Read Ebook: El Tratado de París Conferencias pronunciadas en el círculo de la Unión mercantil en los días 22 24 y 27 de febrero de 1904 by Montero R Os Eugenio
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Tended la vista por la carta geogr?fica y desde luego comprender?is la verdadera insensatez del Gobierno espa?ol, poniendo de su parte todo lo posible para que la codicia anglo-americana pudiera m?s f?cilmente fijarse en aquello que l?gicamente hab?a de ser el objeto de sus constantes afanes. Desde la Florida no ten?a m?s que atravesar el estrecho que lleva este nombre, para que las armas americanas llegasen ? tierra cubana. Y para que ? esta funesta pol?tica, nada faltara, los ilustres legisladores de C?diz, que tantos t?tulos de gratitud ostentan ante la Espa?a moderna, bajo la presi?n de los patri?ticos sentimientos que les dominaban, al conceder ? Reynol Kesner el territorio de Tejas, que tambi?n vierte sus aguas sobre el Golfo de M?xico, para su repoblaci?n, si bien le exigieron que las dos terceras partes de ?sta hubieran de ser espa?oles, le dejaron en libertad de elegir la tercera parte restante, con la sola excepci?n de los franceses, contra cuyo Emperador entonces brotaba como del suelo y se mascaba en la atm?sfera espa?ola la irritaci?n y el odio m?s profundos. Por esa parte pudieron entrar los anglo-americanos para establecerse definitivamente en aquel Estado, cuya situaci?n geogr?fica, era, como la de la Florida, un grand?simo peligro para nuestra causa en Cuba.
Desde entonces la acci?n del gobierno americano y sus aspiraciones ? Cuba fueron m?s manifiestas y llegaron ? traducirse en proposiciones de car?cter oficial.
En 1848 llegaron ? insinuar ? Espa?a la idea de la compra de la isla de Cuba, insinuaci?n que fu? rechazada con dignidad por nuestro Gobierno. En 1854, en la conferencia de Ostende, volvi? el representante del gobierno de Washington ? hacer an?logas proposiciones, aunque con el mismo ?xito que la anterior. Desde entonces no cesaron de trabajar en el seno del pueblo americano para alimentar la insurrecci?n cubana, trabajos que pronto empezaron ? traducirse en grav?simos actos de hostilidad.
Todos recordar?is las grandes dificultades que desde 1870 surgieron ? cada paso con el gobierno de Washington, con motivo de las reclamaciones de indemnizaci?n que contra el nuestro hac?an los insurrectos cubanos, cubri?ndose con la capa de la ciudadan?a americana. No habr?is olvidado tampoco que las repetidas contestaciones del gobierno de Washington, ? las reclamaciones del espa?ol por las expediciones que sal?an de los puertos de la Uni?n, se?aladamente de Tampa y Cayo-Hueso, consist?an en la expresi?n de su impotencia ante la soberan?a de los Estados federados.
En 1875 el gobierno de la Uni?n explor? la opini?n de las grandes potencias de Europa, con el fin de intervenir en la guerra civil que devastaba los campos de Cuba, y solamente desisti? de sus prop?sitos, ante la oposici?n que aqu?llas manifestaron al pensamiento.
Y no puede, ciertamente, causar sorpresa la pol?tica del gobierno americano, ? quien con serenidad de esp?ritu la estudie. Pueblo joven, lleno de energ?as, devorado por la fiebre de la expansi?n, como desahogo necesario para la exuberancia de su vida, el pueblo americano, que sent?a lastimado su orgullo ante la dominaci?n en Am?rica de una potencia europea, si no supo contenerse ante la independencia de su vecina la Rep?blica mejicana, su pol?tica le llev? ? no respetar tampoco el ?ltimo gir?n que quedaba en Am?rica ? aquella naci?n que la hab?a descubierto, para llevar ? ella todos los beneficios de la civilizaci?n cristiana y moderna.
El error del ilustre Conde de Aranda al concebir tal pensamiento, consisti? en no tener presente, que la tierra americana no pod?a menos de ser refractaria ? la instituci?n mon?rquica. Am?rica hab?a nacido ? la vida moderna, bajo el imperio de Monarqu?as lejanas, de las cuales no pod?a conservar grato recuerdo, por la administraci?n y gobierno de sus representantes. Por otra parte, la nueva Rep?blica de los Estados Unidos tampoco hubiera aceptado el establecimiento de los Reinos que el Conde de Aranda propon?a.
