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Read Ebook: El corazón juglar by Urbina Luis G Luis Gonzaga

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Ebook has 256 lines and 16643 words, and 6 pages

original, y entretuvo.--

En la negrura del casco se abri? una escotilla; un brusco resplandor amarillento hiri? las aguas, y, al punto, una c?rdena linterna apareci? y ech? un f?lgido torrente de sangre, en el mar, que enrojeci? de s?bito.

Chirriaron cordeles, y sali? el ata?d, de rudos tablones, balance?ndose sobre el abismo, un minuto.

El capell?n, invisible, rez? en alta voz algunos latines. Dos marineros --el cordel entre los pu?os-- fueron dejando caer, en su l?quido sepulcro, el ata?d. Se abri? el mar compasivo y taciturno; y argentado y azul, era como un palpitante t?mulo.

Resplandec?an los astros en el horizonte adusto, y entre las sombras, fing?an ojos de mirar ce?udo. En aquel supremo instante me acord? de V?ctor Hugo. <> Sin embargo, el buque no se detuvo. Algunas gotas de llanto; algunas caras de susto; alg?n dicho filos?fico; alg?n chiste audaz y est?pido...

S?lo la h?lice gem?a, solo el mar llevaba luto.

ADIVINACIONES

La biograf?a so?ada.

La brisa es un suspiro de abril. El mar, un campo azul. El cielo, un p?lido zafiro. La nube, un cisne. El barco va, en su vuelo, con levedad ingr?vida de pluma, envuelto en telas di?fanas y blondas, y bordando en la seda de las ondas arabescos de espuma.--

Hermana, t? reposas en la silla de cubierta, y se?alas en tu actitud una emoci?n sencilla, y en el perfume de ?xtasis que exhalas ante la maravilla de la serena inmensidad que brilla, el pensamiento y el mirar resbalas.

--El barco va, con levedad de pluma envuelto en finas claridades blondas, y bordando en la seda de las ondas arabescos de espuma.

Miro tu ?xtasis, Sor Melancol?a, y sobre el mar risue?o, voy con los hilos de la fantas?a; dibujando una flor de poes?a en el lino de un sue?o.

...La empinada calleja, siempre polvosa y solitaria; el muro, alto y sombr?o, y el portal obscuro, y la vetusta reja.

?Toledo? ?Avila? ?Burgos? Quiz?... Alguna ciudad llena de sol y de antiguallas, con su puerta moruna y su r?o en la orilla, y que, con torres, claustros y murallas pregona, entre la herrumbre y la polilla, leyendas de milagros y batallas en las ocres llanuras de Castilla.

All? pasaste la ni?ez, sin pena y sin placer. Y abri?se, en el devoto ambiente, tu alma buena, tal como una clor?tica azucena se abre en un tiesto roto. D?cil al bien y a la maldad ajena se desliz? tu vida provinciana, juntando a la dom?stica faena la misa parroquial de la ma?ana y el familiar rosario de la cena.

Corri? el tiempo... Y un d?a, por tu calle pas?, como en un sue?o que te impregnase el alma de alegr?a, el gal?n lugare?o.

--El barco va con levedad de pluma envuelto en finas claridades blondas, y realza en la seda de las ondas arabescos de espuma.--

Y en la vidriera que la luz irisa, a la hora del silencio vespertino alzabas los visillos, y, de prisa, echabas a su paso una sonrisa como si le enflorases el camino.

La embriaguez de un jard?n en primavera aspiraste en el p?dico deseo, y tembl? tu alma entera con la inquietud de la primer quimera, como un nido que siente un aleteo.

?Fu? traici?n? ?Abandono? ?Desencanto? T? escondes el secreto; mas la vida mordi? una vez tu seno, y su mordida la c?ndida ilusi?n deshizo en llanto. Y qu? cruel y persuasivo acento --voz de Hamlet, ir?nico y violento-- decirte pudo la falaz lisonja: --<>

Y nada m?s... As? pas?. Tranquilos, mas no est?riles son tus sinsabores. Tu vida pasa entre cuidar asilos, velar enfermos, consolar dolores.

