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Read Ebook: Hamlet: Drama en cinco actos by Shakespeare William Fern Ndez De Morat N Leandro Translator

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Ebook has 1355 lines and 37764 words, and 28 pages

MARCELO.--?Hola, Bernardo!

BERNARDO.--?Qui?n est? ah?? ?Es Horacio?

HORACIO.--Un pedazo de ?l.

BERNARDO.--Bien venido, Horacio; Marcelo, bien venido.

MARCELO.--Y qu?, ?se ha vuelto ? aparecer aquella cosa esta noche?

BERNARDO.--Yo nada he visto.

MARCELO.--Horacio dice que es aprensi?n nuestra, y nada quiere creer de cuanto le he dicho acerca de ese espantoso fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones. Por eso le he rogado que se venga ? la guardia con nosotros, para que si esta noche vuelve el aparecido, pueda dar cr?dito ? nuestros ojos, y le hable si quiere.

HORACIO.--?Qu?! No, no vendr?.

BERNARDO.--Sent?monos un rato, y deja que asaltemos de nuevo tus o?dos con el suceso que tanto repugnan oir, y que en dos noches seguidas hemos ya presenciado nosotros.

HORACIO.--Muy bien: sent?monos, y oigamos lo que Bernardo nos cuente. .

BERNARDO.--La noche pasada, cuando esa misma estrella que est? al occidente del polo hab?a hecho ya su carrera para iluminar aquel espacio del cielo donde ahora resplandece, Marcelo y yo, ? tiempo que el reloj daba la una...

MARCELO.--Chit. Calla; m?rale por d?nde viene otra vez.

BERNARDO.--Con la misma figura que ten?a el difunto rey.

MARCELO.--Horacio, t? que eres hombre de estudios, h?blale.

BERNARDO.--?No se parece todo al rey? M?rale, Horacio.

HORACIO.--Muy parecido es... Su vista me conturba con miedo y asombro.

BERNARDO.--Querr? que le hablen.

MARCELO.--H?blale, Horacio.

HORACIO .--?Qui?n eres t?, que as? usurpas este tiempo ? la noche, y esa presencia noble y guerrera que tuvo un d?a la majestad del soberano dinamarqu?s que yace en el sepulcro? Habla: por el cielo te lo pido.

MARCELO.--Parece que est? irritado.

BERNARDO.--?Ves? Se va como despreci?ndonos.

HORACIO.--Det?nte, habla. Yo te lo mando, habla.

MARCELO.--Ya se fu?. No quiere responderos.

BERNARDO.--?Qu? tal, Horacio? T? tiemblas, y has perdido el color. ?No es esto algo m?s que aprensi?n? ?Qu? te parece?

HORACIO.--Por Dios, que nunca lo hubiera cre?do sin la sensible y cierta demostraci?n de mis propios ojos.

MARCELO.--?No es enteramente parecido al rey?

HORACIO.--Como t? ? ti mismo. Y tal era el arn?s de que iba ce?ido cuando pele? con el ambicioso rey de Noruega; y as? le v? arrugar ce?udo la frente cuando en una alteraci?n col?rica hizo caer al de Polonia sobre el hielo, de un solo golpe... ?Extra?a aparici?n es ?sta!

MARCELO.--Pues de esa manera, y ? esta misma hora de la noche, se ha paseado dos veces con adem?n guerrero delante de nuestra guardia.

HORACIO.--Yo no comprendo el fin particular con que esto sucede; pero en mi ruda manera de pensar, pronostica alguna extraordinaria mudanza ? nuestra naci?n.

MARCELO.--Ahora bien, sent?monos ; y decidme, cualquiera de vosotros que lo sepa, ?por qu? fatigan todas las noches ? los vasallos con estas guardias tan penosas y vigilantes? ?Para qu? es esta fundici?n de ca?ones de bronce, y este acopio extranjero de m?quinas de guerra? ?A qu? fin esa multitud de carpinteros de marina, precisados ? un af?n molesto, que no distingue el domingo de lo restante de la semana? ?Qu? causas puede haber para que sudando el trabajador apresurado junte las noches ? los d?as? ?Qui?n de vosotros podr? dec?rmelo?

