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Read Ebook: El Hombre Mediocre: Ensayo de psicologia y moral by Ingenieros Jos

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Ebook has 780 lines and 92825 words, and 16 pages

Note: Images of the original pages are available through HathiTrust Digital Library. See https://hdl.handle.net/2027/txu.059173023911023

NOTAS DEL TRANSCRIPTOR

El criterio utilizado para crear la presente versi?n electr?nica ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia Espa?ola vigentes cuando se public? la edici?n de la obra utilizada para esta tarea. El lector interesado puede consultar el Mapa de Diccionarios Acad?micos de la Real Academia Espa?ola.

En la presente transcripci?n se adecu? la ortograf?a de las may?sculas acentuadas a la norma establecida por la RAE, que estipula que las letras may?sculas deben escribirse con tilde si les corresponde llevarlo, tanto si se trata de palabras escritas en su totalidad con may?sculas como si se trata ?nicamente de la may?scula inicial.

Errores evidentes de impresi?n y de puntuaci?n han sido corregidos.

El ?ndice de cap?tulos, incluido en la publicaci?n original al final, ha sido trasladado al principio.

EL HOMBRE MEDIOCRE

OBRAS DEL MISMO AUTOR

La Psicopatolog?a en el arte. La Simulaci?n en la lucha por la vida. La Simulaci?n de la Locura. Estudios cl?nicos sobre la histeria. Patolog?a del lenguaje musical. Nueva clasificaci?n de los delincuentes. Al Margen de la Ciencia. Criminolog?a. Sociolog?a Argentina. Principios de Psicolog?a Biol?gica.

EN PREPARACI?N

Hombres y cosas de mi tiempo.

JOS? INGENIEROS

EL HOMBRE MEDIOCRE

RENACIMIENTO

MADRID BUENOS AIRES Pontejos, 3 Libertad, 170 1913

ES PROPIEDAD

ESTABLECIMIENTO TIPOGR?FICO EDITORIAL.--PONTEJOS 3

?NDICE

P?gina

LA MORAL DE LOS IDEALISTAS

EL HOMBRE MEDIOCRE

LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL

LA MEDIOCRIDAD MORAL

LOS CARACTERES MEDIOCRES

LA ENVIDIA

LA VEJEZ NIVELADORA

LA MEDIOCRACIA

LOS ARQUETIPOS DE LA MEDIOCRACIA

LOS FORJADORES DE IDEALES

LA MORAL DE LOS IDEALISTAS

Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfecci?n y rebelde ? la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Cust?diala; si la dejas apagar no se reenciende jam?s. Y si ella muere en ti quedas inerte: fr?a bazofia humana. S?lo vives por esa part?cula de ensue?o que te sobrepone ? lo real. Ella es el lis de tu blas?n, el penacho de tu temperamento. Innumerables signos la revelan--: cuando se te anuda la garganta al recordar la cicuta impuesta ? S?crates, la cruz izada para Cristo ? la hoguera encendida ? Bruno--; cuando te abstraes en lo infinito leyendo un di?logo de Plat?n, un ensayo de Montaigne ? un discurso de Helvecio--; cuando el coraz?n se te estremece pensando en la desigual fortuna de esas pasiones en que fuiste, alternativamente, el Romeo de tal Julieta y el Werther de tal Carlota--; cuando tus sienes se hielan de emoci?n al declamar una estrofa de Musset que rima acorde con tu sentir--; y cuando, en suma, admiras la mente preclara de los genios, la sublime virtud de los santos, la magna gesta de los h?roes, inclin?ndote con igual veneraci?n ante los creadores de Verdad ? de Belleza.

Todos no se extas?an, como t?, ante un crep?sculo, no sue?an frente ? una aurora ? cimbran ante una tempestad; ni gustan de pasear con Dante, reir con Moli?re, temblar con Shakespeare, crujir con Wagner; ni enmudecen ante el David, la Cena ? el Parten?n. Es de pocos esa inquietud de perseguir ?vidamente alguna quimera, venerando ? fil?sofos, artistas y pensadores que fundieron en s?ntesis supremas sus visiones del ser y de la eternidad, volando m?s all? de lo Real. Los seres de tu estirpe, cuya imaginaci?n se puebla de ideales y cuyo sentimiento polariza hacia ellos la personalidad entera, forman raza aparte en la humanidad: son idealistas.

El Ideal es un gesto del esp?ritu hacia alguna perfecci?n.

Al poeta que definiera en esos t?rminos, podr?a sintetizarlo as? el fil?sofo: los Ideales son visiones que se anticipan al perfeccionamiento de la realidad.

