Read Ebook: Sinners and Saints A Tour Across the States and Round Them with Three Months Among the Mormons by Robinson Phil
Font size:
Background color:
Text color:
Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page
Ebook has 5671 lines and 104748 words, and 114 pages
--Y d?game uc?, se?or soldado--dijo con impaciencia el jinete--, ?por qu? no puedo seguir adelante?
--Ser estas las capayerisas de su majestad--contest? el centinela.
--Y d?game uc?, ?no puedo ir por otra parte al alc?zar?
--Foste ir bor donde quierra, mas yo non dejar basar bor aqu? ese cabayo.
--?Me impedir?n de igual modo que este caballo pase por las otras entradas del alc?zar?
--Mi non saperr eso.
Y el centinela se puso ? pasear ? lo largo del arco.
Volvi?se flem?ticamente el tudesco mientras el jinete echaba pie ? tierra.
--?Quer?is hacerme la merced de cuidar de que nadie quite este caballo de esta reja ? donde voy ? atarle mientras yo vuelvo?
--Mi non entender de eso--contest? el soldado--, volviendo ? su paseo.
--Como no sea que le roben para hacer botones de los huesos--dijo una voz chillona ? espaldas del jinete, no s? qui?n quiera exponerse ? ir ? galeras por semejante cosa... ni la piel aprovecha: ?le tra?is para las yeguas del rey, amigo?
Volvi?se el forastero con c?lera al sitio donde hab?an sido pronunciadas estas palabras con una marcada insolencia, y vi? ante s? un hombrecillo, con la librea de palafrenero del rey.
--Si lo que ten?is de desvergonzado, lo tuvi?rais de cuerpo, bergante--dijo todo hosco el forastero echando pie ? tierra--, me alegrar?a mucho.
--?Y por qu? os alegrar?ais, amigo?
--?Por qu?? Porque habr?a donde sentaros la mano.
--Par?ceme que serv?s vos tanto para zurrarme ? m? como vuestro caballo para correr liebres--dijo el palafrenero con ese descaro peculiar de la canalla palaciega.
--Si mi caballo no sirve para correr liebres, s?rvolo yo para haceros dar una carrera en pelo--contest? el inc?gnito, que a?n permanec?a embozado--, y sin decir una palabra m?s se fu? para el palafrenero con tal talante, que ?ste retrocedi? asustado hacia una puerta inmediata, ? tiempo que sal?an de ella dos hombres al parecer principales, contra uno de los que tropez? violentamente el que hu?a.
El tropezado empuj? vigorosamente al palafrenero, que fu? ? dar en medio del arroyo, y apenas se rehizo se quit? el sombrero y se qued? temblando ? inm?vil, entre los caballeros que sal?an y el forastero.
Mir? el caballero tropezado alternativamente al palafrenero, al inc?gnito y ? su caballo; comprendi? por lo amenazador de la actitud del jinete que se trataba de alguna pendencia cortada, ? por mejor decir, suspendida por su aparici?n, y dijo con acento severo y lleno de autoridad:
--?Que significa esto?
--Se?or, este mal hombre quer?a pegarme porque me he re?do de su caballo--contest? el palafrenero.
--Yo no extra?o que se r?an de este animal--dijo el embozado--; lo que extra?o es que se atrevan ? insultarme, ? m?, que ni soy manco ni viejo.
--En cuanto ? lo de viejo, no puedo hablar porque no se os ve el rostro--dijo el al parecer caballero--; en cuanto ? si sois ? no manco, par?ceme que si ten?is buenas las manos, ten?is manca la cortes?a.
--?Eh! ?qu? dec?s?
--Digo, que para tener de tal modo calado el sombrero y subido el embozo cuando yo os hablo, deb?is ser mucha persona.
--De hidalgo ? hidalgo, s?lo al rey cedo.
--Os habla el conde de Olivares, caballerizo mayor del rey--dijo el otro caballero que hasta entonces no hab?a hablado.
--?Ah! Perdone vuecencia, se?or--dijo el inc?gnito desemboz?ndose y descubri?ndose--, es la primera vez que vengo ? la corte.
