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Words: 85354 in 7 pages

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re quede otra memoria. Y porque mejor se entienda lo adelante, dir? algo de la fundacion de Granada, qu? gentes la poblaron al principio, como se mezclaron, como hubo este nombre, en quien comenz? el reino de ella; puesto que no sea conforme ? la opinion de muchos; pero ser? lo que hall? en los libros ar?bigos de la tierra, y los de Muley Hac?n rey de T?nez, y lo que hasta hoy queda en la memoria de los hombres, haciendo ? los autores cargo de la verdad.

Sosegada esta rebelion tambien por concierto, di?ronse los Reyes Cat?licos ? restaurar y mejorar ? Granada en religion, gobierno y edificios: establecieron el cabildo, bautizaron los moros, trujeron la chanciller?a, y dende ? algunos a?os vino la inquisicion. Gobern?base la ciudad y reino como entre pobladores y compa?eros con una forma de justicia arbitraria, unidos los pensamientos, las resoluciones encaminadas en comun al bien p?blico: esto se acab? con la vida de los viejos. Entraron los celos; la division sobre causas livianas entre los ministros de justicia y de guerra, las concordias en escrito confirmadas por c?dulas; traido el entendimiento de ellas por cada una de las partes ? su opinion; la ambicion de querer la una no sufrir igual, y la otra conservar la superioridad, tratada con mas disimulacion que modestia. Duraron estos principios de discordia disimulada y manera de conformidad sospechosa el tiempo de D. Luis Hurtado de Mendoza, hijo de D. I?igo, hombre de gran sufrimiento y templanza; mas sucediendo otros, aunque de conversacion blanda y humana, de condicion escrupulosa y propia; fuese apartando este oficio del arbitrio militar, fund?ndose en la legalidad y derechos, y subi?ndose hasta el peligro de la autoridad, cuanto ? las preeminencias: cosas que cuando estiradamente se juntan, son aborrecidas de los menores y sospechosas ? los iguales. V?nose ? causas y pasiones particulares, hasta pedir jueces de t?rminos; no para divisiones ? suertes de tierras, como los romanos y nuestros pasados; sino con voz de restituir al rey ? al p?blico lo que le tenian ocupado, y intento de echar algunos de sus heredamientos. Este fue uno de los principios en la destruccion de Granada comun ? muchas naciones; porque los cristianos nuevos, gente sin lengua y sin favor, encogida y mostrada ? servir, ve?an condenarse y quitar ? partir las haciendas que habian poseido, comprado, ? heredado de sus abuelos, sin ser oidos. Junt?ronse con estos inconvenientes y divisiones, otros de mayor importancia, nacidos de principios honestos, que tomaremos de mas alto.

Este D. Luis fue el segundo marqu?s de Mondejar y presidente de Castilla.

