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Read Ebook: 7 de julio by P Rez Gald S Benito

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Ebook has 1656 lines and 52790 words, and 34 pages

--Ya sabes que no puedo salir cuando quiero. Desde anteayer estoy proyectando el viaje; pero no he tenido ocasi?n hasta hoy. Una vez por semana me has mandado que te vea. Si dejo pasar diez d?as, es porque no puede ser de otra manera.

--Ya tendr?s falta de dinero. ?Diez d?as y hombre enfermo en la casa...! --dijo Monsalud abriendo una gaveta.

--No, no --replic? Sola vivamente, deteni?ndole--. Otro d?a me dar?s. Todav?a tenemos.

--Ya le he dicho a usted, se?ora hermana --manifest? el secretario del duque con jovial gravedad--, que no me gustan remilgos. Hicimos un trato, un trato solemne. Yo hab?a de darte todo lo que necesitaras, y t? hab?as de tomar lo que yo te diera. Yo soy el juez de tus necesidades; yo, como hermano mayor, soy quien te arregla las cuentas, quien te marca los gastos. Yo soy la autoridad, y t?, chiquilla sin fundamento, no tienes que chistar, ni responderme, ni hacer observaciones.

Diciendo esto sac? tres monedas de oro, y tomando la mano de Soledad las puso en ella. Doblole los dedos para cerrarle el pu?o, y apret?ndole suavemente, le dijo:

--?Qu? tienes qu? replicar?

Soledad abri? la mano, y llev?ndose las monedas a la boca las bes?.

--Las beso --dijo-- como los pobres cuando reciben una limosna.

--?Te averg?enzas de recibir esos ochavos de oro?

--No me averg?enzo, porque me los das t?, y me los das con el coraz?n --dijo Soledad bebi?ndose una l?grima y dando un suspiro--. Eres para nosotros la prueba viva que Dios da de su bondad a las criaturas que no quiere abandonar. Rechazar tu limosna, responder a tu caridad con orgullo, ser?a ofender a Dios. Tu dinero, sea oro o cobre, es para m? el pan de cada d?a que se pide a Dios en el Padrenuestro, y que siempre nos cae del cielo en una forma o en otra.

Despu?s mir? las monedas, y tomando dos las present? a Salvador, dici?ndole:

--Estas dos est?n de m?s. Con una basta. No debe haber prodigalidad ni aun en la limosna, porque otro pobre necesitar? ma?ana lo que hoy me has dado a m? de m?s.

--Ya te dije la semana pasada --repuso Monsalud-- que ese vestido que llevas, aunque no carece de decencia, est? pidiendo sustituto.

--?Qu? tonto eres! Pues no faltaba m?s... Por tu vida, que estamos en situaci?n de presumir. ?Quieres que me vista de raso?

--No me gusta la gente mal vestida.

--Pero, hermano, te olvidas de una cosa.

--?De qu??

--De que pido limosna. Soy m?s pobrecita que esas que por las calles alargan su mano flaca y piden por Dios. Si t? no existieras...

--Pero como existo... Me parece que no soy una sombra vana, como la libertad de que habla el discurso.

--S?; pero comprar vestidos ser?a abusar de tu caridad. Trabajas mucho, trabajas como un esclavo para mantener a tu madre, para socorrernos a mi padre y a m?.

--Y todav?a me sobra para dar a otros y para ahorrar. No creas, comprar? una casa y una huerta donde pasar la vida solo y tranquilo. Tambi?n pienso hacerte un buen regalo cuando te cases.

--Yo no compro vestido --dijo Sola vivamente y con ligera expresi?n de fastidio.

--Lo comprar?s; te lo mando yo.

--M?s adelante. Gu?rdame el dinero.

--No ha de ser sino ahora; lo deseo as?. Recordar?s bien la desgracia de tu padre. Hab?a escapado de la c?rcel, y hu?a por los campos sin amparo, sin sustento, sin esperanza. Os mand? venir a Madrid, y sin dar mi nombre, os proporcion? la entrada libre en esta villa. Tu padre, a causa del aborrecimiento que me tiene, no quiso ni que se le hablara de m?; pero t?, m?s generosa y m?s humana, corriste a mi lado, dici?ndome: <>

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