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Read Ebook: Torquemada en el purgatorio by P Rez Gald S Benito

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Ebook has 978 lines and 68946 words, and 20 pages

--No s? c?mo te oigo... Debiera darte azotes como ? un ni?o ma?oso... Toma, v?stete; l?vate con agua fr?a para que se te despeje la cabeza.

--? eso voy--replic? el ciego, ya en pie y disponi?ndose ? refrescar su cr?neo en la jofaina.--Y puesto que no tiene ya remedio, hay que aceptar los hechos consumados, y meternos hasta el cuello en la inmundicia que tu... vamos, que la fatalidad nos ha tra?do ? casa. Ya ves que no me r?o, aunque ganas, no me faltan... Te hablar? seriamente, contra lo que pide lo jocoso del asunto... Y de esto dan fe las inflexiones de s?tira que se notan... ?no las has notado?... que se notan, digo, en el acento de todas las personas que han vuelto ? entablar amistad con nosotros, despu?s del par?ntesis de desgracia.

--Yo no he notado eso--afirm? Cruz resueltamente;--y no hay tal s?tira m?s que en tu descarriada imaginaci?n.

--Es que ? t? te deslumbran los destellos de esta opulencia de similor, y no ves la verdad de la opini?n social. Yo, ciego, la veo mejor que t?. En fin, d?jame que me fregotee un poco la cara y la cabeza, y te dir? una cosa que ha de pasmarte.

--Lo mejor ser?a que te callaras, Rafael, y no me enloquecieras juzgando de un modo tan absurdo los hechos m?s naturales de la vida... Toma la toalla. S?cate bien... Ahora te sientas, y te peinar?.

--Pues quer?a decirte... Se me ha despejado la cabeza; pero es el caso que ahora me retoza otra vez la risa, y necesito contenerme para no estallar... Quer?a decirte que cuando se pierde la verg?enza, como la hemos perdido nosotros...

--?Rafael, por amor de Dios...!

--Digo que lo mejor es perderla toda de una vez, arrancarse del alma ese estorbo, y afrontar ? cara descubierta el hecho infamante... Cuando m?s, debe usarse en la cara el colorete de las buenas formas, una vez perdido el santo rubor que distingue las personas dignas de las que no lo son... T?, autora de todo esto, debes ir ya hasta el fin. No te detengas ? medio ?xito. Fuera escr?pulos, fuera delicadezas que ya resultar?an afectadas. ?No has conseguido a?n que el amo os d? coche para salir publicando por calles y paseos la venta que hab?is hecho de...? ?Oh! no me tires del pelo. Me haces da?o.

--Es que me pones nerviosa... ?Pobre s?r delicado y enfermo, ? quien no se puede aplicar el correctivo de una azotaina!

--Dec?a que la venta... Bueno: retiro la palabra. ?Ay!... Ello es que har?s muy bien en sonsacarle el gasto del coche. El otro, mascando las palabras finas con las ordinarias, tascar? el freno que t? le pones con tu talento y tu autoridad. ? cambio de la representaci?n social con que alimentas su orgullo de pavo..., no digo de pavo real, sino de pavo com?n, de ese que por Navidad se engorda con nueces enteras..., ? cambio de la representaci?n social, ?l te dar? cuanto le pidas, renegando, eso s?, porque tiene la avaricia metida en los huesos y en el alma; pero ceder?, como t? sepas trastearlo, y ?vaya si sabes! Y conseguir?s el abono en el Real y en la Comedia, y las reuniones y comidas en determinados d?as de la semana. Hartaos de riqueza, de lujo, de vanidad, de toda esa bazofia que ha venido ? sustituir el regalo fino de los sentimientos puros y nobles. ?Que os pague en lo que val?is, que no descanse en sus arcas una sola peseta de las que continuamente trae ? ellas el negocio, sucio como alma de condenado! Apenas entre la santa peseta, escamoteadla vosotras, para gastarla en trapos, comistrajes, diversiones p?blicas y privadas, objetos art?sticos, muebles de lujo. Duro en ?l, ? ver si revienta y os qued?is due?as de todo, que esa ser?a vuestra jugada.

--Rafael, ya no m?s--dijo la dama vibrando de c?lera.--He o?do tus disparates con mi santa paciencia; pero ?sta se agota ya. T? la crees inagotable; por eso abusas... Pero no lo es, no lo es. Ya no puedo acompa?arte m?s. Pinto acabar? de vestirte... Pinto... chiquillo... ?Qu? haces?

Acudi? al instante el lacayito, cargado de ropa que el sastre acababa de traer.

--Estaba recogiendo el traje nuevo del se?orito Rafael. El sastre dice que quiere v?rselo puesto.

--Pues que pase. Ya tienes entretenimiento para un rato. Volver? ? verte vestido, y como alguna prenda no est? bien, se le devuelve para que la reforme. Pase usted, Balboa... Hay que probar todo. Ya sabe usted que este caballero es muy escrupuloso y exigente para la ropa. Conserva el sentido del buen corte y del ajuste, como si pudiera apreciarlos por la vista. Anda, ?qu? haces? Qu?tale el pantal?n.