HORACIO.--Yo te lo dir?, ? ? lo menos los rumores que sobre esto corren. Nuestro ?ltimo rey fu? provocado a combate, como ya sab?is, por Fortimbr?s de Noruega, estimulado ?ste de la m?s orgullosa emulaci?n. En aquel desaf?o, nuestro valeroso Hamlet mat? ? Fortimbr?s, el cual por un contrato sellado y ratificado seg?n el fuero de las armas, ced?a al vencedor todos aquellos pa?ses que estaban bajo su dominio. Nuestro rey se oblig? tambi?n ? cederle una porci?n equivalente, que hubiera pasado a manos de Fortimbr?s, como herencia suya, si hubiese vencido; as? como, en virtud de aquel convenio y de los art?culos estipulados, recay? todo en Hamlet. Ahora el joven Fortimbr?s, de un car?cter fogoso, falto de experiencia y lleno de presunci?n, ha ido recogiendo de aqu? y de all? por las fronteras de Noruega una turba de gente resuelta y perdida, ? quien la necesidad de comer determina ? intentar empresas que piden valor; y seg?n claramente vemos, su fin no es otro que el de recobrar con violencia y ? fuerza de armas los mencionados pa?ses que perdi? su padre. Este es, en mi dictamen, el motivo principal de nuestras prevenciones, el de esta guardia que hacemos, y la verdadera causa de la agitaci?n y movimiento en que toda la naci?n est?.

BERNARDO.--Si no es ?sa, ya no alcanzo cu?l puede ser... Y en parte lo confirma la visi?n espantosa que se ha presentado armada en nuestro puesto con la figura misma del rey que fu? y es todav?a el autor de estas guerras.

HORACIO.--Es por cierto una mota que turba los ojos del entendimiento. En la ?poca m?s gloriosa y feliz de Roma, poco antes que el poderoso C?sar cayese, quedaron vac?os los sepulcros, y los amortajados cad?veres vagaron por las calles de la ciudad gimiendo en voz confusa; las estrellas resplandecieron con encendidas colas, cay? lluvia de sangre, se ocult? el sol entre celajes funestos, y el h?medo planeta, cuya influencia gobierna el imperio de Neptuno, padeci? eclipse, como si el fin del mundo hubiese llegado. Hemos visto ya iguales anuncios de sucesos terribles, precursores que avisan los futuros destinos: el cielo y la tierra juntos los han manifestado ? nuestro pa?s y ? nuestra gente... Pero... silencio... ?Veis?... All?... Otra vez vuelve... . Aunque el terror me hiela, yo le quiero salir al encuentro... Det?nte, fantasma. Si puedes articular sonidos, si tienes voz, h?blame. Si all? donde est?s puedes recibir alg?n beneficio para tu descanso y mi perd?n, h?blame. Si sabes los hados que amenazan ? tu pa?s, los cuales felizmente previstos puedan evitarse, ?ay! habla... O si acaso durante tu vida acumulaste en las entra?as de la tierra mal habidos tesoros, por lo que se dice que vosotros, infelices esp?ritus, despu?s de la muerte vag?is inquietos, decl?ralo... det?nte y habla... Marcelo, det?nle...

MARCELO.--?Le dar? con mi lanza?

HORACIO.--S?, hi?rele, si no quiere detenerse.

BERNARDO.--Aqu? est?.

HORACIO.--Aqu?.

MARCELO.--Se ha ido. Nosotros le ofendemos, siendo ?l un soberano, en hacer demostraciones de violencia. Bien que, seg?n parece, es invulnerable como el aire, y nuestros esfuerzos vanos y cosa de burla.

BERNARDO.--El iba ya ? hablar cuando el gallo cant?.

