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Read Ebook: Las transformaciones de la sociedad argentina y sus consecuencias institucionales (1853 à 1910) by Rivarola Horacio Carlos

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Ebook has 198 lines and 35457 words, and 4 pages

En esta edici?n se han mantenido las convenciones ortogr?ficas del original, incluyendo las variadas normas de acentuaci?n presentes en el texto.

Se ha unificado la utilizaci?n de '.' y ',' para separar frases.

En el texto original, faltan algunos caracteres ? que no se han corregido.

Tablas se han dividido en varias tablas para facilitar la lectura y limitar la longitud de cada l?nea.

En la tabla de la p?gina 140, algunos totales no concuerdan con la suma de los datos parciales. Se ha mantenido el texto original.

LAS TRANSFORMACIONES

DE LA

SOCIEDAD ARGENTINA

Y SUS CONSECUENCIAS INSTITUCIONALES

HORACIO C. RIVAROLA

Abogado y doctor en jurisprudencia; doctor en filosof?a y letras; profesor suplente en las Universidades de Buenos Aires y La Plata

LAS TRANSFORMACIONES

DE LA

SOCIEDAD ARGENTINA

Y SUS CONSECUENCIAS INSTITUCIONALES

ENSAYO HIST?RICO

BUENOS AIRES

IMPRENTA DE CONI HERMANOS

?NDICE

INTRODUCCI?N

CAP?TULO I

CAP?TULO II

CAP?TULO IV

CAP?TULO V

TRANSFORMACI?N SOCIAL ? INSTITUCIONES

LAS TRANSFORMACIONES DE LA SOCIEDAD ARGENTINA Y SUS CONSECUENCIAS INSTITUCIONALES

INTRODUCCI?N

Por otra parte, es indiscutible la necesidad de que las instituciones pol?ticas y las normas legales que se dicten para un pueblo, respondan, m?s que ? la perfecci?n ideal, ? un ideal de adaptaci?n. Sociedad ? instituciones deben acordar y su acuerdo es una ley involucrada en otra m?s general que desde Comte, la historia y la sociolog?a aceptan: <>.

La afirmaci?n no pretende que lo mejor ? m?s bueno quede en absoluto relegado porque el pueblo ? el momento no sean propicios para el cambio. Tal cosa ser?a afirmar que las instituciones pol?ticas y legales no son factores en el adelanto de una sociedad, y conclusi?n semejante, por exagerada, ser?a err?nea. El principio quiere s?lo que no se proceda por saltos, y que si el ideal de lo bueno absoluto ? de lo mejor, debe ser gu?a en las determinaciones, d?bese tambi?n examinar lo posible antes de aceptar la reforma. No siempre, sin embargo, la pr?ctica ha correspondido ? la teor?a. Lo bueno absoluto, ha intentado disputar el camino ? lo mejor y m?s ?til del momento.

Admito como verdad ya adquirida la afirmaci?n de necesaria correlaci?n entre sociedades ? instituciones: cuando un principio se comprueba en los hechos y en la historia sin que lo contradigan excepciones, adquiere los contornos y las cualidades de verdad. De otro modo, la ciencia se hallar?a de continuo recomenzando su marcha.

Nuestro pa?s es ejemplo de una sociedad en que se altera con frecuencia la proporci?n de los elementos componentes. Los trasatl?nticos descargan ? diario millares de individuos de las m?s diferentes razas naturales ? hist?ricas, que llegan con sus mil costumbres diversas, desde la monogamia estricta hasta la poligamia habitual; con sus ideas religiosas variables, catolicismo, mahometismo, juda?smo, budismo, ate?smo ...; con sus grados diversos de educaci?n desde el pobre inmigrante que no sabe leer ni escribir, que no entiende de n?meros, atacado de miop?a intelectual incurable, hasta un Jacques, un Burmeister ? un Berg; llegan desde el jud?o reducido al culto del centavo y al estudio del tanto por ciento, hasta el m?sico, el pintor ? el escultor que lleva en sus venas la sangre de veinte generaciones de artistas, que tiene ascendientes en los colosos del Renacimiento, que trabaja todo el d?a en las faenas m?s rudas para poder pagar por la noche un lugar inc?modo de alg?n teatro donde podr? absorberse en los encantos de las obras de los compositores italianos ? en las energ?as y bellezas de la m?sica alemana. Inmigrantes con ideas pol?ticas distintas, desde el aut?crata ruso hasta el anarquista que reniega de toda patria y que origina en alguno el pensamiento, an?rquico tambi?n, de declararlo fuera de toda ley ...