M?s previsor, con un criterio m?s levantado y m?s propio de un hombre de Estado, aconsej? despu?s, por mucho que os sorprenda lo que vais ? oir, el Pr?ncipe de la Paz ? Carlos IV, la organizaci?n auton?mica de la Am?rica espa?ola, como lo hab?a hecho el Conde de Aranda, pero no bajo la forma mon?rquica que aqu?l propon?a.
Para el Pr?ncipe de la Paz deb?a constitu?rse en aquellos territorios un Gobierno Supremo, all? deb?an resolverse sin ulterior recurso los asuntos, salvo el caso en que los intereses comunes de espa?oles y americanos aconsejasen reservarlos ? la superior resoluci?n de la Metr?poli. Los Jefes Supremos de aquellos territorios, por m?s de que fueran Pr?ncipes de la sangre, hab?an de gobernarlos con un Ministerio responsable y con un Consejo ? manera de Cuerpo legislativo, que hab?a de formarse de por mitad por espa?oles y americanos, y no ? t?tulo de reino, sino de provincias ? virreinatos independientes de la Metr?poli. En el pensamiento del Pr?ncipe de la Paz aparecen ya los caracteres fundamentales de la autonom?a de la Australia y del Canad?. As? lo dej? consignado en sus Memorias publicadas en 1839, en las que dice: <
Desgraciadamente, ni el Conde de Aranda, ni el Pr?ncipe de la Paz fueron o?dos y persisti? el sistema de considerar como provincias de Espa?a aquellos lejanos territorios, por m?s que el r?gimen de las provincias de la Metr?poli fuese de aplicaci?n imposible m?s all? del Atl?ntico, agreg?ndose ? ello que tal sistema continu? encerr?ndose hasta el ?ltimo momento en la inconsecuencia del r?gimen arancelario excepcional, en cuya virtud, las Antillas espa?olas, hab?an de recibir como de cabotaje las mercanc?as espa?olas, entre tanto que en la Pen?nsula, no hab?an de gozar de los mismos beneficios los productos antillanos.
Espa?a comenz? al fin, ? reconocer la independencia y soberan?a de sus antiguas colonias en el continente, comenzando este reconocimiento en 1836 y siguiendo hasta 1870, en que celebr? el ?ltimo tratado.
Despu?s de todo cuanto acabo de indicaros, puedo volver ? preguntar: ?Cre?is que cabe considerar aisladamente la insurrecci?n de la isla de Cuba y que ?sta no fu? si no la ?ltima escena del sangriento drama que se desarroll? durante m?s de un siglo? ?Cre?is que las faltas de los gobiernos que acaban de fenecer pueden explicar por s? solas la ?ltima cat?strofe? ?No comprend?is que aun cuando estas faltas hayan contribu?do ? ella, no por eso habr?a dejado de realizarse aqu?lla, si tales faltas no se hubieran cometido?
Por esto os dec?a, que el germen del mal arrancaba desde los primeros tiempos de la dominaci?n espa?ola, porque estaba en el sistema mismo.
Con serenidad de esp?ritu hay que estudiarlo, y ya que no lleguemos ? aquella serenidad de que dieron muestras los ingleses cuando perdieron sus colonias de Norte Am?rica, por lo menos no nos dejemos arrebatar por la pasi?n; estudiemos en la Historia y ? la luz de la cr?tica estos fen?menos y aprendamos en lo pasado lo que necesitamos para mejorar nuestra situaci?n en lo porvenir.
Por hoy, he abusado demasiado de vuestro tiempo. En otra conferencia pienso ya, ocuparme del t?rmino de nuestra soberan?a colonial en Am?rica, ? sea de las conferencias y del Tratado de Par?s celebrado en el a?o 1898.
Ley natural de emancipaci?n de las colonias. -- Nuestra misi?n en Par?s. -- Ni acuso ? nadie, ni defiendo mis actos. -- Exposici?n de hechos y documentos. -- Preparaci?n de la Paz. -- Mr. Cambon y Mr. Mac-Kinley. -- El protocolo de Washington. -- La comisi?n para el tratado de paz. -- Estado del esp?ritu p?blico. -- La prensa. -- Proyectos de art?culos de la comisi?n espa?ola y americana. -- La Deuda colonial. -- Peligro de rompimiento de negociaciones. -- La cuesti?n de Filipinas. -- Ultimatum americano. -- Espa?a cede ? la fuerza. -- Carta al Sr. Sagasta pidiendo autorizaci?n para retirarme. -- Contin?an las negociaciones. -- Art?culos del tratado. -- Ventajas obtenidas. -- Memorandum-protesta espa?ol. -- Respuesta de los americanos. -- Ataques de dos peri?dicos. -- ?Que juzgue el pa?s!
