Read Ebook: Pago Chico by Payr Roberto Jorge
Font size:
Background color:
Text color:
Add to tbrJar First Page Next Page
Ebook has 1343 lines and 58440 words, and 27 pages
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR
Ciertas reglas de acentuaci?n ortogr?fica del castellano cuando la presente edici?n de esta obra fue publicada, en 1908, eran diferentes a las existentes cuando se realiz? la transcripci?n. Palabras como vi?, fu?, di?, lo mismo que la preposici?n "?", y las conjunciones "?", "?", "?", por ejemplo, en esa ?poca llevaban acento ortogr?fico. Eso ha sido respetado.
El lenguaje utilizado es peculiar al modo de hablar de los argentinos. Es oportuno agregar que el autor, adem?s, hace hablar a algunos de los personajes en un lenguaje con expresiones y giros que son t?picos del interior de la Argentina.
Por lo dem?s, el criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripci?n ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia Espa?ola vigentes en ese entonces. El lector interesado puede consultar el Mapa de Diccionarios Acad?micos de la Real Academia Espa?ola.
Errores evidentes de impresi?n y de puntuaci?n han sido corregidos.
La cubierta del libro en la versi?n HTML fue modificada por el Transcriptor y ha sido puesta en el dominio p?blico.
El ?ndice de cap?tulos ha sido trasladado al principio de la obra.
PAGO CHICO
VIOLINES Y TONELES
--Talleres tipogr?ficos de la Casa Editorial "Mitre"--Barcelona--
ROBERTO J. PAYR?
Pago Chico
EDITORIAL MINERVA AVENIDA DE MAYO 560 BUENOS AIRES
?NDICE
P?g.
I La escena y los actores 7
II Libertad de la imprenta 21
V El juez de paz 51
VI La elecci?n municipal 59
X Para barrabasadas 113
XX Guerra ? Silvestre 245
LA ESCENA Y LOS ACTORES
Fort?n en tiempo de la guerra de indios, Pago Chico hab?a ido cristalizando ? su alrededor una poblaci?n heterog?nea y curiosa, compuesta de mujeres de soldados,--chinas,--acopiadores de quillangos y pluma de avestruz, compradores de sueldos, mercachifles, pulperos, indios mansos, indiecitos cautivos,--presa preferida de cuanta enfermedad end?mica ? epid?mica vagase por all?.
El fort?n y su arrabal, an?logo al de los castillos feudales, permanecieron largos a?os estacionarios, sin otro aumento de poblaci?n que el vegetativo,--casi nulo porque la mortalidad infantil equilibraba casi los nacimientos, pero cuyos claros ven?an ? llenar los nuevos contingentes de tropas enviados por el gobierno.
Mas, cuando los indios quedaron reducidos ? su m?nima expresi?n,--<
Cuando ese n?cleo adquiri? cierta importancia, el gobierno provincial de Buenos Aires, que contaba para sus manejos pol?ticos y de otra especie con la fidelidad incondicional de los habitantes, erigi? en <
Como por entonces no exist?an ni en embri?n las autonom?as comunales, el gobierno de la provincia nombraba miembros de la municipalidad, comandantes militares, jueces de paz y comisarios de polic?a, encargados de suministrarle los legisladores ? su imagen y semejanza que hab?an de mantenerlo en el poder.
Oposici?n no exist?a sino tan embrionaria que su exteriorizaci?n m?s grande eran los chismes y las hablillas, las protestas de alg?n desde?ado ? perseguido y los an?nimos al gobernador de la provincia ? los peri?dicos de la capital, ora reveladores de verdaderos abusos, ora simples especies calumniosas y envenenadas.
El programa pol?tico de los descontentos era el rudimentario <
--Vd. es un sonso, amigo Berm?dez,--le dijo en esta emergencia el escribano Ferreiro, deteni?ndolo en la calle.
--?Por qu??--pregunt? el prohombre opositor muy sorprendido.
--Porque ha obligado al intendente ? romper el contrato por diez a?os del peaje del puente.
--?Y ? m? qu??
--Que la Municipalidad se lo conced?a ? usted por una bicoca... ?Un regalito de tres ? cuatro mil pesos al a?o!...
Berm?dez se puso verde, luego amarillo, despu?s rojo como un tomate, en seguida p?lido otra vez, y tomando el brazo del ladino Ferreiro con la mano tr?mula de emoci?n y avaricia:
--?Y eso no se podr?a arreglar?--pregunt?.