Pusieron los Reyes Cat?licos el gobierno de la justicia y cosas p?blicas en manos de letrados, gente media entre los grandes y peque?os, sin ofensa de los unos ni de los otros: cuya profesion eran letras legales, comedimiento, secreto, verdad, vida llana y sin corrupcion de costumbres; no visitar, no recibir dones, no profesar estrecheza de amistades; no vestir, ni gastar suntuosamente, blandura y humanidad en su trato, juntarse ? horas se?aladas para oir causas, ? para determinallas, y tratar del bien p?blico. ? su cabeza llaman presidente, mas porque preside ? lo que se trata, y ordena lo que se ha de tratar, y prohibe cualquier des?rden, que porque los manda. Esta manera de gobierno, establecida entonces con menos diligencia, se ha ido extendiendo por toda la cristiandad, y est? hoy en el colmo de poder y autoridad: tal es su profesion de vida en comun, aunque en particular haya algunos que se desvien. ? la suprema congregacion llaman consejo real, y ? las dem?s chanciller?as, diversos nombres en Espa?a, segun la diversidad de las provincias. ? los que tratan en Castilla lo civil llaman oidores; y ? los que tratan lo criminal alcaldes : los unos y los otros por la mayor parte ambiciosos de oficios ajenos y profesion que no es suya, especialmente la militar; persuadidos del ser de su facultad, que es noticia de cosas divinas y humanas, y ciencia de lo que es justo ? injusto; y por esto amigos en particular de traer por todo, como superiores, su autoridad, y apuralla ? veces hasta grandes inconvenientes, y raices de los que agora se han visto. Porque en la profesion de la guerra se ofrecen casos que ? los que no tienen pl?tica de ella parecen negligencias; y si los procuran emendar, c?ese en imposibilidades y lazos, que no se pueden desenvolver; aunque en ausencia se juzgan diferentemente. Estiraba el capitan general su cargo sin equidad, y procuraban los ministros de justicia emendallo. Esta competencia fue causa que menudeasen quejas y cap?tulos al rey; con que cansados los consejeros, y ?l con ellos, las provisiones saliesen varias, ? ningunas, perdiendo con la oportunidad el cr?dito; y se proveyesen algunas cosas de pura justicia, que atenta la calidad de los tiempos, manera de las gentes, diversidad de ocasiones requerian templanza ? dilacion. Todo lo de hasta aqu? se ha dicho por ejemplo, y como muestra de mayores casos; con fin que se vea de cuan livianos principios se viene ? ocasiones de grande importancia, guerras, hambres, mortandades, ruinas de estados, y ? veces de los se?ores de ellos. Tan atenta es la providencia divina ? gobernar el mundo y sus partes, por ?rden de principios, y causas livianas que van creciendo por edades, si los hombres las quisiesen buscar con atencion.