SE?ORES:
La conferencia que anteayer tuve el honor de pronunciar desde este sitio, puede resumirse del modo siguiente. En mi modest?sima opini?n, el estado colonial de un pueblo es, por su naturaleza, precario y temporal; nunca es ni ha sido un estado de car?cter permanente. La temporalidad de este estado tiene una gran analog?a con la menor edad del ser humano. Cuando ?ste siente en el fondo de su conciencia toda su personalidad, la plenitud de su raz?n, y la libertad preparada para obrar ? su tenor, no porque su coraz?n haya cambiado, no porque deje de amar ? sus padres como en los d?as de su infancia, pero conservando ese amor, se considera independiente y se?or de sus actos, y autorizado para regirse y gobernarse ? s? mismo.
Pues bien; como somos nosotros en el seno de la familia, lo mismo han sido y son los pueblos en todas las edades; y as? como la emancipaci?n del hijo es, en realidad, en el seno del hogar dom?stico un momento cr?tico, en cuanto que el padre siente, y no por egoismo ciertamente, perder aquella autoridad, en cuya virtud pod?a dirigir la conducta de su hijo y hasta modelar su conciencia, y teme por la felicidad de aqu?l ? quien di? el ser, al tener que reconocer su libertad ? independencia; de la misma manera la madre patria siente repugnancia y aun decidida resistencia para reconocer la independencia de los pueblos que educ? y que prepar? para una vida libre.
Estas crisis fueron siempre graves, terribles, y casi siempre sangrientas, y una vez conseguida la independencia por los nuevos Estados, no supieron conducirse con el natural sentimiento de amor ? la Metr?poli ? cuyo calor se hab?an formado.
Pero tambi?n he dicho, que por m?s que el estado colonial es, por su naturaleza, temporal, por lo que hace ? nuestra patria, la emancipaci?n de nuestras ?ltimas colonias, si bien fu? el natural efecto de la causa que acabo de indicar, quiz? se haya producido adem?s por otras circunstancias, entre las que necesario es reconocer que figuran las faltas y los errores de los Gobiernos.
No estaba fijado el momento de la emancipaci?n; este momento pod?a aproximarse ? retrasarse, pero no alejarse para siempre. ?Para qu? recordar los tristes sucesos que precedieron ? la p?rdida de los ?ltimos restos de nuestro imperio ultramarino? Demasiado vivos est?n en nuestra memoria para que hagamos ahora con su recuerdo m?s vivo el dolor que sentimos todos, en quienes vive ardiente el amor sagrado de la Patria.
Pasar?, pues, por encima de estos hechos para llegar al mes de Julio de 1898. Har? la relaci?n de lo ocurrido con toda la fr?a imparcialidad de que soy capaz. No saldr? de mis labios, una frase siquiera que envuelva censura ni acusaci?n para nadie, ni tampoco he de pronunciarla en defensa de mis actos, ni de mis dignos compa?eros de la Comisi?n ? quienes se encomend? el doloros?simo encargo de concertar en Par?s el tratado de paz, con la poderosa naci?n que tantos dolores acababa de ocasionarnos. Mi conciencia no conserva el recuerdo de hecho alguno de aquella Comisi?n, que en mi humilde sentir requiera su defensa. Me limitar?, pues, ? referir imparcialmente lo ocurrido, dejando ? vosotros y al p?blico en completa y absoluta libertad para que form?is despu?s vuestro juicio soberano. Pero estad seguros de la verdad de cuanto voy ? referir, pues todos y cada uno de los hechos, descansan sobre documentos fehacientes, que procurar? ir citando, y la historia que voy ? haceros se acomodar? ? las m?s severas exigencias de la verdad.
El 22 de Julio de 1898, el Gobierno espa?ol comprendi? que era ya de toda urgencia poner t?rmino ? la guerra: aun no hab?an desembarcado ? la saz?n los soldados americanos en la isla de Puerto Rico. Como entend?a que las negociaciones ten?an un apremiante car?cter de urgencia y carec?amos de representante diplom?tico en Washington, hubo de velarse por la mediaci?n del embajador de Espa?a en Par?s, del que lo era de la Rep?blica francesa en la capital americana, para que iniciase las negociaciones con el gobierno federal.
