Read Ebook: De Sobremesa; crónicas Segunda Parte (de 5) by Benavente Jacinto
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No quiere esto decir que, el estudiar y representar comedias, no sea conveniente para los ni?os. Es un buen ejercicio de memoria, de entendimiento y de pulmones; se adquiere, adem?s, soltura y elegancia en la dicci?n y en los modales. Para ni?os est?n escritas y para ser representadas por ellos, numerosas comedias inglesas y ?qui?n duda que los ingleses saben educar ? sus ni?os? Pero una cosa es representar particularmente para recreo propio y de los amigos, y otra la profesi?n teatral, m?s agradable en apariencia, pero no menos nociva que otras para la salud de los ni?os.
Tranquil?cense, pues, los que quisieran verle ? uno cogerse los dedos ? cada paso. En el teatro de los ni?os no habr? m?s ni?os que los espectadores.
Algo de bizantinismo puede parecer en las presentes circunstancias, preocuparse por frusler?as; aunque ?qui?n sabe en el mundo cu?les ser?n las verdaderas frusler?as? Todo consiste en contemplar el hormiguero de la tierra ? el hormiguero de los astros, como lo contemplaba Orozco, el magno personaje de Gald?s, limpiando en la contemplaci?n su esp?ritu de mezquinas pasiones terrenas.
Nada se dice del Teatro Nacional, nada tampoco de la concesi?n del Espa?ol. El primero, ya sabemos que lucha con dificultades de instalaci?n. Pero el segundo... ?? qu? se espera? ?Se adjudicar?, como siempre ? ?ltima hora, sin tiempo de preparar compa??a ni obras? No val?a la pena entonces de mostrarse tan intransigentes con otros concesionarios, ni de negarse ? ceder el teatro al Estado.
Una temporada digna del que hemos convenido en llamar nuestro primer teatro, no se improvisa en cuatro d?as. Se asegura que son varios los solicitantes; que la santa recomendaci?n hace de las suyas. Entre los nombres que suenan--y este no necesita recomendaci?n,--figura el de Carmen Cobe?a. De otros se habla tambi?n con grandes m?ritos y prestigio... para el teatro franc?s. El Ayuntamiento tiene la palabra. No creemos que por ser de Madrid, pretenda hacer en su teatro un Dos de Mayo ? la inversa.
Sabido es que en Alemania fracas? el c?lebre actor ingl?s Mr. Tree, que presenta las obras de Shakespeare con una suntuosidad m?s propia de comedias de magia ? revistas de espect?culos. Los alemanes, acostumbrados ? su teatro Art?stico, opinaron que en el Shakespeare de mister Tree, como en el conocido cuento, los ?rboles no dejaban ver el bosque. ?Y cuando el bosque es Shakespeare!
El Se?or nos libre de jueces negligentes ? corruptibles; pero no deje de librarnos tambi?n de los ?ntegros y celosos, que apenas tropiezan con persona de alg?n viso social en el enredijo de sus actuaciones, por dejar bien sentada la inflexibilidad de su justicia, al menor indicio no dudar?n en presumir la culpa; como si quisieran decirnos: Aqu?, que no me dir?n que peco.
Bien est? que la recta espada y la fiel balanza no distingan de clases ni de personas; pero no por igualar desigualemos tanto que la camisa limpia venga ? ser un indicio de culpabilidad, y el ser grande de Espa?a y caballero de alguna orden, antecedentes penales. Peligrosas prendas son en estos tiempos la levita de los caballeros y el sombrero de las se?oras; pero aun no deben considerarse como agravantes. Se puede vestir bien y ser persona decente.
Aunque otras ventajas no tuvieran las guerras--deben de tener otras muchas,--la m?s indudable es la de contribuir ? la difusi?n de la cultura. As?, en Espa?a, gracias ? las algaradas rife?as, es seguro que cada diez ? doce a?os venimos ? enterarnos de una porci?n de cosas que, apenas pasada la excitaci?n guerrera, nos apresuramos ? olvidar, para tener el gusto de volver ? recordarlas ? la primera ocasi?n.
