Read Ebook: España invertebrada: Bosquejo de algunos pensamientos históricos by Ortega Y Gasset Jos
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Ebook has 246 lines and 26973 words, and 5 pages
NOTA DE TRANSCRIPCI?N
ESPA?A INVERTEBRADA
Pesetas.
MEDITACIONES DEL QUIJOTE. Vol. I; 2.? edici?n. 5
PERSONAS, OBRAS, COSAS. 3,50
EL ESPECTADOR. N?m. 1. 1916. 5
MEDITACI?N DE DON JUAN. 1921. 6
ESPA?A INVERTEBRADA. 3,50
VIEJA Y NUEVA POL?TICA. 1,50
INTRODUCCI?N A LA ESTIMATIVA O CIENCIA DE LOS VALORES.
EL REVERSO DEL MOVIMIENTO OBRERO Y OTROS ENSAYOS DE SOCIOLOG?A.
ESPA?A INVERTEBRADA
BOSQUEJO DE ALGUNOS PENSAMIENTOS HIST?RICOS
CALPE MADRID 1921
Es propiedad.
Queda hecho el dep?sito que marca la ley.
ARTES DE LA ILUSTRACI?N, PROVISIONES, 12.--MADRID
No creo que sea completamente in?til para contribu?r a la soluci?n de los problemas pol?ticos distanciarse de ellos por algunos momentos situ?ndolos en una perspectiva hist?rica. En esta virtual lejan?a parecen los hechos esclarecerse por s? mismos y adoptar espont?neamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
En este ensayo de ensayo es, pues, el tema hist?rico y no pol?tico. Los juicios sobre grupos y tendencias de la actualidad espa?ola que en ?l van insertos no han de tomarse como actitudes de un combatiente. Intentan m?s bien expresar mansas contemplaciones del hecho nacional, dirigidas por una aspiraci?n puramente te?rica y, en consecuencia, inofensiva.
INCORPORACI?N Y DESINTEGRACI?N
Esta frase expresa un principio del mismo valor para la Historia que en la F?sica tiene este otro: la realidad f?sica consiste ?ltimamente en ecuaciones de movimientos. Calor, luz, resistencia, cuanto en la Naturaleza no parece ser movimiento, lo es en realidad. Hemos entendido o explicado un fen?meno cuando hemos descubierto su expresi?n foron?mica, su f?rmula de movimiento.
Si el papel que hace en F?sica el movimiento lo hacen en Historia los procesos de incorporaci?n, todo depender? de que poseamos una noci?n clara de lo que es la incorporaci?n.
Y al punto tropezamos con una propensi?n err?nea, sumamente extendida, que lleva a representarse la formaci?n de un pueblo como el crecimiento por dilataci?n de un n?cleo inicial. Procede este error de otro m?s elemental que cree hallar el origen de la sociedad pol?tica, del Estado, en una expansi?n de la familia. La idea de que la familia es la c?lula social y el Estado algo as? como una familia que ha engordado, es una r?mora para el progreso de la ciencia hist?rica, de la sociolog?a, de la pol?tica y de otras muchas cosas.
Esta Roma palatino-quirinal vive entre otras muchas poblaciones an?logas, de su misma raza latina, con las cuales no posee conexi?n pol?tica alguna. La identidad de raza no trae consigo la incorporaci?n en un organismo nacional, aunque a veces favorezca y facilite este proceso. Roma tuvo que someter a las comunas del Lacio, sus hermanas de raza, por los mismos procedimientos que siglos m?s tarde hab?a de emplear para integrar en el Imperio a gentes tan distintas de ella ?tnicamente como celt?beros y galos, germanos y griegos, escitas y sirios. Es falso suponer que la unidad nacional se funda en la unidad de sangre, y viceversa. La diferencia racial, lejos de exclu?r la incorporaci?n hist?rica, subraya lo que hay de espec?fico en la g?nesis de todo gran Estado.
Los estadios del proceso incorporativo forman, pues, una admirable l?nea ascendente: Roma inicial, Roma doble, federaci?n latina, unidad italiota, Imperio colonial. Este esquema es suficiente para mostrarnos que la incorporaci?n hist?rica no es la dilataci?n de un n?cleo inicial, sino m?s bien la organizaci?n de muchas unidades sociales preexistentes en una nueva estructura. El n?cleo inicial, ni se traga los pueblos que va sometiendo, ni anula el car?cter de unidades vitales propias que antes ten?an. Roma somete las Galias; esto no quiere decir que los galos dejen de sentirse como una entidad social distinta de Roma, y que se disuelvan en una gigantesca masa homog?nea llamada Imperio romano. No; la cohesi?n gala perdura, pero queda articulada como una parte en un todo m?s amplio. Roma misma, n?cleo inicial de la incorporaci?n, no es sino otra parte del colosal organismo, que goza de un rango privilegiado por ser el agente de la totalizaci?n.
