, moverian y exasperarian los ?nimos de los Reyes y disminu?rseles ?a la voluntad de hacer los gastos que eran necesarios para proseguir esta empresa, determin? el Almirante de ir ? Castilla para informar ? los Reyes del estado desta isla y del descubrimiento de Cuba y Jam?ica, y de las cosas sucedidas, y responder ? los obiectos que se habian puesto contra la bondad y felicidad y riquezas destas tierras, porque no hallaron tan ? mano los montes de oro, como en Espa?a se habian prometido, y, finalmente, para satisfacer ? los Reyes y darles cuenta de s?, ? tractar esomismo sobre ir ? descubrir lo que mucho deseaba, por topar con tierra firme; por ventura, tambien pudo ser que los Reyes le escribieron en la carta que el dicho Juan Aguado le trujo, que as? lo hiciese, porque se querian informar d?l en todo lo susodicho. Pero que los Reyes le escribiesen que fuese ? Castilla, nunca hombre lo supo ni tal he podido descubrir, ?ntes, por cosas que pasaron entre el Almirante y Juan Aguado p?blicas, que yo he visto en probanzas con autoridad de escribanos, parece el contrario, porque el Almirante decia p?blicamente, <
En estos tiempos el Almirante ya habia mandado hacer dos fortalezas, una que llam? la Magdalena, como dijimos en el cap. 100, en la provincia del Macorix, que llam?bamos el Macorix de abajo, dentro de la Vega Real, que creo que fu? asentada en un lugar y tierra de un se?or que se llamaba Guanaoconel, tres ? cuatro leguas, ? poco m?s, de donde est? agora asentada la villa de Santiago, en la cual puso por Alcaide ? aquel hidalgo, que arriba en el cap. 82 dijimos, Luis de Artiaga. Nombr?bamos el Macorix de abajo, ? diferencia de otro Macorix de arriba, que era la gente de que estaba poblada la cordillera de las sierras que cercaban la Vega por la parte del Norte, y vertian las aguas en la misma provincia del Macorix de abajo; dec?ase Macorix en la lengua de los indios mas universal de esta isla, cuasi como lengua extra?a y b?rbara, porque la universal era mas pulida y regular ? clara, segun que dijimos en la descripcion desta isla, puesta arriba en los cap?tulos 90 y 91. Hizo otra, cerca de donde fu? puesta despues la villa de Santiago, en la ribera ? cerca del rio Yaqu?; otra hizo que llam? Sancta Catherina, fu? Alcaide della un Fernando Navarro, natural de Logro?o; esta no s? donde la edific?, por inadvertencia de en aquellos tiempos no preguntarlo. Otra hizo que llam? Esperanza, creo que la puso en la ribera del rio Yaqu?, ? la parte de Cibao. La otra fortaleza se edific? en la provincia y reino de Guarionex, 15 leguas, ? algunas m?s, en la misma Vega, m?s al Oriente de la otra, donde se pobl? despues la ciudad que se dijo y dice de la Concepcion, que ya est? cuasi del todo despoblada, que tom? nombre de la misma fortaleza, ? la cual el Almirante puso nombre la Concepcion; en esta puso por Alcaide ? un hidalgo que se llam? Juan de Ayala, despues la tuvo un Miguel Ballester, catalan, natural de Tarragona, viejo y muy venerable persona. Por manera, que hobo en esta isla tres fortalezas, despues que el Almirante vino el segundo viaje ? poblar con gente espa?ola, y si a?idimos la que dej? hecha en el Puerto de la Navidad, donde quedaron los 39 cristianos, fueron cuatro; pero desta no es de hacer mencion, pues tan poco dur? y m?nos aprovech?, por culpa de los que en ella quedaron. La mejor de todas ellas fu? la de la Isabela, porque fu? de piedra ? canter?a, de la cual, siendo yo Prior en Sancto Domingo de la villa de Puerto de Plata, hice traer una piedra grande, la cual hice poner por primera piedra del Monesterio que all? yo comenc? ? edificar, por memoria de aquella antig?edad. Est? la dicha piedra en la esquina oriental del cuarto de abajo, que fu? el primero que comenc? ? edificar m?s propincuo ? la porteria y ? la iglesia. Despues de aquella fortaleza de la Isabela fu? la mejor la de la Concepcion de la Vega, que era de tapias y con sus almenas y buena hechura, la cual dur? muchos a?os, hasta el a?o de 1512, si bien me acuerdo; todas las demas, muchos a?os ?ntes habia que se cayeron, y no hobo memoria dellas, como se fueron consumiendo los indios, con las crueles guerras, contra quien se procuraron hacer; la menor y m?nos fuerte de las cuales, como no fuese de madera, sino de tierra, era m?s inespugnable para los indios que Salsas para franceses. Despues mand? hacer otra en la provincia del Bonao, que dista de la Concepcion ocho ? diez leguas, camino de Sancto Domingo, en la ribera del rio, que se llama en lengua de los indios desta isla, Yuna, pegada ? la sierra que recibe el sol luego en naciendo ? la ma?ana; por manera, que tuvo el Almirante, ?ntes que tornase ? Castilla, hechas siete fortalezas en esta isla. Desta postrera, que fu? la quinta, no estoy cierto, que la mandase hacer ?ntes ? despues de venido de Castilla el Almirante, y ?ntes creo, que despues de partido ?l la hizo D. Bartolom? Colon, su hermano. Como Guarionex y los otros se?ores se viesen tan fatigados con la carga de los tributos del cascabel de oro, que el Almirante ? contribuir les forzaba, tenian todas las maneras que podian para excusarse, afirmando que sus gentes no tenian industria de cogerlo, sino lo que hallaban ? caso ? busc?ndolo en las riberas de los arroyos ? rios, como arriba se dijo, sobre la arena, y finalmente lo que podian haber con poco trabajo. Avisaron al Almirante, que, h?cia la parte del Mediodia ? del Sur, habia minas de mucho oro, que enviase all? de sus cristianos para buscallo. Deliber? el Almirante de hacerlo as?, y d?jose que habia enviado ? Francisco de Garay y ? Miguel Diaz, con cierto n?mero de gente, para lo cual les dieron gu?as que los llevasen; partieron de la Isabela y vinieron ? la fortaleza de la Magdalena, y de all? ? la de la Concepcion, todo por la Vega Real, llano como la palma de la mano. De all? llegaron al puerto grande, de sierra muy hermosa, por la misma vega, que est? tres leguas, buenas, de la dicha fortaleza de la Concepcion, la vega abajo por el pi? de la sierra; subidos arriba del puerto, vieron de all? gran pedazo, y m?s se parecen de 30 leguas della, cosa dign?sima para della sacar materia de dar muchas gracias ? Dios, como arriba se dijo, hablando della. Dura el puerto hasta tornarlo ? buscar ? la parte de la provincia del Bonao, dos leguas, no grandes. Asomaron luego ? otra vega, bien de 10 ? 12 leguas de largo y ancho, que, como arriba en la descripcion destas islas dijimos, que se llamaba en lengua de indios el se?or della Bonao, y de aqu? llamamos los espa?oles el pueblo que all? se hizo la villa del Bonao. En todos los pueblos que topaban de indios, les hacian muy buen acogimiento, d?ndoles de comer y haci?ndoles todo el servicio, aunque los tenian por hombres infernales. Del Bonao, las gu?as los llevaron hasta otras 12 leguas, las tres ? cuatro por tierra harto lodosa y ?spera de cuestas y muchos rios y arroyos, que despues llamamos las lomas del Bonao; llegaron ? un rio caudal que se llamaba y hoy le nombramos Hayna, gracioso y fertil?simo rio, en el cual les dijeron que habia mucho oro, ? por aquella comarca, y as? fu?, porque cavando en muchos lugares de los arroyos que entraban en el rio grande de Hayna, hallaron muy gran muestra de oro, de manera que juzgaron que un hombre trabajador, podia coger tres pesos de oro, y m?s adelante. Estas minas llam? el Almirante las minas de Sant Crist?bal, por una fortaleza que all? mand? hacer ? su hermano, cuando se parti? para Castilla, so este nombre, despues se llamaron las minas viejas, y hoy se llaman ans?, por respecto de otras que despues se descubrieron ? la otra parte del rio Hayna, frontero destas, que se nombraron las minas nuevas; las viejas estaban al Poniente del rio, y las nuevas ? la parte oriental. Estaba de all? la costa de la mar, y el rio, en cuya boca despues se edific? la ciudad, que hoy permanece, de Sancto Domingo, no m?s de ocho leguas. Anduvieron en este camino, desde la Isabela hasta las dichas minas viejas y primeras, como se dijo, 45 leguas. Finalmente, trujeron gran muestra de oro y granos algunos grandes, de los cuales despues, muchos y grandes, por la mayor parte, en estas y en las minas nuevas , se hallaron, lo que no acaeci? en las de Cibao, donde todo el oro que se hall? all?, por la mayor parte, no fu? sino como sal, menudo, puesto que hobo tambien algunos, buenos granos. Algunos granos grandes se hallaron, los tiempos andando, adelante de la tierra que propiamente se llam? Cibao, al cabo de las sierras mismas y cordillera que es continua de Cibao, que va ? parar ? la parte de la isla del Norte ? septentrional, mayormente en la provincia de Guahava, como, placiendo ? Dios, abajo tambien se dir?.