HORACIO.--Es verdad, y al punto se estremeci? como el delincuente apremiado con terrible precepto. Yo he o?do decir que el gallo, trompeta de la ma?ana, hace despertar al dios del d?a con la alta y aguda voz de su garganta sonora, y que ? este anuncio todo extra?o esp?ritu errante por la tierra ? el mar, el fuego ? el aire, huye ? su centro; y el fantasma que hemos visto acaba de confirmar la certeza de esta opini?n.

MARCELO.--En efecto, desapareci? al cantar el gallo. Algunos dicen que cuando se acerca el tiempo en que se celebra el nacimiento de nuestro Redentor, este p?jaro matutino canta toda la noche, y que entonces ning?n esp?ritu se atreve ? salir de su morada; las noches son saludables, ning?n planeta influye siniestramente, ning?n maleficio produce efecto, ni las hechiceras tienen poder para sus encantos: ?tan sagrados son y tan felices aquellos d?as!

HORACIO.--Yo tambi?n lo tengo entendido as?, y en parte lo creo. Pero ved c?mo ya la ma?ana, cubierta con la rosada t?nica, viene pisando el roc?o de aquel alto monte oriental. Demos fin ? la guardia, y soy de opini?n que digamos al joven Hamlet lo que hemos visto esta noche; porque yo os prometo que este esp?ritu hablar? con ?l, aunque ha sido para nosotros mudo. ?No os parece que le demos esta noticia, indispensable en nuestro celo y tan propia de nuestra obligaci?n?

MARCELO.--S?, s?, hag?moslo. Yo s? en d?nde le hallaremos esta ma?ana con m?s seguridad.

Sal?n de palacio

CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, VOLTIMAN, CORNELIO, caballeros, damas y acompa?amiento.

CLAUDIO.--Aunque la muerte de mi querido hermano Hamlet est? todav?a tan reciente en nuestra memoria, que obliga ? mantener en tristeza los corazones, y ? que en todo el reino s?lo se observe la imagen del dolor, con todo eso, tanto ha combatido en m? la raz?n ? la naturaleza, que he conservado un prudente sentimiento de su p?rdida, junto con la memoria de lo que ? nosotros nos debemos. A este fin he recibido por esposa ? la que un tiempo fu? mi hermana y hoy reina conmigo, compa?era en el trono de esta belicosa naci?n; si bien estas alegr?as son imperfectas, pues en ellas se han unido ? la felicidad las l?grimas, las fiestas ? la pompa f?nebre, los c?nticos de muerte ? los epitalamios de himeneo, pesados en igual balanza el placer y la aflicci?n. Ni hemos dejado de seguir los dict?menes de vuestra prudencia, que en esta ocasi?n ha procedido con absoluta libertad, de lo cual os quedo muy agradecido. Ahora falta deciros que el joven Fortimbr?s, estim?ndome en poco, ? presumiendo que la reciente muerte de mi querido hermano habr? producido en el reino trastorno y desuni?n, fiado en esta so?ada superioridad, no ha cesado de importunarme con mensajes, pidi?ndome le restituya aquellas tierras que perdi? su padre, y adquiri? mi valeroso hermano con todas las formalidades de la ley. Basta ya lo que de ?l he dicho. Por lo que ? m? toca, y en cuanto al objeto que hoy nos reune, v?isle aqu?: Escribo al rey de Noruega, t?o del joven Fortimbr?s, que doliente y postrado en el lecho apenas tiene noticia de los proyectos de su sobrino, ? fin de que le impida llevarlos adelante; pues tengo ya exactos informes de la gente que levanta contra m?, su calidad, su n?mero y fuerzas. Prudente Cornelio, y t?, Voltiman, vosotros saludar?is en mi nombre al anciano rey; aunque no os doy facultad personal para celebrar con ?l tratado alguno que exceda los l?mites expresados en estos art?culos. . Id con Dios, y espero que manifestar?is en vuestra diligencia el celo de servirme.

VOLTIMAN.--En ?sta y cualquiera otra comisi?n os daremos pruebas de nuestro respeto.

CLAUDIO.--No lo dudar?. El cielo os guarde.

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