Sin ellos ser?a inexplicable la evoluci?n humana. Los hubo y los habr? siempre. Palpitan detr?s de todo esfuerzo magn?fico realizado por un hombre ? por un pueblo. Son faros sucesivos en la evoluci?n de los individuos y las razas. La imaginaci?n los enciende en continuo contraste con la experiencia, anticip?ndose ? sus datos. ?sa es la ley del devenir humano: la realidad, yerma de suyo, recibe vida y calor de los ideales, sin cuya influencia yacer?a inerte y los evos ser?an mudos. Los hechos son puntos de partida; los ideales son faros luminosos que de trecho en trecho alumbran la ruta. La historia es una infinita inquietud de perfecciones, que grandes hombres presienten ? simbolizan. Frente ? ellos, en cada momento de la peregrinaci?n humana, la mediocridad se revela por una incapacidad de ideales.

Hablaremos en el lenguaje de nuestra filosof?a.

Al antiguo idealismo dogm?tico que los ideologistas pusieron en las <>, r?gidas y aprioristas, nosotros oponemos un idealismo experimental que se refiere ? los <>, incesantemente renovados, pl?sticos, evolutivos como la vida misma.

Acaso parezca extra?o; mas no perder? con ello. Ganar?, ciertamente. Tergiversado por los miopes y los fan?ticos, el idealismo se rebaja. Tras un siglo de envilecimiento mediocr?tico, encaminado ? la s?rdida nivelaci?n de todas las diferencias, si?ntese en muchos el af?n de rebelarse contra toda mediocridad plebeya: yerran los que miran al pasado, poniendo al rumbo hacia prejuicios muertos y vistiendo al idealismo con andrajos que son su mortaja. Los ideales viven de la Verdad, que se va haciendo; ni puede ser vital ninguno que la contradiga en su punto del tiempo. Es ceguera, tambi?n, oponer ? la imaginaci?n de lo futuro la experiencia de lo presente, la Verdad al Ideal, como si conviniera apagar las luces del camino para no desviarse de la meta. Es falso; la imaginaci?n conduce por mano ? la experiencia. Que, sola, no anda.

La evoluci?n humana es un perfeccionamiento continuo del hombre para adaptarse ? la naturaleza, que evoluciona ? su vez. Para ello necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los caminos de su perfecci?n. Sus etapas refl?janse en la mente humana como <>. Un hombre, un grupo ? una raza son <> cuando circunstancias ineludibles determinan su imaginaci?n ? concebir un perfeccionamiento posible: un Ideal.

Son formaciones naturales. Aparecen cuando el pensar alcanza tal desarrollo que la imaginaci?n puede anticiparse ? la experiencia. No son entidades misteriosamente infundidas en los hombres, ni nacen del azar. Se forman como todos los fen?menos: son efectos de causas, accidentes en la evoluci?n universal. Y es f?cil explicarlo, si se comprende. Nuestro sistema solar es un punto en el cosmos; en ese punto es un simple detalle el planeta que habitamos; en ese detalle la vida es un transitorio equilibrio de la superficie; entre las complicaciones de ese equilibrio la especie humana data de un per?odo brev?simo; en el hombre se desarrolla la funci?n de pensar como un perfeccionamiento. Una de sus formas es la imaginaci?n, que permite generalizar los datos de la experiencia, anticipando sus resultados posibles y abstrayendo de ella <> de perfecci?n.

As? la filosof?a cient?fica, en vez de negarlos, afirma su realidad como formaciones naturales y los reintegra ? su concepci?n monista del Universo. Un Ideal es un punto y un momento entre los infinitos posibles que pueblan el espacio y el tiempo.

Evolucionar es variar. Toda variaci?n es adquirida por temperamentos predispuestos; las variaciones ?tiles tienden ? conservarse. La imaginaci?n abstrae de los hechos ciertos caracteres comunes, elaborando ideas generales que permiten concebir el sentido probable de la evoluci?n: as? se elaboran los <>. Ellos no son aprior?sticos; son inducidos de una vasta experiencia. Sobre ella se empina la imaginaci?n para prever el sentido en que var?a la humanidad. Todo ideal representa un nuevo estado de equilibrio entre el pasado y el porvenir. Los ideales son creencias. Su fuerza estriba en sus elementos afectivos: influyen sobre nuestra conducta en la medida en que los creemos. Por eso la representaci?n abstracta de las variaciones naturales del hombre adquiere un valor moral: las m?s provechosas ? la especie son concebidas como perfeccionamientos. Lo futuro se identifica con lo perfecto. As? los <>, por ser visiones anticipadas de lo venidero, influyen sobre la conducta y son el instrumento natural de todo progreso humano. Mientras la instrucci?n se limita ? extender las nociones que la experiencia actual considera m?s exactas, la educaci?n consiste en sugerir los ideales que se presumen propicios ? la perfecci?n.