--S?, Sr. Vasco N??ez de Balboa--dijo Rafael tocado otra vez de su jocosidad nerviosa.--Me basta ponerme una prenda, para conocer por el tacto, por el roce de la tela, hasta las menores imperfecciones de la hechura. Con que... ? m? no me traiga usted chapucer?as fi?ndose de mi ceguera. Venga el pantal?n... Y ? prop?sito, amigo Balboa: mi hermana y yo habl?bamos ahora... ?Se ha ido mi hermana?

--Aqu? estoy, hombre... Ese pantal?n me parece que va muy bien.

--No est? mal. Pues dec?a que necesito m?s trapo, Sr. Balboa. Otro terno de entretiempo, un gab?n como el que lleva Morent?n, ?sabe usted? y tres ? cuatro pantalones de verano, ligeros. ?Qu? dice mi se?ora hermana?

--?Yo? nada.

--Me pareci? que protestabas de esta pasi?n m?a de la ropa buena y abundante... Pues te digo que algo me ha de tocar ? m? del cambio de fortuna... Y te digo m?s: quiero un frac... ?Que para qu? lo necesito? Yo me entiendo. Necesito un frac.

--?Jes?s!

--Ya lo sabe usted, Vasco N??ez... ?Se ha ido mi hermana?

--Aqu? estoy... y est? conmigo toda mi paciencia.

--Me alegro mucho. La m?a se ha evaporado, llev?ndose otra cosa que no quiero nombrar. Y en el hueco que dej?, se ha metido un ardiente apetito de los bienes materiales... No tengo la culpa de ello, ni soy yo quien ha tra?do ? casa esta desmoralizaci?n mansa. Maestro, el frac prontito... Y t?, hermana querida... ?Pero se ha ido...?

--Ahora s?... Se fu? la se?ora--indic? t?midamente el sastre,--y me parece que un poquit?n incomodada con usted.

Y era verdad que sali? del cuarto la dama, no s?lo por librarse de aquel suplicio, sino porque supon?a, con alg?n fundamento, que su presencia era lo que excitaba m?s al desdichado joven. All? le dej? con Pinto y el sastre todo el tiempo que duraron las probaturas y el quita y pon de ropa. ? la hora de almorzar, volvi? D. Francisco de la calle, y sorprendi? ? su cu?ada con los ojos encendidos, suspirona y triste.

--?Qu? hay, qu? ocurre?--le pregunt? alarmad?simo.

--Esto nos faltaba... Le aseguro ? usted, amigo m?o, que Dios quiere someterme ? pruebas demasiado duras... Rafael est? enfermo, muy enfermo.

--Pues si esta ma?ana se re?a como un descosido.

--Precisamente... ese es el s?ntoma.

--Lo mejor--indic? Fidela ocupando su asiento en la mesa, y mirando con sereno y apacible rostro ? su marido,--ser? llamar ? un m?dico especialista en enfermedades nerviosas... Y cuanto m?s pronto mejor...

--No podemos consentir que tome cuerpo esa neurosis--dijo Cruz ocupando su sitio.

--No te pongas cargante, querido Tor--arguy? Fidela con dulzura.--Hay que llamar un especialista, dos especialistas, aunque sean tres.

--Con uno basta--manifest? Cruz.

--No, mejor ser? traer ac? un reba?o de doctores--agreg? D. Francisco, recobrando el apetito.--Y luego que acaben de recetar, nos iremos todos ? los Asilos del Pardo.

--Es usted la misma exageraci?n, se?or m?o--d?jole Cruz festivamente.

--Y usted el maquiavelismo en persona, ? personificado... Y entre par?ntesis, se?oras m?as, esa cocinera de ocho duros ser? la octava maravilla; pero ? m? no me la da. Estos ri?ones me saben ? quemado.

--Si est?n riqu?simos.

--Mejor los pon?a Romualda, ? qui?n despidieron ustedes porque se peinaba en la cocina... En fin, me resigno ? este orden de cosas, y transigiremos...

--Transacci?n--dijo Fidela, pasando la mano por el hombro de su marido.--En vez de llamar los tres especialistas...

--?Tres nada menos? D? m?s bien las tres plagas de Fara?n, y la langosta m?dico-farmac?utica.

--Pues en vez de llamar al especialista, llevamos ? Rafael ? Par?s para que le vea Charcot.

--No es peine. Es el primer sabio de Europa en enfermedades cerebrales.

--Pues yo--afirm? el taca?o, dando un golpe en la mesa con el mango del tenedor,--yo, yo le digo al primer sabio de Europa que se vaya ? freir esp?rragos... y que si quiere enfermos ricos, que vaya ? recetarle ? la gran puerqu?sima de su madre.

--?Hombre, qu? cosas dices...!--manifest? Fidela con dulce severidad y blando mimo.--Francisco, por Dios... Mira, tont?n, con el viaje ? Par?s matamos dos p?jaros de un tiro.

--No, si yo no quiero matar p?jaros de un tiro, ni de dos.

--Llevamos ? Rafael ? que le vea Charcot.

--Si no hiciera m?s que verle... Pues con mandarle el retrato...

--Digo que curaremos ? Rafael, y de paso, ver?s t? ? Par?s, que no lo has visto.

--Ni falta que me hace.

--?Que no? ?Te parece que no es desairado tener que decir, cuando se habla de grandes poblaciones, <>?... No te hagas el zafio, que no lo eres. ?Par?s! Si t? lo vieras, se ensanchar?a el c?rculo de tus ideas.

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