Read Ebook: Pago Chico by Payr Roberto Jorge
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Ebook has 1343 lines and 58440 words, and 27 pages
Las dem?s reuniones eran muy parciales y escasas, excepto las masculinas del Club del Progreso y la confiter?a de C?rmine,--los dos puntos de reuni?n que se disputaban opositores y oficialistas, quedando el uno y el otro tan pronto en manos de ?stos, tan pronto en manos de aqu?llos, como en las figuras de una contradanza.
Pero, eso s?, s?lo trat?ndose de un caso de enemistad declarada y odio manifiesto, ning?n pagochiquense distinguido faltaba al bautizo, la boda, el velorio y el entierro de otro distinguido pagochiquense. Era de regla olvidar aparentemente las peque?as rencillas en estas solemnidades.
Pero si escaseaban las fiestas y las tertulias de m?sica y de baile, abundaban en cambio las <
--Si uno fuera ? creer tanta inmundicia--dec?a Silvestre,--tendr?a verg?enza hasta de mirarse al espejo sin testigos.
Y lo m?s curioso es que Silvestre sol?a ser el veh?culo por excelencia de la difamaci?n...
<
El comercio ten?a bastante importancia, sobre todo desde que lleg? el ferrocarril, pues entonces comenzaron ? establecerse <
Entre estas ?ltimas, la m?s notable era la de Gorordo, que reun?a en un inmenso edificio de un solo piso con techo de hierro galvanizado, los ramos de tienda, mercer?a, almac?n, despacho de bebidas, corral?n de madera, hierro y tejas, muebler?a, armer?a, hojalater?a, ferreter?a, pinturer?a, roper?a, librer?a, papeler?a y droguer?a, am?n de otras especialidades.
A?n quedaban otros establecimientos an?logos, restos de la ?poca en que era necesario acapararlo todo para realizar alguna ganancia, y en que todos estos comercios se complementaban todav?a con la compra-venta de frutos del pa?s. Pero iban perdiendo terreno ante la especializaci?n, pues a?o tras a?o surgieron tiendas y mercer?as, almacenes de comestibles, boticas, muebler?as, plater?as, sastrer?as, zapater?as de diverso orden, hoteles, fondas y bodegones, hasta un conato de librer?a y una cigarrer?a peque?a,--casas entre las que sobresal?a como una perla de incomparable oriente la
SAPATERIA E SPACIO DI BEVIDA DI ROMOLO E REMO DI GIUSEPPE CARDINALI
Pago Chico tuvo, por consiguiente, sus Bon March? y sus Printemps antes que Par?s, ? al mismo tiempo, para perderlos luego y verlos sin duda reaparecer cuando se complete el ciclo de su evoluci?n progresiva.
La primera industria mec?nica que nace en un pueblo de provincia, y la primera que naci? en Pago Chico, es la de fabricaci?n de carros. En un principio los carros se compran en otra parte, pero inmediatamente se nota la necesidad de una herrer?a y carpinter?a para componerlos. Establecida ?sta, por poco que la poblaci?n adelante, el taller prospere y el obrero no sea muy torpe, la simple herrer?a se convierte en f?brica y la industria ha nacido sin esfuerzo.
? la f?brica de rodados hab?a ya que agregar en Pago Chico el floreciente molino y fideder?a de Guerrini, construcci?n chata y mezquina emplazada ? orillas del arroyo presuntuosamente llamado R?o Chico, cuya escasa corriente bastaba apenas para mover una peque?a rueda que mol?a el grano con lentitud y como desganada. Las tormentas y la humedad, azotando y carcomiendo sus paredes de ladrillo sin revoque, les hab?an dado una p?tina verdinegra, triste pero caracter?stica.--Hab?a que agregar tambi?n, fuera de los hornos de ladrillos y las licorer?as falsificadoras de toda clase de bebidas, la talabarter?a de Tortorano, que realizando buenos negocios sin embargo, deb?a luchar con la competencia de los trenzadores criollos, que en los ranchos de las afueras hac?an primorosos maneadores, lazos, bozales, maneas, prendas de gran lujo disputadas por los paisanos y los mismos <
Como industria, no podemos olvidar tampoco la de Tripudio, que con los desmirriados racimos de las parras de su quinta y otros ingredientes menos inofensivos, fabricaba un chacol? con <
Completaban la poblaci?n trabajadora de Pago Chico, varios ejemplares de hojalateros, sombrereros, modistas, tip?grafos, pintores, blanqueadores y empapeladores, planchadoras, panaderos, lavanderas, cigarreras, carniceros con tienda abierta y verduleros que tambi?n vend?an carb?n, le?a, ma?z y afrecho...
