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Read Ebook: Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (3 de 3) by D Az Del Castillo Bernal

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Ebook has 990 lines and 104405 words, and 20 pages

Y, ?para qu? cuento yo estos pocos? Que ? todos cuantos vinieron de Medellin, ? otros criados de grandes se?ores, que le contaban cuentos de cosas que le agradaban, los di? lo mejor de la Nueva-Espa?a.

No digo yo que era malo el dar ? todos, pues habia de qu?; mas que habia de anteponer primero lo que su majestad le mandaba, y ? los soldados que le ayudaron ? tener el ser y valor que tenia, ayudalles; y pues que ya es hecho, no quiero volver ? repetirlo; y para ir ? entradas y guerras y ? cosas que le convenian, bien se acordaba ad?nde est?bamos, y nos enviaba ? llamar para las batallas y guerras, como adelante dir?.

Y dejar? de contar m?s l?stimas y de cu?n avasallados nos traia, pues no se puede ya remediar.

Y no dejar? de decir lo que Cort?s decia despues que le quitaron la gobernacion, que fu? cuando vino Luis Ponce de Leon, y como muri? el Luis Ponce, dej? por su teniente ? M?rcos de Aguilar, como adelante dir?; y es, que ?bamos ? Cort?s ? decille algunos caballeros y capitanes de los antiguos que le ayudamos en las conquistas, que nos diese de los indios, de los muchos que en aquel instante Cort?s tenia, pues que su majestad mandaba que le quitasen algunos dellos, como se los habian de quitar, ? luego se los quitaron; y la respuesta que daba era, que se sufriesen como ?l se sufria; que si le volvia su majestad ? hacer merced de la gobernacion, que en su conciencia que no lo erraria como en lo pasado, y que daria buenos repartimientos ? quien su majestad le mand?, y enmendaria el gran yerro pasado que hizo; y con aquellos prometimientos y palabras blandas creia que quedaban contentos aquellos conquistadores.

Dej?moslo ya, y digamos que en aquella sazon, ? pocos dias ?ntes, vinieron de Castilla los oficiales de la hacienda Real de su majestad, que fu? Alonso de Estrada, tesorero, y era natural de Ciudad-Real, y vino el factor Gonzalo de Salazar, y vino Rodrigo de Albornoz por contador, que ya habia fallecido Julian de Alderete, y este Albornoz era natural de Paladinas ? de la Gama, y vino el veedor Pedro Alm?ndes Chirino, natural de ?beda ? Baeza, y vinieron muchas personas con cargos.

Dejemos esto, y quiero decir que en este instante rog? un Rodrigo Rangel ? Cort?s que, pues no se habia hallado en toma de M?jico ni en ningunas batallas con nosotros en toda la Nueva-Espa?a, que porque hubiese alguna fama d?l, que le hiciese merced de le dar una capitan?a para ir ? conquistar ? los pueblos de los zapotecas, que estaban de guerra, y llevar en su compa??a ? Pedro de Ircio, para ser su consejero en lo que habia de hacer; y como Cort?s conocia al Rodrigo Rangel, que no era para dalle ningun cargo, ? causa que estaba siempre doliente y con grandes dolores y bubas, y muy flaco y las zancas y piernas muy delgadas, y todo lleno de llagas, cuerpo y cabeza abierta, denegaba aquella entrada, diciendo que los indios zapotecas eran gente mala de domar por las grandes y altas sierras adonde est?n poblados, y que no podian llevar caballos; y que siempre hay neblinas y roc?os, y que los caminos eran angostos y resbalosos, y que no pueden andar por ellos sino ? manera de decir los pi?s junto ? las cabezas de los que vienen atr?s: enti?ndanlo de la manera que aqu? lo digo, que as? es verdad; porque los que van arriba, con los que vienen detr?s vienen cabezas con pi?s; y que no era cosa de ir ? aquellos pueblos, y que ya que fuese, que habia de llevar soldados bien sueltos y robustos, y experimentados en las guerras; y como el Rangel era muy porfiado y de su tierra de Cort?s, h?bole de conceder lo que pedia; y segun despues supimos, Cort?s lo hubo por bueno embialle do se muriese, porque era de mala lengua; ? Cort?s escribi? ? Guacacualco ? diez ? doce que nombr? en la carta, que nos rogaba que fu?semos con el Rangel ? le ayudar, y entre los soldados que mand? ir me nombr? ? m?, y fuimos todos los vecinos ? quien Cort?s escribi?.

Ya he dicho que hay grandes sierras en lo poblado de los zapotecas, y que los naturales de all? son gente muy ligeros ? sueltos, y con unas voces ? silbos que dan, retumban todos los valles como ? manera de ecos; y como habiamos de llevar al Rangel, no podiamos andar ni hacer cosa que buena fuese.

