bell notificationshomepageloginedit profileclubsdmBox

Read Ebook: Los Sueños Volume II by Quevedo Francisco De Cejador Y Frauca Julio Editor

More about this book

Font size:

Background color:

Text color:

Add to tbrJar First Page Next Page

Ebook has 1823 lines and 122816 words, and 37 pages

Editor: Julio Cejador y Frauca

NOTAS DEL TRANSCRIPTOR

La cubierta del libro fue agregada por el Transcriptor y ha sido puesta en el dominio p?blico.

El criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripci?n ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia Espa?ola vigentes cuando se imprimi? la presente edici?n, que difieren de las actuales. Esto se aplica a las notas producidas por el editor de la obra, Julio Cejador y Frauca. Tambi?n se adecu? la ortograf?a de las may?sculas acentuadas a las reglas establecidas por la RAE.

Sin embargo, en instancias en que el editor o el autor citan textos de otras obras, el criterio seguido fue el de preservar la forma de escritura original. Por consiguiente se advierte al lector que es posible detectar alguna inconsistencia en la ortograf?a de una misma palabra en dos partes diferentes de la obra.

Errores evidentes de impresi?n y de puntuaci?n han sido corregidos.

El ?ndice de cap?tulos, incluido al final en la publicaci?n original, ha sido trasladado al principio por el Transcriptor.

QUEVEDO

CL?SICOS CASTELLANOS

QUEVEDO

LOS SUE?OS II

EDICI?N Y NOTAS DE JULIO CEJADOR Y FRAUCA

MADRID EDICIONES DE "LA LECTURA" 1917

?NDICE

P?G.

EL MUNDO POR DE DENTRO 7

LA HORA DE TODOS Y LA FORTUNA CON SESO 57

EL MUNDO POR DE DENTRO

A DON PEDRO GIR?N, DUQUE DE OSUNA, MARQU?S DE PE?AFIEL, CONDE DE URE?A

Estas burlas, que llevan en la risa disimulado alg?n miedo provechoso, env?o para que vuecelencia se divierta de grandes ocupaciones alg?n rato. Peque?a es la demostraci?n; mas yo no puedo dar m?s, y s?lo me consuela ver que la grandeza de vuecelencia a mucho menos hace honra y merced. En la Aldea, abril 26 de 1612.

DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS

AL LECTOR

COMO DIOS ME LO DEPARARE, C?NDIDO O PURP?REO, P?O O CRUEL, BENIGNO O SIN SARNA

DISCURSO

Es nuestro deseo siempre peregrino en las cosas desta vida, y as?, con vana solicitud, anda de unas en otras, sin saber hallar patria ni descanso. Alim?ntase de la variedad y divi?rtese con ella, tiene por ejercicio el apetito y ?ste nace de la ignorancia de las cosas. Pues, si las conociera, cuando cudicioso y desalentado las busca, as? las aborreciera, como cuando, arrepentido, las desprecia. Y es de considerar la fuerza grande que tiene, pues promete y persuade tanta hermosura en los deleites y gustos, lo cual dura s?lo en la pretensi?n dellos; porque, en llegando cualquiera a ser poseedor, es juntamente descontento. El mundo, que a nuestro deseo sabe la condici?n para lisonjearla, p?nese delante mudable y vario, porque la novedad y diferencia es el afeite con que m?s nos atrae. Con esto acaricia nuestros deseos, ll?valos tras s? y ellos a nosotros.

Sea por todas las experiencias mi suceso, pues cuando m?s apurado me hab?a de tener el conocimiento destas cosas, me hall? todo en poder de la confusi?n, pose?do de la vanidad de tal manera, que en la gran poblaci?n del mundo, perdido ya, corr?a donde tras la hermosura me llevaban los ojos, y adonde tras la conversaci?n los amigos, de una calle en otra, hecho f?bula de todos. Y en lugar de desear salida al laberinto, procuraba que se me alargase el enga?o. Ya por la calle de la ira, descompuesto, segu?a las pendencias pisando sangre y heridas; ya por la de la gula ve?a responder a los brindis turbados. Al fin, de una calle en otra andaba, siendo infinitas, de tal manera confuso, que la admiraci?n a?n no dejaba sentido para el cansancio, cuando llamado de voces descompuestas y tirado porfiadamente del manteo, volv? la cabeza.