Habia en el reino de Granada costumbre antigua, como la hay en otras partes, que los autores de delitos se salvasen, y estuviesen seguros en lugares de se?or?o; cosa que mirada en comun, y por la haz, se juzgaba que daba causa ? mas delitos, favor ? los malhechores, impedimento ? la justicia, y desautoridad ? los ministros de ella. Pareci? por estos inconvenientes, y por ejemplo de otros estados, mandar que los se?ores no acogiesen gentes de esta calidad en sus tierras, confiados que bastaba solo el nombre de justicia para castigallos donde quiera que anduviesen. Manten?ase esta gente con sus oficios en aquellos lugares, cas?banse, labraban la tierra, d?banse ? vida sosegada. Tambien les prohibieron la inmunidad de las iglesias arriba de tres dias; mas despues que les quitaron los refugios, perdieron la esperanza de seguridad, y di?ronse ? vivir por las monta?as, hacer fuerzas, saltear caminos, robar y matar. Entr? luego la duda tras el inconveniente, sobre ? que tribunal tocaba el castigo, nacida de competencia de jurisdicciones; y no obstante que los generales acostumbrasen hacer estos castigos, como parte del oficio de la guerra; cargaron ? color de ser negocio criminal, la relacion apasionada ? libre de la ciudad, y la autoridad de la audiencia, y p?sose en manos de los alcaldes, no excluyendo en parte al capitan general. Di?seles facultad para tomar ? sueldo cierto n?mero de gente repartida pocos ? pocos, ? que usurpando el nombre llamaban cuadrillas; ni bastantes para asegurar, ni fuertes para resistir. Del desden, de la flaqueza de provision, de la poca experiencia de los ministros en cargo que participaba de guerra, naci? el descuido, ? fuese negligencia ? voluntad de cada uno que no acertase su ?mulo. En fin fue causa de crecer estos salteadores , en tanto n?mero, que para oprimillos ? para reprimillos no bastaban las unas ni las otras fuerzas. Este fue el cimiento sobre que fundaron sus esperanzas los ?nimos escandalizados y ofendidos; y estos hombres fueron el instrumento principal de la guerra. Todo esto parecia al comun cosa escandalosa; pero la razon de los hombres, ? la providencia divina , mostr? con el suceso, que fue cosa guiada para que el mal no fuese adelante, y estos reinos quedasen asegurados mientras fuese su voluntad. Sigui?ronse luego ofensas en su ley, en las haciendas, y en el uso de la vida, as? cuanto ? la necesidad, como cuanto al regalo, ? que es demasiadamente dada esta nacion; porque la inquisicion los comenz? ? apretar mas de lo ordinario. El rey les mand? dejar la habla morisca, y con ella el comercio y comunicacion entre s?; quit?seles el servicio de los esclavos negros ? quienes criaban con esperanzas de hijos, el h?bito morisco en que tenian empleado gran caudal: oblig?ronlos ? vestir castellano con mucha costa, que las mujeres trujesen los rostros descubiertos, que las casas acostumbradas ? estar cerradas estuviesen abiertas: lo uno y lo otro tan grave de sufrir entre gente zelosa. Hubo fama que les mandaban tomar los hijos, y pasallos ? Castilla: ved?ronles el uso de los ba?os, que eran su limpieza y entretenimiento; primero les habian prohibido la m?sica, cantares, fiestas, bodas conforme ? su costumbre, y cualesquier juntas de pasatiempo. Sali? todo esto junto, sin guardia ni provision de gente; sin reforzar presidios viejos, ? firmar otros nuevos. Y aunque los moriscos estuviesen prevenidos de lo que habia de ser, les hizo tanta impresion, que antes pensaron en la venganza que en el remedio. A?os habia que trataban de entregar el reino ? los pr?ncipes de Berber?a, ? al turco; mas la grandeza del negocio, el poco aparejo de armas, vituallas, nav?os, lugar fuerte donde hiciesen cabeza, el poder grande del