Read Ebook: Torquemada en el purgatorio by P Rez Gald S Benito
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Ebook has 978 lines and 68946 words, and 20 pages
NOTA DE TRANSCRIPCI?N
TORQUEMADA EN EL PURGATORIO
Es propiedad. Queda hecho el dep?sito que marca la ley. Ser?n furtivos los ejemplares que no lleven el sello del autor.
MADRID.--Imp. Hijos de Tello, C. de San Francisco, 4.
B. P?REZ GALD?S
TORQUEMADA EN EL PURGATORIO
MADRID LIBRER?A DE LOS SUCESORES DE HERNANDO Calle del Arenal, n?m. 11.
TORQUEMADA EN EL PURGATORIO
PRIMERA PARTE
--La sala es simplemente absurda. Anoche, cuando se juntaron los de Taramundi con los de Real Armada, y sus amigos de usted el bolsista y el cambiante de moneda, est?bamos all? como sardinas en banasta. Inquieta y sofocad?sima, yo aguardaba el momento en que alguno tuviera que sentarse sobre las rodillas de otro. ? usted le parecer? que esta estrechez es decorosa para un hombre ? cuya casa vienen personas de la mejor sociedad. ?Por m? qu? me importa? No deseo m?s que vivir en un rinc?n, sin m?s trato que el de dos ? tres amigas ?ntimas... Pero usted, un hombre como usted, llamado ?...
--?Llamado ? qu??--pregunt? Torquemada, manteniendo ante su boca, sin catarlo, el bizcocho mojado en chocolate, con lo cual dicho se est? que en aquel momento se desayunaba.--?Llamado ? qu??--volvi? ? decir, viendo que Cruz, sonriente, esquivaba la respuesta.
--No digo nada, ni perder? el tiempo en demostrar lo que est? bien ? la vista, la insuficiencia de esta habitaci?n--manifest? la dama, que al dar vueltas alrededor de la ovalada mesa, afectaba no hallar f?cil paso entre el aparador y la silla ocupada por D. Francisco.--Usted, como due?o de la casa, har? lo que guste. El d?a en que tengamos un convidado, que bien podr?amos tenerlo para corresponder ? las finezas que otros gastan con nosotros, y quien dice un convidado, dice dos ? cuatro..., pues ese d?a tendr? yo que comer en la cocina... No, no reirse. Ya sale usted con su tema de siempre: que yo exagero, que yo...
--Lo que se ha de hacer ma?ana de prisa y corriendo, debe hacerse hoy, despacio--dijo la dama apoyando las manos en la mesa, ? punto que el D. Francisco acababa de desayunarse. Ya sab?a ella por d?nde iba ? salir en la r?plica, y le esper? tranquila, con semblante de risue?a confianza.
--?Y qu? tal?--le pregunt? D. Francisco con cari?o no afectado.--?Te sientes hoy m?s fuerte?
--Me parece que s?.
--? patita saldremos...--replic? la esposa.--Iremos ? casa de las de Taramundi, y para la vuelta, ellas nos traer?n en su berlina. De este modo te ahorras t? ese gasto.
Y D. Francisco, por llevarle el genio, le daba la mano, que para aquellos casos era pata, recibiendo el hombre much?simo gusto de tan caprichoso estilo de afecto matrimonial. Aquella ma?ana no ocurri? nada de esto; charlaron un rato, encareciendo ambos las delicias del pasear ? pie, y por fin Fidela le dijo:
--Por m? no necesitas poner coche. No faltaba m?s. ?Ese gasto por evitarme un poquito de cansancio...! No, no, no lo pienses. Ahora, por t?, ya es otra cosa. No est? bien que vayas ? la Bolsa en clase de peat?n. Desmereces, cree que desmereces entre los hombres de negocios. Y no lo digo yo, lo dice mi hermana, que sabe m?s que t?... lo dice tambi?n Donoso. No me gusta que piensen de t? cosas malas, ni que te llamen cominero. Yo me paso muy bien sin ese lujo: t? no puedes pasarte, porque en realidad no es lujo, sino necesidad. Hay cosas que son como el pan...