Dif?cil es, sin embargo, poner de acuerdo las diferentes versiones. ? estas horas hay quien nos ha mostrado el Rif como una tierra de promisi?n; y s?lo le ha faltado enviarnos de muestra un buen racimo de uvas, como aquel de que nos habla la Biblia. Otros, en cambio, nos dicen que aquello es de una aridez que espanta; arenales ? riscos. Ello depender? de la parte que cada uno mire, y lo m?s probable es que all? haya un poco de todo. M?s cerca est? nuestra Castilla y hay quien la supone una llanura sin fin, seca y desolada; mientras otros nos hablan de sus sierras pintorescas, de sus arboledas frondosas...
Sin ir m?s lejos; se habl? de la utilidad que en la campa?a podr?an prestar los camellos--produciendo la natural alarma en algunos organismos oficiales docentes.--En seguida hubo quien puso el grito en el desierto. ?Camellos? Los camellos no sirven all? para nada. Y nos dieron un curso de zoolog?a y otro de topograf?a, y ? todo esto sin saber ? qu? joroba quedarnos. ?Sirve el camello? ?No sirve el camello? ?El camello es lo mismo que el dromedario? ?El camello tiene una sola joroba ? puede tener dos jorobas, como se puede ser miembro de dos Academias ? presidente de varias corporaciones, como D. Alejandro Pidal: pongo por compatibilidades?
No hay duda; las guerras ilustran. La letra con sangre entra. No hay idea de lo que vamos aprendiendo ahora, y que nunca hubi?ramos llegado ? saber en tiempo de paz. La paz enmohece los esp?ritus. Sin las guerras napole?nicas, el esp?ritu de la Revoluci?n francesa no se hubiera difundido tan r?pidamente por Europa. Hay quien dice que nada se hubiera perdido y hasta que pod?a perdonarse el bollo por el coscorr?n, como si todo progreso de la humanidad no hubiera costado muchos coscorrones.
Hay quien contradice: ?Y las conquistas de la Ciencia y del Arte y de la Industria, no son pac?ficas? Tampoco. Pac?ficas para los pueblos; pero los hombres de ciencia, los artistas, los industriales, los trabajadores, ?no han regado con su sangre--del cuerpo y del alma,--el campo fecundo de sus descubrimientos, de sus creaciones, de sus inventos? No hay trabajo sin pena, y hasta la contemplaci?n es dolor.
?Guerra, guerra siempre y en todo! El reino de los cielos ha de ganarse con violencia, nos dice el Evangelio. Sin duda, con violencia sobre nuestras pasiones, sobre nuestros instintos. ?Qu? mayor combate? El que quiera lograr algo en la vida, hay d?a que pueda encontrarse sin alguna baja en su coraz?n y en su entendimiento: El amor de ayer, la verdad de ayer, la ilusi?n, que parec?a de toda la vida...
?Cu?ntos muertos enterraremos al cabo del tiempo en nosotros! As?, cuando alguien nos dice: Usted, que ya ha triunfado; nos da ganas de decirle: Triunfar, ?dice usted?... Y yo cre? que ven?a derrotado. Y es que si nos paramos ? contar nuestros muertos, cualquier triunfo parece una derrota.
Ecos del veraneo. En la terraza de un casino.
Se habla de una se?ora casada, que se permite los m?s variados y escandalosos coqueteos con unos y con otros.
--Est? dando mucho que hablar--dice una amiga.
--Pues hace muy mal--dice otra.--Porque ella no tiene posici?n.
Los episodios dram?ticos y pasionales del Infierno, con la sabrosa comidilla de saber all? ? muchos ilustres personajes, interesan nuestra atenci?n con mayor fuerza que las disquisiciones teol?gicas y descripci?n de celestiales bienaventuranzas de la segunda y la tercera parte.
Cuando se quiere moralizar con fruto, bueno es ir ? lo moral por lo m?s derecho, sin entretenerse en pinturas de inmoralidades, porque, aparte de que las comparaciones son odiosas, es el esp?ritu humano de tan depravada condici?n, desde la ca?da del primer hombre, que ?qui?n nos asegura de que metidos en comparaciones no salga perdiendo la moralidad y todo el serm?n venga ? ser perdido? Sin contar con que nunca faltan descreidotes y socarrones, muy al tanto de los efectos oratorios, que acudan ? divertirse con la primera parte, la de las vivas pinturas, y cuando toquen ? moralizar salgan m?s que ? paso y m?s empecatados que vinieron.