emperador, y del rey Felipe su hijo, enfrenaba las esperanzas, ? imposibilitaba las resoluciones, especialmente estando en pie nuestras plazas mantenidas en la costa de ?frica, las fuerzas del turco tan lejos, las de los cosarios de Argel mas ocupadas en presas y provecho particular, que en empresas dif?ciles de tierra. Fu?ronseles con estas dificultades dilatando los designios, apart?ndose ellos de los del reino de Valencia, gente menos ofendida, y mas armada. En fin creciendo igualmente nuestro espacio por una parte, y por otra los excesos de los enemigos tantos en n?mero, que ni podian ser castigados por manos de justicia, ni por tan poca gente como la del capitan general; eran ya sospechosas sus fuerzas para encubiertas, aunque flacas para puestas en ejecucion. El pueblo de cristianos viejos adivinaba la verdad, cesaba el comercio y paso de Granada ? los lugares de la costa: todo era confusion, sospecha, temor; sin resolver, proveer, ni ejecutar. Vista por ellos esta manera en nosotros, y temiendo que con mayor aparejo les contravini?semos, determinaron algunos de los principales de juntarse en Cadiar, lugar entre Granada, y la mar, y el rio de Almer?a, ? la entrada de la Alpujarra. Trat?se del cuando y como se debian descubrir unos ? otros, de la manera del tratado y ejecucion: acordaron que fuese en la fuerza del invierno; porque las noches largas les diesen tiempo para salir de la monta?a y llegar ? Granada, y ? una necesidad tornarse ? recoger y poner en salvo, cuando nuestras galeras reposaban repartidas por los invernaderos y desarmadas; la noche de navidad, que la gente de todos los pueblos est? en las iglesias, solas las casas, y las personas ocupadas en oraciones y sacrificios; cuando descuidados, desarmados, torpes con el frio, suspensos con la devocion, facilmente podian ser oprimidos de gente atenta, armada, suelta, y acostumbrada ? saltos semejantes. Que se juntasen ? un tiempo cuatro mil hombres de la Alpujarra, con los del Albaicin, y acometiesen la ciudad, y el Alhambra, parte por la puerta, parte con escalas; plaza guardada mas con la autoridad que con la fuerza: y por que sabian que el Alhambra, no podia dejar de aprovecharse de la artiller?a, acordaron que los moriscos de la vega tuviesen por contrase?a las primeras dos piezas que se disparasen, para que en un tiempo acudiesen ? las puertas de la ciudad, las forzasen, entrasen por ellas y por los portillos; corriesen las calles, y con el fuego y con el hierro no perdonasen ? persona, ni ? edificio. Descubrir el tratado sin ser sentidos y entre muchos, era dificultoso: pareci? que los casados lo descubriesen ? los casados, los viudos ? los viudos, los mancebos ? los mancebos; pero ? tiento, probando las voluntades y el secreto de cada uno. Habian ya muchos a?os antes enviado ? solicitar con personas ciertas no solamente ? los pr?ncipes de Berber?a, mas al emperador de los turcos dentro en Constantinopla, que los socorriese, y sacase de servidumbre, y postreramente al rey de Argel pedido armada de levante y poniente en su favor; porque faltos de capitanes, de cabezas, de plazas fuertes, de gente diestra, de armas, no se hallaron poderosos para tomar, y proseguir ? solas tan gran empresa. Dem?s de esto resolvieron proveerse de vitualla, elegir lugar en la monta?a donde guardalla, fabricar armas, reparar las que de mucho tiempo tenian escondidas, comprar nuevas, y avisar de nuevo ? los reyes de Argel, Fez, se?or de Tituan, de esta resolucion y preparaciones. Con tal acuerdo partieron aquella habla; gente ? quien el regalo, el vicio, la riqueza, la abundancia de las cosas necesarias, el vivir luengamente en gobierno de justicia ? igualdad desasosegaba, y tra?a en continuo pensamiento.

