Read Ebook: Ranchos (Costumbres del Campo) by Viana Javier De
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Ebook has 166 lines and 7645 words, and 4 pages
ropiedad, un campito, una majadita de ovejas, unos matungos, cuatro yuntas de bueyes y unas pocas lecheras. Viv?a solo. S?lo cuidaba su hacienda, solo labraba su chacra. Muy rara vez se le ve?a en la pulper?a; no iba a carreras ni a bailes. No se le conoc?an vicios, ni amigos. Ten?a fama comarcana de trabajador y honesto...
--Amigo Basilio,--insisti? afectuosamente el comisario,--h?bleme con franqueza. Yo lo estimo y tratar? de ayudarlo en lo posible... Usted es un vecino serio, un hombre juicioso y alg?n motivo debe tener para haber cometido ese delito... ?Por qu? mat? al padre Jacinto?
--Ya dije: porque era fraile.
--?Ust? enemigo de la religi?n?
--?Yo?... ?No!... Hay unos que creen, hay otros que no creen: pa m? es lo mesmo.
--?Pero usted no cr??
--?Yo?... ?Yo no s?!... ?Qu? vi'a saber yo, que soy un bruto!...
--Pero les tiene odio a los frailes.
--?Ah! ?Eso s?!
--?Por qu??...
Basilio se rasc? la cabeza. Luego dijo:
--Vea, comisario. Yo ya voy diendo pa viejo. Dende muchacho he trabajao y he visto que tuitos los hombres honraos y tuitos los animales buenos, trabajan pa ganar lo que comen... Cuando yo era tuav?a un mocoso, mi padre me di? una soba'e lazo sin raz?n, y yo me ju? de casa... Anduve rodando y al fin c?i al pueblo y me conchav? con el cura... Eramos dos muchachos y nos ten?a dende el amanecer trabajando en la quinta... Nunca nos pag? nada. La comida, y gracias. Y eso, escasa, porque toda la comida era poca para ?l, y a cada rato nos retaba y nos pegaba.
< < Basilio se interrumpi?, qued? un momento pensativo y luego respondi?: --< Basilio escupi?, di? vueltas al sombrero entre sus dedos callosos y, mirando al comisario con sus grandes ojos, concluy?: -Ju? asina no m?s que mat? al fraile. ?LINDO PUEBLO! Ivirapit? es una aldea que se parece a los viejos: cada a?o que trascurre se achica algo m?s. Tiene muchas calles y pocas casas, un par de docenas de ranchos, a lo sumo; cuentan que antes hubo m?s; pero se fueron secando como los para?sos de la plaza. Y a medida que disminuye la poblaci?n humana, aumenta la perruna. Hay en el pueblo una enormidad de perros; pero como todos son perros pobres, le temen a la polic?a y no se meten con las personas. De qu? viven, nadie lo sabe, lo mismo que nadie sabe de qu? viven las tres cuartas partes de los habitantes del pueblo. Don Macario--a quien interrogamos al respecto--nos ilustr? diciendo: --En verano, de siesta, mate amargo y m?iz asao. --?Pero si yo no veo aqu? ninguna planta de ma?z! --No; pero a media legua, o tres cuartos de legua de aqu?, hay estancias que tienen chacras. --?Comprendo!... ?Y en invierno?... --En invierno, es f?cil agenciarse una o dos ovejas por semana. --?C?mo? --Pues... carniando como los zorros, en las noches oscuras. La siesta era, en efecto, algo as? como un vicio en Ivirapit?. Deb?an dormir durante todo el d?a, pues aparte de algunos chicos haraposos y de los perros fam?licos, rara vez se ve?a un transeunte por la calle, cuyas pasturas proporcionaban abundante alimento a los matungos de la polic?a y a las mulas del pulpero, ?nico comerciante del pueblo. All? no hab?a iglesia, ni farmacia, ni panader?a, ni carnicer?a, ni mucho menos escuela; y en cuanto a la polic?a, estaba constitu?da por un cabo y dos milicos, quienes, d?a y noche, lo pasaban en la trastienda de la pulper?a, chupando ginebra y jugando al truco. --?Parece mentira que ni gallinas se vean en este pueblo!--exclamamos. --Antes hab?an muchas; pero se acabaron. --?Alguna peste? --No. Como aqu? ning?n solar tiene muros, las gallinas se iban a la calle y fulano se com?a las de zutano, zutano las de mengano, y as? hasta que las concluyeron. --?Y la polic?a?... --La polec?a ayud? bastante, hay que decirlo, comiendo de las de todos, sin hacer preferencias ni enjusticias. El cabo P?rez, lo mesmo que los melicos, son muy g?enos, no incomodan a naides. --?Lindo pueblo! --Lindazo. --?Y nunca vienen forasteros? --All? por la muerte un obispo suele cruzar alguno... Aqu? hasta las mangas de langosta pasan de largo, porque nos despresean y prefieren galopiar tres leguas pu'el aire pa dir a los naranjales de ?o Facundo y a los trigales del rengo Alfonso... Ri? el viejo evocando una escena que se le antojaba en extremo c?mica: --Una vez vinieron unos forasteros: un fraile, un sacrist?n y tres manates. Diban p'hacer un casorio en una estancia del pago, y como cayeron al escurecer, hicieron noche en la pulper?a... Al otro d?a, cuando diban a seguir viaje, el pulpero tuvo que prestarle sus mulas pa prenderlas al breque... --?Se hab?an ido los caballos? --S?; se jueron junto con el poncho'el cochero y las valijas de los manates... --?Y no descubrieron a los ladrones? --Hast'aura, no. --?Y cu?ndo fu? eso? --Va como pa diez a?os. --?Entonces, para qu? est? la polic?a; para qu? sirve la polic?a?... El viejo gaucho nos mir? con expresi?n de asombro y respondi? sin asomo de iron?a:
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