...Y como esto basta y sobra para dominar el escenario y tener siquiera barruntos de algunos pocos actores, pasemos sin m?s pre?mbulo ? relatar y puntualizar varios episodios de la sabrosa historia pagochiquense, pre?ada de hechos transcendentales, rica en filos?fica ense?anza, espejo de pueblos, regla de gobiernos, pauta de administraciones progresistas, norma de libertad, faro de filantrop?a, trasunto ejemplar de patriotismo...
--?Flor y truco! y si hay m?s flor ?contra flor el resto!--agregar?a Silvestre, afirmando con esta salva de veinti?n ca?onazos los colores de Pago Chico.
LIBERTAD DE IMPRENTA
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Y el art?culo que segu?a in crescendo, peor en sintaxis y p?simo en intenciones, enfureci? ? don Domingo de tal modo, que se fu? como un cohete ? consultar el caso con el escribano Ferreiro, su mentor en las grandes emergencias. Quer?a acusar la publicaci?n. Ferreiro, sudoroso, ley? atentamente el art?culo, dejando oir ligeros ?hum! ?hum! intraducibles; luego deposit? el diario en las rodillas y sentenci?:
--No es acusable.
Don Domingo Luna se exalt?, replicando, p?lido de ira:
--?Quiere decir que porque ? un mi?rcoles se le ocurre robarse la plata de la municipalidad, ? m? me puede decir que debo estar en la c?rcel de Sierra Chica ese canalla de Viera?...
--No lo dice, lo da ? entender,--repuso tranquilamente Ferreiro.
El m?s alto funcionario de Pago Chico sali? de la escriban?a furioso, gru?endo entre dientes:
--Me las ha de pagar ese insultador sin verg?enza. ?Ya ver?, ya ver?! ?Lo que es esta vez no se libra de una tunda!
Seguramente influ?a en el tumultuoso furor de don Domingo el estado del tiempo. Todo aquel d?a hizo un calor espantoso. El horizonte, al norte y al oeste, estaba oculto tras de vapores vagos que daban al cielo tintas sucias, un color borroso de polvareda lejana. Rachas de viento caliente como si saliera de un horno, barr?an las calles calcinadas por el sol. Nadie sal?a de casa; todos se sent?an invadidos por un malestar creciente, con el pecho opreso, jadeantes y sudorosos aun en la inmovilidad. En sus r?fagas el viento tra?a olor ? paja quemada. El bochorno aumentaba por minutos.
Avanzando la tarde el sol se ocult? entre nubes de fuego; pero el incendio del ocaso parec?a extenderse al norte, donde la extra?a niebla tomaba resplandores rojizos. La noche cay? lentamente, y el viento que forma montones de arena en las aceras y los pasea triunfante de un lado ? otro de la calle, no disminuy? su furor ni se dign? refrescar algo; quer?a achicharrarlo todo.
Cuando obscureci? completamente, se notaron en el cielo de azul profundo, dos grandes parches luminosos, de c?lidas tintas, semejantes--menos en el tono--? la claridad difusa que por la noche y desde lejos se ve flotar sobre las ciudades bien alumbradas. Tras de ese velo transparente, de color naranja, titilaban las estrellas en el cielo sin una nube...
Era el incendio del campo, que hab?a cundido con la violencia de los grandes desastres como se ver? cuando se lea <
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