Entorpece sobremanera la inteligencia de lo hist?rico suponer que cuando de los n?cleos inferiores se ha formado la unidad superior nacional, dejan aqu?llos de existir como elementos activamente diferenciados. Lleva esta err?nea idea a presumir, por ejemplo, que cuando Castilla reduce a unidad espa?ola a Arag?n, Catalu?a y Vasconia, pierden estos pueblos su car?cter de pueblos distintos entre s? y del todo que forman. Nada de esto: sometimiento, unificaci?n, incorporaci?n, no significan muerte de los grupos como tales grupos; la fuerza de independencia que hay en ellos perdura, bien que sometida; esto es, contenido su poder centr?fugo por la energ?a central que los obliga a vivir como partes de un todo y no como todos aparte. Basta con que la fuerza central, escultora, de la naci?n --Roma en el Imperio, Castilla en Espa?a, la Isla de Francia en Francia-- ameng?e, para que se vea autom?ticamente reaparecer la energ?a secesionista de los grupos adheridos.
Pero la frase de Mommsen es incompleta. La historia de una naci?n no es s?lo la de su per?odo formativo y ascendente: es tambi?n la historia de su decadencia. Y si aqu?lla consist?a en una incorporaci?n, ?sta describir?a el proceso inverso. La historia de la decadencia de una naci?n es la historia de una vasta desintegraci?n.
Es preciso, pues, que nos acostumbremos a entender toda unidad nacional, no como una coexistencia inerte, sino como un sistema din?mico. Tan esencial es para su mantenimiento la fuerza central como la fuerza de dispersi?n. El peso de la techumbre gravitando sobre las pilastras no es menos esencial al edificio que el empuje contrario ejercido por las pilastras para sostener la techumbre.
La fatiga de un ?rgano parece a primera vista un mal que ?ste sufre. Pensamos, acaso, que en un ideal de salud la fatiga no existir?a. No obstante, la fisiolog?a ha notado que sin un minimum de fatiga el ?rgano se atrofia. Hace falta que su funci?n sea excitada, que trabaje y se canse para que pueda nutrirse. Es preciso que el ?rgano reciba frecuentemente peque?as heridas que lo mantengan alerta. Estas peque?as heridas han sido llamadas <
Del mismo modo, la energ?a unificadora, central, de totalizaci?n --ll?mesele como se quiera--, necesita, para no debilitarse, de la fuerza contraria, de la dispersi?n, del impulso centr?fugo perviviente en los grupos. Sin este estimulante, la cohesi?n se atrofia, la unidad nacional se disuelve, las partes se despegan, flotan aisladas y tienen que volver a vivir cada una como un todo independiente.
POTENCIA DE NACIONALIZACI?N
Ser?a de gran inter?s analizar con alguna detenci?n los ingredientes de ese talento nacionalizador. En la presente coyuntura basta, sin embargo, con que notemos que es un talento de car?cter imperativo, no un saber te?rico, ni una rica fantas?a, ni una profunda y contagiosa emotividad de tipo religioso. Es un saber querer y un saber mandar.
Ahora bien: mandar no es simplemente convencer ni simplemente obligar, sino una exquisita mixtura de ambas cosas. La sugesti?n moral y la imposici?n material van ?ntimamente fundidas en todo acto de imperar. Yo siento mucho no coincidir con el pacifismo contempor?neo en su antipat?a hacia la fuerza; sin ella no habr?a habido nada de lo que m?s nos importa en el pasado, y si la exclu?mos del porvenir s?lo podremos imaginar una humanidad ca?tica. Pero tambi?n es cierto que con s?lo la fuerza no se ha hecho nunca cosa que merezca la pena.
No es el ayer, el pret?rito, la tradici?n, lo decisivo para una naci?n. Este error nace, como ya he indicado, de buscar en la familia, en la comunidad nativa, previa, ancestral, en el pret?rito, en suma, el origen del Estado. Las naciones se forman y viven de tener un programa para el ma?ana.
En cuanto a la fuerza, no es dif?cil determinar su misi?n. Por muy profunda que sea la necesidad hist?rica de la uni?n entre dos pueblos, se oponen a ella intereses particulares, caprichos, vilezas, pasiones, y, m?s que todo esto, prejuicios colectivos instalados en la superficie del alma popular que va a aparecer como sometida. Nada de eso es hondo hist?ricamente, ni siquiera humanamente; son lo patol?gico del hombre, los estorbos para la historia. Contra ello s?lo es eficaz el poder de la fuerza, la gran cirug?a pol?tica.