Acabadas las dos carabelas que habia mandado hacer el Almirante, y guarnecidas de bastimentos y agua, y de las otras cosas, segun que se pudo aparejar, necesarias, ordenadas las que convenian ? la isla, encomendadas las fortalezas ? las personas que le pareci? ser para ellas, constiy? por Gobernador y Capitan general desta isla, en su lugar, con plen?simo poder, ? D. Bartolom? Colon, su hermano, y desques d?l ? D. Diego Colon, su segundo hermano, rogando y mandando ? todos que los obedeciesen, y ? ?l, que, con su prudencia, con todo el contentamiento que se sufriese de la gente, ? todos agradase y gobernase, y bien tratase; dej? por Alcalde mayor de la Isabela y de toda la isla, para el ejercicio de la justicia, ? un escudero, criado suyo, bien entendido aunque no letrado, natural de la Torre de don Ximeno, que es cabe Jaen, que se llam? Francisco Roldan, porque le pareci? que lo haria segun convenia, y lo habia hecho siendo Alcalde ordinario, y en otros cargos que le habia encomendado. Y porque los Reyes habian mandado que el Almirante dejase ir ? Castilla los m?s enfermos y necesitados que en la isla estaban, y otros cuyos parientes y deudos y sus mujeres se habian ? los Reyes quejado que no les daba licencia el Almirante para irse ? sus tierras y casas, y otros por otros por ella suplic?doles, alleg?ronse hasta doscientos veinte y tantos hombres que en ambas carabelas se embarcaron; sobre muchos dellos, qui?n irian ? qui?n quedarian, teniendo iguales necesidades, y otros, que se encomendaban ? Juan Aguado, Juan Aguado creia que, por la creencia Real que trujo, debia el Almirante conceder que fuesen los que nombraba ? queria, otras veces parecia que lo rogaba, aunque no con mucha humildad, para con el Almirante, otras, que con que irian ante los Reyes, lo amenazaba. Finalmente, tuvieron hartos enojos y barajas, pero al cabo no se hacia ni podia hacer m?s que lo que el Almirante mandaba, lo que no acaeciera, si Juan Aguado de los Reyes trajera, para ello, ni para otras cosas, en lo p?blico, alguna autoridad. Al cabo de todos estos contrastes, se hobo de embarcar el Almirante en una destas dos carabelas, la principal, y Juan Aguado en la otra, repartidos los doscientos y veinte y tantos hombres, y m?s 30 indios, segun la ?rden que el Almirante di?, en ambas. Sali? del puerto de la Isabela, jueves, ? 10 dias de Marzo del a?o de 1496 a?os, y porque tenia noticia ya del puerto de Plata, que estaba siete ? ocho leguas de la Isabela, desde el primer viaje, quiso irlo ? ver, y que fuese con ?l el Adelantado, y mand?le salir en tierra con 10 hombres para ver si habia agua, con intincion de hacer all? una poblacion. Hallaron dos arroyos de muy buen agua, pero el Adelantado, dijeron, que neg? haber agua, porque no se impidiese la poblacion de Sancto Domingo; sali?se para tornarse por tierra ? la Isabela el Adelantado, y fu?se su camino el Almirante. Subi? h?cia el Oriente con gran dificultad por los vientos contrarios Levantes y corrientes, que le desayudaban, hasta el Cabo de la isla, que creo es el que hoy llamamos el cabo del Enga?o; y, m?rtes, 22 de Marzo, perdi? de vista el dicho Cabo y tierra desta isla, y por tomar algun ca?ab? y bastimento de comida, porque no sac? tanta cuanta hobiera menester de la Isabela, quiso volver h?cia el Sur por tomar las islas de por all?, ? ? 9 de Abril, s?bado, surgi? en la isla de Marigalante. De all?, otro dia, domingo, fu? ? parar y surgir ? la isla de Guadalupe; envi? las barcas en tierra bien armadas, y, ?ntes que llegasen, salieron del monte muchas mujeres con sus arcos y flechas para defender que no desembarcasen, y porque hacia mucha mar no quisieron llegar ? tierra, sino enviaron dos indios de los que llevaban desta Espa?ola, que fuesen ? nado, los cuales dijeron ? las mujeres, que no querian sino cosas de comer, y no hacer mal ? nadie; respondieron las mujeres que se fuesen ? la otra parte de la isla donde estaban sus maridos en sus labranzas, y que all? hallarian recaudo. Yendo los nav?os junto con la playa, salieron infinitos indios dando alaridos y echando millares de flechas ? los nav?os, aunque no alcanzaban; fueron las barcas ? tierra, los indios resistieron con sus armas, tir?ronles de los nav?os ciertas lombardas, que derrocaron algunos; huyen todos ? los montes viendo el da?o, desamparadas sus casas. Entran los cristianos destruyendo y asolando cuanto hallaban, sino era lo que ? ellos les habia de aprovechar; hallaron papagayos de los grandes, colorados, que arriba dijimos llamarse guacamayos, que son como gallos, aunque no tienen las piernas grandes, y dice el Almirante que hallaron miel y cera. Esta no creo que fuese de la misma isla, porque nunca, que yo sepa, se hall? miel ni cera que en isla, sino en tierra firme, se criase; hallaron aparejo para hacer ca?ab? y cerca las labranzas. D?nse todos prisa, los indios que llevaba desta isla y los cristianos, ? hacer pan; entretanto envi? el Almirante 40 hombres que entrasen en la tierra ? especularla, y tornaron otro dia con 10 mujeres y tres muchachos; la una era la se?ora del pueblo, y, por ventura, de toda la isla, que cuando la tom? un canario que el Almirante all? llevaba, corria tanto, que no parecia sino un gamo, la cual, viendo que la alcanzaba, vuelve ? ?l como un perro rabiando y abr?zalo y d? con ?l en el suelo, y, si no acudieran cristianos, lo ahogara. Crey? el Almirante que estas mujeres debian tener las costumbres que se cuentan de las Amazonas, por cosas que dice que all? vido y supo, las indias preguntadas; estuvo en esta isla de Guadalupe nueve dias, en los cuales hicieron mucho pan ca?ab?, ? provey?ronse de agua y le?a, y por dejar no tan agraviados los vecinos de la isla, porque, diz que, aquella isla estaba en el paso, envi? las mujeres ? tierra, con algunas cosillas de Castilla, de d?divas, sino sola la se?ora y una hija suya que, dijo el Almirante, habia quedado de su voluntad; esta voluntad sabe Dios que tal ser?a y qu? consolados y satisfechos quedarian los vecinos, llev?ndoles sus enemigos ? su se?ora. Finalmente, hizo vela el Almirante, de aquella isla, mi?rcoles, ? 20 dias de Abril, ? comienza ? seguir su camino, segun le daban lugar los vientos contrarios; fu? mucho camino por 22?, m?s y m?nos, segun el viento lugar le daba, no cognosciendo a?n la cualidad del aquel viaje, porque como cuasi siempre todo el a?o corran por estas mares vientos brisas, y boreales y levantes, para huir dellos conviene meterse los nav?os en 30? y m?s, donde se hallan los tiempos frescos y fr?os, y as? navegan por su propio camino hasta dar en las islas de los Azores las naos: esta navegacion no pudo f?cilmente y luego en aquellos tiempos alcanzarse, la cual solamente la experiencia ha mostrado, as? que, por esta falta h?zosele m?s largo al Almirante su viaje, y, como iban mucha gente, padecieron ?ltima necesidad, de hambre, de manera que pensaron perecer. Vieron la isla de Santiago, una de los Azores, no la debian de poder tomar, segun creo; finalmente, plugo ? Dios de darles la tierra, habiendo habido diferentes pareceres de los pilotos, donde estaban, el Almirante afirmando que se hallaba cerca del cabo de Sant Vicente, y as? fu? como ?l lo certificaba. Lleg? y surgi? en la bah?a de C?liz ? 11 de Junio, por manera que tard? en el viaje tres meses menos un dia; hall? en C?liz tres nav?os, ? dos carabelas y una nao, para partir, cargados de bastimentos, trigo, vino, tocinos y carne salada, habas y garbanzos, y otros cosas que los Reyes habian mandado cargar y enviar para mantenimiento de la gente que en esta isla estaba. Vistas las cartas y despachos que los Reyes enviaban al Almirante, provey? y escribi? largo todo lo que convenia hacer all?, ? D. Bartolom? Colon, su hermano, con un Peralonso Ni?o, Maestre y Capitan de las dos carabelas y nao; y, dados los despachos, parti?ronse cuatro dias despues quel Almirante ? C?liz habia llegado.
Tornando ? lo que en esta isla sucedi?, ido el Almirante y llegados los tres nav?os que hall? de partida, decimos que llegaron al puerto de la Isabela por principio de Julio, con los cuales, y con lo que dentro traian, que todo era bastimentos, y con saber que habia llegado el Almirante con salud ? Castilla, la gente y D. Bartolom? Colon y su hermano D. Diego recibieron regocijo inestimable ? incomparable alegr?a. No habia cosa en aquellos tiempos que ? la gente que ac? estaba en tanto grado alegrase, aunque fuese abundancia de oro, como saber que venian nav?os, y bastimentos en ellos, de Castilla; porque todos sus principales males eran de hambre, mayormente, como arriba dijimos, los que no andaban por la tierra guerreando, sino que estaban de contino en la Isabela en los trabajos en que all? los ocupaban, que comunmente eran trabajadores y oficiales. Estas hambres y desventuras causaron los malos tratamientos y angustias, que, desde luego que los cristianos entraron en esta isla, comenzaron y prosiguieron siempre ? hacer ? los indios, y querer el Almirante darse tanta prisa ? subiectar Reyes y s?bditos, y ? todos hacer tributarios de quien nunca cognoscieron, ni oyeron, ni supieron causa ni razon por qu? se los debian; porque si se entrara en esta isla como Cristo quiso, y entrarse debia, los indios vinieran ? mantener y ayudar y servir en todas sus enfermedades y trabajos ? los cristianos, con sus mujeres y hijos. Bien se prueba esto por el human?simo y admirable, y m?s que de hombres comunes, hospedaje y obras paternales que hizo en el primer viaje al Almirante aquel tan virtuoso rey Guacanagar?, en quien tanto abrigo, ayuda, favor, mamparo y consuelo hall?, pudi?ndolo matar y que nunca hobiera memoria en el mundo d?l ni de todos los cristianos que con ?l iban. As? que, volviendo ? tejer nuestra historia, recibidas las cartas del Almirante, y con ellas las que convino enviar de los Reyes, su hermano, D. Bartolom?, con los dichos tres navios determin? de despacharlos con brevedad, hinchirlos de indios, hechos esclavos con la justicia y razon que arriba se ha dicho , porque dijeron que el Almirante habia ? los Reyes escrito que ciertos Reyes ? Caciques desta isla habian muerto ciertos cristianos, y no dijo cuantos ?l y los cristianos habian hecho pedazos; y los Reyes le respondieron, que todos los que hallase culpados los enviase ? Castilla, creo yo que por esclavos como en buena guerra captivos, no considerando los Reyes ni su Consejo con qu? justicia las guerras y males el Almirante habia hecho contra estas gentes pac?ficas, que vivian en sus tierras sin ofensa de nadie, y de quien el mismo Almirante ? Sus Altezas, pocos dias habia, en su primer viaje, tantas calidades de bondad, paz, simplicidad y mansedumbre habia predicado. Al m?nos parece que se debiera de aquella justicia ? injusticia dudar, pero creyeron solamente al Almirante, y como no hobiese quien hablase por los indios, ni su derecho y justicia propusiese, defendiese y alegase, como abajo parecer? m?s largo y claro, quedaron juzgados y olvidados por delincuentes, desde el principio de su destruccion hasta que todos se acabaron, sin que nadie sintiese su muerte y perdicion, ni la tuviese por agravio. Debiera tambien haber escrito el Almirante ? los Reyes como habia hallado muy buenas minas de oro ? la parte desta isla austral, y que entendia de buscar por aquella costa de la mar algun puerto donde pudiesen las naos estar, y poblar en ?l un pueblo, y que, si se hallaba, traer?a grandes comodidades, porque, viniendo por aquella costa del descubrimiento de las islas Cuba y Jam?ica, le habia parecido muy hermosa tierra, como lo es, y algunas entradas de la mar en la tierra, donde creia que habia muchos puertos; especialmente que no podian estar l?jos de all? las minas que ?ltimamente habian descubierto, ? las cuales, como arriba se dijo, puso su nombre de Sant Crist?bal. Los Reyes le respondieron que hiciese lo que en ello mejor le pareciese, y que aquello ternian Sus Altezas por bueno, y se lo recibirian por servicio. Vista esta respuesta en C?liz, el Almirante, escribi? ? su hermano D. Bartolom? Colon que luego lo pusiese por la obra y caminase ? la parte del Sur, y con toda diligencia buscase algun puerto por all? para poblar en ?l, y, si tal fuese, pasase todo lo de la Isabela en ?l y la despoblase; el cual, visto el mandado del Almirante, determin? luego de se partir para la parte del Sur, y, dejado concierto y ?rden en la Isabela, y en su lugar, ? su hermano D. Diego, como el Almirante hobo ordenado, y con la gente m?s sana que habia y el n?mero que le pareci?, se parti? derecho ? las minas de Sant Crist?bal. De all?, preguntando por lo m?s cercano de la mar, fu? ? aportar al rio de la Ho?ama, que as? lo llaman los indios, rio muy gracioso, y que estaba todo poblado de la una y de la otra parte; y este es el rio donde agora est? el puerto y la ciudad de Sancto Domingo. Entr? en canoas, que son los barquillos de los indios, sond?, que es decir experiment? con algun plomo ? piedra y cordel la hondura que el rio tenia, vido que podian entrar en el rio no s?lo nav?os peque?os, pero naos de 300 toneles, y m?s grandes, y, finalmente, cognosci? ser muy buen puerto; fu? grande el gozo que ?l hobo y los que con ?l iban. Determin? de comenzar all? una fortaleza de tapias sobre la barranca del rio y ? la boca del puerto, ? la parte del Oriente, no donde agora est? la ciudad, porque est? de la del Occidente; provee luego ? la Isabela que se vengan los que se?al?, para que se comience una poblacion la cual quiso que se llamase Sancto Domingo, porque el dia que lleg? all?, fu? domingo, y por ventura, dia de Sancto Domingo; aunque el Almirante, segun creo, quiso que se llamase la Isabela Nueva, porque as? la nombr? hasta que, el tercero viaje que hizo ? estas Indias, cuando descubri? ? tierra firme, vino ? desembarcar en ella, como abajo parecer?. Quedaron en la Isabela los enfermos y oficiales de ribera que hacian dos carabelas; dej? all? 20 hombres comenzando ? cortar madera y aparejando lo demas para hacer la fortaleza, y, venida la gente de la Isabela que mand? venir, la prosiguiesen, y ?l, con los demas, toma gu?as de los indios, por all? vecinos, para ir ? la tierra y reino del rey Behechio, cuyo reino se llamaba Xaragu?, la ?ltima s?laba luenga, de quien y de su estado y polic?a, y de una su hermana, notable mujer, llamada Anacaona, maravillas habia oido.
