Read Ebook: Los Caudillos de 1830 by Baroja P O
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Ebook has 1474 lines and 42660 words, and 30 pages
PAGE INTRODUCTION 1
THE LETTERS OF CLERICUS 259
ERRATUM, or Omission, Page 81.
THE
NEW CONSPIRACY
AGAINST THE JESUITS,
INTRODUCTION.
With such enemies as the Jansenists, will it be thought extraordinary, that a thousand fabrications of those days blackening the Jesuits may be referred to? With such enemies as in later times appeared against them, in the host of new philosophers and jacobins, is it wonderful that there should be modern forgeries? One such suffrage, as that which I have quoted from Robertson, is of itself sufficient to outweigh folios of charges originating in the jealous passions of a rival sect, in the effusions of a mad mistaken philosophy, or in magisterial persecution, which, to use the vigorous language of a living genius, in "the destruction of the Jesuits, that memorable instance of puerile oppression, of jealousy, ambition, injustice, and barbarity, for these all concurred in the act, gave to public education a wound, which a whole century perhaps will not be able to heal. It freed the phalanx of materialists from a body of opponents, which still made them tremble. It remotely encouraged the formation of sanguinary clubs, by causing the withdrawing of all religious and prudent congregations, in which the savage populace of the Faubourg St. Antoine were tamed by the disciples of an Ignatius and a Xavier. Such men as Por?e and La Rue, Vaniere and Jouvenci, in the academic chairs; Bourdaloue, Cheminais, Neuville, L'Enfant, in the pulpit; Segaud, Duplessis, and Beauregard, in the processions of the cross, in the public streets and ways, were, perhaps, alike necessary to secure tranquillity in this world and happiness in the next."
Al anochecer, Lacy, Campillo y Aviraneta vieron c?mo el quechemarin sal?a hacia la boca del Adour remolcado por una lancha.
PREPARATIVOS
SE aproximaba el momento de la acci?n, y por ninguna parte aparec?a la unidad del plan necesario para una empresa de aquella ?ndole. A las divergencias de los espa?oles iban a?adiendo las suyas los franceses, los italianos y los polacos que se mezclaban entre ellos.
Los entusiastas hab?an conseguido que el general Mina se reconciliase oficialmente con sus enemigos Vald?s y Chapalangarra. La reconciliaci?n era falsa, sobre todo por parte de Vald?s.
Cada caudillo comenz? a ocupar su punto estrat?gico.
Don Gaspar de J?uregui, que ten?a su bander?n de enganche en Bayona, hab?a formado una compa??a de oficiales vascongados de la guerra de la Independencia.
Chapalangarra reun?a sus tropas en Camb?, M?ndez Vigo en Maule?n.
En San Juan de Pie de Puerto se iban alistando algunos voluntarios bajo la direcci?n del coronel de la antigua Divisi?n de Navarra del tiempo de la guerra de la Independencia, D. Pedro Antonio de Barrena y de D. F?lix Sarasa, que estaba con su hijo llamado Cholin.
Por la parte de Oloron hab?a tambi?n sus voluntarios navarros y aragoneses, que se iban reuniendo a las ?rdenes de D. Patricio Dom?nguez, del jefe de batall?n Moncasi y del can?nigo don Lorenzo Barber. Mina envi? a Oloron al coronel D. Alejandro O'Donnell en calidad de jefe de la plana mayor, para resolver las dificultades t?cnicas.
Gurrea hab?a recorrido el Alto Arag?n con el nombre de Antonio Gabara, y hab?a hablado a sus amigos. Despu?s se estableci? en Bagneres de Luchon, donde se le fueron reuniendo sus partidarios. Se dec?a que uno de los que le seguir?an ser?a el antiguo cabecilla absolutista Seperes, alias Caragol.
A pesar de que los entusiastas e impacientes no hablaban m?s que de ?xitos y aseguraban que presentarse en la frontera y marchar triunfantes y sin obst?culo a Madrid ser?a todo uno, no se advert?an m?s que dificultades y s?ntomas de discordia y de descomposici?n.