Era un viejo venerable en sus canas, maltratado, roto por mil partes el vestido y pisado. No por eso rid?culo: antes severo y digno de respeto.

--?Qui?n eres--dije--, que as? te confiesas envidioso de mis gustos? D?jame, que siempre los ancianos aborrec?is en los mozos los placeres y deleites, no que dej?is de vuestra voluntad, sino que, por fuerza, os quita el tiempo. T? vas, yo vengo. D?jame gozar y ver el mundo.

Desmintiendo sus sentimientos, ri?ndose, dijo:

--Ni te estorbo ni te envidio lo que deseas; antes te tengo l?stima. ?T?, por ventura, sabes lo que vale un d?a? ?Entiendes de cu?nto precio es una hora? ?Has examinado el valor del tiempo? Cierto es que no, pues as? alegre le dejas pasar hurtado de la hora, que, fugitiva y secreta, te lleva precios?simo robo. ?Qui?n te ha dicho que lo que ya fu? volver?, cuando lo hayas menester, si lo llamares? Dime: ?has visto algunas pisadas de los d?as? No, por cierto, que ellos s?lo vuelven la cabeza a re?rse y burlarse de los que as? los dejaron pasar. S?bete que la muerte y ellos est?n eslabonados y en una cadena, y que, cuando m?s caminan los d?as que van delante de ti, tiran hacia ti y te acercan a la muerte, que quiz? la aguardas y es ya llegada, y, seg?n vives, antes ser? pasada que cre?da. Por necio tengo al que toda la vida se muere de miedo que se ha de morir, y por malo al que vive tan sin miedo della como si no la hubiese. Que ?ste la viene a temer cuando la padece, y, embarazado con el temor, ni halla remedio a la vida ni consuelo a su fin. Cuerdo es s?lo el que vive cada d?a como quien cada d?a y cada hora puede morir.

--Eficaces palabras tienes, buen viejo. Tra?do me has el alma a m?, que me la llevaban embelesada vanos deseos. ?Qui?n eres, de d?nde y qu? haces por aqu??

--Mi h?bito y traje dice que soy hombre de bien y amigo de decir verdades, en lo roto y poco medrado, y lo peor que tu vida tiene es no haberme visto la cara hasta ahora. Yo soy el Desenga?o. Estos rasgones de la ropa son de los tirones que dan de m? los que dicen en el mundo que me quieren, y estos cardenales del rostro, estos golpes y coces me dan en llegando, porque vine y porque me vaya. Que en el mundo todos dec?s que quer?is desenga?o, y, en teni?ndole, unos os desesper?is, otros maldec?s a quien os le di?, y los m?s corteses no le cre?is. Si t? quieres, hijo, ver el mundo, ven conmigo, que yo te llevar? a la calle mayor, que es adonde salen todas las figuras, y all? ver?s juntos los que por aqu? van divididos, sin cansarte. Yo te ense?ar? el mundo como es: que t? no alcanzas a ver sino lo que parece.

--Y ?c?mo se llama--dije yo--la calle mayor del mundo donde hemos de ir?

--Ll?mase--respondi?--Hipocres?a. Calle que empieza con el mundo y se acabar? con ?l, y no hay nadie casi que no tenga sino una casa, un cuarto o un aposento en ella. Unos son vecinos y otros paseantes: que hay muchas diferencias de hip?critas, y todos cuantos ves por ah? lo son.

Y, ?ves aqu?l que gana de comer como sastre y se viste como hidalgo? Es hip?crita, y el d?a de fiesta, con el raso y el terciopelo y el cintillo y la cadena de oro, se desfigura de suerte que no le conocer?n las tijeras y agujas y jab?n y parecer? tan poco oficial, que aun parece que dice verdad.

?Ves aquel hidalgo con aqu?l que es como caballero? Pues, debiendo medirse con su hacienda, ir solo, por ser hip?crita y parecer lo que no es, se va metiendo a caballero, y, por sustentar un lacayo, ni sustenta lo que dice ni lo que hace, pues ni lo cumple ni lo paga. Y la hidalgu?a y la ejecutoria le sirve s?lo de pont?fice en dispensarle los casamientos que hace con sus deudas: que est? m?s casado con ellas que con su mujer.