El Gobierno franc?s se prest? gustoso inmediatamente ? lo que de ?l, seg?n acabo de decir, demandaba nuestro Gobierno, y, en su consecuencia, el Ministro de Estado espa?ol dirigi? al Embajador de la Rep?blica francesa en Washington, como Ministro plenipotenciario especial de Espa?a para estas negociaciones, un telegrama que conten?a una comunicaci?n para el Presidente de la Rep?blica americana. En ?l dec?a nuestro Ministro ? Mr. Mac-Kinley, que Espa?a entend?a que hab?a llegado el momento de poner t?rmino ? las hostilidades, y que en su consecuencia, se sirviera decir cu?les eran las condiciones que el Gobierno de Washington consideraba indispensables, para acordar la suspensi?n de la guerra.
Hizo m?s nuestro Ministro de Estado. Comunic? este telegrama ? los Embajadores y Ministros de las potencias europeas, en Madrid, algunos de los cuales, sin duda, se apresur? ? comunic?rselo al Presidente americano, porque cuando el Embajador franc?s se lo entreg? en propia mano el d?a 27, ya le dijo ?ste, que conoc?a su contenido.
El Presidente acept? la indicaci?n, manifestando cu?les eran las condiciones con que los Estados Unidos estar?an dispuestos ? poner t?rmino ? la guerra.
Al enterarse de esta respuesta, y con un prop?sito que los hechos revelaron despu?s, manifest? la exigencia de que dichas condiciones de paz y su aceptaci?n, en vez de constar en las notas telegr?ficas que hasta entonces hab?an mediado, se firmasen en un protocolo especial que habr?a de redactarse ? este efecto. De este modo, como los hechos vinieron ? demostrar, el gabinete de Washington se pon?a en la situaci?n de poder prescindir en Par?s de las negociaciones que hab?an precedido al protocolo para atenerse exclusivamente al articulado de este documento.
Dice este protocolo as?:
< >>Art?culo 1.? Espa?a renunciar? ? toda pretensi?n ? su soberan?a y ? todos sus derechos sobre Cuba. >>Art?culo 2.? Espa?a ceder? ? los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las dem?s islas que actualmente se encuentran bajo la soberan?a de Espa?a en las Indias Occidentales, as? como una isla en las Ladrones, que ser? escogida por los Estados Unidos. >>Art?culo 3.? Los Estados Unidos ocupar?n y conservar?n la ciudad, la bah?a y el puerto de Manila en espera de la conclusi?n de un Tratado de paz, que deber? determinar la intervenci?n , la disposici?n y el gobierno de las Filipinas. >>Art?culo 4.? Espa?a evacuar? inmediatamente la isla de Cuba, Puerto Rico y las dem?s islas que se encuentran actualmente bajo la soberan?a espa?ola en las Indias Occidentales; con este objeto, cada uno de los dos Gobiernos nombrar? Comisarios en los diez d?as que seguir?n ? la firma de este Protocolo, y los Comisarios as? nombrados deber?n, en los treinta d?as que seguir?n ? la firma de este Protocolo, encontrarse en la Habana ? fin de convenir y ejecutar los detalles de la evacuaci?n ya mencionada de Cuba y de las Islas espa?olas adyacentes; y cada uno de los dos Gobiernos nombrar? igualmente, en los diez d?as siguientes al de la firma de este Protocolo, otros Comisarios que deber?n, en los treinta d?as que seguir?n ? la firma de este Protocolo, encontrarse en San Juan de Puerto Rico, ? fin de convenir y ejecutar los detalles de la evacuaci?n antes mencionada de Puerto Rico y de las dem?s islas que se encuentran actualmente bajo la soberan?a de Espa?a en las Indias Occidentales. >>Art?culo 5.? Los Estados Unidos y Espa?a nombrar?n para tratar de la paz, cinco Comisarios ? lo m?s por cada Pa?s; los Comisarios as? nombrados deber?n encontrarse en Par?s el primero de Octubre de mil ochocientos noventa y ocho lo m?s tarde, y proceder ? la negociaci?n y ? la conclusi?n de un Tratado de paz; este Tratado quedar? sujeto ? la ratificaci?n con arreglo ? las formas constitucionales de cada uno de ambos pa?ses. >>Art?culo 6.? Una vez terminado y firmado este Protocolo, deber?n suspenderse las hostilidades en los dos Pa?ses, y ? este efecto se deber?n dar ?rdenes por cada uno de los dos Gobiernos ? los jefes de sus fuerzas de mar y tierra tan pronto como sea posible. >>Hecho en Washington en ejemplar doble, ingl?s y franc?s, por los abajo firmados, que ponen al pie su firma y sello el d?a doce de Agosto de mil ochocientos noventa y y ocho.