Cada grupo llevaba una pol?tica contraria.
La Junta mas?nica de Bayona hablaba en sus comunicaciones solapadamente contra Mina; los carbonarios hac?an la guerra a los masones y mandaban proclamas confusas precedidas de estas iniciales:
U y L.
que quer?a decir Uni?n y Libertad, y terminaban con este grito:
?Vivan los h. de S. T.!
lo que para los iniciados significaba: ?Vivan los hijos de San Teobaldo!
Los partidarios de Vald?s afirmaban en todas partes que Mina era un traidor vendido a Calomarde; los de M?ndez Vigo dec?an que Vald?s era tan reaccionario y tan pastelero como Mina.
La discusi?n iba en aumento; los ministas los valdesistas, los gurreistas, los masones, los comuneros, los carbonarios, los franceses, los italianos y los polacos no hac?an m?s que intrigar y echarse en cara unos a otros la culpa de lo que ocurr?a.
En primeros de Octubre, Vald?s, Chapalangarra y M?ndez Vigo volvieron a re?ir con Mina y dijeron que desconfiaban de sus dilaciones.
Las precauciones del Gobierno eran tales y su presteza y actividad tan extremadas, que hac?an imposible que una acci?n tan desperdigada, tan an?rquica y tan mal dirigida como la de los emigrados pudiera tener ?xito.
LAS IDEAS DE TILLY
AL d?a siguiente de enviar la carta a Santo?a con el patr?n del quechemarin se present? Jorge Tilly en la fonda de Iturri.
Ven?a de San Sebasti?n, en compa??a de un joven ingl?s alto, moreno, de cabeza peque?a y en?rgica. Hab?an estado los dos en Madrid, en Sevilla y en Barcelona. Tilly tra?a mucho que contar; hab?a tenido una serie de aventuras y de amores muy extra?os.
Lacy present? su amigo Tilly a Aviraneta, quien le hizo una porci?n de preguntas relativas a la situaci?n pol?tica; todo parec?a confirmar que el Gobierno espa?ol estaba admirablemente preparado.
--?Ense?aste mi carta?--dijo Tilly a Lacy.
--S?.
--?Y qu? dijeron?
--Muchos creyeron que era una fantas?a. Respecto del comandante Oro se duda...
--?C?mo que se duda? ?Si ya est? en Espa?a trabajando por Calomarde!
--?De verdad?
--S?, ?l, el franc?s Husson de Jour y un espa?ol, D. Manuel Ruiz, estaban en Vitoria cuando yo he pasado por all?.
Tilly ven?a con un gran caudal de impresiones nuevas de la pen?nsula; su punto de vista general era creer que Espa?a era un pa?s aparte de los otros.
En los d?as siguientes se estableci? entre Tilly y Aviraneta una relaci?n cort?s y de suspicacia ambos se hablaban como para estudiarse; parec?a que se hab?an adivinado los dos como intrigantes, y estaban en guardia.
--He conocido a un Tilly hace unos a?os--le dijo Aviraneta.--Ven?a de Jersey.
--S?, probablemente alg?n pariente m?o.
--?No lo sabe usted?
--No; somos tantos los Tillys, que no hay manera de saberlo. Los hay franceses, los hay alemanes, los hay espa?oles...; unos son liberales, otros reaccionarios.
--El que yo conoc?a creo que era conde.
--Quiz?s; hab?a un conde, t?o de mi padre. No s? m?s. Como le digo a usted, no conozco la historia de estos Tillys. Respecto a m?, s?lo s? que mi padre desapareci? de casa hace a?os y que probablemente muri?; mis hermanos est?n ahora con unos t?os, excepto una hermana que se encuentra en San Sebasti?n.
--?Y t? pensar?s sacar adelante a tu familia?--dijo Lacy.
--Yo pienso ver c?mo salgo adelante yo. Cada cual que se las arregle como pueda.
Lacy no ve?a con agrado tan tranquilo ego?smo y afe? este sentimiento de su camarada; pero Tilly se ri?; ?l cre?a que el ser ego?sta era una condici?n necesaria para la vida.
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