Esta su hermana, Anacaona, fu? una muy notable mujer, muy prudente, muy graciosa y palanciana en sus hablas, y artes, y meneos, y amic?sima de los cristianos; fu? tambien reina de la Maguana, porque fu? mujer del rey Caonabo susodicho, como arriba todo esto fu? ? la larga dicho, cap. 86. Despues de todas estas fiestas y regocijos, habl? D. Bartolom? Colon al rey Behechio y ? esta se?ora, su hermana, Anacaona, como su hermano, el Almirante, habia sido enviado por los reyes de Castilla, que eran muy grandes Reyes y se?ores, y tenian muchos reinos y gentes debajo de su imperio, y que habia tornado ? Castilla ? verlos y notificarles, que muchos se?ores y gente desta isla le eran ya tributarios, y los tributos les pagaban, y por tanto, ?l venia ? ?l y ? su reino, para que lo mismo hiciese y los recibiese por se?ores, en se?al de lo cual en cosas convenientes les tributasen. Pero de oir es, y notar, la respuesta que le di? , respondi?: <> Creia, y no sin razon que no buscaban ni venian por otro fin los cristianos, sino por llevar oro ? sus Reyes y se?ores. Respondi? D. Bartolom? Colon: <
Dej? D. Bartolom? Colon muy contento, ? lo que parecia, y Dios sabe si era as?, al rey Behechio, y tributario y sol?cito de cumplir los tributos que se le habian pedido; y, con ?nsia de saber lo que en la Isabela y aquestas partes desta isla de la Vega y Cibao habia sucedido, acord? partirse de Xaragu? para ac?, y, llegado ? la Isabela, hall? que cerca de 300 hombres habian fallecido de diversas enfermedades. Rescibi? desto D. Bartolom? grande trabajo, y aunment?baselo tener muy pocos bastimentos y no venir nav?os de Castilla; determin? de repartir y enviar todos los enfermos y flacos por las fortalezas que habia desde la Isabela hasta Sancto Domingo, y ? los pueblos de los indios que cerca dellas estaban, porque al m?nos ternian, sino m?dicos y boticarios, comida que los indios les darian y no les faltaria, y as? pelearian solamente con la enfermedad, y no con ella y juntamente con la hambre: las fortalezas fueron la Magdalena, Santiago, la Concepcion, el Bonao, como se dijo en el cap. 110. Dej? en la Isabela los hombres m?s sanos, en especial oficiales, haciendo dos carabelas, y ?l torn? ? visitar la fortaleza que dej? haciendo sobre el rio de Sancto Domingo, yendo cogiendo los tributos, por el camino, de los se?ores y sus vasallos ? quien el Almirante y ?l los habian impuesto; donde, como estuviese algunos dias, los se?ores y gentes de la Vega y de las provincias comarcanas, no pudiendo sufrir la importuna carga de los tributos del oro que cada tres meses se les pedia, y la m?s onerosa y ? ellos m?s intolerable, y asp?rrima conversacion de los cristianos, de comerles cuanto tenian y no se contentar con lo que se les daban, sino, con malos tratamientos, miedos, amenazas, palos y bofetadas, llevarlos de unas partes ? otras cargados, andarles tras las hijas ? las mujeres, ? otras vejaciones ? injusticias semejantes, acordaron de se quejar al rey Guarionex y ? inducirle ? que mirase y considerase su universal captiverio y opresion, y vida tan malaventurada que pasaban con aquellos cristianos, que trabajasen de matarlos si pudiesen y libertarse. Hacian cuenta que mayor era el tormento que sufrian cuotidiano ? inacabable que podian ser las muertes de pocos dias, que, si no salian con lo pensado, esperaban; y en fin, siempre creian de s? mismo haber vitoria de los cristianos, en lo cual siempre se enga?aban. Guarionex, como era hombre de su naturaleza bueno y pac?fico, y tambien prudente, y via y cognoscia las fuerzas de los cristianos, y la ligereza de los caballos, y lo que habian hecho al rey Caonabo y ? su reino ? ? muchos otros de la provincia de Cibao, mucho lo rehusaba; pero al cabo, importunado de muchos, y, por ventura, amenazado de que harian Capitan otro que ? ?l le pesase, con gran dificultad hobo de aceptarlo. Sinti?ronse destos movimientos algunas se?ales por los cristianos que estaban en la fortaleza de la Concepcion; avisaron con indios que les fueron fieles ? los cristianos de la fortaleza del Bonao, y aquellos despacharon otros mensajeros ? Sancto Domingo, donde don Bartolom? estaba, el cual, ? mucha prisa, vino ? la Vega, ? ? la Concepcion, que as? se llamaba.
Quiero contar una industria que tuvo un indio mensajero, que creo que fu? esta vez, para salvar las cartas que llevaba de los cristianos de la Concepcion ? los del Bonao. Di?ronselas metidas en un palo que tenian para aquello, hueco por una parte, y como los indios ya tenian experiencia de que las cartas de los cristianos hablaban, ponian diligencia en tomarlas; el cual, como cay? en manos de las esp?as, que los caminos tenian tomados, fu? cosa maravillosa la prudencia de que us?, que no fu? ? la del rey David muy desemejable. H?zose mudo y cojo, mudo para que no le pudiesen constre?ir ? que, lo que traia, ? de donde venia ? qu? hacian ? qu? pensaban hacer los cristianos, hablase, y cojo, porque el palo en que iban las cartas, que fingia traer por bordon necesario, no le quitasen; finalmente, hablando y respondiendo por se?as, y cojeando, como que iba ? su tierra con trabajo, hobo de salvarse ? s? ? ? las cartas que llevaba, las cuales, si le tomaran y ? ?l prendieran ? mataran, por ventura, no quedara, de los cristianos derramados por la Vega y a?n de los de la fortaleza de la Concepcion, hombre vivo ni sano. Lleg?, pues, D. Bartolom? con su gente ? la fortaleza del Bonao, y all? fu?, de lo que habia, avisado. De all? trasnocha y v? ? entrar en la fortaleza de la Concepcion, que 10 leguas buenas distaba; sale con toda la gente sanos y enfermos ? dar en 15.000 indios que estaban con el rey Guarionex y otros muchos se?ores ayuntados, y, como estas tristes gentes vivian pac?ficos, sin pendencias, rencillas, ni trafagos, no tenian necesidad de con muros y barbacanas, ni fosas de agua, tener sus pueblos cercados. Dieron en ellos de s?bito, ? media noche, porque los indios, nunca de noche, ni acometen, ni para guerra est?n muy aparejados, puesto que no dejan de tener sus velas y esp?as, y, en fin, para contra espa?oles harto poco recaudo; hicieron en ellos, como suelen, grandes estragos. Prenden al rey Guarionex y ? otros muchos; mataron ? muchos se?ores de los presos, de los que les pareci? que habian sido los primeros movedores, no con otra pena, segun yo no dudo, sino con vivos quemarlos, porque esta es la que comunmente, y siempre y delante de mis ojos yo vide, muy usada. Traidos presos ? la fortaleza de la Concepcion, vinieron 5.000 hombres, todos desarmados, dando alaridos y haciendo dolorosos y amargos llantos, suplicando que les diesen ? su rey Guarionex y ? los otros sus se?ores, temiendo no los matasen ? quemasen. D. Bartolom? Colon, habiendo compasion dellos, y viendo la piedad suya para sus se?ores naturales, cognosciendo la bondad innata de Guarionex, cuan m?s inclinado era ? sufrir y padecer con tolerancia inefable los agravios, fuerzas ? injurias que le hacian los cristianos, que ? pensar en hacer vengaza, di?les su Rey ? ? los otros sus se?ores, con que quedaron de sus angustias y miserias algo consolados, no curando del captiverio y opresion y vida infelice en que quedaban, ni de sus, cierto, futuras mayores calamidades.
Pasados algunos dias, poco despues que aqueste alboroto fu? asosegado, aunque las gentes de aquella comarca de la Vega, con las cargas y trabajos que los cristianos continuamente les daban, por tenerlos en m?nos, por haberlos guerreado y hostigado, como siempre lo han acostumbrado hacer, no muy alegres ni descansadas, vinieron mensajeros del rey Behechio y de Anacaona, su hermana, ? D. Bartolom? Colon; haci?ndole saber como los tributos del algodon y ca?ab?, que habia impuesto ? pedido ? su reino, estaban aparejados, que viese lo que cerca dello mandaba; si no me he olvidado, creo que dentro de seis ? ocho meses, sembradas las pepitas del algodon, dan fruto; los arbolillos que dellos nacen, llegan ? ser tan altos, los mayores, como un buen estado, puesto que desde m?s chicos comienzan ? darlo. Acord? luego D. Bartolom? ir ? Xaragu?, lo uno, por ver lo que Behechio, rey de aquel reino, le avisaba, y como habia cumplido su palabra; lo otro, por ir ? comer ? aquella tierra que no estaba trabajada, como tenian los cristianos la Vega y sus comarcas, puesto que les daba Dios siempre el pago, en los descontentos que siempre tenian por la falta de vestidos y de las cosas de Castilla, por las cuales siempre suspiraban y vivian todos, ? todos los m?s, como desesperados. Llegado al pueblo ? ciudad del rey Behechio, D. Bartolom?, s?lenle ? recibir el Rey y Anacaona, su hermana, y 32 se?ores muy principales, que para cuando viniese habian sido convocados, cada uno de los cuales habia mandado traer muchas cargas de algodon en pelo y hilado, con su presente de muchas hutias, que eran los conejos desta isla, y mucho pescado, todo asado; lo cual todo, cada uno le present?, de que se hinchi?, de algodon digo, una grande casa. Di?les ? todos los se?ores muchas gracias, y al rey Behechio y ? la se?ora su hermana, muchas m?s y m?s grandes, mostrando se?ales de grande agradecimiento, como era razon d?rselas; ofreci?ronse ? traerle tanto pan ca?ab? que hinchiese otra casa y casas. Envia luego mensajeros ? la Isabela, que, acabada la una de las dos carabelas, viniese luego ? aquel puerto de Xaragu?, que es una grande ensenada ? entrada que hace la mar, partiendo esta isla en dos partes; la una, como arriba se dijo cap. 50, hace el cabo de Sant Nicol?s, que tiene m?s de 30 leguas, y la otra tenia m?s de 60, que hace el Cabo que ahora se llama del Tiburon, y que llamaban de Sant Rafael cuando vino del descubrimiento de Cuba el Almirante. El rincon desta particion ? abertura que la mar por all? hace, distaba de la poblacion y casa real de Behechio, dos leguas, no m?s largo; all? mand? venir la carabela, y que la tornarian llena de ca?ab?. Desto recibieron los espa?oles, que en la Isabela estaban, grande alegr?a, por el socorro que para su hambre esperaban; di?ronse priesa, vinieron al puerto de Xaragu?, donde los deseaban. Sabido por la se?ora reina Anacaona persuade al Rey, su hermano, que vayan ? ver la canoa de los cristianos, de quien tantas cosas se les contaban. Tenia un lugarejo en medio del camino, Anacaona, donde quisieron dormir aquella noche; all? tenia esta se?ora una casa llena de mil cosas de algodon, de sillas y muchas vasijas y cosas de servicio de casa, hecha de madera, maravillosamente labradas, y era este lugar y casa, como su rec?mara. Present? esta se?ora ? D. Bartolom? muchas sillas, las m?s hermosas, que eran todas negras y bru?idas como si fueran de azabache; de todas las otras cosas para servicio de mesa, y naguas de algodon blanco ? maravilla, cuantas quiso llevar y que m?s le agradaban. Di?le cuatro ovillos de algodon hilado que ap?nas un hombre podia uno levantar; cierto, si oro tuviera y perlas, bien se creia ent?nces que lo diera con tanta liberalidad, segun todos los indios desta isla eran de su innata condicion dadivosos y liberales. V?nse ? la playa ? ribera de la mar, manda D. Bartolom? venir la barca de la carabela ? tierra; tenian al Rey ? la Reina, su hermana, sendas canoas, muy grandes y muy pintadas y aparejadas, pero la se?ora, como era tan palanciana, no quiso ir en la canoa, sino con D. Bartolom? en la barca. Llegando cerca de la carabela sueltan ciertas lombardas; turb?ronse los Reyes y sus muchos criados y privados en tanto grado, que les pareci? que el cielo se venia abajo, y a?na se echaran todos al agua, pero como vieron ? D. Bartolom? reirse, algo se asosegaron. Llegados, como dicen los marineros, al bordo, que es junto ? la carabela, comienzan ? ta?er un tamborino y la flauta, y otros instrumentos que all? llevaban, y era maravilla como se alegraban; miran la popa, miran la proa, suben arriba, descienden abajo, est?n, como at?nitos, espantados. Manda D. Bartolom? alzar las anclas, desplegar las velas, dar la vuelta por la mar: aqu? creo yo que no les qued? nada de sangre, temiendo no se los llevasen; pero desque dieron la vuelta h?cia casa, quedaron sin temor y demasiadamente admirados, que sin remos, la carabela, tan grande, parecia que volase, y, sobre todo, que con un viento s?lo fuese ? una parte, y ? otra contraria tornase. Torn?ronse ? Xaragu?; vinieron infinitos indios de todo el reino del pan ca?ab? cargados. Hinchen la carabela del pan y del algodon y de las otras cosas que el Rey ? la Reina y los otros se?ores habian dado; parti?se la carabela para hacer ? la Isabela su viaje, y D. Bartolom?, con su gente, tambien acord? irse para all? con su compa??a por tierra; dej? alegres al Rey ? ? la Reina, y, ? todos los se?ores y gentes suyas, muy contentos.
