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Read Ebook: Viaje a los Estados Unidos Tomo II by Prieto Guillermo

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Ebook has 3094 lines and 163130 words, and 62 pages

El inmenso rio Mississipp?, como que se detiene enamorado en la f?rtil llanura que lo descarr?a.

Los bosques de m?stiles, los palacios flotantes, las chimeneas, las velas, las banderas, los borbotones de humo, los pitos de los vapores y el movimiento, forman espect?culo delicioso.

El lago Ponchartrain, que se abre y muestra sus m?rgenes sembradas de tupidas arboledas, entre las que blanquean hermosas quintas, pastan los ganados y cruzan fant?sticos carros y carruajes por entre los troncos de los ?rboles.

En el centro de la calle, y en carril elevado, corren los wagones; ? los lados, carros de todos tama?os, que donde quiera declaran almacen y donde quiera descargan, y pegados ? las banquetas, al aire libre, de una y otra acera, corren ca?os asquerosos, que no recomiendan por cierto el aseo y cultura de la polic?a de Orleans.

El aspecto del comedor, sin ser alegre ni animado, esencialmente del lado yankee, era bastante agradable.

Las se?oras penetraban al salon por escaleras y puertas conexas con su departamento especial, y se presentaban al lado de sus caballeros y rodeadas de sus preciosos y elegantes ni?os, con se?or?o y compostura.

La raza latina, m?s expansiva, se congrega y se busca; la conversacion sazona los platos, y no faltan convidados, ? por lo m?nos, platicadores afectuosos.

Por nuestra fortuna, se nos provey? de un criado llam?dose Morales, delgado, de chaqueta azul, listo, con el cabello bien peinado, color moreno, tipo mexicano, despierto como un tendero de Atzcapotzalco ? de Tacuba....

Morales, en dos por tres, se ofreci? ? nuestras ?rdenes, nos habl? de sus padres, de la guerra del Sur, de los negros ma?osos, de las lavanderas dignas de confianza, de los dias de entradas y salidas de buques....

Morales era discreto como un buen cochero del sitio, y m?s que cualquiera de nuestros ministros diplom?ticos.

Morales era agente, secretario, c?nsul de la familia mexicana, pr?vido y despierto, atento, sin encogimiento, leal, y sobre todo, alegre y sufrido.

Por la mediacion de Morales conseguimos arreglar nuestras comidas ? hora distinta que la ordinaria, y ? esa hora, que era del aseo de las piezas y del descanso de los sirvientes, pudimos observar ? irlandesas y negros.

Esta irlandesa es una mujeraza recia de carnes, de andar firme y de una imponderable tenacidad para el trabajo: ella asea las piezas, lava la ropa, limpia los suelos, trasporta tercios y olvida su sexo para entregarse ? las m?s duras fatigas, por lo m?nos durante el dia.

El negro semi-civilizado es el pretensioso y altivo; se alisa el pelo, deja motas de barba como moscas ? como moras pegadas con goma ? su barba, ve altanero ? sus iguales, y hace las cabriolas de un D. Agapito ? sus superiores, gasta corbata azul ? roja, tirantes y chancla con calcetin muy limpio.

El negro es como el burro: en su ni?ez todo viveza, retozo y gracia; en la edad madura, es sombr?o y taciturno.

En todo es estrepitoso el negro: en los mostradores bota ? distancia vasos y charolas, de modo que se arrastren y patinen; as? avienta las sillas, y as? arma ruido estupendo con los platos, bot?ndolos como si fueran de hojadelata ? gutta perca: tose como si aullase, se r?e como quien relincha y baila como quien apisona el suelo.

El negro, si est? serio, hace la caricatura del pr?cer; si festivo, parece que dan suelta ? un demonio; tiene la fisonom?a como en un cuarto oscuro; cuando se ba?a, le seguimos con la vista como esperando que se desti?a.

La esclavitud ha hecho del negro un s?r malicioso y sarc?stico; y solo cuando se persuade de una afeccion, la corresponde con verdadera lealtad y nobleza.