La geograf?a f?sica que preorden? una forma de distribuci?n de individuos, mantiene su importancia en las nuevas distribuciones: la econ?mica aporta caudal de conocimientos, que hacen m?s visible la transformaci?n: y la inmigraci?n, la ganader?a, la agricultura, la colonizaci?n, los ferrocarriles, son factores de primera magnitud en la soluci?n del problema.

La historia pol?tica, dep?sito de recuerdos en que viven los anhelos, las luchas, los triunfos ? desenga?os de los hombres de estado que pasaron, concurre con todo su bagaje de ense?anza ? la prueba de las transformaciones producidas.

Y la sociolog?a, en su car?cter de ciencia que estudia los fen?menos sociales, sus relaciones, leyes y consecuencias, adhiere con aquellas otras ense?anzas ? las mismas conclusiones.

Las instituciones pol?ticas y la legislaci?n, no pueden dejar de considerar todos y cada uno de estos elementos. En la pr?ctica la cuesti?n es m?s dif?cil. ?Pueden dictarse instituciones y leyes permanentes para un pueblo que se transforma en modo diverso en una regi?n y en otra, que mientras permanece el mismo en Jujuy ? en Santiago del Estero, cambia desmedidamente en Buenos Aires y en el litoral? ?Se pueden dictar para un pueblo cuya raza hist?rica no se encuentra constitu?da a?n? ?Es posible, por el contrario, dejarlo sin instituciones? Ser?a caer en la anarqu?a. ?Se impondr? sin otras consideraciones, ? todo extranjero una conducta determinada? En caso tal, sus ideas permanecer?n poco menos tales como las trajo, las transmitir? ? sus hijos, y con los a?os la conducta impuesta ser? modificada.

Es de inter?s nacional el estudio de esos cambios y de aquella relaci?n. Este ensayo es parte de aquel estudio, indudablemente m?s vasto y de la mayor importancia.

No obstante, la historia pol?tica mantiene su preponderancia: creo que la raz?n es de car?cter utilitario: ella permite tener en el tiempo un punto cierto de referencia. Mientras las artes, costumbres, religiones, var?an lentamente, de tal modo que para hallar cambios, d?bense tomar momentos algo distantes el uno del otro, los cambios pol?ticos, aunque sus causas sean remotas, tienen fechas precisas y ciertas. Tomando como esquema el aspecto pol?tico, puede ser ?ste ampliado luego con los dem?s aspectos: ninguno quedar? exclu?do y en cambio las referencias en el tiempo ser?n m?s ciertas.

Tal fin es indudablemente ?til, apto para despertar el patriotismo, para educar en un g?nero literario: son cuadros escritos que pueden ser tan ? m?s preciosos que los pintados. Pero no es el fin de la historia, como no ser?a una historia argentina una galer?a de grabados representando las escenas guerreras ? pol?ticas sucedidas en el territorio argentino: la historia en esta forma en que se hace intervenir la est?tica, la imaginaci?n, el golpe de teatro, es novela hist?rica; es la historia tal cual la ve quien la describe, sin que pueda tenerse la seguridad de la correspondencia entre lo descripto y lo real.

As?, pues, en este ensayo, por la parte que de hist?rico pueda tener, no primar? la descripci?n literaria, ni el concepto estrecho, y me referir? s?lo ? los hechos que tengan comprobaci?n, indicando al hacer mis afirmaciones, cu?les est?n corroboradas por documentos ? obras y cu?les son indicaciones que aqu?llos me sugieren.

Podr?anse comparar los procedimientos de esta teor?a ? los de la qu?mica: quiere examinar los elementos para entender el producto: comparaci?n tal, permite el acuerdo de sus sostenedores y adversarios: unos afirman que el producto sociedad se puede comprender, conociendo los elementos: ser?an partidarios de la explicaci?n qu?mica de la mezcla: otros, niegan la posibilidad de soluci?n parecida: ser?an partidarios de la explicaci?n qu?mica de la combinaci?n. Ni unos ni otros niegan,--lo que ser?a absurdo,--que los hechos sociales sean producidos por los individuos componentes.