Entretanto que D. Bartolom? Colon estaba en el reino de Xaragu? con el Behechio y hacia lo que en el precedente cap?tulo se dijo, Francisco Roldan, ? quien, como arriba en el cap?tulo 111 dijimos, dej? el Almirante por Alcalde mayor en la Isabela, y, como tambien dije, de toda la isla, por descontentos que tuvo del Gobernador, D. Bartolom? Colon, ? por no sufrir las reglas y estrechura de los bastimentos de la Isabela, y querer vivir m?s ? lo largo andando por la isla , ? porque era bullicioso y pretendia subir ? m?s de lo que era, imaginando que el Almirante nunca volveria, porque hacia ya quince meses que era partido desta isla, y que era se?al que los Reyes no lo dejarian volver ac?, segun, por ventura, debiera Juan Aguado haber dicho y as? se decia, acord? quitar la obediencia al dicho D. Bartolom? y levantarse contra ?l con hasta 70 hombres, los m?s sanos, gente comun, y algunos principales que ?l pudo atraer ? s?, que pretendian lo mismo que ?l, de los cuales yo cognosc? los m?s, ? cuasi todos. Este Francisco Roldan fu?, como dije, criado del Almirante y gan? su sueldo, y debia ser su oficio, ? lo que entend?, como hombre que tenia cargo de andar sobre los trabajadores y oficiales para los hacer trabajar, salvo que, como fuese hombre entendido y h?bil, cognosciendo el Almirante que era para tener cargos, y, por honrarlo y hacer en ?l, h?zolo primero Alcalde ordinario de la Isabela, y despues Mayor de toda la isla, y ?l quiso, por agradecimiento, levant?ndose le dar el pago. La ocasion que para se desvergonzar tomar quiso, fu? en dos maneras, para indignar ? allegar y atraer ? s? ? los indios y ? los cristianos contra el Adelantado y el Almirante. Para ganar los cristianos, fu? esta su c?lida industria: la carabela que habia traido el algodon y pan, y otras cosas de la provincia de Xaragu?, mand?la luego varar ? sacar en tierra fuera del agua, D. Diego Colon, porque, como la gente estaba siempre demasiadamente descontenta, tem?ase que no la tomasen y se fuesen muchos sin licencia y ? pesar del D. Bartolom?, y de don Diego, y del Almirante tambien, con ella ? Castilla; Francisco Roldan comienza ? murmurar con la gente trabajadora y marineros, y la demas gente baja y que m?s descontenta estaba, porque la carabela no estaba en el agua, y que ser?a bien enviarla ? Castilla con cartas ? los Reyes, pues el Almirante no venia, para hacerles saber sus hambres y necesidades y los proveyesen, y que sino se hacia, que todos habian en esta isla de perecer, ? de hambre, ? que los indios los habian de consumir, ? que D. Diego ni D. Bartolom? no la querian enviar por alzarse con la isla y tenerlos ? todos ellos por esclavos, sirvi?ndose dellos en hacer sus casas y fortalezas, y acompa?arse y coger los tributos de los indios y hacerse ricos del oro de la tierra, y, finalmente, para s?lo su provecho ? particular interese. Viendo la gente que el Alcalde mayor y quien lo mandaba todo, y ? quien por la vara del Rey, como Justicia mayor, todos obedecian, que estaba de la opinion dellos, comienzan despues con mayor desenvuelta osad?a y m?nos temor, lo que en s? secretamente gru?ian y no osaban, sino por los rincones, boquear, p?blicamente y sin miedo ninguno ? decirlo. Vista la gente ya de su bando, persuadi?les que le diesen las firmas para que se pudiese dar ? entender como era sentencia de todos, que convenia al bien y salud comun de los cristianos que la carabela se echase al agua, aunque pesase al D. Diego y ? quien m?s se lo quisiese estorbar; y todo esto, que este trabajaba ? porfiaba de echar la carabela al agua, no era porque se echase al agua ni fuese ? Castilla, porque ? ?l no le convenia que supiesen los Reyes su alzamiento y desobediencia ? su Justicia mayor, que era D. Bartolom? y D. Diego, que al presente la Isabela gobernaba, sino por indignar y mover ? la gente contra el Almirante y los que gobernaban, y que ?l tuviese gente y fuerzas para levantarse, y en su tiran?a conservarse; hay desto muchos argumentos claros, como parecer? abajo. La otra ocasion ? t?tulo que tom? para atraer ? s?, juntamente, indios y cristianos, fu?, que decia ? los cristianos que para que los indios sirviesen mejor ? los cristianos, estando en paz con ellos, era cosa necesaria que se le quitasen los tributos que les habia impuesto el Almirante, y esto muchas veces lo decia ?l ? D. Bartolom? Colon platicando; y, ciertamente, si ?l lo dijera con celo de virtud y de piedad para con los indios, decia gran verdad, porque los indios y los Reyes y se?ores suyos, vivian con los tributos que se les pedian cada tres meses, desesperados; y ?un fuera, sin comparacion, grande utilidad para los cristianos, porque ni murieran de hambre ni padecieran de necesidad alguna en sus enfermedades, ni anduvieran en guerras por sierras y valles ? cazar y matar indios, ni dellos algunos, los indios, como mataron, mataran, ?ntes los sirvieran de rodillas y adoraran, pero no lo decia el pecador sino por robar m?s ? los indios y m?s se?orearlos, y que ? esto no le fuese Dios ni el Rey ni sus Ministros ? la mano. Finalmente, D. Diego mand? al dicho Francisco Roldan que fuese con cierta gente ? la Concepcion, por que se sonaba y temia que los indios y gente de Guarionex andaba mal segura y alborotada, como no podian sufrir los tributos; el cual se fu? al pueblo del cacique Marque, donde tuvo lugar Roldan de concluir ? publicar su traicion, de donde se vinieron muchos, que no quisieron consentir en ella, ? la fortaleza de la Concepcion, ? los cuales trat? mal y tom? todas las armas. De aqu? del pueblo Marque, torn? ? la Isabela, y v?se ? la Alh?ndiga del Rey, donde estaban los bastimentos y la municion de las armas, y, tomada la llave por fuerza ? quien la tenia, que era un criado de D. Diego Colon , toma todas las armas que le pareci? haber menester para s? ? para sus compa?eros tiranos; y de los bastimentos, que con la guarda y regla y estrechura, porque as? convenia, se guardaban y daban, y de todas cuantas cosas all? habia, sin medida repartia, y para s? tomaba. Sale D. Diego ? le ir ? la mano con ciertos hombres honrados ? afearle tan grande insolencia y alboroto, al m?nos, de palabra; vino tras ?l, y el D. Diego se retrujo con ellos ? una casa fuerte, y mi?ntra en la Isabela estuvo Francisco Roldan y habia de hablar D. Diego con ?l, habia de ser con seguro que primero Roldan le daba. De all? fueron al hato de las vacas del Rey y mataron lo que dellas quisieron; que matar una en aquel tiempo era por gran da?o estimado, porque las tenian para criar. Van tambien al hato de las yeguas, que eran tambien del Rey, y tomaron las yeguas ? potros ? caballos que ? todos plugo tomar. Esto hecho, v?nse por los pueblos de los indios, y ? los se?ores y Caciques dellos, publ?canles que el Almirante y sus hermanos les han cargado de tributos, y que Francisco Roldan y ellos han re?ido con el D. Bartolom? Colon y D. Diego porque no se los quitaban, y que han acordado ellos de se los quitar y que no curen dende adelante darlos, que ellos se los defender?n del Almirante y sus hermanos, y para ello, si fuere menester, los matar?n. Desde all?, diciendo <
De la Isabela vino Francisco Roldan y su compa??a ? la Vega, al pueblo de un se?or Cacique, que se llamaba Marque , el cual pueblo estaba dos leguas de la fortaleza de la Concepcion, para buscar tiempo y sazon para tomarla; la cual tomada, pensaba mejor se?orearse de toda esta isla y haber al Bartolom? Colon ? las manos, al cual temia ?l m?s que ? otro, porque era hombre muy esforzado y de mucho valor, y por esto era p?blico que lo andaba por matar. Vino Francisco Roldan con 60 ? 70 hombres, muy armados en forma de guerra, al pueblo del gran se?or y rey Guarionex , el cual pueblo distaba de la fortaleza de la Concepcion obra de dos tiros de ballesta, donde estaba un capitan, Garc?a de Barrantes, que yo bien cognosc?, ? tenia 30 hombres ? cargo , y dijo all? ? algunos que se pasasen ? ?l. El capitan Barrantes meti? dentro en una casa, por importunidad, ? por fuerza, ? por grado, ? los 30 hombres, requiriendo al Francisco Roldan que se fuese con Dios, que ellos estaban en servicio del Rey, y ?l andaba como le placia; y respondi?le Roldan, que juraba ? Dios que lo habia de quemar ? ?l y ? todos los 30 que all? tenia dentro en la casa, y tom?le todas las cosas que tenia de comer, por fuerza. Fu? ? la fortaleza de la Concepcion, y quisiera entrar en ella; el Alcaide, que era Miguel Ballester, le cerr? las puertas y no le quiso admitir, vi?ndole venir con tanta gente y tan armada. En estos dias lleg? Bartolom? Colon ? la fortaleza de la Magdalena, y all? supo la alteracion de Francisco Roldan, y ? un Diego de Escobar que all? estaba, y creo que era Alcaide ent?nces della, el cual se habia desmesurado en palabras contra ?l , mand?le prender, y despues di?le la fortaleza por c?rcel, aquel dia, y mand?le que otro dia se fuese tras ?l ? la Isabela; el cual no cur? de su mandado, sino envi? un hombre de caballo, y debia ser ? llamar ? un Pedro de Valdivieso, el cual top? en el camino, y ambos se fueron al pueblo del Cacique Marque ? juntar con el Francisco Roldan, y desde ? pocos dias, vino un hidalgo que se llamaba Adrian de Muxica, con cierta gente, ? la Magdalena, y toma al Diego de Escobar y v?nse ? juntar, en el dicho pueblo, con el dicho Francisco Roldan. De donde parece, que habia concierto entre todos ellos, dias habia ya tratado, de alzarse. Este Pedro de Valdivieso y el Adriano y Diego de Escobar eran de los principales hombres desta isla, los cuales yo cognosc? bien cognoscidos, y despues dir? cosas dellos. Ido D. Bartolom? ? la Isabela, como hall? robada el Alh?ndiga del Rey, ? ? su hermano desobedecido y maltratado, y supo los que seguian ? Roldan, y que cada dia sentia que crecian en n?mero, no osaba salir de la Isabela, temiendo que todos debian ser en la rebelion. Escribi? ? D. Bartolom? el Alcaide Ballester, de la Concepcion, que se guardase, porque, cierto, creia que lo habian de trabajar de matar, y que, si pudiese, lo m?s presto se viniese ? su fortaleza de la Concepcion. H?zolo as?, ? ? mucha priesa v?nose y meti?se en la fortaleza, que dista de la Isabela, como dije