Dende ? pocos dias se juntaron otra vez con los principales del Albaicin en Churriana fuera de Granada, ? tratar del mismo negocio. Hab?anles prohibido, como arriba se dijo, todas las juntas en que concurria n?mero de gente; pero teniendo el rey y el prelado mas respeto ? Dios que al peligro, se les habia concedido que hiciesen un hospital y cofrad?a de cristianos nuevos, que llamaron de la Resurreccion. En dias se?alados concurrian en el hospital ? tratar de su rebelion con esta cubierta; y para tener certinidad de sus fuerzas, enviaron personas pl?ticas de la tierra por todos los lugares del reino, que con ocasion de pedir limosna reconociesen las partes de ?l ? prop?sito para acogerse, para recibir los enemigos, para traellos por caminos mas breves, mas secretos, mas seguros, con mas aparejo de vituallas; y estos echasen un pedido ? manera de limosna, que los de veinte y cuatro a?os hasta cuarenta y cinco contribuyesen diferentemente de los viejos, mujeres, ni?os, y impedidos: con tal astucia reconocieron el n?mero de la gente ?til para tomar armas, y la que habia armada en el reino.

Estos y otros indicios, y los delitos de los monf?es mas p?blicos, graves y ? menudo que solian, dieron ocasion al marqu?s de Mondejar, al conde Tendilla su hijo, ? cuyo cargo estaba la guerra, ? D. Pedro de Deza, presidente de la chanciller?a, caballero que habia pasado por todos los oficios de su profesion, y dado buena cuenta de ellos, al arzobispo, ? los jueces de inquisicion, de poner nuevo cuidado y diligencia en descubrir los motivos de estos hombres, y asegurarse parte con lo que podian, y parte con acudir al rey y pedir mayores fuerzas cada uno segun su oficio, para hacer justicia, y reprimir la insolencia; que este nombre le ponian, como ? cosa incierta, hasta que estando el marqu?s de Mondejar en Madrid, fue avisado el rey mas particularmente. Parti? el marqu?s en diligencia, y llev? comision para crecer en la guardia del reino alguna poca gente, pero la que pareci? que bastaba en aquella ocasion, y en las que se ofreciesen por mar contra los moros berber?es. Mas las personas ? cuyo cargo era la provision, aunque se creyeron los avisos; ? importunados con el menudear de ellos, ? juzgando ? los autores por mas ambiciosos que diligentes, hicieron provision tan peque?a, que bast? para mover las causas de la enfermedad, y no para remedialla; como suelen medicinas flojas en cuerpos llenos. Por lo cual, vistas por los monf?es y principales de la conjuracion las diligencias que se hacian de parte de los ministros para apurar la verdad del tratado; el temor de ser prevenidos, y la avilanteza de nuestras pocas fuerzas, los acuci? ? resolverse sin aguardar socorro, con solo avisar ? Berber?a del t?rmino en que las cosas se hallaban, y solicitar gente y armas con la armada, dando por contrase?o que entre los nav?os que viniesen de Argel y Tituan trajesen las capitanas una vela colorada, y que los nav?os de Tituan acudiesen ? la costa de Marbella para dar calor ? la sierra de Ronda y tierra de M?laga; y los de Argel ? cabo de Gata, que los romanos llamaban promontorio de Caridemo, para socorrer ? la Alpujarra y rios de Almer?a y Almazora, y mover con la vecindad los ?nimos de la gente sosegada en el reino de Valencia. Mas estos estuvieron siempre firmes: ? que en la memoria de los viejos quedase el mal suceso de la sierra de Espadan en tiempo del emperador C?rlos; ? que teniendo por liviandad el tratado, y dificultosa la empresa, esperasen ? ver como se movia la generalidad, con que fuerzas, fundamento, y certeza de esperanzas en Berber?a. Enviaron ? Argel al Partal que vivia en Narila, lugar del partido de Cadiar, hombre rico, diligente y tan cuerdo, que la segunda vez que fue ? Berber?a, llev? su hacienda y dos hermanos, y se qued? en Argel. Este y el Jeniz, que despues vendi? y mat? al Abenab? su se?or, ? quien ellos levantaron por segundo rey, estaban en aquella congregacion como diputados en nombre de toda la Alpujarra; y por tener alguna cabeza en quien se mantuviesen unidos, mas que por sujetarse ? otras sino ? las que el rey de Argel los nombrase, resolvieron en veinte y siete de setiembre hacer rey, persuadidos con la razon de D. Fernando de Valor, el zaguer, que en su lengua quiere decir el menor, ? quien por otro nombre llamaban Aben Jauhar, hombre de gran autoridad y de consejo maduro, entendido en las cosas del reino y de su ley. Este viendo que la grandeza del hecho tra?a miedo, dilacion, diversidad de casos; mudanzas de pareceres, los junt? en casa de Zinzan en el Albaicin, y les habl?:

El tercer marqu?s de Mondejar es el que de aqu? adelante siempre se nombra: llam?se don I?igo y fue virey de Valencia y N?poles, y sobrino del autor.

Jeque llaman ellos el mas honrado de una generacion, quiere decir, el mas anciano: ? estos dan el gobierno con autoridad de vida y muerte. Y porque esta nacion se vence tanto mas de la vanidad de la astrolog?a y adivinanzas, cuanto mas vecinos estuvieron sus pasados de Caldea, donde la ciencia tuvo principio, no dej? de acordalles ? este prop?sito, cuantos a?os atr?s por boca de grandes sabios en movimiento y lumbre de estrellas, y profetas en su ley, estaba declarado, que se levantarian ? tornar por s?; cobrarian la tierra y reinos que sus pasados perdieron, hasta se?alar el mismo a?o despues que Mahoma les di? la ley , y venia justo con esta rebelion. Represent?les prodigios y apariencias extraordinarias de gente armada en el aire ? las faldas de Sierra Nevada, aves de desusada manera dentro en Granada, partos monstruosos de animales en tierra de Baza, y trabajos del sol con el eclipse de los a?os pasados, que mostraban adversidad ? los cristianos, ? quien ellos atribuyen el favor, ? disfavor de este planeta; como ? s? el de la luna.