Por todo esto, y algo m?s, tengo por peligrosa la publicaci?n de proclamas disolventes en que se abomina de todo el orden social. Este admirable orden social en que tan ? gusto vive una peque?a parte de la sociedad que, por fortuna, es la que tiene el dinero. Claro es que ? ?sta le pondr? carne de gallina la lectura de esas abominables proclamas, y comprender? la buena intenci?n al publicarlas en poner de manifiesto lo que tanto energ?meno piensa y maquina para acabar con el mundo, si les dejaran. Pero ?y ? la otra mayor parte, no tan bien hallada en este rico mundo? ? tanto cerebro debilitado por la escasa alimentaci?n, ?qu? efecto puede producirles? Son lecturas esas demasiado fuertes para est?magos desfallecidos.
Tan metidos estamos en pelea, que hasta de asunto en apariencia tan pac?fico como la adjudicaci?n de un teatro--verdad es que se trata del teatro Espa?ol, y el nombre obliga,--damos batallas y nos dividimos en bandos.
Se habla de intereses materiales y de intereses art?sticos. ?Otro af?n espa?ol, este de separar lo material y lo espiritual, como si fuera posible plena vida sin el sano consorcio de esp?ritu y materia!
La palabra negociante est? muy desacreditada, y conviene rehabilitarla. De lo que hay que huir es de un mal negociante, pero del que sepa serlo, nunca. El buen negociante sabe lo que son cantidades morales y sabe sumarlas. El mal negociante cree que el arte no da dinero; el buen negociante sabe que el arte puede dar dinero, si es verdadero arte. No es bueno todo lo que da dinero por esos teatros; pero obs?rvese que siempre es lo menos malo.
Yo aconsejar?a ? Federico Oliver, ya que por garant?as art?sticas ha conseguido la concesi?n del teatro, que se sintiera ahora lo m?s negociante posible, y en este caso, atento al negocio sobre todo, contratara una buena compa??a; admitiera muy buenas obras y las presentara con la mayor propiedad. En esto consiste el buen ?xito de los negocios teatrales, y del conjunto de todo esto--?qu? rareza!, ?verdad?--cuando se ha hecho un buen negocio, suele resultar que tambi?n se ha hecho arte.
?Ah! Ev?tense las falsificaciones. Las m?s corrientes en las obras teatrales suelen ser: de lo literario con lo soso, de lo profundo con lo aburrido, de lo nuevo con lo extravagante, de lo po?tico con lo cursi, de lo atrevido con lo grosero. Todas estas falsificaciones se encierran en una: Tener el teatro vac?o y decir que fu? porque se hizo arte y el p?blico no supo apreciarlo. El verdadero arte del teatro es... hacer negocio, y el verdadero negocio es... hacer arte. Shakespeare y Moli?re ganaron mucho dinero como empresarios. No s? si podr? decir lo mismo el se?or Reinot.
Si alguna vez--no lo permita Clio,--me viera precisado ? escribir ? ? explicar un curso de Historia de Espa?a en los tiempos modernos, por cuanto ? su historia pol?tica se refiere, les aseguro ? ustedes que saldr?a pronto del paso. ?Gobiernos? ?Cambios de pol?tica? ?Conservadores, liberales? Es lo mismo. En Espa?a, en los modernos tiempos, no hemos tenido mas que un solo gobernante: el miedo.
V?ase la clase: per?odo de la Restauraci?n; miedo ? los republicanos. Todos los esfuerzos, toda la energ?a y todas las habilidades del que por entonces fu? el amo de Espa?a, no tuvieron m?s alto fin que desbaratar y quebrantar ? los republicanos. Acaso hubiera sido mejor pol?tica educar al pa?s y fortalecer su voluntad por si llegaba el caso en que tuviera que gobernarse por s? mismo... Pero no, aquel gran pedagogo ? la antigua espa?ola era de los que consideraban ? los pueblos como eternos ni?os ? incapacitados... Adelante. Per?odo de la Regencia: miedo ? los carlistas, concesiones y mimos ? Roma y contemplaci?n de toda clase de gaitas eclesi?sticas... Despu?s, hasta nuestros d?as, un poco de miedo ? los obreros; coqueteos socialistas, leyes y disposiciones mal meditadas, como procedentes del miedo m?s que de un esp?ritu de justicia... Despu?s, miedo al catalanismo. ?dem, ?dem de lienzo, con el feliz ?xito que todos hemos podido apreciar... Ahora, miedo ?... Miedo al valor, que es un colmo; miedo siempre y ? todo. Y ?es posible que una naci?n gobernada por el miedo pueda prosperar ni engrandecerse?