La riqueza de los hacendados del Sur consistia en los negros; libres ?stos, los antiguos capitalistas quedaron en la miseria: son due?os del terreno, pero el agio les suministra capitales de los hombres del Norte.

Por su parte los negros, con propensiones ? la educacion y elementos para aprovechar la libertad, han emigrado; otros, en peque?o n?mero, se educan y cultivan sus campos, y otros han quedado como heces, como res?duos, como asientos y despojos que aletarga el ?cio, que degrada y pudre el vicio, y que se revuelven como gusanos entre las ruinas, los harapos, los lodazales y las cenizas del incendio de la pasada lucha.

A la proclamacion de la igualdad, los elementos que surgian de la nueva posicion del negro, eran m?s bien nocivos al progreso y eficaces para el fomento de la anarqu?a.

Le eran desconocidos el amor ? la familia y del hogar: la propiedad, uno de los m?s grandes elementos de moralizacion, le era desconocido tambien; la pereza habia sido para ?l como una protesta contra la tiran?a del amo y como una resistencia ? la explotacion; de la mentira habia hecho su defensa; del disimulo su virtud; del robo casi un recurso, porque era como la restitucion que hacian de lo que les robaban.

Esto lo comprendi? el Norte, y al convencimiento sigui? inmediatamente la pr?ctica de la doctrina de regeneracion.

Fu? tan eficaz el impulso, que sacerdotes, preceptores, sabios, y ?tiles trabajadores, salieron de entre los negros, incorpor?ndose ? la masa comun y resolviendo dificultades.

Ahora se ocupan los hombres pensadores de esa reconstruccion, haciendo efectiva la igualdad por los intereses, y esa es la cuestion econ?mica y de tarifas sembrada de dificultades y peligros.

La llegada de nuestros compa?eros, que habian ido ? visitar el Ni?gara y Nueva-York, nos distrajo de aquellas reflexiones, objeto frecuente de nuestra conversacion.

Llegaban, entre otros, Joaquin Alcalde, mi hijo Francisco, C?rlos Alvarez Rul y Jos? Iglesias Calderon.

Nuestro gozo fu? extremo: Alcalde hablaba de la grandiosidad del Ni?gara, su aspecto sublime cubierto de nieve, y las peligrosas excursiones sobre el hielo, con sus largos bastones, sus capotes de hule y sus espigas en el calzado.

Aquel encuentro fu? como un rel?mpago de contento: nos dispers?bamos en la ma?ana en todas direcciones y despues, muchachos y viejos, venian ? mi cuarto, donde se bebia siempre y siempre imperaba el buen humor.

--Apunte vd., me decia Alcalde, lo que dice este libro, que es curioso: "Cartas sobre los Estados-Unidos y el Canad?." Aqu?, p?g. 240, lea vd.

"M?s l?jos se encuentra el cuartel, especialmente dedicado al comercio de los productos del Oeste, lardo, carnes saladas, ma?ces y harinas."

Otros me hablaban de los edificios, los otros de los paseos......

--Piano.... piano.... chicos, les decia yo ? todos, que no se gan? Zamora en una hora.

Preparativos de partida.--La partida.--Procesion de San Patricio.--Quintero.--Romance ? la Sra. Townsed.--Xarifa.

Tal vez, ? sin tal vez, voy ? decir una cosa impertinente una cosa impertinente ? mis lectores; pero estoy tan acostumbrado ? platicar con ellos cuanto se me ocurre, que son como de casa, como que vivo entre ellos, y maldita la verg?enza que me da recibirlos de bata y en pantuflas, art?culos que desconozco, ? de guante blanco y frac de etiqueta; por supuesto, equipo que.... no me pega.