arriba, 15, ? pocas m?s leguas. Desque lo supo Roldan, v?nose al Guaricano, que as? se llamaba el asiento donde se puso primero y estaba ent?nces la villa de los cristianos, que llamaron especialmente la Vega, puesto que todo esto era en la Vega, y era pueblo aquello del rey Guarionex; distaba de la Concepcion ? fortaleza, media legua de muy llana tierra, que es alegr?a verlo, y parec?ase lo uno de lo otro. Sabido por D. Bartolom?, envi? ? un caballero que se llamaba Malaaver, que yo cognosc? muy bien, al Francisco Roldan, que le hablase y de su parte le dijese que ?por qu? causaba tan grande da?o y esc?ndalo y confusion en toda la isla? que mirase cuanto deservicio se hacia ? los Reyes haciendo cesar los tributos, y cuan mal contado le seria de todos los que lo supiesen, y el da?o que hacia ? todos los cristianos, porque los indios se ensoberbecerian y cobrarian ?nimos mayores para les hacer guerra, y otras cosas ? ?ste prop?sito, que le podian mover ? cesar de su sedicioso prop?sito. Finalmente, le persuadi? ? que fuese ? hablar ? la fortaleza con D. Bartolom?, y di?le para ello seguro, de lo cual llevaba el dicho Malaaver comision. Vino ? la fortaleza con su gente bien armado, y habl? con D. Bartolom?, debia ser por las ventanas, D. Bartolom?, parado. D?jole, que ?por qu? juntaba con tanto esc?ndalo aquella gente y inquietaba la isla? respondi? Roldan, que no la juntaba para de servicio de los Reyes, sino para se defender del que le habian dicho que les queria cortar las cabezas; responde que no le habian dicho verdad; a?adi? Francisco Roldan, que ?l y sus compa?eros estaban en servicio del Rey, por eso, que le dijese donde mandaba que fuesen ? servir al Rey. Dice D. Bartolom?, que se vayan y est?n en los pueblos del Cacique que tenia por nombre Diego Colon; responde Roldan, que no queria ir all?, porque no habia que comer; mand?le y prohibi?le que no fuese mas Alcalde ni se llamase Alcalde, y que lo privaba del tal oficio, pues andaba contra el servicio del Rey. De aqu? se fu? mofando y m?s soberbio que vino, porque no pretendia sino proseguir su rebelion con los demas, y ser libres para que sus vicios y ambicion alcanzasen impunidad, ? colora su alzamiento con alegar y sembrar, mentirosamente, que D. Bartolom? lo queria matar, estando 70 ? 80 leguas de all?, en Xaragu?, como ha parecido, cuando ellos se alzaron. Tomando tambien por t?tulo y causa de su traicion, que porque no se echaba la carabela al agua, y que ? los indios no se quitaban los tributos de que estaban muy cargados, como si se compadecieran m?s dellos que quien se los habia impuesto, pues ellos los robaban, y despues mucho m?s los robaron y hicieron incomparables da?os y agravios, cuando el rey Manicaotex , le daba otra tal medida, y mayor que aquella, al dicho Francisco Roldan, porque, como era Alcalde y con vara, y todos temblaban d?l, no osaba hacer otra cosa. Desto hobo muchos testigos de oidas, que lo habian sabido de indios, y vi?ronse muchas conjeturas y argumentos dello; y una era, que tenia un hijo y un sobrino consigo del dicho rey Manicaotex, como en rehenes de su tributo, y otra, que buscaba todas las joyuelas y cositas que podia haber de Castilla, el Francisco Roldan, para darle al dicho Cacique, y llam?balo su hermano. Cosa pareci? muy pensada y platicada de prop?sito, de muchos dias ?ntes y de algunas personas principales, con el Francisco Roldan, este motin ? alzamiento, creyendo que el Almirante nunca ? esta isla volviera, segun lo que Juan Aguado habia dicho; y para m? tengo creido, que di? el Juan Aguado harta ocasion para ello, de donde procedi? ? toda esta tierra y gentes della tan grande da?o y peligro. Luego que el Almirante de la Isabela parti?, procur? Francisco Roldan hacer gran cantidad de herraje para los caballos, clavos y herraduras, lo que nunca ?ntes habia hecho, ni era ent?nces tan necesario como de ?ntes lo fu?, segun parecia, y as? lo juraron los testigos, en cierta probanza que, sobre esto de muchas y muy honradas personas que yo cognosc?, que fueron testigos, se hizo, la cual yo tuve muchos dias conmigo, y della saqu? todo ? lo m?s que desta rebelion y alzamiento de Francisco Roldan y sus secuaces aqu? digo. Visto D. Bartolom? en cuanto peligro estaba, por aficionar m?s ? s? ? los espa?oles mand?les que daria ? cada uno un esclavo ? tantos esclavos; de aqu? tomaron los que seguian ? Francisco Roldan atrevimiento ? m?s robar y oprimir ? los tristes indios. Lo mismo hacian los que seguian al D. Bartolom?, y no osaba irles ? la mano porque no lo dejasen y se alzasen con Francisco Roldan.
Cada dia se le allegaba m?s gente ? Francisco Roldan y m?s se engrosaba su partido, como su vida y la de los que con ?l andaban era tan ancha, gozando de todos los vicios que querian y, sobre todo, libertad y se?or?o, porque temblaban dellos los indios, por lo cual los adoraban y servian, y, con esto, ?l m?s soberbio y obstinado se hacia; y con esta pujanza, segun dijeron muchas veces muchos de su compa??a, de terminaba de poner cerco ? D. Bartolom? Colon, que estaba en la fortaleza de la Concepcion susodicha; y hombre de los suyos, que se llamaba Gonzalo Gomez Collado, tom? juramento ? otro que habia nombre Gonzalo de la Rambla, y este fu? de los que no quisieron seguir ? Roldan, que dijese ? don Bartolom?, y sino pudiese ? D. Bartolom?, ? D. Diego de Salamanca, que le avisase que mirase por s?, ? que por ninguna manera saliese de la fortaleza, y en ella de qui?n se fiaba, por que supiese de cierto, que, de cualquiera manera que hacerlo pudiesen, lo habian de matar. Estando en este estado estas cosas, y D. Bartolom? en medio destos peligros y de sus angustias, cada dia esperando cuando habia de llegar Francisco Roldan ? cercarlo, como Dios en esta vida no da todos los trabajos juntos, sino siempre, cognosciendo nuestra flaqueza, con alguna interpolacion, quiso dar algun resuello ? D. Bartolom? y ? los que con ?l perseveraban, y as?, orden? que llegaron dos carabelas con bastimentos llenas, y con 90 hombres de trabajo, de Castilla, que el Almirante, con el ?nsia que tenia de enviar provision ? los que ac? estaban, creyendo que al m?nos entre s? vivian en paz, inviaba; el Capitan de las cuales fu? un caballero que se llam? Pero Hernandez Coronel, Alguacil mayor desta isla, que habia llevado consigo el Almirante, del cual, en el cap. 82, se hizo mencion. As? como el D. Bartolom? supo la venida de las carabelas, fu? grande el consuelo que recibi? ?l y los que con ?l estaban, y determin? de partirse para Sancto Domingo ? poner recaudo en ellas y en lo que en ellas venia, y para saber nuevas del Almirante y recibir las cartas del Rey ? lo que m?s convenia; s?polo tambien Francisco Roldan, y junt? la gente toda de sus alzados y rebeldes, que le seguian, y acuerda de ir tambien ? Sancto Domingo para saber qu? nuevas venian del Almirante y de Castilla, y qu? gente de nuevo, y as? proveer lo que le cumplia. Det?vose cinco ? seis leguas de la villa, porque no os? llegar all?, temiendo que contra D. Bartolom? no prevalesceria, por la gente que all? habia y la que en las carabelas venia. Rescibidas las cartas del Almirante, y visto el favor que los Reyes le habian dado, y mercedes de nuevo ? ?l hechas, que abajo diremos, y entre ellas fu? una, que instituian al dicho don Bartolom? por Adelantado de todas estas Indias, y como ? mucha priesa el Almirante entendia en se despachar con otros seis nav?os; rescibi? el Adelantado, D. Bartolom?, ya constituido Adelantado, grand?simo favor y alegr?a, y los que le seguian, como si resucitaran de muerte ? vida; y, porque el Almirante hallase la tierra sin los alborotos, confusion y da?os en que estaba, como ya le esperase cada dia, y venido pudiese descansar de sus tan prolijos trabajos algo, con alegr?a, envi? al dicho Capitan de las dichas carabelas y Alguacil mayor desta isla, Pero Hernandez Coronel, porque era hombre prudente y de auctoridad, y con ?l algunos otros que lo acompa?asen, ? que hablase ? Francisco Roldan y ? los demas que le seguian, sobre que se redujesen ? la obediencia y so la gobernacion del dicho D. Bartolom?, que ya le podemos llamar el Adelantado, y para ello les diese seguro y prometiese perdon de la desobediencia y esc?ndalos y da?os pasados, y los que sustentaban de presente. Llegado ? ellos, queri?ndoles hablar, dijeron los principales, temiendo que la gente comun no se persuadiese oy?ndolo, que se apartase y no hablase sino con quien habia de hablar, y se prob? que habian dicho, <
Tornando ? la prosecucion de la guerra, oida por el Adelantado la intencion del rey Mayobanex, mand? quemar y destruir cuanto hallasen; quemaron los pueblos que all? ? por los alrededores habia. Fueron adelante; torn? el Adelantado ? embiar mensajeros ? Mayobanex, diciendo que le enviase algunas personas de sus mas privados, para tratar de paz, porque no queria destruirle su gente y su tierra. Envi?le un principal y otros dos que le acompa?asen, al cual el Adelantado habl? largo, dici?ndole que dijese ? su se?or Mayobanex que ?por qu? queria, por Guarionex, perder ? s? ? ? su gente y ? su reino, que era locura? no le pedia otra cosa, sino que le entregase ? Guarionex, que habia incurrido en muchas penas, porque no pagaba los tributos que debia ? los reyes de Castilla, impuestos por el Almirante, su hermano, y, dem?s desto, hab?ase huido y escondido, y que si se lo entregase siempre serian amigos, y que si n? que supiese de cierto que lo habia de destruir. Gentil t?tulo alegaba el Adelantado, y grandes culpas habia Guarionex cometido contra los reyes de Castilla; no haberles pagado los tributos que el Almirante le habia impuesto, con violencia y tir?nicamente, y huirse y esconderse por no poder sufrir tan execrables injusticias, teniendo siempre justa guerra Guarionex contra ?l y contra los que con ?l andaban, y contra los reyes de Castilla, si, con su autoridad ? ratihabicion el Almirante se los imponia. Pero yo tengo por cierto, que si los Reyes advirtieran en ello y supieran con cuanto derramamiento de sangre humana, y esc?ndalo de la fe y escarnio de la natural justicia, y cuan contra razon de hombres se les impusieron, que ni los