Aquel caballero, por ser se?or?a, no hay diligencia que no haga y ha procurado hacerse Venecia por su se?or?a, sino que, como se fund? en el viento para serlo, se hab?a de fundar en el agua. Sustenta, por parecer se?or, caza de halcones, que lo primero que matan es a su amo de hambre con la costa y luego el roc?n en que los llevan, y despu?s, cuando mucho, una graja o un milano.

Y ninguno es lo que parece. El se?or, por tener acciones de grande, se empe?a y el grande remeda ceremonia de Rey.

Pues ?qu? dir? de los discretos? ?Ves aquel aciago de cara? Pues, siendo un mentecato, por parecer discreto y ser tenido por tal, se alaba de que tiene poca memoria, qu?jase de melancol?as, vive descontento y pr?ciase de malregido, y es hip?crita, que parece entendido y es mentecato.

?No ves los viejos, hip?critas de barbas, con las canas envainadas en tinta, querer en todo parecer muchachos? ?No ves a los ni?os preciarse de dar consejos y presumir de cuerdos? Pues todo es hipocres?a.

Pues en los nombres de las cosas, ?no la hay la mayor del mundo? El zapatero de viejo se llama entretenedor del calzado. El botero, sastre del vino, porque le hace de vestir. El mozo de mulas, gentilhombre de camino. El bodeg?n, estado; el bodegonero, contador. El verdugo se llama miembro de la justicia, y el corchete, criado. El fullero, diestro; el ventero, hu?sped; la taberna, ermita; la puter?a, casa; las putas, damas; las alcahuetas, due?as; los cornudos, honrados. Amistad llaman el amancebamiento, trato a la usura, burlnot think there is anyla mentira, donaire la malicia, descuido la bellaquer?a, valiente al desvergonzado, cortesano al vagamundo, al negro moreno, se?or maestro al albardero y se?or doctor al platicante. As? que, ni son lo que parecen ni lo que se llaman: hip?critas en el nombre y en el hecho.

?Pues unos nombres que hay generales! A toda p?cara, se?ora hermosa; a todo h?bito largo, se?or licenciado; a todo gallofero, se?or soldado; a todo bien vestido, se?or hidalgo; a todo capigorr?n, o lo que fuere, can?nigo o arcediano; a todo escribano, secretario.

De suerte que todo el hombre es mentira por cualquier parte que le examines, si no es que, ignorante como t?, crea las apariencias. ?Ves los pecados? Pues todos son hipocres?a, y en ella empiezan y acaban y della nacen y se alimentan la ira, la gula, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la pereza, el homicidio y otros mil.

--?C?mo me puedes t? decir ni probarlo, si vemos que son diferentes y distintos?

No me espanto que eso ignores, que lo saben pocos. Oye y entender?s con facilidad eso, que as? te parece contrario, que bien se conviene. Todos los pecados son malos: eso bien lo confiesas. Y tambi?n confiesas con los fil?sofos y te?logos que la voluntad apetece lo malo debajo de raz?n de bien, y que para pecar no basta la representaci?n de la ira ni el conocimiento de la lujuria sin el consentimiento de la voluntad, y que eso, para que sea pecado, no aguarda la ejecuci?n, que s?lo le agrava m?s, aunque en esto hay muchas diferencias. Esto as? visto y entendido, claro est? que cada vez que un pecado d?stos se hace, que la voluntad lo consiente y lo quiere, y, seg?n su natural, no pudo apetecelle sino debajo de raz?n de alg?n bien. Pues ?hay m?s clara y m?s confirmada hipocres?a que vestirse del bien en lo aparente para matar con el enga?o? ?Qu? esperanza es la del hip?crita?, dice Job. Ninguna, pues ni la tiene por lo que es, pues es malo, ni por lo que parece, pues lo parece y no lo es. Todos los pecadores tienen menos atrevimiento que el hip?crita, pues ellos pecan contra Dios; pero no con Dios ni en Dios. Mas el hip?crita peca contra Dios y con Dios, pues le toma por instrumento para pecar.