Disculpa que profane tus tristezas: soy un viajero que, atrevido, arranca una corola blanca y que perfuma as? las impurezas.

Tu vida es como un velo de candor primitivo, simple como esta p?gina que escribo mientras t? ves el cielo.

?Ah, pobre hermana, pobre mujer, buena y sencilla, que va rezando sobre el abismo sin fondo y sin orilla!...

Mas... dime: ?es una l?grima que brilla o una gota del mar, turbia y salobre, la que rueda en tu p?lida mejilla?

--El barco va con levedad de pluma envuelto en finas claridades blondas, y realza en la seda de las ondas arabescos de espuma...

TERCERA DIVAGACI?N

Un suspiro por Madrid.

?Ciudad de r?o m?sero y de ?ridos confines; ciudad de las mujeres de la boca de flor; ciudad de los mendigos y de los malandrines; ciudad de la alegr?a, la gracia y el amor!

Una igualdad arcaica pone encanto en tu vida. Menipo es feliz dentro de su capa ra?da, y el ni?o de Vallecas le da la mano al Cid.

?Madrid, el de las t?picas y pintorescas gentes; el de los rojos techos, el de las claras fuentes; el de Goya y Vel?zquez... ?Madrid! ?Madrid! ?Madrid!

GALANTER?A

As?, dentro la negra toca de blanco filo que tu cabeza ci?e y oculta tu cabello, tu cara resplandece, y en su ?valo tranquilo una invisible l?mpara pone su azul destello.

La toca, que desciende y a tus hombros da asilo, es un emblema puro de matiz casto y bello, y, como una corola de inmaculado hilo, avaramente esconde la gracia de tu cuello.

Estatua en m?rmol y ?nix, cuyo perfil semeja el de la ardiente santa del Bernino, y que deja traslucir los fervores de un ingenuo candor.

Rostro p?lido que una claridad ilumina con su llama apacible, misteriosa y divina como la de una estrella que besara una flor.

LA ?LTIMA MA?ANA

T?, en silencio, rezabas; yo, en silencio, escrib?a; de cuando en cuando alzabas los ojos a mirar el horizonte di?fano que en esplendor ard?a y la maravillosa visi?n azul del mar.

Como una seda, el viento; la luz, como un diamante y tu mirada, pura como el viento y la luz... As? pas? yo el tiempo, sin sufrir un instante, ni el mal de mi cansancio ni el peso de mi cruz.

Era por las ma?anas, cuando a los cabrilleos del sol las ondas labran, en blancura ideal, ef?meras diademas y leves camafeos que al punto se deshacen en polvo de cristal.

Este d?a es lluvioso: t? no rezas, hermana, ni yo escribo. Y estamos en silencio los dos. ?Qu? opaco el horizonte de la ?ltima ma?ana! ?Y qu? negras las olas que nos dicen ?adi?s!

?Adi?s! Muy pronto, hermana, te lo dir? tan mudo que nadie ha de sentirlo. Del fondo de mi ser saldr? calladamente la sombra del saludo de admiraci?n a una alma que ya nunca he de ver.

Tal vez t?, por las noches, velando a alg?n doliente, o en el convento, a la hora del grave meditar, avives los recuerdos y cruce por tu frente la imagen de una angustia que te mir? al pasar.

Acaso, si en tu limpia memoria hay un asomo de inter?s, ?qu? habr? sido--dir? tu coraz?n-- de aquel t?mido hombre que me miraba como un ni?o hura?o y triste que va a pedir perd?n?

?Y yo?... Buscar? a solas, como ?nica alegr?a, mi talism?n de ensue?os y purezas, y all? ver? los grandes ojos de Sor Melancol?a perpetuamente abiertos para velar por m?.

En el mar.--Abril de 1917.

A UNA CRIOLLA

Cuentan que eres tonta. D?: --<>--

Flor, colibr?, mariposa, ave, rosa, ala, p?talo... Y as? representas, alma m?a, lo que es ef?mero, leve, fr?gil, breve; rayo de oro por el d?a; por la noche, hilo de plata... Tienes derecho a ser tonta e ingrata.-- ?Es adorable tu coqueter?a!

Habana, Noviembre 1915.

AL PASAR

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