Desde estos pensamientos, como desde un observatorio, miremos ahora en la lejan?a de una perspectiva casi astron?mica el presente de Espa?a.
?POR QU? HAY SEPARATISMO?
Uno de los fen?menos m?s caracter?sticos de la vida pol?tica espa?ola, en los ?ltimos veinte a?os, ha sido la aparici?n de regionalismos, nacionalismos, separatismos; esto es, movimientos de secesi?n ?tnica y territorial. ?Son muchos los espa?oles que hayan llegado a hacerse cargo de cu?l es la verdadera realidad hist?rica de tales movimientos? Me temo que no.
Para la mayor parte de la gente, el <
Unos cuantos hombres, movidos por codicias econ?micas, por soberbias personales, por envidias m?s o menos privadas, van ejecutando deliberadamente esta faena de despedazamiento nacional, que sin ellos y su caprichosa labor no existir?a. Los que tienen de estos movimientos secesionistas pareja idea, piensan, con l?gica consecuencia, que la ?nica manera de combatirlos es ahogarlos por directa estrangulaci?n: persiguiendo sus ideas, sus organizaciones y sus hombres. La forma concreta de hacer esto es, por ejemplo, la siguiente: En Barcelona y Bilbao luchan <
Yo no sabr?a decir hasta qu? extremado punto discrepan de las referidas mis opiniones sobre el origen, car?cter, transcendencia y tratamiento de esas inquietudes secesionistas. Tengo la impresi?n de que el unitarismo, que hasta ahora se ha opuesto a catalanistas y bizcaitarras, es un producto de cabezas catalanas y vizca?nas nativamente incapaces --hablo en general y respeto todas las individualidades-- para comprender la historia de Espa?a. Porque, no se le d? vueltas: Espa?a es una cosa hecha por Castilla, y hay razones para ir sospechando que, en general, s?lo cabezas castellanas tienen ?rganos adecuados para percibir el gran problema de la Espa?a integral. M?s de una vez me he entretenido imaginando qu? habr?a acontecido si, en lugar de hombres de Castilla, hubiesen sido encargados, mil a?os hace, los unitarios de ahora, catalanes y vascos, de forjar esta enorme cosa que llamamos Espa?a. Yo sospecho que, aplicando sus m?todos y dando con sus testas en el yunque, lejos de arribar a la Espa?a una, habr?an dejado la pen?nsula convertida en una pululaci?n de mil cantones. Porque, como luego veremos, en el fondo, esa manera de entender los <
TANTO MONTA
En el cap?tulo anterior he sostenido que la incorporaci?n nacional, la convivencia de pueblos y grupos sociales, exige alguna alta empresa de colaboraci?n y un proyecto sugestivo de vida en com?n. La historia de Espa?a confirma esta opini?n, que emana ya de la historia de Roma. Los espa?oles nos juntamos hace cinco siglos para emprender una <
Aqu?, sin embargo, parece que la unidad es la causa y la condici?n para hacer grandes cosas. ?Qui?n lo duda? Pero es m?s interesante y m?s honda, y con verdad de m?s quilates, la relaci?n inversa: la idea de grandes cosas por hacer engendra la unificaci?n nacional.
Guicciardini no era muy inteligente. La mente m?s clara del tiempo era Maquiavelo. Nadie en aquella ?poca pens? m?s sobre pol?tica ni conoci? mejor el doctrinal ?ntimo de las canciller?as. Sobre todo, a nadie preocup? tanto la obra de Fernando como al sagaz secretario de la Se?or?a. Su <
Pues bien: existe una carta muy curiosa que Maquiavelo escribe a su amigo Francesco Vettori, otro embajador florentino, a prop?sito de la tregua inesperada que Fernando el Cat?lico concedi? al rey de Francia en 1513. Vettori no acierta a comprender la pol?tica del <
<
No puede pedirse mayor claridad y precisi?n en un contempor?neo. El suceso posterior hizo patente lo que acert? a descubrir el zahor? de Florencia. Mientras Espa?a tuvo empresas a que dar cima y se cern?a un sentido de vida en com?n sobre la convivencia peninsular, la incorporaci?n nacional no sufri? quebranto.
Pero hemos quedado en que durante estos a?os hay un rumor incesante de nacionalismos, regionalismos, separatismos...
Volvamos al comienzo de este art?culo, y pregunt?monos: ?Por qu??
PARTICULARISMO
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