En esto llegamos a la calle mayor. Vi todo el concurso, que el viejo me hab?a prometido. Tomamos puesto conveniente para registrar lo que pasaba. Fu? un entierro en esta forma. Ven?an envainados en unos sayos grandes de diferentes colores unos p?caros, haciendo una taracea de mullidores. Pas? esta recua incensando con las campanillas. Segu?an los muchachos de la dotrina, meninos de la muerte y lacayuelos del ata?d, chirriando la calavera. Segu?anse luego doce galloferos, hip?critas de la pobreza, con doce hachas acompa?ando el cuerpo y abrigando a los de la capacha, que hombreando, testificaban el peso de la difunta. Detr?s segu?a larga procesi?n de amigos, que acompa?aban en la tristeza y luto al viudo, que anegado en capuz de bayeta y devanado en una ch?a, perdido el rostro en la falda de un sombrero, de suerte, que no se le pod?an hallar los ojos, corvos e impedidos los pasos con el peso de diez arrobas de cola que arrastraba, iba tardo y perezoso. Lastimado deste espect?culo.

--?Dichosa mujer--dije--, si lo puede ser alguna en la muerte, pues hallaste marido, que pas? con la fe y el amor m?s all? de la vida y sepultura! ?Y dichoso viudo, que ha hallado tales amigos, que no s?lo acompa?an su sentimiento, pero que parece que le vencen en ?l! ?No ves qu? tristes van y suspensos?

El viejo, moviendo la cabeza y sonri?ndose, dijo:

--?Desventurado! Eso todo es por de fuera y parece as?; pero ahora lo ver?s por de dentro y ver?s con cu?nta verdad el ser desmiente a las apariencias. ?Ves aquellas luces, campanillas y mullidores, y todo este acompa?amiento piadoso, que es sufragio cristiano y limosnero? Esto es saludable; mas las bravatas que en los t?mulos sobrescriben podrici?n y gusanos, se podr?an excusar. Empero tambi?n los muertos tienen su vanidad y los difuntos y difuntas su soberbia. All? no va sino tierra de menos fruto y m?s espantosa de la que pisas, por s? no merecedora de alguna honra ni aun de ser cultivada con arado ni azad?n. ?Ves aquellos viejos que llevan las hachas? Pues algunos no las atizan para que atizadas alumbren m?s, sino porque atizadas a menudo se derritan m?s y ellos hurten m?s cera para vender. ?stos son los que a la sepultura hacen la salva en el difunto y difunta, pues, antes que ella lo coma ni lo pruebe, cada uno le ha dado un bocado, arranc?ndole un real o dos; mas con todo esto tiene el valor de la limosna. ?Ves la tristeza de los amigos? Pues todo es de ir en el entierro y los convidados van dados al diablo con los que convidaron; que quisieran m?s pasearse o asistir a sus negocios. Aqu?l que habla de mano con el otro le va diciendo que convidar a entierro y a misacantanos, donde se ofrece, que no se puede hacer con un amigo y que el entierro s?lo es convite para la tierra pues a ella solamente llevan que coma. El viudo no va triste del caso y viudez; sino de ver que, pudiendo ?l haber enterrado a su mujer en un muladar y sin costa y fiesta ninguna, le hayan metido en semejante bara?nda y gasto de cofrad?as y cera, y entre s? dice que le debe poco, que, ya que se hab?a de morir, pudiera haberse muerto de repente, sin gastarle en m?dicos, barberos ni boticas y no dejarle empe?ado en jarabes y p?cimas. Dos ha enterrado con ?sta, y es tanto el gusto, que recibe de enviudar, que ya va trazando el casamiento con una amiga que ha tenido, y, fiado con su mala condici?n y endemoniada vida, piensa doblar el capuz por poco tiempo.

Qued? espantado de ver todo esto ser as?, diciendo:

--?Qu? diferentes son las cosas del mundo de como las vemos! Desde hoy perder?n conmigo todo el cr?dito mis ojos y nada creer? menos de lo que viere.

Add to tbrJar First Page Next Page

 

Back to top