Al descubrirse el jinete dej? ver que era un joven como de veinticuatro a?os, blanco, rubio, buen mozo y de fisonom?a franca y noble, ? que daban realce dos hermosos y expresivos ojos negros.
--?Ah! ?Acab?is de venir?--dijo el conde de Olivares prevenido en favor del joven--. ?Y ? qu? diablos os ven?s ? entrar con ese caballo por las caballerizas del alc?zar? En sus tiempos debe de haber sido mucho...
--Cosas ha hecho este caballo y en peligros se ha visto que honrar?an ? cualquiera, y si porque es viejo lo desprecian los dem?s, yo, que le aprecio porque le apreciaba mi padre...
--?Y qui?n es vuestro padre?
--Mi padre era...
--Bien; pero su nombre...
--Jer?nimo Mart?nez Monti?o, capit?n de los ej?rcitos de su majestad.
--Yo conozco ese apellido y creo que le estoy oyendo nombrar todos los d?as; ?no record?is vos, Uceda?
--?Bah! Ese apellido es el del cocinero mayor de su majestad.
--El cocinero de su majestad es mi t?o.
--?Ah! Pues entonces sois de la casa--dijo el conde--; cubr?os, mozo, cubr?os, que corre un mal Norte, y seguid hacia el alc?zar; y t?, bergante--a?adi? dirigi?ndose al palafrenero--, toma el caballo, ll?vale ? las caballerizas y cu?dale como si fuera un bicho de punta; y debe de haberlo sido. ?Diablo, lo que son los a?os!
Y el conde de Olivares y el duque de Uceda se alejaron hacia los Consejos, mientras el joven pasaba el arco en direcci?n al alc?zar, murmurando:
El joven atraves? la plaza de Armas y se encamin? en derechura al p?rtico del alc?zar sin detenerse un punto ? mirarle, ? pesar de que pertenec?a al gusto del renacimiento y era harto bello y rico para no llamar la atenci?n ? un forastero; pero fuese que nuestro joven no se admirase por nada, fuese que le preocupase alg?n grave pensamiento, fuese, en fin, que comprendiese que es m?s f?cil hacerse paso cuando se camina de una manera desembarazada, altiva y como por terreno propio, la verdad del caso fu? que se entr? por las puertas del alc?zar como si en su casa entrara, alta la frente, la mano en la cadera y haciendo resonar sus espuelas de una manera marcial sobre el m?rmol del pavimento.
Ni ?l mir? ? nadie ni nadie le mir?; atraves? un vest?bulo sostenido por arcadas, sigui? una galer?a adelante y se encontr? en el patio.
Al ver ante s? la multitud de puertas que abr?an paso ? otras tantas comunicaciones del alc?zar, hubo forzosamente de detenerse y de buscar entre los que entraban y sal?an ? alguno de la servidumbre interior que le guiase hasta las regiones de la cocina, y al fin se dirigi? ? un enorme lacayo que le depar? su buena suerte.
--?Por d?nde voy bien ? la cocina, amigo?--pregunt? nuestro joven.
Mir?le de alto abajo el lacayo, extra?ando, sin duda, que por tal dependencia le preguntase un mancebo, buen mozo, que transcend?a ? la legua ? hidalgo y ? valiente, y que llevaba con suma gracia su traje de camino.
--No os dejar?n llegar ? la cocina de su majestad--contest? el lacayo despu?s de un momento de importuna observaci?n--si no dec?s ? qui?n busc?is.
--Busco--dijo el joven--al cocinero mayor.
--?Ah! Pues si busc?is al se?or Francisco Monti?o, os aconsejo que le esper?is ma?ana, ? las ocho, en la puerta de las Meninas; todos los d?as va ? esa hora ? o?r misa ? Santo Domingo el Real.
Y el lacayo, creyendo haber dado al joven bastantes informes, se marchaba.
--Esperad, amigo, y decidme si no vais de prisa: ?por qu? raz?n he de esperar ? ma?ana y esperar fuera del alc?zar?
--Porque el cocinero mayor, aunque vive en el alc?zar, no recibe en ?l ? persona viviente.
Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page