? ya que ?bamos ? algun pueblo, hall?bamosle despoblado, y como no estaban juntas las casas, sino unas en un cerro y otras en un valle, y en aquel tiempo llovia, y el pobre Rangel dando voces de dolor de las bubas, y la mala gana que todos teniamos de andar en su compa??a, y viendo que era tiempo perdido, y que si por ventura los zapotecas, como son ligeros y tienen grandes lanzas, muy mayores que las nuestras, y son grandes flecheros, que si nos aguardaban ? hiciesen cara, como no podiamos ir por los caminos sino uno ? uno, temiamos no nos viniese algun desman, y el Rangel estaba m?s malo que cuando vino, acord? de dejar la negra conquista, que negra se podia llamar, y volverse cada uno ? su casa; y el Pedro de Ircio, que traia por consejero, fu? el primero que se lo aconsej?, y le dej? solo, y se fu? ? la Villa-Rica, donde vivia; y el Rangel dijo que se queria ir ? Guacacualco con nosotros, por ser la tierra caliente, para prevalecerse de su mal, y los que ?ramos vecinos de Guacacualco que all? est?bamos, por peor tuvimos llevarle con nosotros que ? la venida que venimos con ?l ? la guerra; y llegados ? Guacacualco, luego dijo que queria ir ? pacificar las provincias de Cimatan y Talatupan, que ya he dicho muchas veces en el cap?tulo que dello habla c?mo no habian querido venir de paz ? causa de los grandes rios y ci?nagas tembladeras entre quien estaban poblados; y demas de la fortaleza de las ci?nagas, ellos de su naturaleza son grandes flecheros, y tenian muy grandes arcos y tiran muy ? certero.

Volvamos ? nuestro cuento: que mostr? Rangel provisiones en aquella villa, de Hernando Cort?s, c?mo le enviaba por capitan para que conquistase las provincias que estuviesen de guerra, y se?aladamente la de Cimatan y Tulapan; y apercibi? todos los m?s vecinos de aquella villa que fu?semos con ?l; y era tan temido Cort?s, que aunque nos pes?, no osamos hacer otra cosa, como vimos sus provisiones, y fuimos con el Rangel sobre cien soldados, dellos ? caballo y ? pi?, con obra de veinte y seis ballesteros y escopeteros; ? fuimos por Tonala ? Ayagualulco, ? Copilco, Zacualco, y pasamos muchos rios en canoas y en barcas, y pasamos por Teutitan, Copilco y por todos los pueblos que llamamos la Chontalpa, que estaban de paz, ? llegamos obra de cinco leguas de Cimatan, ? en unas ci?nagas y malos pasos estaban juntos todos los m?s guerreros de aquella provincia, y tenian hechos unos cercados y grandes albarradas de palos y maderos gruesos, y ellos de dentro con unos petriles y saeteras, por donde podian flechar; ? de presto nos dan una tan buena refriega de flecha y vara tostada con tiraderas, que mataron siete caballos ? hirieron ocho soldados, y al mismo Rangel, que iba ? caballo, le dieron un flechazo en un brazo, y no le entr? sino muy poco; y como los conquistadores viejos habiamos dicho al Rangel que siempre fuesen hombres sueltos ? pi? descubriendo caminos y celadas, y le habiamos dicho de otras veces c?mo aquellos indios solian pelear muy bien y con ma?a, y como ?l era hombre que hablaba mucho, dijo que votaba ? tal, que si nos creyera, que no le aconteciera aquello, y que de all? adelante que nosotros fu?semos los capitanes y le mand?semos en aquella guerra.

Y luego como fueron curados los soldados y ciertos caballos que tambien hirieron, demas de los siete que mataron, mand?me ? m? que fuese adelante descubriendo, y llevaba un lebrel muy bravo, que era del Rangel, y otros dos soldados muy sueltos y ballesteros, y le dijeron que se quedase bien atr?s con los de ? caballo, y los soldados y ballesteros fuesen junto conmigo; ? yendo nuestro camino para el pueblo de Cimatan, que era en aquel tiempo bien poblado, hallamos otras albarradas y fuerzas, ni m?s ni m?nos que las pasadas, y t?rannos ? los que ?bamos delante tanta flecha y vara, que de presto mataron el lebrel, ? si yo no fuera muy armado, all? quedara, porque me dieron siete flechas, que con el mucho algodon de las armas se detuvieron, y todav?a sal? herido en una pierna, y ? mis compa?eros ? todos hirieron; y ent?nces yo d? voces ? unos indios nuestros amigos, que venian un poco atr?s de nosotros, para que viniesen de presto los ballesteros y escopeteros y peones, y que los de ? caballo quedasen atr?s, porque all? no podian correr ni aprovecharse dellos, y se los flecharian; y luego acudieron ans? como lo envi? ? decir, porque deantes cuando yo me adelant? as? lo tenia concertado, que los de ? caballo quedasen muy atr?s y que todos los demas estuviesen muy prestos en teniendo se?al ? mandado, y como vinieron los ballesteros y escopeteros, les hicimos desembarazar las albaradas, y se acogieron ? unas grandes ci?nagas que temblaban, y no habia hombre que en ellas entrase, que pudiese salir sino ? gatas ? con grande ayuda.

En esto lleg? Rangel con los de ? caballo, ? all? cerca estaban muchas casas que ent?nces despoblaron los moradores dellas, y reposamos aquel dia y se curaron los heridos.