Interrumpi? la lectura para ir al cuarto de su mujer, resuelto ? ponerla en planta, pues Quevedito recomendaba que se combatiese en ella la pereza, favorecedora de su linfatismo; y cuando iba por el pasillo, oy? voces un poco alteradas que de la estancia pr?xima al sal?n ven?an. Era aqu?lla la habitaci?n que ocupaba el ciego; y como ? ?ste, com?nmente, no se le o?a en la casa una palabra m?s alta que otra, siendo tal su laconismo que parec?a haber perdido, con el de la vista, el uso de la palabra, alarm?se un tanto D. Francisco, y aplic? su o?do ? la puerta. Mayor que su alarma fu? su asombro al sentir al ciego riendo con gran efusi?n, y ello deb?a ser por motivo impertinente, pues su hermana le reprend?a con severidad, elevando el tono de su indignaci?n tanto como ?l el de sus risotadas. No pudo el taca?o comprender de qu? demonios proven?a j?bilo tan estrepitoso, porque el tal Rafaelito, desde la boda no se re?a ni por muestra, y su cara era un puro responso, siempre mirando para su interior y oy?ndose de orejas adentro. Torquemada se retir? de la puerta, diciendo para s?: <
Es el caso que aquella ma?ana, al entrar Cruz en el cuarto de su hermano con el desayuno, no s?lo le encontr? despierto, sino sentado en el lecho, pronto ? vestirse solo, como hombre ? quien llaman fuera de casa negocios urgentes.
--Dame, dame pronto mi ropa--dijo ? su hermana.--?Te parece que es hora esta de empezar el d?a, cuando lo menos hace seis horas que ha salido el sol?
--?T? qu? sabes cu?ndo sale y cu?ndo entra el sol?
--?Pues no he de saberlo? Oigo cantar los gallos... Y que no faltan gallos en esta vecindad. Yo mido el tiempo por esos relojes de la Naturaleza, m?s seguros que los que hacen los hombres, y que siempre van atrasados. Y para asegurarme m?s, pongo atenci?n ? los carros de la ma?ana, ? los pregones de verduleras y ropavejeros, al afilador, al alcarre?o de la miel, y por oirlo todo, oigo cuando echan el peri?dico por debajo de la puerta.
--?De modo que no has dormido la ma?ana?--pregunt?le su hermana con tierna solicitud, acarici?ndole.--Eso no me gusta, Rafael. Ya van muchos d?as as?... ?Para qu? espoleas tu imaginaci?n en las horas que debes dedicar al descanso? Tiempo tienes, de d?a, de hacer tus c?lculos y entretenerte con los acertijos que ? t? mismo te propones.
--Cada uno vive ? la hora que puede--replic? el ciego, volviendo ? echarse en la cama; pero sin intenciones de recobrar el sue?o perdido.--Yo vivo conmigo ? solas, en el silencio de la ma?ana obscura, mejor que con vosotras en el ruido de la tarde, entre visitas que me aburren y alg?n relincho del b?falo salvaje que anda por ah?.
--Ea, ya empiezas--indic? la dama amostaz?ndose.--? desayunarse pronto. La debilidad te desvanece un poquito la cabeza, y te la desmoraliza, insubordinando los malos pensamientos y reprimiendo los buenos. ?Qu? tal la figura? T?mate tu chocolatito, y ver?s c?mo te vuelves humano, indulgente, razonable... y desaparece de tu cabeza la c?lera vil, la injusticia y el odio ? personas que no te han hecho ning?n da?o.
--Bueno, hija, bueno--dijo el ciego incorpor?ndose de nuevo y empezando ? reir.--Venga ese chocolate que, seg?n t?, restablecer? en mi cabeza la disciplina militar, digo, intelectual. Es gracioso.
--?Por qu? te r?es?
--Toma, porque estoy contento.
--?Contento t??
--?Ahora salimos con eso? ?Pues, hija!... Cuatro meses hace que me est?is sermoneando por mi tristeza, porque no hablo, porque no me entran ganas de reir, porque no me divierto con las mil farsas que invent?is para distraerme. Vamos que me ten?is loco... <
--Yo no te ri?o. Me sorprendo de esa alegr?a desenfrenada, que no es natural, Rafael; vamos, que no es verdadera alegr?a.
--Yo te juro que s?; que en este momento me siento feliz, que me gustar?a verte reir conmigo.
--Pues dime la causa de esa alegr?a. ?Es alguna idea original, algo que has pensado?... ?? te r?es mec?nicamente nada m?s?
--?Mec?nicamente! No, hija de mi alma. La alegr?a no es una cosa ? la cual se da cuerda, como ? los relojes. La alegr?a nace en el alma, y se nos manifiesta por esta vibraci?n de los m?sculos del rostro, por esta... no s? c?mo decirlo... Vaya, me tomar? el chocolate, para que no te enfades...