Se arregl?, y admirablemente. Berm?dez di? vuelta el poncho. Los parroquianos del caf? de C?rmine le sacaron el cuero; pero nuestro hombre, desollado y todo, sigui? tan campante, enriqueci?ndose y figurando cada vez m?s...
Ese caf? de C?rmine y otros puntos de cita no pod?an, entre tanto, dejar de convertirse en centros de difamaci?n, y lo fueron con tal eficacia que al cabo de pocos a?os el pueblo se hall? dividido en varios bandos que se odiaban ? muerte, y cuya lucha iba ? dar origen ? una oposici?n organizada.
Entre estos bandos destac?base el de D. Ignacio Pe?a y su ac?lito el boticario Silvestre Esp?ndola, enemigo personal este ?ltimo del intendente y su camarilla, porque el m?dico municipal, doctor Carbonero, habilit? ? un italiano para que abriese otra farmacia contando con la clientela obligatoria de sus enfermos, los pedidos de la municipalidad para el hospital, y los de la comisar?a para su botiqu?n, pues Carbonero acumulaba tambi?n las funciones de m?dico de polic?a y director del hospital.
Esto ahondaba la divisi?n, porque los otros dos facultativos, el doctor Fillipini, italiano, y el doctor don Francisco de P?rez y Cueto, espa?ol, sin cargo ni prebenda alguna, eran naturalmente opositores ? todo trance.
A??dase ? esto la competencia comercial, creadora de enconos por s? misma, y exacerbada a?n por el favoritismo de las autoridades, que para algunos llegaba ? extremos inconcebibles; los celos de las mujeres; las envidias de los hombres; la sempiterna vida en com?n; la falta casi total de horizontes, y se tendr? idea de aquel terreno preparado ya para convertirse en teatro de una lucha hom?rica.
Hizo Machado llevar una imprentita de Buenos Aires, y como era completamente analfabeto, la puso en manos de Fern?ndez, que ya hab?a dragoneado de periodista en otro pueblo, encarg?ndole que pusiese <
--Mire, don Pedro--declar? al belicoso juez de paz;--esto va ? ser como pelea de comadres de barrio: <> <> Cuanto pueda decirle ? Luna, ?l se lo puede repetir ? ust?, porque todos hemos hecho y estamos haciendo lo mismo. Tr?guese la rabia y c?llese la boca, porque lo m?s que sacar? ser? lo que el negro del serm?n: los pies fr?os y la cabeza caliente. Sigamos como hasta ahora, que as? va lindo no m?s. Sino, vamos ? tener que enojarnos con ust?, se va ? enojar el gobierno, ya no le caer? ni un negocito para hacer boca, y en cambio Luna se encargar? de decirle cu?ntas son cinco, y ?l y ust?, ust? y ?l ser?n la risa de todo el mundo.
Como don Pedro no cediera ? las primeras de cambio, Ferreiro se entretuvo en enumerarle todos los negocios dudosos y hasta escandalosos en que hab?a tenido participaci?n, las arbitrariedades por ?l cometidas en el desempe?o de su cargo...
--?Pi?r ha hecho ?l!--gritaba Machado, como lo pronosticara el escribano, que le tap? la boca con esto:
--Habr? hecho peor, no digo que no. Pero ?l no est? en posesi?n de un campo sin t?tulo de propiedad, ni de seis ? siete lotes urbanos, que la Intendencia puede reivindicar de un momento ? otro...
Ya lo veremos en la acci?n. Entre tanto pasemos ? otra cosa, para dar una idea general de aquel pueblo privilegiado.
Las reuniones m?s chic y mejor concurridas eran las que Gancedo celebraba frecuentemente en su casa, para ir cre?ndose una popularidad que pudiera llevarlo ? la diputaci?n,--sin darse cuenta de que en Ferreiro ten?a un rival tanto m?s peligroso cuanto m?s discreto y solapado.
Las tertulias de Gancedo eran todo lo amenas y agradables que pod?an serlo en Pago Chico. Preced?alas siempre <
Terminada la comida y apuradas las ?ltimas botellas de buen vino de postre, comenzaba ? llegar el resto de los invitados, las ni?as con sus mam?s, los j?venes solteros; el pianista Mussio aporreaba el teclado sin darse tregua, y los valses, las polkas y los lanceros se suced?an hasta muy cerca del amanecer.
Las dem?s reuniones eran muy parciales y escasas, excepto las masculinas del Club del Progreso y la confiter?a de C?rmine,--los dos puntos de reuni?n que se disputaban opositores y oficialistas, quedando el uno y el otro tan pronto en manos de ?stos, tan pronto en manos de aqu?llos, como en las figuras de una contradanza.
Add to tbrJar First Page Next Page