consintieran, ni quisieran, ni de la aprobacion dellos ratihabicion tuvieran. As? que, oidas las palabras del mensajero, llam? Mayobanex ? su gente; d?les parte de la mensajer?a y sentencia del Adelantado y de los cristianos, todos ? una voz dicen que les entregue ? Guarionex, pues por ?l los cristianos los persiguen y destruyen. Respondi? Mayobanex, que no era razon entregarlo ? sus enemigos, pues era bueno y ? ninguno jam?s hizo da?o, y allende desto, ?l lo tenia y habia sido siempre su amigo, y le era en mucho cargo, porque ? ?l y ? la Reina, su mujer, habia ense?ado el areyto de la Magua, que es ? bailar los bailes de la Vega, que era el reino de Guarionex, que no se tenia ni estimaba en poco, mayormente habi?ndose venido ? socorrer d?l y de su reino, y ?l haberle prometido defenderlo y guardarlo, y por tanto, que por ningun riesgo ni da?o que le viniese, no lo habia de desmamparar. Llam? luego ? Guarionex y comienzan ambos ? llorar; consu?lalo Mayobanex y esfu?rzalo ? no temer ? los cristianos, porque ?l lo defender? aunque sepa perder su Estado con la vida. Mand? poner sus esp?as y gente aparejada en todos los caminos por donde los cristianos podian venir, ? cualesquiera mensajeros cristianos ? indios, no dejasen alguno con la vida. Envi? luego el Adelantado dos mensajeros indios, uno de los captivos que habian tomado en la guerra, natural ciguayo, vasallo de Mayobanex, y otro cognoscido suyo de los de la Vega, y s?bdito de Guarionex, y el Adelantado adel?ntase, algo tras ellos, con 10 hombres de pi? y cuatro de caballo; desde ? poco rato halla los dos mensajeros muertos en el camino. Rescibi? dello el Adelantado grande enojo y aceleracion de ira contra Mayobanex y determina de lo destruir; allega toda la gente, y v? al puelo principal de Mayobanex, donde estaba con mucha gente para pelear, segun sus pocas ? ningunas armas, y en cueros vivos, con buen denuedo dispuesto. Llega el furor de los cristianos cerca, desmampara toda la gente ? su propio Rey, como los que sabian por esperiencia que contra las ballestas y espadas, y m?nos contra los caballos, no podian prevalecer, sino todos perecer; de que se vido s?lo Mayobanex con los pocos que le quedaron, que eran sus deudos y m?s allegados, acuerda tambien en las monta?as se valer. Indignada la gente de los ciguayos contra Guarionex, por ser causa de sus corrimientos y miserias, determinan de lo matar ? entregarlo ? los cristianos, porque cesen sus tribulaciones; pero Guarionex tuvo modo s?lo de escaparse, meti?ndose entre pe?as comiendo hierbas crudas ? unas ra?ces que se llaman guayaros, llorando su infelicidad y que tan sin causa ni razon padecia. En estas entremedias, los cristianos de deleites no curaban, quisieran mucho tener s?lo ca?ab? en abundancia, padecian mucha hambre y andaban muy trabajados, porque, aunque ellos persiguen y fatigan los indios en aquellas estaciones andando, Dios, que es juez justo, con sus mismas obras dellos los azota y atribula, puesto que les parezca que andan de los m?seros desnudos triunfando. Padecen grand?simas necesidades de sed y hambre por los montes y sierras , padecen increibles trabajos, los cuales, cierto, son tales y tan duros y tan intolerables, que con ningun encarecimiento podr?n ser significados; y, si como los pasan, por haber dineros y buscar con dineros el temporal descanso, y al cabo por llevar el camino del infierno, desembarazado, los padeciesen por conseguir el fin por el cual les fu? l?cito, y no para otro, entrar en estas partes, que no es otro sino traer ? Cristo estas gentes, verdaderamente iguales se harian de verdaderos m?rtires. As? que, como anduviesen ya estos, que en esta caza y muertes de hombres andaban, cansados, hambrientos, y por tres meses muy fatigados, importunaban al Adelantado, que pues los indios iban ya desbaratados, que les diese licencia para irse ? la Vega los que all? moraban, ? descansar algun poco ? sus casas; di?les licencia, y qued?se con 30 hombres, con los cuales andaba de pueblo en pueblo y de monte en monte buscando ? ambos ? dos se?ores, Mayobanex y Guarionex, y, entretanto que no los hallaban, matando y captivando todas las gentes que encontraban. El Adelantado traia indios hartos que le llevaban sus cargas y buscaban de comer, cazando de las hutias, que dijimos que eran los conejos desta isla, y los demas cristianos tambien traian los indios que podian, donde quiera que llegaban, por fuerza ? por grado haber, y si hallaban un perro de los de Castilla, inviaban ? cazar mi?ntras ellos andaban hombres cazando; y acaso, ciertos destos cazadores topan con dos esp?as, y, sino eran esp?as, dos hombres que enviaba Mayobanex por pan y comida ? algun lugar de sus vasallos, y estos tom?ronlos. Tr?enlos al Adelantado, amen?zalos con tormentos, y quiz? d?selos, lo que ha sido siempre en estas partes muy usado, porque los indios comunmente son tan obedientes ? sus se?ores, y gu?rdanles tanto secreto de lo que les mandan, mayormente que no descubran donde est?n, que padecen y sufren grandes tormentos, ?ntes que confiesen algo de lo que les mandan callar, y muchos consienten que por ello los hagan pedazos; finalmente, ? poder de tormentos ? de amenazas, confiesan que saben donde su se?or Mayobanex est?. Ofr?cense ? ir ? traerlo preso 12 cristianos; desn?danse en cueros, y ?ntanse con tinta ? tizne negra, y parte de colorado, que es una fruta de ?rboles que bixa se llama, como arriba se ha tocado, de la manera que andan los indios cuando se ocupan en guerras y ahuyentados. Tomaron sus gu?as con buen recaudo, llegaron ? donde Mayobanex, con sola su mujer ? hijos y poca familia, estaba bien descuidado; echan mano ? sus espadas que llevaban envueltas en unas hojas de palmas que llamaban yaguas, que llevaban en los hombros como que llevasen ? cuestas cargas, segun los indios las llevaban. Mayobanex, espantado, d?jase prender por no verse ? s? mismo ? ? su mujer y hijos hacerse pedazos; ll?vanlos todos al Adelantado atraillados Rey ? Reina ? Infantes; hu?lgase de la presa m?s que puede ser relatado. Vi?nense ? la Concepcion con ellos, y echan en grillos y cadenas al Rey ? se?or que por dar socorro ? defensa y favor , ? otro Rey su vecino en suprema miseria y calamidad puesto, inhumanamente contra toda razon y justicia, por lo que habia de ser loado de moros y jud?os, y gentiles y de b?rbaros, y mucho m?s de los cristianos, era tan mal tractado, de su reino y se?or?o y libertad, con impiedad cruel, despojado. Andaba en estos corrimientos, trabajos, y persecucion, con Mayobanex y con su mujer ? hijos, una su prima, ? hermana, que la habia dado por mujer ? otro se?or, su vecino, de cierta parte de aquella provincia de los ciguayos; d?jose que era la m?s hermosa mujer de cuantas en esta isla se habian visto, aunque en ella hobo muchas de hermosura se?alada; esta fu? presa cuando Mayobanex y su casa, su marido della vivia por los montes, llorando y gimiendo noches y dias, que ningun remedio de su angustia ni consuelo en cosa ninguna hallaba. Determina de irse ? la Vega y ponerse en las manos del Adelantado, rog?ndole y suplic?ndole, con l?grimas y trist?simo semblante, que le diese su mujer, y que ?l y toda su gente y casa le servirian como esclavos. Di?le libremente su mujer y algunos principales, que le trajeron presos al Adelantado. Comenz? luego ? ser agradecido, y, de su propia voluntad, trae 4 ? 5.000 hombres, sin armas, sino solamente con sus coas, que son unos palos tostados que usan por azadas, y pide al Adelantado, que d?nde quiere que le haga una gran labranza de pan. Se?al?ndole el lugar, hinche de labranza un gran campo, que en quince ? veinte dias que pudo estar, le pudieron hacer tanta labranza de pan, que valiese ent?nces 30.000 castellanos. Sabido por la provincia de los ciguayos que se habia restituido la se?ora, mujer de aquel se?or, que en toda la tierra era tan nombrada y tan estimada, parecia ? todos los se?ores y principales de toda la tierra, que tambien alcanzarian libertad ? su Rey ? se?or Mayobanex. Acuerdan de venir gran n?mero dellos, y traen sus presentillos de pan, y hutias, y pescado, todo asado, porque no tenian otras riquezas, y porque nunca los indios jam?s vienen ? los cristianos, mayormente cuando han de pedir algo, vac?as las manos; llegados, ruegan, suplican, importunan que su se?or Mayobanex sea de las prisiones librado, y que siempre ser?n obedientes, y servir?n al Adelantado y ? los cristianos. Solt? el Adelantado ? la Reina y ? todos los presos de su casa, hijos y deudos y criados, pero, en que se soltase su Rey ? se?or de las prisiones, ninguna cosa los ruegos y l?grimas aprovecharon. Desde ? pocos dias, como el rey Guarionex entre las pe?as y cavernas de la tierra habitaba, y no pudiese sufrir m?s la triste vida que vivia, ni disimular, mayormente la hambre, sali? ? buscar de comer, donde no pudo sino mostrarse ? alguno. Como venian cada dia gentes de los ciguayos ? visitar al Rey, su se?or, Mayobanex ? la fortaleza de la Vega ? de la Concepcion, y traerle de comer, no falt? quien diese aviso al Adelantado que Guarionex estaba en tal parte. Envia cierta cuadrilla de espa?oles, y indios algunos, ? buscarle; no con mucha dificultad le hallan, y preso ? buen recaudo le traen. M?tenlo en la fortaleza de la Concepcion, apartado de Mayobanex, y ti?nenlo all?, de hierros, cadenas y grillos, y de grandes angustias, cargado, el que la mayor y mejor parte de toda esta grande isla se?oreaba, sin culpa, y sin razon y justicia, en los lugares y tierras de su jurisdiccion, sobre otras mil y diez mil vejaciones, agravios y da?os que desque los cristianos en esta isla entraron habia sufrido y pasado; y as?, en aquel arg?stulo y c?rcel estrech?sima y amarga vida, lo tuvieron tres a?os, hasta que el a?o de 502 lo enviaron ? Castilla en hierros, y fueron causa que en la mar pereciese, muriendo ahogado, segun que, placiendo ? Nuestro Se?or, en el libro siguiente ser? relatado. Del otro buen Rey ? piadoso Mayobanex no advert? en preguntar, cuando pudiera y tract?bamos de ambos, en qu? habia parado, creo que muri? en la c?rcel; habria dos a?os que habia su prision y miseria acaecido, cuando yo ? esta isla llegu?.
