Read Ebook: Comedias escogidas by Fern Ndez De Morat N Leandro Moli Re Yxart Josep Commentator
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Sentado el principio de que toda composici?n c?mica debe proponerse un objeto de ense?anza desempe?ado con los atractivos del placer, concibi? Morat?n que la comedia pod?a definirse as?: <
Hoc amet, hoc spernat promissi carminis auctor; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . et quae Desperat tractata nitescere posse, relinquit.
Estos mismos obst?culos hay que vencer si la comedia se escribe en verso. Ni las quintillas, ni las d?cimas, ni las estrofas l?ricas, ni el soneto, ni los endecas?labos pueden convenirla; s?lo el romance octos?labo y las redondillas se acercan ? la sencillez que debe caracterizarla, y aun mucho m?s el primero que las segundas. La facilidad, la energ?a, la pureza del lenguaje, la templada armon?a que debe resultar de la elecci?n de las palabras, de la dimensi?n variada de los periodos, de la contraposici?n de las terminaciones asonantes, todo ser? necesario para llevar ? su perfecci?n este g?nero de poes?a, que parece que no lo es. Ni espere acertar el que no haya debido ? la naturaleza una organizaci?n feliz, al estudio y al trato social un extenso conocimiento de nuestra bell?sima lengua, enriquecido con la continua lecci?n de nuestros mejores dram?ticos antiguos, los cuales, ? vueltas de su incorrecci?n y sus defectos, nos ofrecen los ?nicos modelos que deben imitarse, cuando la buena cr?tica sabe elegirlos.
Una acci?n sola, en un lugar y un d?a, conserve hasta su fin lleno el teatro.
El Pinciano dijo, hablando ? este prop?sito, en la citada obra: <
Crey? en efecto Morat?n que si en la f?bula c?mica se amontonan muchos episodios, ? no se la reduce ? una acci?n ?nica, la atenci?n se distrae, el objeto principal desaparece, los incidentes se atropellan, las situaciones no se preparan, los caracteres no se desenvuelven, los afectos no se motivan; todo es fatigosa confusi?n. Un solo inter?s, una sola acci?n, un solo enredo, un solo desenlace: eso pide, si ha de ser buena, toda composici?n teatral. Las dos unidades de lugar y tiempo, muy esenciales ? la perfecci?n dram?tica, deben acompa?ar ? la de acci?n, que la es indispensable; y si parece dif?cil la pr?ctica de estas reglas, no por eso habr? de inferirse que son absurdas ? imposibles. No se cite el ejemplo de grandes poetas que las abandonaron, puesto que si las hubieran seguido, sus aciertos ser?an mayores. Ni se alegue que si en la representaci?n de una pieza c?mica ? tr?gica es necesario que exista una t?cita convenci?n de parte del auditorio, nada importa que esta convenci?n se dilate y aumente sin conocidos l?mites. Si tal doctrina llegara ? establecerse, presto caer?an los que la siguieran en el caos dram?tico de Shakspeare, y las representaciones del teatro se reducir?an ? las mantas y los cordeles con que decoraba los suyos Lope de Rueda. Existe en efecto la t?cita convenci?n; pero aplicable solamente ? disculpar los defectos que son inherentes al arte, no los que voluntariamente comete el poeta. Ya se ha visto con repetidos ejemplos que la observancia de las unidades de acci?n, tiempo y lugar es posible y es conveniente: nada hay que decir en contrario, sino que la ejecuci?n es dificultosa; ?y qui?n ha cre?do hasta ahora que sea f?cil escribir una excelente comedia?
Sujeta la f?bula c?mica ? los preceptos que van indicados, hallar? comprobada el espectador en su origen, progreso y desenlace la verdad moral ? intelectual que el poeta ha querido recomendarle, si la composici?n se dispone con tal inteligencia, que resulte conveniente, veris?mil y teatral. Para ser la f?bula conveniente deber? existir una inmediata conexi?n entre la m?xima que se establece y el suceso que ha de comprobarla. Para hacerla veris?mil no basta que sea posible; ha de componerse de circunstancias tan naturales, tan f?ciles de ocurrir, que ? todos seduzca la ilusi?n de la semejanza. Para hacerla teatral deber? ser la exposici?n breve, el progreso continuo, el ?xito dudoso, la soluci?n inopinada y r?pida; pero no violenta, ni maravillosa ni trivial.