Otro dia caminamos para ir al pueblo de Cimatan, y hay grandes cabanas llenas, y en medio de las cabanas muy mal?simas ci?nagas, y en una dellas nos aguardaron, y fu? con ardid que entre ellos concertaron para aguardar en el campo raso de las cabanas, y propusieron que los caballos, por codicia de los alcanzar y alancear, irian corriendo tras ellos ? rienda suelta y atollarian en las ci?nagas, y ans? fu? como lo concertaron, que por m?s que habiamos dicho y aconsejado ? Rangel que mirase que habia muchas ci?nagas y que no corriese por aquellas cabanas ? rienda suelta, que atollarian los caballos, y que suelen tener aquellos indios estas astucias, y hechas saeteras y fuerzas junto ? las ci?nagas, no lo quiso creer; y el primero que atoll? en ellas fu? el mismo Rangel, y all? le mataron el caballo, y si de presto no fuera socorrido, ya se habian echado en aquellas malas ci?nagas muchos indios para le apa?ar y llevar vivo ? sacrificar, y todav?a sali? descalabrado en las llagas que tenia en la cabeza; y como toda aquella provincia era muy poblada, y estaba all? junto otro pueblezuelo, fuimos ? ?l, y ent?nces huyeron los moradores, y se cur? el Rangel y tres soldados que habian herido.

Y dende all? fuimos ? otras casas que tambien estaban sin gente, que ent?nces las despoblaron sus due?os, y hallamos otra fuerza con grandes maderos y bien cercada y sus saeteras; y estando reposando a?n no habia un cuarto de hora, vienen tantos guerreros cimatecas, y nos cercan en el pueblezuelo, que mataron un soldado y ? dos caballos, y tuvimos bien que hacer en hacellos apartar; y ent?nces nuestro Rangel estaba muy doliente de la cabeza, ? habia muchos mosquitos, que no dormia de noche ni dia, y murci?galos muy grandes que le mordian y desangraban; y como siempre llovia, y algunos soldados que el Rangel habia traido consigo, de los que nuevamente habian venido de Castilla, vieron que en tres partes nos habian aguardado los indios de aquella provincia, y habian muerto once caballos y dos soldados, y herido ? otros muchos, aconsejaron al Rangel que se volviese dende all?, pues la tierra era mala de ci?nagas y estaba muy malo; y el Rangel, que lo tenia en gana, y porque pareciese que no era de su albedrio y voluntad aquella vuelta, sino por consejo de muchos, acord? de llamar ? consejo sobre ello ? personas que eran de su parecer para que se volviesen; y en aquel instante habiamos ido veinte soldados ? ver si podiamos tomar alguna gente de unas huertas de cacaguatales que all? junto estaban, y trujimos dos indios y tres indias; y ent?nces el Rangel me llam? ? m? aparte ? ? consejo, y d?jome de su mal de cabeza, ? que le aconsejaban todos los demas soldados que se volviese donde estaba Cort?s, y me declar? todo lo que habia pasado; y ent?nces le reprend? su vuelta, y como nos conociamos de m?s de cuatro a?os atr?s, de la isla de Cuba, le dije:

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Y como el Rodrigo Rangel aquello me oy?, como era hombre vocinglero y hablaba mucho, sali? de la casilla en que estaba el consejo, ? ? muy grandes voces llam? ? todos los soldados; ? dijo el Rodrigo Rangel:

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Y puesto que ? algunos soldados les pes?, otros lo hubieron por muy bueno; y luego comenzamos ? caminar puestos en gran concierto, los ballesteros y escopeteros junto conmigo, y los de ? caballo atr?s por amor de los montes y ci?nagas, donde no podian correr caballos, hasta que llegamos ? otro pueblo, que ent?nces lo despoblaron los naturales d?l, y dende all? fuimos ? la cabecera de Cimatan, y tuvimos otra buena refriega de flecha y vara, y de presto les hicimos huir, y quemaron los mismos vecinos naturales de aquel pueblo muchas casas de las suyas, y all? prendimos hasta quince hombres y mujeres, y les enviamos ? llamar con ellos ? los cimatecas que viniesen de paz, y les dijimos que en lo de las guerras se les perdonaria; y vinieron los parientes y maridos de las mujeres y gente menuda que teniamos presos, y d?mosles toda la presa, ? dijeron que traerian de paz ? todo el pueblo, ? jam?s volvieron con la respuesta; y ent?nces me dijo ? m? el Rangel:

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Y luego fuimos cincuenta soldados, ? yo por capitan, ? dimos en unos ranchos que tenian en unas ci?nagas que temblaban, que no osamos entrar en ellas; y dende all? se fueron huyendo por unos grandes bre?ales y espinos, que se llaman entre ellos Xiguaquetlan, muy malos, que pasan los pi?s, y en unas huertas de cacaguatales prendimos seis hombres y mujeres con sus hijos chicos, y nos volvimos adonde quedaba el capitan, y con aquello le apaciguamos; y les torn? luego ? soltar para que llamasen de paz ? los cimatecas, y en fin de razones, no quisieron venir, y acordamos de nos volver ? nuestra villa de Guacacualco; y en esto par? la entrada de zapotecas ? la de Cimatlan, y esta es la fama que queria que hubiese d?l Rangel cuando pidi? ? Cort?s aquella conquista.