>> Este Protocolo, como se ve, hizo definitiva ? irreparable la cat?strofe. Espa?a, irrevocablemente, perd?a por ?l sus colonias de Occidente; nada ten?a que esperar ya respecto de ellas. La suerte de las mismas quedaba fijada. Respecto al archipi?lago filipino, m?s que esperanzas, envolv?a grav?simos temores para Espa?a el Protocolo de Washington. Dentro de su cl?usula tercera cab?a la p?rdida de la soberan?a y aun algo peor: la p?rdida de su dignidad y de su honor, que no quedar?a ? salvo, si los Estados Unidos, al amparo de aquel texto, se empe?aban en adquirir el derecho de una intervenci?n permanente en el gobierno interior del archipi?lago y ventajas del mismo car?cter, que les reservasen todos los beneficios de la colonia, dejando s?lo para la antigua Metr?poli las cargas que tales posesiones imponen siempre. Por lo uno ? por lo otro habr?a que optar en Par?s. La ?nica esperanza que quedaba, era la de que, esta desgraciada situaci?n, definitivamente fijada en Washington, no se agravase m?s en la capital de la vecina Rep?blica al celebrarse el Tratado de paz. A la saz?n Manila estaba sitiada, pero no se hab?a rendido. El d?a 13 de Agosto el americano Dewey abr?a negociaciones con las autoridades de la plaza para su rendici?n, que se llev? ? cabo al d?a siguiente 14. Este acto de guerra era notoriamente contrario al Protocolo, en el que se hab?a estipulado que inmediatamente despu?s de su firma, las hostilidades hab?an de suspenderse. El Almirante de la escuadra americana y el general del ej?rcito de tierra que sitiaban la capital del archipi?lago, es natural que ignorasen que el d?a 13 de Agosto, esto es, el d?a anterior, se hab?a firmado en Washington la suspensi?n de hostilidades. De esta ignorancia, la ?nica consecuencia que surge es la de que no incurrieron en responsabilidad personal por un acto, que hubiera sido un acto de verdadera felon?a si por ellos hubiese sido ejecutado, teniendo previamente noticia de que el estado de guerra estaba ya suspendido. Mas la buena fe de aquellos jefes, si bien es bastante para eximirles de toda responsabilidad personal, no lo es para dar car?cter de legalidad ? aquel acto de guerra que la buena fe que debi? suponerse en las altas partes contratantes exig?a que deb?a tenerse en el por ellos ejecutado, reponi?ndose las cosas al ser y estado en que se hallaban el 12 de Agosto, en que, por mutuo acuerdo, hab?an sido suspendidos todos los actos de fuerza de los ej?rcitos beligerantes. Es verdad que la bah?a y plaza de Manila hab?an de quedar en poder de los Estados Unidos como garant?a hasta la celebraci?n del Tratado de paz, pero seg?n va dicho, era inmensa la diferencia que no pod?a menos de resultar entre las consecuencias de la ocupaci?n de la plaza por la voluntad de las altas partes contratantes y la ocupaci?n de la misma por un acto de guerra, ? sea por su conquista. Este punto fu? objeto de una seria reclamaci?n de la Comisi?n espa?ola en las conferencias de Par?s y de la cual habr? de ocuparme oportunamente. Mas lo cierto es, que al nombrar el Gobierno espa?ol la Comisi?n que con arreglo al art?culo 5.? del Tratado preliminar de Washington hab?a de concurrir ? Par?s para la celebraci?n del Tratado de paz, el estado, de hecho, en Filipinas, consist?a en la insurrecci?n general de la poblaci?n ind?gena del archipi?lago y en la ocupaci?n de la bah?a y el puerto de Manila por las fuerzas americanas, ? las que se hab?a rendido la guarnici?n espa?ola de la plaza, compuesta de unos ocho ? nueve mil hombres. El Gobierno espa?ol nombr? una Comisi?n. Se dijo entonces, que su prop?sito hab?a sido formar una Comisi?n verdaderamente nacional, en que estuvieran representados todos los partidos pol?ticos del pa?s, ? quienes no pod?a menos de suponerse interesados por igual en la defensa de su Patria. Se dijo asimismo, que ? diferencia del Gobierno, creyeron los hombres pol?ticos m?s eminentes, que la Comisi?n deb?a ser vivo reflejo del pensamiento de aqu?lla, y que por tanto sus individuos no deb?an llevar otro criterio m?s que el del Gobierno que les nombrase.
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