Debe pues ce?irse la buena comedia ? presentar aquellos frecuentes extrav?os que nacen de la ?ndole y particular disposici?n de los hombres, de la absoluta ignorancia, de los errores adquiridos en la educaci?n ? en el trato, de la multitud de las leyes contradictorias, feroces, in?tiles ? absurdas, del abuso de la autoridad dom?stica y de las falsas m?ximas que la dirigen, de las preocupaciones vulgares ? religiosas ? pol?ticas, del esp?ritu de corporaci?n, de clase ? paisanaje, de la costumbre, de la pereza, del orgullo, del ejemplo, del inter?s personal; de un conjunto de circunstancias, de afectos y de opiniones que producen efectivamente vicios y des?rdenes capaces de turbar la armon?a, la decencia, el placer social, y causar perjudiciales consecuencias al inter?s privado y al p?blico.
En la comedia se recomienda la virtud haci?ndola amable, como efectivamente lo es; pintando en otros hombres pasiones generosas ? tiernas, que haci?ndolos superiores ? todo otro inter?s menos laudable, los determinan ? proceder en las varias combinaciones de la vida seg?n los principios de la justicia, de la prudencia, de la humanidad y del honor lo piden. Cuantos vicios risibles infestan la sociedad, otros tantos descubre la comedia para inducirnos ? conocerlos y evitarlos, al mismo tiempo que nos acuerda las obligaciones que debemos desempe?ar en el trato del mundo para evitar los peligros que ? cada paso nos presenta, para merecer por una conducta irreprensible la estimaci?n y el amor de los buenos, para hallar en el testimonio de nuestra conciencia el m?s poderoso consuelo, la m?s segura protecci?n contra los accidentes de la fortuna ? la injusticia de los hombres.
En el ?xito que tuvieron sus obras c?micas, representadas y le?das, vi? logrado el fin que se propuso al componerlas. Di? en ellas el ejemplo pr?ctico de que la observancia de las reglas asegura el acierto, si el talento las acompa?a; y que el arte dram?tica, como todas las dem?s, resulta de principios cert?simos ? inalterables, sin cuyo conocimiento los mejores ingenios se precipitan y se malogran. Quiso imitar el atrevimiento laudable de Corneille y de Moli?re, que haci?ndose superiores ? las ideas comunes de su siglo, crearon la tragedia y la comedia en Francia. No pact? con los errores vulgares; no aspir? ? una celebridad f?cil de adquirir; quiso dar ? su naci?n modelos dignos de ser imitados por los que sigan despu?s tan arduo camino, y si no bast? su talento ? igualar deseos tan generosos, merece ? lo menos la gloria de haberlo intentado. Cuando haya en Espa?a buenos estudios; cuando el teatro merezca la atenci?n del gobierno; cuando se propague el amor ? las letras en raz?n del premio y el honor que logren; cuando cese de ser delito el saber, entonces llevar?n otros adelante la importante reforma que ?l empez?.
Quiso tambi?n desmentir de una manera victoriosa las equivocaciones en que han incurrido no pocos extranjeros que han escrito acerca de nuestro teatro, creyendo hallar en el car?cter nacional las causas de su corrupci?n, acumulando errores sobre este supuesto, copi?ndose unos ? otros, y obstin?ndose en decidir magistralmente sobre el m?rito cient?fico de una naci?n, sin conocer la historia de su literatura, sus costumbres ni su lengua, sin querer preguntar jam?s lo que ignoran ? los ?nicos que les pudieran instruir.