Pero la humanidad no puede dividirse en fracciones netamente determinadas, como no puede una biblioteca dividirse de tal modo que las obras contenidas en un estante correspondan con precisi?n ? una ciencia determinada con exclusi?n de toda otra; obras habr? que correspondan igualmente ? ese estante ? ? aqu?l. Las divisiones se hacen artificialmente porque son ?tiles, m?s no porque naturalmente existan. Y as? en la humanidad. La ciencia que es una, no admite una divisi?n natural en fracciones excluyentes. La humanidad, en modo semejante, se niega ? admitir una divisi?n parecida.

Pero si la humanidad no admite divisiones perfectas en el sentido antes indicado, las admite en cuanto, en parte naturales, sean simult?neamente ?tiles. Si la divisi?n natural de la humanidad en razas determinadas con fijeza es hoy dif?cil, no lo es tanto la divisi?n ideada por Le Bon, de razas hist?ricas, entendiendo por tales las razas artificiales formadas en el tiempo por los azares de la conquista, inmigraciones, cambios pol?ticos, etc. Le Bon afirma y demuestra que <>. Esta constituci?n mental explica las leyes m?s ciertas de la marcha general de los pueblos; representa el pasado, los mil sentimientos heredados desde tantas y tantas generaciones; contribuye con el medio, la educaci?n, el clima ? explicar la formaci?n del car?cter de los individuos. M?s adelante establece las condiciones necesarias para que las razas distintas puedan, mezcl?ndose, formar una nueva. <>. Todo este conjunto forma el alma de los pueblos, que var?a de uno ? otro y que lleva variaciones concomitantes en todas sus manifestaciones: ciencia, arte, religi?n y con especialidad en las instituciones pol?ticas, que tanta importancia desempe?an en la historia. M?s adelante y antes de analizar la influencia de algunos factores y las causas y formas de las decadencias, hace una aplicaci?n de todos los principios expuestos al estudio comparado de la evoluci?n de los Estados Unidos de Am?rica y de las rep?blicas sudamericanas. Oportunamente me ocupar? con mayor atenci?n de esta parte de su obra, por dos razones: la primera, porque su inter?s es grande en un trabajo como ?ste. La segunda, que es un buen ejemplo de c?mo hasta los sabios se equivocan y corren el riesgo de decir cosas que no son y no ser?n, cuando se basan exclusivamente en afirmaciones ajenas y cuando no se precaven contra el peligro de las generalizaciones.

De todos modos y dejando para despu?s esta cuesti?n, pu?dese admitir y nadie la discute, la existencia de <> en t?rmino en que la palabra raza cambia de sentido y se usa en el de <>. As? y solamente de ese modo se puede hablar de razas sin dar lugar ? las ilimitadas discusiones ? que llevar?a el t?rmino, tomado en su sentido originario.

Admito, pues, sus principios, para hablar de nuestro pueblo; llamar?le <> y no <> porque si bien la sociedad est? constitu?da ya como tal, no ha llegado todav?a ? ser lo que el t?rmino raza expresa, ni aun en el sentido de raza hist?rica desarrollado por Le Bon.

As?, pues, me servir? de la sociolog?a, con sus principios generales y con las conclusiones ? que llegan dos de las m?s importantes teor?as entre las que tratan de explicar los fen?menos hist?rico-sociales.

La geograf?a econ?mica contribuir? con el estudio de las relaciones del individuo con el suelo; de la influencia de la posici?n geogr?fica con relaci?n al comercio; de las causas y modos de desarrollo de la inmigraci?n, colonizaci?n, de las industrias, agricultura, ganader?a, v?as de comunicaci?n ...

Y con la historia, sociolog?a, geograf?a, ayudar?n en las soluciones, el derecho constitucional y administrativo, la estad?stica toda, los datos que suministra la ciencia financiera y la econom?a pol?tica, la pr?ctica de la educaci?n, el desarrollo de las ideas, el desenvolvimiento de las costumbres, artes, ciencia, religi?n ... Todos ellos en relaci?n al tema del trabajo, seg?n he expuesto ya.

Estudio amplio sin duda, lleno de material inexplotado en su mayor parte, y que es sin embargo, digno de las mayores dedicaciones.

CAP?TULO I

Este c?digo amplio y generoso fu? el primero del mundo que equipar? en los derechos civiles el extranjero al natural, algunos a?os antes que lo hiciera el c?digo civil italiano que le sigui? en antig?edad.

Sus antecedentes fueron muchos: los principios de la norteamericana; las constituciones, estatutos, pactos anteriores; enf?n las ideas de la ?poca y los deseos comunes cuyas aspiraciones hab?an traducido Echeverr?a y Alberdi.

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