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Read Ebook: Cuentos de la Alhambra by Irving Washington Lamarca Luis Translator

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Ebook has 180 lines and 17375 words, and 4 pages

juventud; mas era rico, y los amantes viejos son de ordinario muy generosos. El Zacatin de Granada fue despojado de sus mas preciosas mercader?as: las ricas telas de seda, los diamantes, los perfumes, cuanto ofrecian de mas raro y costoso el ?frica y el Asia era prodigado ? la princesa. Invent?banse para divertirla toda suerte de espect?culos y de fiestas: torneos, conciertos, bailes, corridas de toros; Granada en fin se habia convertido en la mansion de los placeres. La princesa goda lo miraba todo como persona acostumbrada ? la magnificencia, y recibia los obsequios y los presentes del rey como unos tributos debidos ? su rango, ? mas bien ? su belleza: que el orgullo de la hermosura es aun mayor que el de la nobleza. Sentia un placer secreto en empe?ar al fascinado monarca en unos gastos que agotaban su tesoro, mirando su estravagante profusion como una cosa muy sencilla; mas ? pesar de sus atenciones y generosidad, el venerable amante no podia envanecerse de haber hecho la menor impresion en el corazon de la cautiva; porque si bien es cierto que no le recibia jamas con semblante adusto, no lo es menos que nunca le concedia una sonrisa. Apenas empezaba ? hablarle de su amor, hacia ella resonar las cuerdas de su lira, y este sonido tenia tal encanto, que luego que llegaba ? los oidos de Aben-Habuz, ca?a el pobre viejo en un sue?o profundo, del que salia luego fresco, alegre y moment?neamente libre de su pasion. El efecto de esta m?sica no podia ser peor para el ?xito de su galanter?a; mas como en estos instantes de adormecimiento, estaban sus sentidos embelesados con sue?os agradables, sigui? so?ando de este modo al lado de su hermosa, al mismo tiempo que toda Granada se mofaba de su infatuacion, y murmuraba sin rebozo al verle prodigar sus tesoros ? cambio de canciones.

Entre tanto amenazaba ? Aben-Habuz un peligro, sobre el que no podia darle ningun aviso su talisman. Estall? una insurreccion en la capital, y el populacho armado cerc? el palacio, pidiendo ? gritos su cabeza y la de la cristiana. Encendi?se en el corazon del rey una chispa de su antiguo valor; sali? ? la cabeza de unos cuantos de sus guardias, puso en fuga ? los rebeldes, y el alboroto qued? sofocado en su or?gen.

Restablecida la tranquilidad, se fue ? ver al astr?logo, que devorado por el despecho, estaba encerrado en su retiro, y alimentaba contra el rey el mas amargo resentimiento.

Lleg?se ? ?l Aben-Habuz, y le dijo con semblante franco y amistoso: <

--Separar de tu lado ? la infiel que los causa.

--?Antes perder el reino! dijo con resolucion Aben-Habuz.

--Te arriesgas ? perder uno y otro, replic? el astr?logo.

--No seas tan ?spero y desconfiado, ?? el mas profundo de los fil?sofos! Condu?lete de la doble desgracia de un monarca y un amante, y busca algun medio de libertarme de los peligros que me amenazan. Nada me importan ya el poder ni la grandeza, solo suspiro por la tranquilidad. ?No me seria dado hallar algun asilo, en donde lejos del mundo, de sus pompas y de su bullicio, consagrase el resto de mis dias al reposo y al amor?>>

El astr?logo le mir? por algunos momentos frunciendo las pobladas cejas.

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--T? mismo se?alarias la recompensa, y si estaba en mi mano conced?rtela, te aseguro sobre mi palabra que podias mirarla como tuya.

--?Has oido hablar, ? rey, del jardin de Hir?m, uno de los prodigios de la Arabia Feliz?

--No desprecies, ? rey, las relaciones de los viageros, replic? con semblante grave el astr?logo; porque en ellas se encierran raros conocimientos, trasportados de un estremo ? otro de la tierra. En cuanto al palacio y jardin de Hir?m, en general es cierto lo que refieren.... yo he visto uno y otro por mis propios ojos.... Escucha bien lo que voy ? referirte, porque mi aventura tiene relaciones muy ?ntimas con el objeto de tu pretension.

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--?? hijo de Abou Agib! ?? el mas s?bio de todos los hombres! dijo Aben-Habuz ardiendo en deseos, ?t? eres un gran viagero, t? has visto y aprendido cosas maravillosas! D?bate yo un paraiso semejante, y pide en recompensa cuanto quieras, que yo te lo concedo, aunque sea la mitad de mi reino.

--?Ah! replic? el astr?logo, ya sabes que yo no soy mas que un anciano, un pobre fil?sofo bien f?cil de contentar; no te pido otra cosa sino la primera cabalgadura que pase por la puerta del palacio m?gico, con la carga que lleve.>>

Acept? gustoso el monarca esta modesta condicion y el astr?logo puso manos ? la obra. Ante todo, en la cumbre de la colina que dominaba inmediatamente su retiro subterr?neo, hizo erigir una gran portada, que pasaba por el centro de una torre fort?sima. Sobre la piedra fundamental del arco esterior que formaba el p?rtico, esculpi? el mismo m?gico una mano gigantesca, y en la del arco interior, encima de las puertas, represent? una gran llave; cuyas figuras eran poderosos talismanes, sobre los cuales pronunci? ciertas palabras en lengua desconocida.

Concluida esta puerta, permaneci? por espacio de dos dias encerrado en su c?mara m?gica, y el tercero se subi? ? la colina, y se estuvo en la cumbre hasta alta noche. Baj? ? esta hora, y present?ndose ? Aben-Habuz: <

--Basta, dijo lleno de j?bilo Aben-Habuz: ma?ana al despuntar la aurora subiremos ? la colina, y tomaremos posesion de esa morada de ventura.>> Aquella noche durmi? poco el monarca, y apenas los primeros rayos del sol comenzaban ? dorar los picos de Sierra-Nevada, mont? en su caballo, y seguido de una corta y escogida comitiva, subi? la colina por un camino angosto y escarpado. Al lado de Aben-Habuz iba la princesa, montada en un palafren blanco; su trage estaba sembrado de diamantes, y del hermoso cuello colgaba segun costumbre la lira de plata. El astr?logo, que nunca montaba ? caballo, caminaba ? pie al otro lado del rey, apoyado sobre su baston gerogl?fico.

Hac?ase todo ojos Aben-Habuz, esperando ver en lo alto las torres del palacio con sus jardines y bosquecillos; mas nada podia descubrir. <>

Luego que llegaron delante de la puerta, deteni?ndose el astr?logo, ense?? al rey la mano y la llave misteriosas grabadas sobre el arco. <>

Mientras Aben-Habuz contemplaba embelesado, y en un silencio de admiracion y pasmo los misteriosos talismanes, el palafren de la princesa, que seguia caminando, se entr? por el p?rtico hasta el centro de la torre.

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