Y dende all? ? dos a?os, ? poco tiempo m?s, volvimos de hecho ? los zapotecas y ? las demas provincias, y las conquistamos y trujimos de paz; y el buen Fray Bartolom? de Olmedo, que era santo fraile, trabaj? mucho con ellos, y les predicaba y ense?aba los art?culos de la fe, y bautiz? en aquellas provincias m?s de quinientos indios; pero, en verdad que estaba cansado y viejo, y que no podia ya andar caminos, que tenia una mala enfermedad: y dejemos esto, y digamos c?mo Cort?s envi? ? Castilla ? su majestad sobre ochenta mil pesos de oro con un Diego de Soto, natural de Toro, y par?ceme que con un Ribera el tuerto, que fu? su secretario; y ent?nces envi? el tiro muy rico, que era de oro bajo y plata, que le llamaba el Ave F?nix, y tambien envi? ? su padre Martin Cort?s muchos millares de pesos de oro.

Y lo que sobre ello pas? dir? adelante.

Pues como Cort?s habia recogido y allegado obra de ochenta mil pesos de oro, y la culebrina que se decia el F?nix ya era acabada de forjar, y sali? muy extremada pieza para presentar ? un tan alto Emperador como nuestro gran se?or C?sar, y decia en un letrero que tenia escrito en la mesma culebrina: <> Todo lo envi? ? su majestad con un hidalgo natural de Toro, que se decia Diego de Soto, y no me acuerdo bien si fu? en aquella sazon un Juan de Ribera, que era tuerto de un ojo, que tenia una nube, el cual habia sido secretario de Cort?s.

? lo que yo sent? del Ribera, era un hombre no de buenas entra?as, porque cuando jugaba ? naipes ? ? dados no me parecia que jugaba bien, y demas desto, tenia muchos malos reveses; y esto digo porque, llegado ? Castilla se alz? con los pesos de oro que le di? Cort?s para su padre Martin Cort?s, y porque se lo pidi? Martin Cort?s, y por ser el Ribera de suyo mal inclinado, no mirando ? los bienes que Cort?s le habia hecho siendo un pobre hombre, en lugar de decir verdad y bien de su amo, dijo tantos males, y por tal manera los razonaba, que, como tenia gran ret?rica ? habia sido su secretario del mismo Cort?s, le daban cr?dito, especial el Obispo de B?rgos.

Y como el Narvaez y el Crist?bal de Tapia, y los procuradores del Diego Velazquez y otros que les ayudaban, y habia acaecido en aquella sazon la muerte de Francisco de Garay, todos juntos tornaron otra vez ? dar muchas quejas de Cort?s ante su majestad, y tantas y de tal manera, ? dijeron que fueron parciales los jueces que puso su majestad, por d?divas que Cort?s les envi? para aquel efeto, que otra vez estaba revuelta la cosa, y Cort?s tan desfavorecido, que lo pasara mal si no fuera por el duque de B?jar, que le favoreci? y qued? por su fiador, que le enviase su majestad ? tomar residencia ? que no le hallaria culpado.

Y esto hizo el duque porque ya tenia tratado casamiento ? Cort?s con una se?ora sobrina suya, que se decia do?a Juana de Z??iga, hija del conde de Aguilar, don C?rlos de Arellano, y hermana de unos caballeros y privados del Emperador.

Y como en aquella sazon llegaron los ochenta mil pesos de oro y las cartas de Cort?s, dando en ellas muchas gracias y ofrecimientos ? su majestad por las grandes mercedes que le habia hecho en dalle la gobernacion de M?jico, y haber sido servido mandalle favorecer con justicia en la sentencia que di? en su favor, cuando la junta que mand? hacer de los caballeros de su Real consejo y c?mara.

En fin de m?s razones, todo lo que estaba dicho contra Cort?s se torn? ? sosegar con que le fuesen ? tomar residencia, y por ent?nces no se habl? m?s en ello.

Y dejemos ya de decir destos nublados que sobre Cort?s estaban ya para descargar, y digamos del tiro y de su letrero de tan sublimado servidor como Cort?s se nombr?; que, como se supo en la c?rte, y ciertos duques y marqueses, y condes y hombres de gran val?a se tenian por tan grandes servidores de su majestad, y tenian en sus pensamientos que otros caballeros tanto como ellos no hubiesen servido ? su majestad, tuvieron que murmurar del tiro, y aun de Cort?s porque tal blason escribi?.

Tambien otros grandes se?ores, como fu? el almirante de Castilla y el duque de B?jar y el conde de Aguilar, dijeron ? los mismos caballeros que habian puesto en pl?ticas que era muy bravoso el blason de la culebrina, no se maravillen que Cort?s ponga aquel escrito en el tiro.