?Para qu? citar m?s? El p?blico espa?ol, aplaudiendo las comedias de Morat?n, responde ? tan atropelladas censuras. En Espa?a se llama comedia nacional la que pinta costumbres espa?olas; y el gusto dominante en la Pen?nsula es el de ver copiados en el teatro los originales que se encuentran ? cada paso en el trato com?n. El desarreglo no es nacional, no lo ha sido nunca en ninguna parte, ? no suponer que exista una naci?n de est?pidos, en quienes no produce deleite la imitaci?n de la verdad. El desarreglo es meramente accidental y transe?nte en todas partes, con m?s ? menos duraci?n. Decir que en Espa?a se aprecian las comedias antiguas porque las costumbres no se han mudado, es hablar con tanto desacuerdo como si se tratara de un pa?s remoto y casi desconocido. Precisamente por haberse mudado las costumbres, por no parecerse ya los espa?oles que hoy viven ? los que existieron dos siglos h?, las comedias escritas en aquel tiempo han deca?do de la estimaci?n que tuvieron, y desaparecer?n del todo ? proporci?n del n?mero de piezas modernas que vaya adquiriendo el teatro. El p?blico espa?ol, que tiene por muy nacionales las comedias de Morat?n, ha visto en ellas la pintura fiel de nuestros usos y costumbres, de nuestros actuales vicios y errores. Ha visto que un espa?ol ha sabido sujetar su car?cter altivo ? tratar acciones dom?sticas, reducirlas ? las temidas reglas de unidad, y a?n algo m?s que esto. Ha visto que no hay en sus f?bulas personas her?icas, ni mezcla de bufonesco y serio, de tr?gico y c?mico, de caballeresco y popular. Ha visto que en su representaci?n se apasionan los espectadores, lloran ? r?en, seg?n el autor quiso que lo hiciesen, y que no les es posible conservar aquella inmovilidad de estatuas con que el bueno del abate Cuadrio nos caracteriza. Ha visto por ?ltimo en las citadas piezas la observancia m?s rigurosa del arte, unida ? muchos de los primores que se admiran en nuestro antiguo teatro, y no se dice que nadie haya percibido en ellas hasta ahora ning?n sabor ni resquemo africano, oriental ni franc?s.
Hubo una ?poca en que algunos j?venes, mal instru?dos en sus primeros estudios, sin conocimiento de la antigua literatura, ignorantes de su propio idioma, neg?ndose al estudio de nuestros versificadores y prosistas , creyeron hallar en las obras extranjeras toda la instrucci?n que necesitaban para satisfacer su impaciente deseo de ser autores. Hici?ronse poetas, y alteraron la sint?xis y propiedad de su lengua, crey?ndola pobre, porque ni la conoc?an ni la quisieron aprender; sustituyeron ? la frase y giro po?tico, que la es peculiar, locuciones peregrinas ? inadmisibles; quitaron ? las palabras su acepci?n leg?tima ? las dieron la que tienen en otros idiomas; inventaron ? su placer, sin necesidad ni acierto, voces extravagantes que nada significan, formando un lenguaje oscuro y b?rbaro, compuesto de arca?smos, de galicismos y de neologismo rid?culo. Esta novedad hall? imitadores, y el da?o se propag? con funesta celeridad. Por ellos dijo Capmany: <
? la ignorancia de la lengua se a?adi? la del arte de componer; falta de plan po?tico, pobreza de ideas, redundancia de palabras, ap?strofes sin n?mero, destemplado uso de met?foras inconexas ? absurdas, desatinada elecci?n de adjetivos, confusi?n de estilos, y constante error de creer sencillo lo que es trivial, gracioso lo que es pueril, sublime lo gigantesco, en?rgico lo tenebroso y enigm?tico. ? esto a?adieron una afectaci?n intolerable de ternura, de filantrop?a y de filosofismo, que deja en claro el artificio pedantesco, y prueba que tales autores carecieron igualmente de sensibilidad que de doctrina.
Si en las obras sueltas de Morat?n no se advierten extrav?os de igual naturaleza, no por eso pudo lisonjearse de haber llegado ? la perfecci?n, que siempre huye del anhelo con que los hombres la solicitan: nada hay perfecto. Nunca aspir? ? la gloria de poeta l?rico; pero compuso algunas obras en este g?nero para desahogo de su imaginaci?n y sus afectos, ? para corresponder agradecido ? los que estimaban en algo las producciones de su pluma. Sigui? en este ramo de la poes?a los mejores ejemplos de la antigua y moderna literatura; cultiv? su lengua con aplicaci?n infatigable; evit? los errores que ve?a difundirse y aumentarse diariamente, aplaudidos por la ignorancia y la falsa cr?tica, y sostenidos por la autoridad, que contribuy? eficazmente ? propagarlos; pero ni desconoci? la distancia ? que se hallaba del acierto, ni fu? tan grande su amor propio que le hiciese olvidar cu?n dif?cil es adquirir en el Parnaso dos coronas.
