bell notificationshomepageloginedit profileclubsdmBox

Read Ebook: La Puchera by Pereda Jos Mar A De

More about this book

Font size:

Background color:

Text color:

Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page

Ebook has 1811 lines and 126849 words, and 37 pages

--?Por las trazas, lo vas ? llevar esta noche? Pens? que lo dejar?as pa ma?ana, de paso que corr?amos lo dem?s, si antes no vienen por ello.

--Es mejor as?, ya que hay tiempo y n? que hacer en casa.

--Cierto: las vacas van ya camino del puerto, si es que no han llegado ? ?l; el llar est? en punto, y la torta la echar? yo pa cenar cuando g?elvas... Pero...

Y como el Lebrato no apartara los ojos de las dos sartas de peces, adivin?ndole los deseos Pedro Juan, d?jole, alzando respectivamente la mano en que estaba la sarta grande y la en que estaba la sarta chica:

--?stos son pa ?l, y ?stos... pa ella.

--?Pa ella!... ?Ah, vamos!... Pero nunca otro tanto hicistes, Pedro Juan. ?C?mo tan ocurr?o por parte de noche?

--Porque los merece... Por eso.

--Bien est?; pero la noved? es lo que me pasma. Con ello y con que se te atragante la volunt?...

--Es que he pensao que pu? que me atriva mejor as?.

--?Hombre! pues si en unos cuantos peces est? y no te f?as bastante en esos pocos, ll?vate el canasto entero y verdadero. Con tal que ello sea...

El Josco, sin aguardar ? que su padre acabara de hablar, cogi? con una sola mano las dos sartas, sali? del portal, y ? buen paso tom? la misma senda que hab?a llevado Quilino al caer de la tarde; y tambi?n, al llegar ? lo alto de la sierra, busc? por el callejo m?s hondo el camino m?s breve para ir adonde iba.

Pedro Juan, que al asomar al barrio comenzaba ? temer que le faltara resoluci?n para entrar en casa de Pilara con el regalo, por lo mismo que jam?s le hab?a hecho otro, tuvo la fortuna de encontrarla junto al goterial, al pasar por all? como pudo pasar otro cualquiera, pues que era camino para ir adonde iba ?l. Las <> se pod?an dar sin segunda intenci?n al mayor enemigo, cuanto m?s ? una buena moza; y ?l se las di? ? Pilara, casi sin cortarse, y pensando al mismo tiempo que despu?s de dar, por casualidad, las buenas noches ? cualquiera, se le puede brindar con todo ? con parte de lo que se lleve en la mano, sin que esto quiera decir m?s que <>

Y eso iba ? hacer Pedro Juan, cuando not? que en el fondo del soportal hab?a gente; y, por de pronto, se le atasc? el brindis en los ga?otes. Y uno de los del soportal era <> Quilino; Quilino, que no hab?a hallado en casa ? Pilara cuando, de vuelta de la r?a, con tanto empe?o fu? busc?ndola, y acababa de llegar entonces, por tercera vez, y s?lo esperaba ? tomar resuello sentado sobre el cocino de picar escajos, para saldar sus cuentas con ella delante de toda la familia; porque ?l era mozo que no se paraba en barras de poco m?s ? menos, y el saldar cuentas de aquella traza, la comez?n que se lo echaba todo ? perder. En cuanto vi? que la moza daba cara, y cara de risa, ? Pedro Juan, que se hab?a plantado delante de ella como ca?do de las goteras, se levant? del cocino de repente, se di? sendos pu?etazos en las nalgas, golpe? la pared con el pajero que se quit? de la cabeza; y despu?s de mirar torcido ? la pareja del goterial y de batir mucho las mand?bulas, sali? disparado ? la corralada, bufando m?s bien que diciendo, pero de modo que todos lo oyeran:

--?Recongrio! ?Esto no se puede aguantar, y aqu? va ? haber una barbarid? de espanto el d?a que menos!

El Josco no le hizo caso; pero los dem?s, incluso Pilara, le rieron de firme la corajina. Lo mismo que en la red; y con s?lo caer en ello, iba Quilino que ahumaba por aquellos bardales afuera.

Pedro Juan, escondi?ndose, dig?moslo as?, en aquel poco de algazara que se arm? en el portal, atrevi?se ? decir ? la moza, que no le quitaba ojo:

--Paece que se toma la luna, ?eh?

--Ya se ve que s?--respondi? Pilara.--De lo que no cuesta, llenemos la cesta. Y con eso y sin eso se sale una ? cielo raso muchas veces, por no ver de cerca lo que hay ? subio en el portal.