Veamos ahora, ?en nuestros tiempos ha habido capitan que tales haza?as haga, y que tantas tierras haya ganado sin gastar ni poner en ello su majestad cosa ninguna, y tantos cuentos de gentes se hayan convertido ? nuestra santa fe? Y demas desto, no solamente el Cort?s, sino los soldados y compa?eros que tiene, que le ayudaron ? ganar una tan fuerte ciudad, y de tantos vecinos y de tantas tierras, son dignos de que su majestad les haga muchas mercedes; porque, si miramos en ello, nosotros de nuestros antepasados, que hicieron her?icos hechos y sirvieron ? la corona real y ? los reyes que en aquel tiempo reinaron, como Cort?s y sus compa?eros han hecho, lo heredamos, y nuestros blasones y tierras ? rentas; y con estas palabras se olvid? lo del blason; y porque no pasase de Sevilla la culebrina, tuvimos nueva que ? don Francisco de los C?bos, comendador mayor de Leon, le hizo su majestad merced della, y que la deshicieron y afinaron el oro, y lo fundieron en Sevilla, ? dijeron que vali? sobre veinte mil ducados.

Y en aquel tiempo, como Cort?s envi? aquel oro y el tiro, y las riquezas que habia enviado la primera vez, que fueron la luna de plata y el sol de oro, y otras muchas joyas de oro con Francisco de Montejo y Alonso Hernandez Puertocarrero, y lo que hubo enviado la segunda vez con Alonso de ?vila y Qui?ones, que esto fu? la cosa m?s rica que hubo en la Nueva-Espa?a, que era la rec?mara de Montezuma y de Guatemuz y de los grandes se?ores de M?jico, y lo rob? Juan Florin, frances; y como esto se supo en Castilla, tuvo Cort?s gran fama, ans? en Castilla como en otras muchas partes de la cristiandad, y en todas partes fu? muy loado.

Dejemos esto, y digamos en qu? par? el pleito de Martin Cort?s con el Ribera sobre los tantos mil pesos que enviaba Cort?s ? su padre, y es, que andando en el pleito, y pasando Ribera por la villa de Cadahalso, comi? ? almorz? unos torreznos, y ans? como los comi? muri? s?pitamente y sin confesion; perd?nele Dios, amen.

Dejemos lo acaecido en Castilla, y volvamos ? decir de la Nueva-Espa?a, c?mo Cort?s estaba siempre entendido en la ciudad de M?jico que fuese muy bien poblada de los naturales mejicanos, como de ?ntes estaba, y les di? franquezas y libertades que no pagasen tributo ? su majestad hasta que tuviesen hechas sus casas y aderezadas calzadas y puentes, y todos los edificios y ca?os por donde solia venir el agua de Chalputepeque para entrar en M?jico, y en la poblacion de los espa?oles tuviesen hechas iglesias y hospitales, de los cuales cuidaba como superior y vicario el buen Padre Fray Bartolom? de Olmedo, y habia ?l mismo recogido en un hospital todos los indios enfermos y los curaba con mucha caridad, y otras cosas que convenian.

Y en aquel tiempo vinieron de Castilla al puerto de Veracruz doce frailes franciscos, y por Vicario general de ellos un muy buen religioso que se decia Fray Martin de Valencia, y era natural de una villa de tierra de campo que se decia Valencia de don Juan; y este muy reverendo religioso venia nombrado por el Santo Padre para ser vicario, y lo que en su venida y recebimiento se hizo dir? adelante.

C?MO VINIERON AL PUERTO DE LA VERACRUZ DOCE FRAILES FRANCISCOS DE MUY SANTA VIDA, Y VENIA POR SU VICARIO Y GUARDIAN FRAY MARTIN DE VALENCIA, Y ERA TAN BUEN RELIGIOSO, QUE HUBO FAMA QUE HACIA MILAGROS; Y ERA NATURAL DE UNA VILLA DE TIERRA DE CAMPO QUE SE DICE VALENCIA DE DON JUAN, Y LO QUE CORT?S HIZO EN SU VENIDA.

Como ya he dicho en los cap?tulos pasados que sobre ello hablan, habiamos escrito ? su majestad suplic?ndole nos enviase religiosos franciscos de buena y santa vida para que nos ayudasen ? la conversion y santa doctrina de los naturales desta tierra para que se volviesen cristianos, y les predicasen nuestra santa fe, como se la habia fray Bartolom? de Olmedo dado ? entender dende que entramos en la Nueva-Espa?a, y sobre ello habia escrito Cort?s, juntamente con todos nosotros los conquistadores que ganamos la Nueva-Espa?a, ? don fray Francisco de los ?ngeles, que era general de los franciscos, que despues fu? Cardenal, para que nos hiciese mercedes que fuesen los religiosos que enviase de santa vida, para que nuestra santa fe siempre fuese ensalzada, y los naturales destas tierras conociesen lo que les deciamos cuando est?bamos batallando con ellos, y les deciamos que su majestad enviaria religiosos, y de mucha mejor vida que nosotros ?ramos, para que les diesen ? entender los razonamientos y predicaciones de nuestra fe; y ellos nos preguntaban si eran como el padre fray Bartolom? de Olmedo, y nosotros deciamos que s?.