LA COMEDIA NUEVA
COMEDIA EN DOS ACTOS, EN PROSA, ESTRENADA EN 1792
PERSONAS
DON ELEUTERIO. DO?A AGUSTINA. DO?A MARIQUITA. DON HERM?GENES. DON PEDRO. DON ANTONIO. DON SERAPIO. PIP?.
El teatro representa una sala con mesas, sillas y aparador de caf?; en el foro una puerta con escalera ? la habitaci?n principal, y otra puerta ? un lado que da paso ? la calle.
ESCENA PRIMERA.
DON ANTONIO, PIP?.
D. ANTONIO.--Parece que se hunde el techo. Pip?.
PIP?.--Se?or.
D. ANTONIO.--?Qu? gente hay arriba, que anda tal estr?pito? ?Son locos?
PIP?.--No, se?or; poetas.
D. ANTONIO.--?C?mo poetas?
PIP?.--S? se?or: ?as? lo fuera yo! ?No es cosa! Y han tenido una gran comida. Burdeos, pajarete, marrasquino; ?uh!
D. ANTONIO.--?Y con qu? motivo se hace esa francachela?
PIP?.--Yo no s?; pero supongo que ser? en celebridad de la comedia nueva que se representa esta tarde, escrita por uno de ellos.
D. ANTONIO.--?Conque han hecho una comedia? ?Haya picarillos!
PIP?.--Pues qu?, ?no lo sab?a usted?
D. ANTONIO.--No por cierto.
D. ANTONIO.--En efecto, aqu? est? : COMEDIA NUEVA INTITULADA EL GRAN CERCO DE VIENA. ?No es cosa! Del sitio de una ciudad hacen una comedia. ?Si son el diantre! ?Ay, amigo Pip?! ?cu?nto m?s vale ser mozo de caf? que poeta rid?culo!
PIP?.--Pues mire usted, la verdad, yo me alegrara de saber hacer, as?, alguna cosa...
D. ANTONIO.--?C?mo?
PIP?.--As?, de versos... ?Me gustan tanto los versos!
D. ANTONIO.--?Oh! los buenos versos son muy estimables; pero hoy d?a son tan pocos los que saben hacerlos, tan pocos, tan pocos...
PIP?.--No, pues los de arriba bien se conoce que son del arte. ?V?lgame Dios! ?Cu?ntos han echado por aquella boca! Hasta las mujeres.
D. ANTONIO.--?Oiga! ?tambi?n las se?oras dec?an coplillas?
PIP?.--?Vaya! All? hay una do?a Agustina, que es mujer del autor de la comedia... ?Qu?! Si usted viera... Unas d?cimas compon?a de repente... No es as? la otra, que en toda la mesa no ha hecho m?s que retozar con aquel don Herm?genes, y tirarle miguitas de pan al peluqu?n.
D. ANTONIO.--?Don Herm?genes est? arriba? ?Gran pedant?n!
PIP?.--Pues con ese se estaba jugando; y cuando la dec?an: <
D. ANTONIO.--Seguramente. ?Y qui?n es ese que cantaba poco h?, y daba aquellos gritos tan descompasados?
PIP?.--?Oh! ese es don Serapio.
D. ANTONIO.--Pero ?qu? es? ?qu? ocupaci?n tiene?
PIP?.--?l es... mire usted; ? ?l le llaman don Serapio.
D. ANTONIO.--?Ah! s?. Ese es aquel bulle bulle que hace gestos ? las c?micas, y las tira dulces ? la silla cuando pasan, y va todos los d?as ? saber qui?n di? cuchillada; y desde que se levanta hasta que se acuesta no cesa de hablar de la temporada de verano, la chupa del sobresaliente, y las partes de por medio.
PIP?.--Ese mismo. ?Oh! ese es de los apasionados finos. Aqu? se viene todas las ma?anas ? desayunar; y arma unas disputas con los peluqueros, que es un gusto oirle. Lu?go se va all? abajo, al barrio de Jes?s: se juntan cuatro amigos, hablan de comedias, altercan, r?en, fuman en los portales; don Serapio los introduce aqu? y acull? hasta que da la una; se despiden, y ?l se va ? comer con el apuntador.
D. ANTONIO.--?Y ese don Serapio es amigo del autor de la comedia?
PIP?.--?Toma! Son u?a y carne. Y ?l ha compuesto el casamiento de do?a Mariquita, la hermana del poeta, con don Herm?genes.
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