Estas cosas se hacian en tanto quel Almirante negociaba en Castilla su despacho para venirse, y fueron semilla de donde naci? su caida, como parecer?; y parece que Dios las permitia , por afligir al Almirante y ? sus hermanos, por la injusticia, injurias, da?os y crueldad que en las guerras con estas inocentes gentes habian cometido, y, despues dellas, en les imponer los tributos que no debian, y para obviar tambien, que, en lo porvenir, m?s no le ofendiesen, y la total consumacion dellas, que otros hicieron, ? ?l ni ? ellos no se imputase, usando de misericordia con ?l y con ellos. Porque, segun el ?nsia que tenia el Almirante de que hobiesen provecho los Reyes, para que los gastos que habian hecho recompensasen, y los que hacian no los sintiesen, , tengo por cierto, que, si no le fuera impedido con la gran adversidad que al cabo le vino, con hacer injusta y tir?nicamente destas gentes esclavos, y sacarlos y pagar con ellos la gente que ac? venia, y enviar dellos dineros ? los Reyes, ? al m?nos suplir los gastos que los Reyes hacian, ?l acabar? en muy poco tiempo de consumir toda la gente desta isla, porque tenia determinado de cargar los nav?os que viniesen de Castilla de esclavos, y enviarlos ? vender ? las islas de Canarias y de los Azores, y ? las de Cabo Verde, y ? donde quiera que bien se vendiesen; y sobre esta mercader?a fundaba principalmente los aprovechamientos para suplir los dichos gastos y excusar ? los Reyes de costa, como en principal granger?a. Y en este error y ceguedad caia por ignorancia, como arriba creo que he dicho, no excusable, haciendo quiz? cuenta que la gente destas tierras, por ser solamente infieles, eran de derecho m?s nuestras que las de Berber?a, como, ni ?un aquellas, si en paz con nosotros viviesen, tratarlas como ? estas, haci?ndoles guerra y captiv?ndolas, no chica sino grande ofensa de Dios, ciertamente, ser?a. Pero pues ignoraban tan escura y perniciosamente aquesta injusticia los que los Reyes por ojos y lumbre tenian, que el Almirante la ignorase, que no era letrado, cierto, no era gran maravilla, puesto que, pues ninguno experiment? primero la bondad, mansedumbre, y humildad, y simplicidad y virtud destas gentes, ni la public? ? los Reyes, ni al Papa, ni al mundo, sino ?l, juzgado s?lo por la razon natural y por s? mismo, segun las obras que al principio recibi? dellas, y las que ?l despues, primero que otro, les hizo, ?l mismo y ? s? mismo de gran culpa convencer?a; y verdaderamente, yo creo, segun que tambien arriba pienso que he dicho, que la intincion del Almirante, simplemente considerada, sin aplicarla ? la obra, sino supuesto su error ? ignorancia del derecho, que era rect?sima. Y cosa es de maravillar, y, si fuera otra materia que no requiriera lloro, de reir, que escribia ? su hermano sobrecargar los nav?os de esclavos, y, para con la parte que habia de caber ? los Reyes, decia estas palabras: <
Tornando, pues, al hilo de la historia, contado lo que en esta isla sucedi?, absente y en Castilla el Almirante, tornemos ? coser lo que se hizo en su despacho, con lo que arriba en el cap. 112 dejamos. Dijimos all? como para el despacho del Almirante le mandaron librar los Reyes seis cuentos, para ocho nav?os que habia pedido que pudiese traer llenos de bastimentos, y con 300 hombres y 30 mujeres, que acordaron los Reyes que siempre habitasen en esta isla y ganasen sueldo de los Reyes, ? 600 maraved?s cada mes, y 12 maraved?s cada dia para su comida, y cada mes tambien una hanega de trigo, como arriba se dijo; puesto que no trajo deste viaje todos 300, considerando que algunos de los que ac? estaban querrian por ent?nces quedar. Para todos los m?s de 300 traia mandado que los dejase irse ? Castilla, si irse quisiesen, pag?ndoles los sueldos del tiempo que ac? habian estado, y si quisiesen quedar m?s de los 300, se quedasen, pero que sueldo no ganasen, sino que trabajasen en la tierra de granjear y ayudarse de su industria y trabajo, pues la isla era tan f?rtil, y, de granger?as y muchos bienes y riquezas de oro y metales, capaz. Los cuatro cuentos, destos seis, eran para emplearlos en bastimentos, y los dos para pagar la gente , y lo que desto sobrase, para pagar ? los que ac? estaban que se hobiesen de ir ? Castilla. Librados estos cuentos, aunque no cobrados, llegaron los tres nav?os, que en el cap. 111 dijimos que hall? el Almirante en la bah?a de C?liz, para ac?, donde vino por piloto y Capitan Peralonso Ni?o, y en el cap. 113, que el Adelantado los habia hinchido de indios por esclavos; estos nav?os llegaron de vuelta en C?liz ? 29 de Octubre de aquel a?o de 1496 a?os. Escribi? luego, ? priesa, el dicho Peralonso Ni?o ? los Reyes y al Almirante, pidiendo albricias porque traia cantidad de oro, y debia llamar oro ? los muchos indios que traia por esclavos, como quien dijera, oro es lo que oro vale; hizo dos grandes faltas y liviandades, indiscretamente, como marinero, y no como hombre criado en la corte ? en palacio; el uno, que se fu? luego ? la villa de Moguer ? holgar ? su casa, guardando siempre consigo las cartas que traia del Adelantado, y no lleg? ? la corte hasta fin de Deciembre, que estaban los Reyes ya enhadados de esperarlas, y el Almirante como de una escarpia colgado, porque no sabian cosa de lo que ac? habia ? pasaba; el otro fu?, hacer grandes asonadas que traia cantidad de oro, y despues hall?se que no traia cuasi nada. No sirvi? su escribir pidiendo albricias sino de que, como el rey de Francia tom? aquellos dias una villa, creo que de Salses, del Condado, pienso, de Ruisellon, y tuvieron los Reyes necesidad de proveer gente de nuevo para fortalecer ? Perpi?an, y no tenian dineros para ello, dijeron los Reyes al Almirante, que, <
Los cat?licos Reyes, como muy agradecidos y virtuos?simos Pr?ncipes, cognosciendo el gran servicio que habian del Almirante recibido, y vistos y considerados sus grandes trabajos y el poco provecho que habia hasta ent?nces habido, hici?ronle nuevas mercedes en todo aquello que ?l les suplic?, y ?un otras que ?l no habia pedido, allende que le confirmaron de nuevo las viejas que le habian hecho, y todos sus privilegios al principio concedidos; y, lo primero, confirm?ronle todos los cap?tulos y mercedes del contrato que hizo con los Reyes, ?ntes que viniese ? descubrir, y todos los t?tulos y preeminencias que en Sancta F? le concedieron, y despues, desde ? pocos dias, se las ratificaron, entrados en la ciudad de Granada, y confirmaron en la ciudad de Barcelona, segun que en los cap?tulos 33 y 80 largamente pusimos; todo lo cual, agora de nuevo, en una Patente real referido y supuesto, los Reyes dicen as?:
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Por esta provision como ha parecido, confirmaron los Reyes los privilegios y mercedes y asiento que hicieron con ?l y al mismo Almirante; y as? son cinco veces las que, con la primera, cuando se hizo y celebr? el dicho asiento y capitulacion los Reyes las ratificaron y confirmaron; la una, en la villa de Sancta F?; la segunda, dentro en la ciudad de Granada; la tercera, en la ciudad de Barcelona; la cuarta, en la ciudad de B?rgos; la quinta, en la villa de Medina del Campo, sin otras muchas por c?dulas y cartas que le enviaban, certific?ndole que las mercedes hechas se le habian de guardar y con otras acrecent?rselas. La primera y segunda fueron en el a?o de 1492; la tercera en el a?o de 1493; la cuarta y la quinta en el de 1497, como est? visto en los cap?tulos precedentes. Hici?ronle merced los Reyes, de nuevo, sin las concedidas al tiempo de la capitulacion y primero asiento, de 50 leguas de tierra en esta isla Espa?ola, del leste al gueste, que quiere decir de Levante h?cia el Poniente; y de 25 del ?rtico al Ant?rtico, que es del Norte al Sur, ? Setentrion al Meridion ? Mediodia, con acrecentamiento de t?tulo, Duque ? Marqu?s y esto era grande y se?alada merced. Y fuera mayor, los tiempos andando, porque tuviera due?o aquella tierra, y pudiera crecer y ser poblada de espa?oles, y lo estuviera ya y fuera riqu?sima, y esto, supuesto que los indios se hobieran de acabar como se acabaron; cuanto m?s, que si fuera suya propia y no hobiera de acudir ? dar cuenta ? los Reyes, y ? darse prisa en suplir los gastos que hacian y darles provechos, que fu? causa, como arriba es dicho, de usar mal della, imponi?ndoles los tributos injustos ? intempestivos, ?l la curara mejor y temiera que los indios, sus naturales vecinos y pobladores, haci?ndoles guerra y captiv?ndolos por esclavos, perecieran y menoscabaran. Dije <
Este cap?tulo prosigue las mercedes que los Reyes le hicieron este a?o de 1497.
Hici?ronle los Reyes otra merced, que, porque habi?ndose ocupado el Almirante hasta aqu? en descubrir tierra por tierra y por mar, como el descubrimiento de Cuba y Jam?ica, y en esta isla Espa?ola, por tierra, las provincias della, y otras ocupaciones que tuvo en ella , y as?, no habia habido el Almirante sino poco provecho ? interese, y deseaban ayudarle y prosperarle, tuvieron por bien de le hacer merced, que, puesto que era obligado ? contribuir en los gastos que los Reyes hacian, por la capitulacion primera, en la ochava parte, pues habia de gozar la ochava parte de los provechos, que no pagase cosa alguna de los gastos hasta all? hechos, sino que solamente bastase lo que puso en el primer viaje cuando vino ? descubrir estas Indias, que puso, sobre un cuento que los Reyes pusieron, como se dijo arriba en el cap. 33, lo que m?s fu? menester, que pas? de medio cuento, para aparejar y despacharse con la nao y dos carabelas con que descubri? esta isla y las demas, con que de lo que hasta ent?nces habia venido ? los Reyes, no pidiese diezmo ni ochavo, que si pusiera el ochavo de los gastos, lo habia de haber de los provechos, y de lo que ?l se habia aprovechado hasta ent?nces le hacian tambien merced dello; asimismo le hicieron merced de que lo mismo fuese, que no pagase ochavo, de los gastos que en aqueste viaje que llevaba los ocho nav?os, con los dos que habia enviado adelante, como ya hemos dicho, hasta llegar ? esta isla. Item, le hicieron merced, que puesto que por la dicha primera capitulacion, de los provechos que se hobiesen se habian de sacar primero los gastos y costas, y despues habia de haber el Almirante el diezmo, y despues el ochavo, pero, por hacerle merced, quisieron que, por tres a?os, se sacase primero el ochavo, de los provechos de las cosas muebles, para ?l, sin costa alguna, y despues se sacasen las costas, y de lo restante se sacase el diezmo para el Almirante, pero pasados los tres a?os, quedase la ?rden dada en la dicha primera capitulacion; y con tanto que ningun derecho se le a?idiese ni quitase por esta merced, sino que la dicha capitulacion quedase en su fuerza y vigor, como, ?ntes que se hiciese, estaba; la C?dula destas mercedes fu? hecha en Medina del Campo ? 2 dias de Junio de 1497 a?os.
Hici?ronle tambien merced, que, porque en el primer cap?tulo de la dicha primera capitulacion se contenia, que le hacian y criaban su Almirante, en todas las islas y tierras firmes que por su mano ? industria se descubriesen ? ganasen en las mares Oc?anas, para durante su vida, y de sus sucesores perp?tuamente, con todas aquellas preeminencias ? prerogativas pertenecientes al tal oficio, ? segun que D. Alonso Enriquez, Almirante mayor de Castilla y los otros predecesores lo tenian en sus distritos, mand?ronle dar treslado autorizado de las mercedes y privilegios, honras, prerogativas, libertades, derechos ? salarios que tenia y tiene y goza el dicho Almirante de Castilla, porque le habian hecho merced que las tuviese ? gozase dellas en las Indias, como las gozaba el de Castilla en Castilla. Fu? hecha esta C?dula en B?rgos ? 23 de Abril de 1497 a?os, cuya substancia fu?, que mandaba ? Francisco de Soria, Lugarteniente del Almirante de Castilla, que residia en Sevilla, que, luego, sin dilacion, le diese un treslado autorizado, en manera que hiciese fe, de todos los privilegios ? cartas de merced ? confirmaciones que el Almirante de Castilla tenia, pertenecientes al dicho cargo y oficio de Almirante, por donde el Almirante de las Indias, ? otros por ?l, llevasen ? cogiesen los derechos ? otras cosas ? ?l pertenecientes con el dicho cargo; porque habia hecho merced al dicho D. Crist?bal Colon que hobiese ? gozase de las mercedes, ? honras, ? prerogativas, ? libertades, ? derechos, ? salarios, en el Almirantazgo de las Indias, que habia y tenia y gozaba el Almirante de Castilla, etc. Todo estaba y se contenia en la C?dula. Est? una cla?sula en el dicho privilegio rodado del Almirante de Castilla, entre otras, por la cual le hace merced el rey D. Juan, que, de todas las ganancias que en cualquiera flota ? armada que por mandado del Rey se hiciese, yendo la persona en ella del dicho Almirante, aunque la dicha flota, ? parte della se apartase por su mandado, ? sin su mandado, llevase y ganase la tercera parte, y las dos otras terceras partes fuesen del Rey. Por esta cl?usula tuvo por cierto el Almirante don Crist?bal Colon, que le pertenecia la tercia parte de las ganancias, no solamente de los muebles, pero tambien de las tierras de todas las Indias; y as? de la tercera parte de todas ellas, si esto fuera verdad, era Se?or. Pero ? esto se puede responder, que ?un si fueran algunas dehesas de ganados que hallara en la mar ? tierras despobladas, habia duda si por la dicha cl?usula de los privilegios del Almirante de Castilla le pertenecia la dicha tercia parte, porque, por la dicha cl?usula, no parece que se conceden al Almirante de Castilla sino los muebles que por la mar se ganaren, como suelen ser los despojos de los enemigos, y aquellas cosas que en las batallas navales los que vencen suelen haber ? adquirir; ?ntes, creo yo, tener m?nos duda que por los mismos privilegios concedidos al mesmo Almirante D. Crist?bal Colon, le perteneciera muy mejor la octava parte de las dichas dehesas, tierras, y ra?ces y ganados, y otras cosas, que sin due?os se hallaran por su persona en la mar, pero tener que le perteneciesen por cualquiera de los privilegios ? al Almirante de Castilla, ? al de las Indias, la tercia, ni ochava, ni d?cima parte destas tierras y gentes dellas, es error intolerable. La razon es clara: porque son ajenos y tienen due?os y se?ores propios naturales dellas, y cuanto al se?or?o particular de las cosas que cada persona privada tiene, y cuanto ? los bienes y cosas p?blicas y jurisdicciones de los pueblos y de los Reyes, que les competen de derecho natural, y de todas las gentes, y conviniera que se le pidiera al Almirante, que ?d?nde hall? tal derecho y qui?n se lo pudo haber concedido, por el cual, solamente por descubrir estos reinos y tierras, llenas de pac?ficas y mansas gentes, que tienen sus se?ores y Reyes libres, que ? ninguno j?mas, fuera de s?, por Rey ni se?or superior recognoscieron, se le trespasase luego todo el se?or?o particular y p?blico, y el ser y vidas, en ?l, de todos ellos? Todas las causas que algunos asignar, de lo contrario desto, quisieron, son fr?volas, vanas y de hombres sin razon y ?un sin Dios, como ya por la misericordia de Dios se va entendiendo, as? que, ni por la capitulacion de los Reyes que con el dicho Almirante D. Crist?bal Colon hicieron, ni por la que pertenece de los Reyes pasados al Almirante de Castilla, ni por los unos ni por otros privilegios, no compete al Almirante de las Indias, ni se le pudo dar por nadie, destas tierras ni reinos, ni de las gentes dellos, ni de otra cosa que sea ra?z y se halle en ellos, un s?lo pelo ni valor dello; lo que ? ?l pertenece y se le debe por descubrirlas, es tanto, ante Dios y ante el mundo, y se?aladamente ante los reyes de Castilla, que, salvo el premio que Dios le dar? en el cielo, como yo espero, j?mas en este mundo se le dar? ni podr? dar digna ? igual recompensa.