Dejemos esto, y digamos c?mo el general don fray Francisco de los ?ngeles nos hizo merced que luego envi? los religiosos que dicho tengo; y ent?nces vino con ellos fray Toribio Motolinea, y pusi?ronle este nombre de Motolinea los caciques y se?ores de M?jico, que quiere decir el fraile pobre, porque cuanto le daban por Dios lo daba ? los indios, y se quedaba algunas veces sin comer, y traia unos h?bitos muy rotos y andaba descalzo, y siempre les predicaba, y los indios le querian mucho, porque era una santa persona.

Volvamos ? nuestra relacion. Como Cort?s supo que estaban en el puerto de la Veracruz, mand? en todos los pueblos, ans? de indios como donde vivian espa?oles, que por donde viniesen les barriesen los caminos, y adonde pasasen les hiciesen ranchos si fuese en el campo, y en poblado, cuando llegasen ? las villas ? pueblos de indios, les saliesen ? recebir y les repicasen las campanas, y que todos comunmente, despues de los haber recebido, les hiciesen mucho acato; y que los naturales llevasen candelas de cera encendidas y con las cruces que hubiese, y por m?s humildad, y porque los indios lo viesen, para que tomasen ejemplo, mand? ? los espa?oles se hincasen de rodillas ? besarles las manos y h?bitos, y aun les envi? Cort?s al camino mucho refresco y les escribi? muy amorosamente.

Y viniendo por su camino, ya que llegaban cerca de M?jico, el mismo Cort?s, acompa?ado de fray Bartolom? de Olmedo y de nuestros valerosos capitanes y esforzados soldados, los salimos ? recebir, y juntamente fueron con nosotros Guatemuz, el se?or de M?jico, con todos los m?s principales mejicanos y otros muchos caciques de otras ciudades; y cuando Cort?s supo que allegaban cerca, se ape? del caballo, y todos nosotros juntamente con ?l; ? ya que nos encontramos con los reverendos religiosos, el primero que se arrodill? delante del fray Martin de Valencia y le fu? ? besar las manos fu? Cort?s, y no lo consinti? y le bes? los h?bitos; ? el padre fray Bartolom? les abraz? ? salud? muy tiernamente, y los besamos el h?bito arrodillados todos los capitanes y soldados que all? ?bamos, y el Guatemuz y los se?ores de M?jico; y de que el Guatemuz y los demas caciques vieron ir ? Cort?s de rodillas ? besarles las manos, espant?ronse en gran manera; y como vieron ? dos frailes descalzos y flacos, y los h?bitos rotos, y no llevar caballo, sino ? pi? y muy amarillos, y ver ? Cort?s, que le tenian por ?dolo ? cosa como sus dioses, ans? arrodillado delante dellos, dende ent?nces tomaron ejemplo todos los indios, que cuando agora vienen religiosos les hacen aquellos recebimientos y acatos, segun y de la manera que dicho tengo; y m?s digo, que cuando Cort?s con aquellos religiosos hablaba, que siempre tenia la gorra en la mano quitada y en todo les tenia grande acato; ? digo que se me olvidaba que fray Bartolom? les hosped? por ?rden de Cort?s en una muy buena casa, ? se fu? ? vivir con ellos ? los regal? mucho.

Dej?moslos en buena hora y digamos de otra materia, y es, que de ah? ? tres a?os y medio, ? poco tiempo m?s adelante, vinieron doce frailes dominicos, ? venia por provincial ? por prior dellos un religioso que se decia Fray Tom?s Ortiz; era vizcaino, ? decian que habia estado por prior ? provincial en unas tierras que se dice la Punta del Drago; ? quiso Dios que cuando vinieron les di? dolencia de mal de modorra, de que todos los m?s murieron; lo cual dir? adelante, ? c?mo ? cu?ndo ? con qui?n vinieron, ? la condicion que decian que tenia el prior, ? otras cosas que pasaron; ? despues han venido otros muchos y buenos religiosos y de santa vida, y de la misma ?rden de se?or Santo Domingo, en ejemplo muy santos, ? han industriado ? los naturales destas provincias de Guatimala en nuestra santa fe muy bien, ? han sido muy provechosos para todos.

Quiero dejar esta materia de los religiosos, ? dir? que, como Cort?s siempre temia que en Castilla, por parte del Obispo de B?rgos, se juntarian los procuradores de Diego Velazquez, gobernador de Cuba, ? dirian mal d?l delante del Emperador nuestro se?or, ? como tuvo nueva cierta, por cartas que le escribi? su padre Martin Cort?s ? Diego de Ord?s, que le trataban casamiento con la se?ora do?a Juana de Z??iga, sobrina del duque de B?jar, don ?lvaro de Z??iga, procur? de enviar todos los m?s pesos que podia allegar, ans? de sus tributos como de los que le presentaban los caciques de toda la tierra, lo uno para que conociese el duque de B?jar sus grandes riquezas, juntamente con sus her?icos hechos ? haza?as; ? lo m?s principal, para que su majestad le favoreciese ? hiciese mercedes; ? ent?nces le envi? treinta mil pesos, ? con ellos escribi? ? su majestad; lo cual dir? adelante.