En estos d?as, principio de la temporada teatral, es cuando mas compadezco ? los ministros y grandes personajes. ?Qu? ser? de ellos todo el a?o, si uno, pobre autorcillo de comedias, con esfera de influencia tan reducida, se ve abrumado de solicitudes y demandas de recomendaciones?
Aparte la desconfianza en el propio criterio y mucho m?s en el del p?blico. ?Ve uno aplaudido tanto desatino! ?Quien cae en el lazo de opinar sinceramente, cuando la opini?n es desfavorable, y por serlo, inmediatamente ha de parecer equivocada, ? lo que es peor, tal vez envidiosa?
Pedirle ? uno opini?n en materia tan delicada, que ata?e al buen juicio y entendimiento del demandante, es examinarle ? uno de educaci?n m?s que de otra cosa.
No saben los portadores del manuscrito de sus ilusiones, el verdadero conflicto dram?tico que nos plantean al solicitar humildes una opini?n franca.
Y aun la vida no suele convencernos. Tambi?n puede equivocarse. Y nosotros, ya que podamos como ella equivocarnos, no seamos crueles como ella. ?Permitid, se?ora conciencia, que nunca falte una amable mentira en nuestros labios, cuando alguien se llega ? pedirnos una opini?n sincera!
XXX
Sult?n estar amigo, franc?s estar amigo, todos amigos; pero entre las grandes potencias y las peque?as impotencias, entre notas diplom?ticas, manifestaciones callejeras delante de nuestras embajadas y art?culos period?sticos, nos est?n poniendo por esos mundos, cual dir?an conservadores, si estuvieran en el poder los liberales.
En vano es que de cuando en cuando, la contadur?a de aqu? procure endulzarnos tanta amarga p?ldora, copiando alg?n art?culo ? sueltecillo de las contadur?as de por ah?. Todos sabemos ? qu? atenernos, y el p?blico hace de ellos el mismo caso que de los desacreditados reclamos teatrales cuando anuncian despu?s de un fracaso en parecidos t?rminos: Cada d?a es m?s aplaudida la obra tal, estrenada con tan extraordinario ?xito. Aligeradas algunas escenas, suprimidos varios n?meros de m?sica, m?s seguros los actores en sus papeles y corregidas las deficiencias en decorado y vestuario, las representaciones se cuentan por llenos. En vista de tan extraordinario ?xito, la empresa ha acordado rebajar el precio de las localidades.
Una cosa as?, salvo la rebaja, vienen ? ser esos sueltos, soltados por alg?n amable peri?dico europeo, con los que se ufanan nuestros gobernantes, como se ufana el que solt? una paloma mensajera, al verla regresar con toda felicidad al palomar de procedencia.
Entre tanto, vuelan ? su antojo aves de rapi?a; aves de mal ag?ero y toda clase de <
Los franceses, sobre todo, se exceden en demostrarnos su buena amistad. Est?n seguros de que no hemos de enfadarnos. Tenemos all?, para corresponderles con agradecimiento, ? la flor de nuestra aristocracia y de nuestra elegancia, veraneando en Biarritz y visti?ndose en Bayona.