La cosita que tengo que decir es, que cuando estando en la patria se me ausenta una persona querida, se me figura que ?l es quien va al peligro y la muerte.... el que se va se pierde en la sombra, y me parece que asume la responsabilidad de su resurreccion; creo que me queda en custodia su vida y siento en mis manos el hilo fr?gil que me lo puede devolver; pero cuando yo estoy en el extranjero y ?lguien que posee mis afectos marcha ? la patria, siento como que cierra tras s? las puertas de mi prision; me siento enterrado vivo; se lleva mis esperanzas el ausente.... marcha ? la region de la luz; se queda conmigo mi cad?ver......

As? sentia, as? me atormentaba la pr?xima partida de mi hijo.... mi patria, mi fuerza, mi corazon, se iban con ?l....

Por otra parte, es tal la fuerza viv?fica de la juventud, que ? su paso, la novedad, la miseria, el peligro mismo se revisten de los arreos del romance: un viaje es una leyenda en accion, y sus peripecias, como estrofas del poema de nuestros sentimientos.

Pero el viaje del viejo es el descarr?o de su camino de muerte; es sentir el frio del desamparo cuando necesitan nuestros miembros el calor del hogar; es el troncharse la rama en que el ave, fatigada de la existencia, debia posar su planta y esconder su cabeza bajo el ala inerte......

La vejez en el extranjero es la rama caida en la playa; es el anacronismo y casi el absurdo.... Los envenenadores de las almas, que decretan la expatriacion como medida clemente, son los verdugos de peor ralea.... ponen sobre la hiena la sotana de Rodin....

Era la ma?ana nublada y triste; mi cama estaba en des?rden; ardia la luz amarilla, compa?era de mi desvelo y como materializacion de mi alma.... el amago de muerte estaba como un cad?ver entre mi hijo y yo..............

Cuando alc? los ojos.... estaba en los brazos de Jos? Iglesias Calderon, j?ven lleno de virtudes, y ? quien, como ? todos los hijos de Iglesias, amo como ? mis hijos......

El primer dia negro de mi residencia en la expatriacion, cay? sobre m?; la soledad se me apareci? en el extranjero; la luz era como un inmenso pa?o mortuorio; el sol como un cr?neo.... mi alma qued? como velando, en la solemnidad del abandono, mi cad?ver..........

A los pocos dias de la partida de mi amado hijo Francisco, de Jos? Iglesias Calderon y de Alvarez, la bulla y la algazara de la calle me hicieron trepar ? las altas regiones de mi ventana, desde donde distinguia obtuso y sesgo un lienzo de la calle del Canal.

Gent?o inmenso, tropas vestidas de un verde chillante, m?sicas militares, caballos, estandartes, ramos, listones y banderas verdes.... Era el 18 de Marzo: los irlandeses celebraban ? San Patricio, su Santo Ap?stol, el iniciador de su civilizacion; hacian patria y daban rienda suelta ? las m?s puras reminiscencias de sus corazones.

La procesion fu? largu?sima: caballeros de sombreros montados, formando descubierta; carruajes y caballos en interminables hileras, y en alto banderas verdes con las estrellas de plata y los ocho rayos simb?licos, arpas bordadas y borlas y cordones lujos?simos. Verdegueaba como un campo f?rtil andando, aquella procesion.

Segun me pareci?, divid?ase en secciones la procesion: cada una de ellas con su m?sica y sus distintivos especiales, para distintas compa??as de beneficencia, socorro, apagar incendios, etc., etc.

En varios estandartes brillaba el nombre de O'Cononell, el hombre eminente, el ciudadano ilustre, el orador elocuent?simo, el defensor de los derechos de la Irlanda.

En todas las casas de los irlandeses habia cortinas, gallardetes y se?ales de regocijo. La cerveza corria ? torrentes, en honra y gloria de la verde Erin, y en la tarde y noche hubo su iluminacion, y San Patricio, sin trabajo, hubiera podido distinguir ? sus amados hijos entre las sombras de la noche, solo en el trastrabillar de sus paseos y en aquella facundia y en aquel meneo que produce el alcohol.

Las maritornes del hotel estaban como unas aleluyas; yo les mostr? mi decidida devocion por San Patricio, y les d? unas monedillas para que las preces que le dirigiesen no fuesen del todo desairadas.

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