Que esta saeta iba ? Quilino, puede afirmarse; mas que la pescara Pedro Juan, ya es m?s dudoso, porque lejos de darse por entendido, se qued? hecho un madero. Vi?ndole as?, a?adi? Pilara partiendo con los dientes pedacitos de un junco de la mullida del corral:

--Muy tarde andas t? por estos barrios. ?Qu? tripa se te ha roto en ellos?

--Pos yo vengo--dijo Pedro Juan,--al auto de llevar esto ? ese hombre.

Y se?alaba con la mano libre ? la mayor sarta de peces.

--Si t? quisieras quedarte con esto otro... digo, no ofendiendo.

Y se?alaba con el dedo ? la sarta chica, mientras el coraz?n le daba en el pechazo cada golpe que le atolondraba.

Palp? la mocetona los peces, que le parecieron de perlas, y estim? la cortes?a en mucho m?s. En prueba de ello, no aguard? ? que ?l le diera la velorta, pues se la quit? de la mano.

--?Vaya que son cosa g?e?a!--exclam? Pilara levantando la sarta hasta los ojos.

--Lo mejor que hubo en la r?,--se atrevi? ? decir Pedro Juan, con un poco de entusiasmo.

Hasta aqu?, iba sali?ndole ? ?ste tal cual el empe?o, y aun entreve?a la posibilidad de que, enred?ndose el tiroteo, llegara ?l ? cantar de plano; pero acert? Pilara ? llamar la atenci?n de la gente de su casa, que estaba en el fondo del portal riendo todav?a y comentando el berrinche de Quilino; y aqu? fu? el desmoronarse de golpe el valor de Pedro Juan, el ponerse colorado de verg?enza, el tronarle los o?dos y hasta el temblarle las piernas.

--Vaya--dijo resuelto ? salvarse en la huida:--? m?s ver.

Le llamaron desde adentro, le brindaron con un cigarro y un poco de conversaci?n, en muestra siquiera de la estima del regalo, que le pusieron en las nubes... <>

--?Coles!--pensaba el Josco mientras se apartaba del goterial.--Si entrara, tendr?a que decir algo, y por ello me lo conocer?an; y conoci?ndomelo entre tantos, me morir?a all? mesmo de repente.

Y se alej? algunos pasos de aquella casa en direcci?n ? la otra. Pero iba avergonzado de su propia cobard?a y remordido por la p?rdida de una ocasi?n como no volver?a ? cogerla; y tanto le abrumaron la verg?enza y los remordimientos, que retrocedi? decidido ? hacer una valent?a, cost?rale lo que le costara.

De dos zancadas se plant? otra vez en el corral, que era abierto; y cubri?ndose todo el cuerpo con la esquina de la casa, asom? un poco la cabeza dentro del portal y llam? con voz apagada y algo temblona:

--?Pilara!

Conoci?le ?sta y sali? corriendo al goterial.

--?Me llamabas, Pedro Juan?--le pregunt? muy afable.

--Pienso que s?,--respondi? el Josco atarugado otra vez y empezando ? arrepentirse de su valent?a.

--Bueno... Pus aqu? me tienes.

--?chate un poquit?n m?s ? esta banda del esquinazo... ?As?!... Digo, si no emportuno...

--?Qu? has de emportunar, hombre? ?Pus ? qu? estamos unos y otros?

--Eso me paece ? m?.

Y como despu?s de estas palabras no rompiera ? hablar en un buen rato, le ech? un remolque Pilara con estas otras:

--Ahora, t? dir?s.

Pero ni por esas se dejaba llevar el mocet?n hacia donde sus deseos le empujaban y la misma Pilara pretend?a. Juzgaba perdida la ocasi?n en el ?ltimo par?ntesis de silencio, y sospechaba que hab?a de tomarse ? risa su retrasada declaraci?n. Hay hombres as? en aquel r?stico lugar y en otros harto m?s cultos, porque en una y otra parte, con calzones de pa?o pardo ? con levita de sed?n, el puntillo exagerado toma ? menudo trazas de cobard?a; y lu?go sucede que al querer conducirse como prudente, es cuando resulta rid?culo.

--Conque t? dir?s,--repiti? Pilara observando que Pedro Juan continuaba callado, pero no en sosiego.

--Pos quer?a preguntarte--dijo al fin el Josco,--si por casualid? sabes t?... si estar? en casa ese hombre.

Sonri?se Pilara y respondi?:

--Pienso que s?, porque en la solana le v? endenantes.

--Enestonces... voy pa-ll?.

--?Y eso era todo lo que ten?as que decirme, hombre de Dios?--pregunt?le la moza con cierto retint?n que encendi? algo la sangre del encogido redero.

--No, ?recoles!--contest? ?ste en el calor del arrechucho, y azotando la esquina de la casa con la sarta de peces.--?Yo ten?a que decirte mucho m?s!

Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page

 

Back to top