--Pero cont?n la risa un momentito, y no me tengas aqu? con la bandeja en una mano y la rebanada de pan en otra...
--S?; reconozco que es conveniente alimentarse; m?s que conveniente, necesario. ?Ves? Ya no me r?o... ?Ves? Ya como. De veras que tengo apetito... Pues... querida hermana, la alegr?a es una bendici?n de Dios. Cuando nace de nosotros mismos, es que alg?n ?ngel se aposenta en nuestro interior. Generalmente, despu?s de una noche de insomnio, nos levantamos con un humor del diablo. ?Por qu? me pasa ? m? lo contrario no habiendo pegado los ojos?... T? no entiendes esto ni lo entender?s si yo no te lo explico. Estoy alegre porque... Antes debo decirte que paso mis madrugadas calculando las probabilidades del porvenir, entretenimiento muy divertido... ?Ves? Ya he conclu?do el chocolate. Ahora venga el vaso de leche... Riqu?sima... Bueno, pues para calcular el porvenir, cojo yo las figuras humanas, cojo los hechos pasados, los coloco en el tablero, los hago avanzar conforme ? las leyes de la l?gica...
--Hijo m?o, ?quieres hacerme el favor de no marearte con esas simplezas?--dijo la dama, asustada de aquel desbarajuste cerebral.--Veo que no se te debe dejar solo, ni aun de noche. Es preciso que te acompa?e siempre una persona, que en las horas de insomnio te hable, te entretenga, te cuente cuentos...
--Tonta, m?s que tonta. Si nadie me entretiene como yo mismo, y no hay, no puede haber cuentos m?s salados que los que yo me cuento ? m? propio. ?Quieres oir uno? Ver?s. En un reino muy distante, ?ranse dos pobres hormigas, hermanas... Viv?an en un agujerito...
--C?llate: me incomodan tus cuentos... Ser? preciso que yo te acompa?e de noche, aunque no duerma.
--Me ayudar?as ? calcular el porvenir, y cuando lleg?ramos al descubrimiento de verdades tan graciosas como las que yo he descubierto esta noche, nos reir?amos juntos. No, no te enfades porque me r?a. Me sale de muy adentro este gozo para que pueda contenerlo. Cuando uno r?e fuerte, se saltan las l?grimas, y como yo nunca lloro, tengo en m? una cantidad de llanto que ya lo quisieran m?s de cuatro para un d?a de duelo... Deja, deja que me r?a mucho, porque si no reviento.
--Basta, Rafael--dijo la dama creyendo que deb?a mostrar severidad.--Pareces un ni?o. ?Acaso te burlas de m??
--Debiera burlarme, pero no me burlo. Te quiero, te respeto, porque eres mi hermana, y te interesas por m?; y aunque has hecho cosas que no son de mi agrado, reconozco que no eres mala, y te compadezco... s?, no te r?as t? ahora... te compadezco porque s? que Dios te ha de castigar, que has de padecer horriblemente.
--?Yo? ?Dios m?o!--exclam? la noble dama con s?bito espanto.
--Porque la l?gica es l?gica, y lo que t? has hecho tendr? su merecido, no en la otra vida, sino en ?sta, pues no siendo bastante mala para irte al infierno, aqu?, aqu? has de purgar tus culpas.
--?Ay! T? no est?s bueno. ?Pobrecito m?o!... ?Yo culpas, yo castigada por Dios!... Ya vuelves ? tu tema. La m?rtir, la esclava del deber, la que ha luchado como leona para defenderos de la miseria, castigada.. ?por qu?? por una buena obra. ?Ha dicho Dios que es malo hacer el bien, y librar de la muerte ? las criaturas?... ?Bah!... Ya no te r?es... ?Qu? serio te has puesto!... Es que una raz?n m?a basta para hacerte recobrar la tuya.
Llegaron ? su punto culminante las risotadas en esta parte de la escena, y en tal momento fu? cuando Torquemada oy? desde fuera el alboroto.
--No se te puede tolerar que hables de esa manera--dijo la hermana mayor, disimulando la zozobra que aquel descompuesto reir iba levantando en su alma.--Nunca he visto en t? ese humor de chacota, ni esas payasadas de mal gusto, Rafael. No te conozco.
--No s? c?mo te oigo... Debiera darte azotes como ? un ni?o ma?oso... Toma, v?stete; l?vate con agua fr?a para que se te despeje la cabeza.
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