El concepto de lo mejor est? implicado en la vida misma, que tiende ? perfeccionarse. Arist?teles ense?aba que la actividad es un movimiento del ser hacia la propia <>: su estado perfecto. Lo que existe tiende naturalmente ? ?l y esa tendencia es presentida por los seres imaginativos. Lo mismo que todas las funciones de la mente, la formaci?n de ideales est? sometida ? un determinismo, que por ser complejo no es menos absoluto. No nacen de una libertad que escapa ? las leyes de la psicolog?a naturalista, ni de una raz?n pura que nadie conoce. Son creencias aproximativas acerca de la perfecci?n venidera. Lo futuro es lo mejor de lo presente, puesto que sobrevive en la selecci?n natural; los ideales son un <> hacia lo mejor, en cuanto simples anticipaciones del devenir.

? medida que la cultura humana se ampl?a, observando la realidad, los ideales son modificados por la fantas?a, que es pl?stica y no reposa jam?s. Experiencia ? imaginaci?n siguen v?as paralelas, aunque va retardada aqu?lla respecto de ?sta. La hip?tesis vuela; el hecho camina. ? veces el ala rumbea mal y el pie pisa siempre en firme; pero el vuelo puede rectificarse, mientras el paso no puede volar nunca. La imaginaci?n es madre de toda originalidad; deformando lo real hacia su perfecci?n ella crea los ideales y les da impulso con el ilusorio sentimiento de la libertad; el libre albedr?o es un error ?til para ejecutarlos. Por eso tiene, pr?cticamente, el valor de una realidad. Demostrar que es simple ilusi?n, debida ? la ignorancia de causas inn?meras, no implica negar su eficacia. Las ilusiones tienen tanto valor como las verdades m?s exactas; pueden tener m?s que ellas, si son intensamente pensadas ? sentidas. El deseo de ser libre nace del conflicto entre dos m?viles irreductibles: la tendencia ? perseverar en el ser, implicada en la herencia, y la tendencia ? aumentar el ser, implicada en la variaci?n. La una es principio de estabilidad, la otra de progreso.

En todo ideal, sea cual fuere el orden ? cuyo perfeccionamiento tienda, hay un principio de s?ntesis y de continuidad. Como impulsos se equivalen y se implican rec?procamente, aunque en algunos predomine el razonamiento y otros sean emocionales. La imaginaci?n despoja ? la realidad de todo lo malo y la adorna con todo lo bueno, depurando la experiencia, cristaliz?ndola en los moldes de perfecci?n que concibe m?s puros. Los ideales son, por ende, preconstrucciones imaginativas de la realidad que deviene.

Son siempre individuales. Un ideal colectivo es la coincidencia de muchos individuos en un mismo af?n de perfecci?n. No es que una idea los acomune; su an?loga manera de sentir y pensar est? representada por un ideal com?n ? todos ellos. Cada era, siglo ? generaci?n, puede tener su ideal; suele ser patrimonio de una selecta minor?a, cuyo esfuerzo consigue imponerlo ? las generaciones siguientes. Cada ideal puede encarnarse en un genio; al principio, y mientras ?l va generalizando su obra, ?sta s?lo es comprendida por un peque?o n?cleo de esp?ritus esclarecidos.

Todo ideal toma su fuerza de la Verdad que los hombres le atribuyen: es una fe en la posibilidad misma de la perfecci?n. Su protesta involuntaria contra lo malo revela siempre una esperanza indestructible en lo mejor; en su agresi?n al pasado fermenta una sana levadura de porvenir.

No es un fin, sino un camino. Es relativo siempre, como toda creencia. La intensidad con que tiende ? realizarse no depende de su verdad efectiva, sino de la que se le atribuye. Aun cuando interpreta absurdamente la perfecci?n venidera, es ideal para quien cree sinceramente en ?l.

Hacer del <> un dogma equivale ? negarlo. Los m?s vulgares diccionarios filos?ficos lo sospechan: <>. S?lo es evidente la existencia de temperamentos idealistas, aptos para concebir perfecciones y capaces de vivir hacia ellas.

Debe rehusarse el monopolio de los ideales ? cuantos lo reclaman en nombre de escuelas filos?ficas, sistemas de moral, credos de religi?n, fanatismos de secta ? dogmas de est?tica. La formaci?n de ideales nace del temperamento individual, aparte de todo catecismo ? programa. Hay tantos idealismos como ideales; y tantos ideales como idealistas; y tantos idealistas como hombres ansiosos de perfecci?n.

El idealismo no es privilegio de las doctrinas espiritualistas que desear?an oponerlo al materialismo; ese equ?voco se duplica al sugerir que la materia es la ant?tesis de la idea, despu?s de confundir al ideal con la idea y ? ?sta con el alma espiritual ? incorp?rea. Se trata, en suma, de un juego de palabras, secularmente repetido por sus beneficiarios. El criterio de perfecci?n en el conocimiento de la Verdad puede animar con igual ?mpetu al fil?sofo monista y al dualista, al m?stico y al ateo, al estoico y al pragm?tico. El particular ideal de cada uno concurre al ritmo total de la perfecci?n posible, antes que obstar al esfuerzo similar de los otros.

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