En Espa?a no hay donde veranear ? gusto. San Sebasti?n es demasiado ciudad para vida de veraneo, y las peque?as playas carecen de todo <
Esos peque?os sacrificios, no tan penosos como labrar surcos, partir piedras ? sepultarse en minas, consisten para las clases pudientes y directoras en bien poco; en vestir algo m?s cursi unos cuantos a?os con lo de casa, para enriquecer ? la industria y al comercio nacionales, y llegar ? vestir con lujo y con gusto, sin necesidad de acudir para ello ? Bayona y otras grandes capitales extranjeras; en conformarse con veranear modestamente en un modesto pueblecillo, para que vaya prosperando, y al cabo de unos a?os nada tenga que envidiar ? esas encantadoras playas francesas; en aburrirse por alg?n tiempo ben?volamente, como saben aburrirse los grandes se?ores, con nuestros novelistas, con nuestros autores dram?ticos, con nuestros m?sicos, con nuestro pobre, pero bien intencionado arte, para que, animados nuestros modestos artistas con nuestra benevolencia, lleguen ? sentirse grandes y capaces de producir grandes obras.
Todo esto y algo m?s, por este orden, supone peque?as molestias, ocultos sacrificios que no hallar?n eco en las cr?nicas de sociedad ni har?n figurar tanto nuestros nombres como las listas de las suscripciones ben?ficas y patri?ticas. ?Es tan f?cil ser generoso y magn?nimo y valiente, cuando todos nos miran! Lo dif?cil es serlo humildes y callados, en el an?nimo de una obra donde s?lo se lea un nombre: Patria.
Estas facilidades no rezan con el escritor procesado por delitos de pluma, que no fu? falsificadora. ? ?ste no se le excusan rigores ni molestias. ?Suprema voluptuosidad de unos Nerones de poquito!
No est?n los tiempos para hacer de tigres y se contentan con ser chinches. Porque toda esa rigurosidad, cuando en la conciencia de todos est? que, por muy excepcionales que sean las circunstancias, no puede ser delito un mes al a?o, lo que no debe serlo nunca, no pasa de ser... chinchorrer?as. Gusto de poder decir ? cuatro amigos, frot?ndose las manos de gusto: Para que vean c?mo las gastamos. ?Que se fastidien!
S? que saben ustedes fastidiar, pero ?si ustedes vieran que no es por eso!
Impacientes por recibir una ovaci?n, los autores de la obra representada, con mejor ?xito para la interpretaci?n que para la obra, han querido aprovechar un aplauso arrancado por los int?rpretes, para dar la obra por terminada; cuando en realidad, s?lo est?bamos en un final de acto. Ya nos dispon?amos todos ? regocijarnos con el fin de fiesta, cuando por orden superior ha vuelto ? levantarse el tel?n con gran descontento de algunos impacientes. Todo por no haber rehusado modestamente los autores, aplausos prematuros, como es uso y costumbre, con la consabida f?rmula: Los autores suplican al p?blico reserve su juicio hasta la terminaci?n de la obra. ?Poco seguros deben de estar de su ?xito personal, cuando tales impaciencias revelan! Gracias ? que el p?blico es bonach?n de suyo y est? ya resignado ? todo, pero no es bueno jugar con ?l ? este tira y afloja, porque cuando menos se espere, pudiera tirar las butacas al escenario.
Todos confiamos en que el ?xito ser? brillante, aunque la obra no d? grandes rendimientos. Pero aqu? se trabaja por el arte. Cuando todo est? apaciguado, nosotros sostendremos un ej?rcito de ocupaci?n, los ingleses y los franceses explotar?n las minas, y los alemanes explotar?n ? todos, vendi?ndoles sus g?neros. Nuestros capitalistas continuar?n prestando al Estado y ? los particulares en buenas condiciones, los trabajadores continuar?n emigrando y no hacia el Rif, precisamente, porque ser?n tan torpes que no se habr?n dado cuenta todav?a de que nuestro porvenir est? en ?frica, como dijo la buena reina Isabel la Cat?lica, que no sabemos por qu? empe?ar?a sus joyas para descubrir Am?rica.
Est? visto que nuestra historia es una lamentable serie de equivocaciones, y mientras apuntamos al p?jaro que est? en el aire, dejamos escapar al que ten?amos en la jaula.
Y ?por qu? no conceder ? las mujeres todos los derechos, civiles y pol?ticos? Aunque ellas con uno solo se contentar?an y mejor si era de los civiles.
Los estudiantes, reci?n llegados para emprender sus tareas del curso, acuden presurosos ? iniciarse en los placeres de estos para?sos artificiales, y desde luego empiezan ? tomar apuntes.
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