C?MO CORT?S ESCRIBI? ? SU MAJESTAD Y LE ENVI? TREINTA MIL PESOS DE ORO, Y C?MO ESTABAN ENTENDIENDO EN LA CONVERSION DE LOS NATURALES ? REEDIFICACION DE M?JICO, Y DE C?MO HABIA MANDADO UN CAPITAN QUE SE DECIA CRIST?BAL DE OL? ? PACIFICAR LAS PROVINCIAS DE HONDURAS CON UNA BUENA ARMADA, Y SE ALZ? CON ELLA, Y DI? RELACION DE OTRAS COSAS QUE HABIAN PASADO EN M?JICO, Y EN EL NAV?O QUE IBAN LAS CARTAS DE CORT?S ENVI? OTRAS CARTAS MUY SECRETAS EL CONTADOR DE SU MAJESTAD, QUE SE DECIA RODRIGO DE ALBORNOZ, Y EN ELLAS DECIAN MUCHO MAL DE CORT?S, Y DE TODOS LOS QUE CON ?L PASAMOS, Y LO QUE SU MAJESTAD SOBRE ELLO MAND? QUE SE PROVEYESE.

Teniendo ya Cort?s en s? la gobernacion de la Nueva-Espa?a por mandado de su majestad, pareci?le seria bien hacerle sabidor c?mo estaba entendiendo en la santa conversion de los naturales y la reedificacion de la gran ciudad de Tenustitlan, M?jico; y tambien le di? relacion de c?mo habia enviado un capitan que se decia Crist?bal de Ol? ? poblar unas provincias que se nombraron Honduras, y que le di? cinco nav?os bien abastecidos, ? gran copia de soldados y muchos caballos y tiros, y escopeteros y ballesteros, y todo g?nero de armas, y que gast? muchos millares de pesos de oro en hacer la armada, y que el Crist?bal de Ol? se le alz? con ella, y quien le aconsej? que se alzase fu? un Diego Velazquez, gobernador de la isla de Cuba, que hizo compa??a con ?l en el armada, y que si su majestad era servido, que tenia determinado de enviar con brevedad otro capitan para que le tome la misma armada ? le traiga preso, ? ir ?l en persona por ella; porque, si quedaba sin castigo, se atreverian otros capitanes ? se levantar con otras armadas que por fuerza habia de enviar ? conquistar y poblar otras tierras que est?n de guerra, ? ? esta causa suplicaba ? su majestad que le diese licencia para ello.

Y tambien se envi? ? quejar del Diego Velazquez, no tan solamente de lo del capitan Crist?bal de Ol?, sino por las conjuraciones y esc?ndalos, y por sus cartas que enviaba dende la isla de Cuba para que le matasen ? Cort?s; porque, en saliendo de aquella ciudad de M?jico para ir ? conquistar algunos pueblos recios, que se levantaban y hacian conjuraciones los de la parte del Diego Velazquez para le matar y levantarse con la gobernacion, y que habia hecho justicia de uno de los m?s culpados; y que este favor les daba el Obispo de B?rgos, que estaba por presidente de Indias, por ser muy amigo del Diego Velazquez; y escribi? c?mo le enviaba y servia con treinta mil pesos de oro, y que si no fuera por los bulliciosos y conjuraciones pasadas, que recogiera mucho m?s oro, y que con el ayuda de Dios y en la buenaventura de su Real majestad, que en todos los nav?os que de M?jico fuesen enviaria lo que pudiese.

Y ansimismo escribi? ? su padre Martin Cort?s ? ? un su deudo, que se decia el licenciado Francisco Nu?ez, que era relator del Real consejo de su majestad, y tambien escribi? ? Diego de Ord?s, en que les hacia saber todo lo atr?s dicho; y tambien di? noticia c?mo un Rodrigo de Albornoz, que estaba por gobernador en M?jico, que secretamente andaba murmurando en M?jico de Cort?s porque no le di? tan buenos indios como ?l quisiera, y tambien porque le demand? una cacica, hija del se?or de Tezcuco, y no se la quiso dar, porque en aquella sazon la cas? con una persona de calidad; y les di? aviso que habia sabido que fu? secretario en Flandes y que era muy servidor de don Juan Rodriguez de Fonseca, Obispo de B?rgos, y que era hombre que tenia costumbre de escribir cosas nuevas y aun por cifras, y que por ventura escribiria al Obispo, como era presidente de Indias, porque en aquel tiempo no sabiamos que le habian quitado el cargo, cosas contrarias de la verdad; que tuviesen aviso de todo; y estas cartas envi? Cort?s duplicadas, porque siempre se temi? que el Obispo de B?rgos, como era presidente, habia mandado ? Pedro de Isazaga y ? Juan Lopez de Recalte, oficiales de la casa de la contratacion de Sevilla, que todas las cartas y despachos de Cort?s se las enviasen por la posta para saber lo que en ellas iba, porque en aquella sazon su majestad habia venido de Flandes y estaba en Castilla, para hacer relacion ? su majestad ces?rea, y el Obispo de B?rgos, por ganar por la mano, ?ntes que nuestros procuradores le diesen las cartas de Cort?s; y aun en aquella sazon no sabiamos en la Nueva-Espa?a que habian quitado el cargo al Obispo de B?rgos, don Juan Rodriguez de Fonseca, de ser presidente de Indias.