Fu? otra merced que Sus Altezas le hicieron esta: que ninguna cosa se hiciese ni proveyese en los reinos de Castilla, tocante ? la negociacion destas Indias, sin que asistiesen ? ella, con los oficiales de los Reyes, la persona ? personas que el Almirante para ello nombrase y deputase, y su poder para ello tuviesen, con que se hiciese saber ? Sus Altezas como tal ? tales personas eran deputadas y nombradas por el Almirante para ello; y esto pidi? y suplic? el Almirante, porque hobiese mejor recaudo en la hacienda que ? ?l pertenecia y habia de haber. Despach?se esta merced en Medina del Campo ? 30 de Mayo el mismo a?o de 1497.
Finalmente, le hicieron los Reyes otra merced, que instituyeron ? su hermano D. Bartolom? Colon, Adelantado de todas estas Indias islas y tierra firme, y la provision comienza:
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Fu? hecha en Medina del Campo ? 22 de Julio del dicho a?o 1497.
Estando el Almirante para se despachar de la corte, y los Reyes que lo deseaban ver partido, acaeci? que muri? el rey D. Juan de Portogal, y sucedi? en aquel reino el rey don Manuel, que era Duque de Verganza. Tractaron los Reyes de casar la princesa Do?a Isabel, que fu? reina de Portugal y princesa de Castilla, con el dicho rey D. Manuel, y, concluido, la Reina Cat?lica, su madre, la llev? en fin de Setiembre deste a?o de 97 ? Valencia de Alc?ntara, donde vino el rey de Portugal, y la recibi? sin fiestas ningunas. La razon fu?, porque yendo el Rey y la Reina juntos ? llevar la dicha se?ora Reina Princesa ? ?vila, por ver el monasterio de Sancto Tom?s de ?vila, de la ?rden de Sancto Domingo, y que habia hecho el Prior de Sancta Cruz, fraile de la mesma ?rden, Inquisidor mayor, y el primero que hobo en Espa?a, como obra insigne y se?alada y hecha de los bienes que se habian confiscado ? los herejes que se habian quemado, supieron los Reyes que el pr?ncipe D. Juan, que de Medina del Campo, de donde sali? la corte, se habia ido con la Princesa, madama Margarita, su mujer, ? Salamanca, se habia sentido enfermo; volvi?se luego el Rey, ? sola la Reina prosigi? el camino con la Princesa, como dije, para Valencia de Alc?ntara. Desde ? pocos dias ?ntes que la Reina volviese, plugo ? nuestro Se?or de atribular y poner en luto y en lloro ? toda Espa?a, con la muerte del pr?ncipe D. Juan, y desde ? algunos dias, por el mes de Deciembre, permiti? la divina clemencia otro azote, que poco m?nos amarg? ? los Reyes y ? los reinos que el primero, que quedando la princesa Margarita pre?ada, movi? una hija muerta de siete meses. Los Reyes mostraron grandes ?nimos de paciencia, y, como prudent?simos y animosos Pr?ncipes, consolaban todos los pueblos por escrito y por palabra. Nombraron y declararon luego al rey de Portugal y ? la Reina, su mujer, por Pr?ncipes de aquellos reinos de Castilla, y as?, aquella se?ora, Do?a Isabel, hija de los cat?licos Reyes, fu? llamada la Reina Princesa. El luto que se mand? poner por la muerte del Pr?ncipe fu? jerga blanca muy basta, que ver los grandes y peque?os que la traian era cosa extra?a y penos?sima de ver; despues desto, nunca se acostumbr? m?s en Espa?a, por muerte de Rey ? Pr?ncipe, traer por luto jerga. Todos estos trabajosos acaecimientos que venian ? los Reyes y ? aquellos reinos, eran penos?simos para el Almirante, por ser de su despacho retardativos, no viendo la hora de su partida, como que sospechara la confusion y perdicion que, por la rebelion de Francisco Roldan, en esta isla, entre los cristianos y en destruccion de los humildes y desamparados indios, habia. ? fuele tambien impedimento, que acordaron los Reyes que no tuviese ya el cargo de las cosas destas Indias, en Sevilla, el susodicho Arcediano de aquella iglesia, D. Juan Rodriguez de Fonseca, que ya era Obispo de Badajoz, sino que lo tuviese el hermano del ama del Pr?ncipe, Antonio de Torres, y porque pidi? tantas condiciones y preeminencias si habia de tener aquel cargo, se enojaron los Reyes y lo aborrescieron; tornaron ? confirmar en el encargo al dicho Obispo D. Juan de Fonseca, y como estaban hechos los despachos, suponiendo que habia de tener el encargo dicho Antonio de Torres, y rezaban con ?l muchas de las C?dulas y Cartas de los Reyes, hubi?ronse de tornar ? hacer, por manera que hobo de tener m?s tardanza el despacho. Finalmente, h?bose de despachar de la corte ? 21 de Julio del dicho a?o de 1497, con sus provisiones ? instrucciones de los Reyes.
El primer cap?tulo de la Instruccion principal decia desta manera:
Cap?tulo primero de la Instruccion que dieron los Reyes al Almirante el a?o de 1497.--Primeramente, que como seais en las dichas islas, Dios queriendo, proveereis con toda diligencia de animar ? atraer ? los naturales de las dichas Indias ? toda paz ? quietud, ? que nos hayan de servir y estar so nuestro se?or?o ? sujeccion benignamente. ? principalmente que se conviertan ? nuestra sancta f? cat?lica, y que ? ellos, y ? los que han de ir ? estas tierras en las dichas Indias, sean administrados los Sanctos Sacramentos por los religiosos y cl?rigos que all? est?n y fueren, por manera, que Dios nuestro Se?or sea servido y sus conciencias se aseguren.>>
Por este cap?tulo y por el de la Instruccion primera del segundo viaje, que se puso arriba en el cap. 82 desta historia, parece claro que nunca la intencion de los Reyes fu? que se hiciese guerra ? estas gentes, ni tal jam?s mandaron, por que fuera injust?sima su entrada en estas tierras, ni tal intincion y mando fuera digno de tales y tan cat?licos Reyes, y no s?lo ellos, pero ni sus sucesores, hasta estos tiempos del a?o de 1530, que su nieto, el rey D. C?rlos reina, como parecer? por el discurso desta historia; sino sola la cudicia y ambicion de los que ? estas tierras vinieron, mayormente de los Gobernadores, fu? la causa de inventar y mover las guerras contra estas desarmadas y pac?ficas naciones, con las cuales han destruido este nuevo mundo.
Otra cl?usula llev? en esta Instruccion, que dice as?:
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Otros cap?tulos, cuanto ? la sustancia dellos, aunque no por ?rden, pusimos arriba en el cap. 113.
Llegado el Almirante ? la ciudad de Sevilla, junt?se con el Obispo de Badajoz, D. Juan Rodriguez de Fonseca, y, cuan presto pudieron, despacharon las dos carabelas, de que arriba, en el cap. 120, dijimos haber llegado ? buen tiempo para favor del Adelantado contra Francisco Roldan, y parti?ronse de Sanl?car, mediado Enero, a?o de 1498. Despachadas las dos carabelas, daba priesa en proveer los seis nav?os que quedaban, que ?l habia de llevar consigo, y porque los negocios destas Indias iban cayendo, de golpe, en fama y disfavores de muchos, como arriba se ha tocado, en especial de los que m?s cercanos estaban de los Reyes, porque no iban los nav?os cargados de oro ; el acabar de cargar los seis nav?os de los bastimentos, y lo demas que los Reyes habian mandado, fu?le laborios?simo y dificil?simo, pas? grandes enojos, grandes zozobras, grandes angustias y fatigas; y porque de los oficiales de los Reyes algunos suelen ser m?s exentos y duros de atraer ? la expedicion de los negocios, sino es cuando ellos quieren, por presumir de mayor auctoridad de la que quiz? requieren sus oficios, algunos de los que en el despacho del Almirante, con ?l y con el Obispo entendian, di?ronle m?s pena y m?s trabajo y dilacion que debieran, y quiz? ponian de industria impedimentos en su partida, no considerando ni temiendo el da?o y riesgo que ? los que ac? estaban se recrecia, y los gastos que con la gente que en Sevilla para pasar ac? tenia, y los desconsuelos y aflicciones que causaban al mismo Almirante. Parece que uno debiera de, en estos reveses, y, por ventura, en palabras contra ?l y contra la negociacion destas Indias, m?s que otro se?alarse, y segun entend?, no debiera ser cristiano viejo, y creo que se llamaba Ximeno, contra el cual debi? el Almirante gravemente sentirse y enojarse, y aguard? el dia que se hizo ? la vela, y, ? en la nao que entr?, por ventura, el dicho oficial, ? en tierra cuando queria desembarcarse, arrebat?lo el Almirante, y d?le muchas coces ? remesones, por manera que lo trat? mal; y ? mi parecer, por esta causa principalmente, sobre otras quejas que fueron de ac?, y cosas que murmuraron d?l y contra ?l los que bien con ?l no estaban y le acumularon; los Reyes indignados proveyeron de quitarle la gobernacion, enviando al comendador Francisco de Bobadilla, que esta isla y todas estas tierras gobernase; y bien lo temi? ?l, como parece por un cap?tulo de la carta primera que escribi? ? los Reyes desque lleg? ? esta isla, donde dice:
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En este a?o de 1497, envi? el rey D. Manuel de Portugal ? descubrir la India, por la mar, cuatro nav?os; salieron de Lisboa, s?bado, ? 8 de Julio, habiendo primero el rey don Juan, su antecesor, enviado ciertos hombres por tierra, el a?o 1487, ? que hobiesen y le trajesen alguna noticia del Preste Juan de las Indias, de quien tantas cosas y riquezas, por fama, oia decir. Pasadas las islas de Cabo Verde, anduvieron en Agosto y Setiembre y Octubre por la mar engolfados, por doblar el cabo de Buena Esperanza, con grandes tormentas; cuando vido que era tiempo, dieron la vuelta los cuatro nav?os sobre la tierra, y ? 4 de Noviembre, vieron tierra y gente, peque?os de cuerpo, de color bazos, los vestidos que traian eran de pieles de animales, como capas francesas, traian sus naturas y verg?enzas metidas en unas vainas de palo, muy bien labradas; las armas que tenian eran varas tostadas, con unos cuernos tostados por hierros; su mantenimiento era de unas ra?ces de hierbas y de lobos marinos, etc.
Embarcado el Almirante y toda la gente, que seria cerca de 200 hombres, sin los marineros, en seis nav?os, h?zose ? la vela en el puerto de Sant L?car, el dia que abajo se dir?, y comenz?, como solia, ? escribir este su tercero viaje, hablando con los Reyes desta manera:
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