Dej?monos de las cartas de Cort?s, y dir? que deste nav?o donde iba el pliego que dicho tengo de Cort?s, envi? el contador Albornoz, ya por m? memorado, otras cartas ? su majestad y al Obispo de B?rgos y al Real consejo de Indias, y lo que en ellas decia por cap?tulos, hizo saber todas las causas y cosas que de ?ntes habia sido acusado Cort?s, cuando su Real majestad le mand? poner jueces ? los caballeros de su Real consejo, ya otra vez por m? nombrados en el cap?tulo que dello habla, cuando por sentencia que sobre ello dieron, nos dieron por muy leales servidores de su majestad; y demas de aquellos cap?tulos que hubieron acusado ? Cort?s, agora de nuevo escribi? el Albornoz que Cort?s demandaba ? todos los caciques de la Nueva-Espa?a muchos tejuelos de oro y les mandaba sacar mucho oro de minas, y esto que les decia Cort?s que era para enviar ? su Real majestad, y se quedaba con todo ello y no lo enviaba ? su majestad, y que hizo unas casas muy fortalecidas, y que ha juntado muchas hijas de grandes se?ores para las casar con soldados espa?oles, y se las piden hombres honrados por mujeres y que no se las quiere dar, por tenerlas por amigas; y dijo que todos los caciques y principales le tenian en tanta estima como si fuese Rey, y que en esta tierra no conocen ? otro Rey ni se?or sino es ? Cort?s, ? como Rey llevaba quinto, y que tiene muy grande cantidad de barras de oro atesorado, y que no ha sentido bien de su persona, si est? alzado ? ser? leal para adelante, y que habia necesidad que su majestad con brevedad mandase venir ? estas partes un caballero con grande copia de soldados muy bien apercebidos para le quitar el mando y se?or?o; y escribi? otras cosas sobre esta materia.

Quiero dejar de m?s particularizar lo que iba en las cartas, y dir? que fueron ? manos del Obispo de B?rgos, que residia en Toro; y como en aquella sazon estaba en la c?rte el P?nfilo de Narvaez y Crist?bal de Tapia, ya otras muchas veces por m? nombrados, y todos los procuradores del Diego Velazquez, ? con aquella carta de Albornoz les avis? el Obispo de B?rgos para que nuevamente se quejasen ante su majestad de Cort?s de todo lo que de ?ntes le hubieron dado relacion y dijesen que los jueces que puso su majestad se mostraron mucho por la parte de Cort?s, y que su majestad fuese servido viese agora nuevamente lo que escribe el contador su oficial; y para testigo dello hicieron presentacion de las cartas que dicho tengo.

Pues viendo su majestad las cartas y las palabras y quejas que el Narvaez decia muy entonado, porque ans? hablaba, demandando justicia, crey? que eran verdaderas; y el Obispo de B?rgos don Juan Rodriguez de Fonseca, que les ayud? con otras muchas cartas de favor; dijo su majestad:

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Y mand? proveer que luego despachasen al almirante de Santo Domingo que viniese ? costa de Cort?s con seiscientos soldados, y si se hallase culpado le cortase la cabeza, y castigase ? todos los que fuimos en desbaratar ? P?nfilo de Narvaez; y porque viniese el almirante le habia prometido su majestad el almirantazgo de la Nueva-Espa?a, que en aquella sazon traia pleito en la c?rte sobre ?l.

Pues ya dadas las provisiones, pareci? ser el almirante se detuvo ciertos dias ? no se atrevi? ? venir, porque no tenia dineros, y ansimismo porque le aconsejaron que mirase la buenaventura de Cort?s, que con haber traido Narvaez toda la armada que trajo le desbarat?, y que era aventurar su vida y estado, y no saldria con la demanda, especialmente que no hallarian en Cort?s ni en ninguno de sus compa?eros culpa ninguna, sino mucha lealtad; y demas desto, segun pareci?, dijeron ? su majestad que era gran cosa dar el almirantazgo de la Nueva-Espa?a por pocos servicios que le podria hacer en aquella jornada que le enviaba; ? ya que se andaba apercibiendo el almirante para venir ? la Nueva-Espa?a, alcanz?ronlo ? saber los procuradores de Cort?s y su padre Martin Cort?s y un fraile que se decia fray Pedro Melgarejo de Urrea, y como tenian las cartas que les envi? Cort?s duplicadas, y entendieron por ellas que habia trato doble en el contador Albornoz ? en otras personas que no estaban muy bien con Cort?s, todos juntos se fueron luego al duque de B?jar y le dieron relacion de todo lo arriba por m? memorado y le mostraron las cartas de Cort?s; y como supo que enviaban tan de repente al almirante con muchos soldados, hubo muy grande sentimiento dello el duque, porque ya estaba concertado de casar ? Cort?s con la se?ora do?a Juana de Z??iga, sobrina del mismo duque de B?jar.

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