Pasaba el capitan Herrera ? la sazon de Granada para Abra con cuarenta caballos, y vino ? hacer la noche en Cadiar. Mas Aben Jauhar el zaguer, vista la ocasion tan ? su prop?sito, habl? con los vecinos persuadi?ndoles que cada uno matase ? su hu?sped. No fueron perezosos; porque pasada la media noche no hubo dificultad en matar muchos ? pocos, armados ? desarmados, prevenidos ? seguros y torpes con el sue?o, con el cansancio, con el vino: pasaron al capitan y ? los soldados por la espada. Venida la ma?ana junt?ronse, y tomaron lo ?spero de la sierra, como gente levantada; donde ni hubo tiempo ni aparejo para castigallos. Este fue el primer exceso y mas descubierto con que los enemigos, ? por fuerza ? por voluntad fueron necesitados ? tomar las armas sin otra respuesta de Berber?a mas de esperanzas, y esas generales. Era entonces Selim el II, emperador de los turcos recien heredado, victorioso por la toma de Zigueto, plaza fuerte y proveida en Hungr?a: habia hecho nueva tregua con el emperador Maximiliano el II, concert?ndose con el sof? por la parte de Armenia, y por la de Suria con los jeques al?rabes que le trabajaban sus confines, y con los gen?zaros, infanter?a que se suele desasosegar con la entrada de nuevo se?or. Tenia en el ?nimo las empresas que descubri? contra venecianos en Cipro, contra el rey de T?nez en Berber?a; y que como no le convenia repartir sus fuerzas en muchas partes, as? le convenia que las del rey cat?lico estuviesen repartidas y ocupadas. D?cese, que en este tiempo vino del rey de Argel respuesta ? los moriscos anim?ndolos ? perseverar en la prosecucion del tratado, pero excus?ndose de enviar el armada, con que esperaba ?rden de Constantinopla. El rey de Fez, como religioso en su ley, y del linaje de los Jarifes, tenidos entre los moros por santos, les prometi? mas resuelto socorro. Todav?a vinieron por medio de personas fiadas ? tratar ambos reyes de la calidad del caso, de la posibilidad de los moriscos; y midiendo sus fuerzas de mar y tierra con las del rey de Espa?a, hallaron no ser bastantes para contrastalle: y aunque se confederaron, solo fue para que el rey de Argel hiciese la empresa de T?nez y Biserta, en tanto que el rey D. Felipe estaba ocupado en allanar la rebelion de Granada; y juntamente permitir que de sus tierras fuese alguna gente ? sueldo en especial de moros andaluces, que se habian pasado ? Berber?a; y mercaderes pudiesen cargar armas, municiones, vitualla, con que los moriscos fuesen por sus dineros socorridos.

Alpujarra llaman toda la monta?a sujeta ? Granada, como corre de levante ? poniente prolong?ndose entre tierra de Granada y la mar, diez y siete leguas en largo, y once en lo mas ancho, poco mas ? menos: est?ril y ?spera de suyo, sino donde hay vegas; pero con la industria de los moriscos , tratable y cultivada, abundante de frutos y ganados y cria de sedas. Esta monta?a como era principal en la rebelion, as? la escogieron por sitio en que mantener la guerra, por tener la mar donde esperaba socorro, por la dificultad de los pasos y calidad de la tierra, por la gente que entre ellos es tenida por brava. Habian ya pensado rebelarse otras dos veces antes, una jueves santo, otra por setiembre de este a?o: tenian prevenido ? Aluch Al? con el armada de Argel; mas ?l entendiendo que el conde de Tendilla estaba avisado y aguard?ndole en el campo, volvi?, dej?ndose de la empresa, con el armada ? Berber?a. En fin ? los veinte y tres de diciembre, luego que sucedi? el caso de Cadiar, la misma gente con las armas mojadas en la sangre de aquellos pocos, salieron en p?blico; movieron los lugares comarcanos y los dem?s de la Alpujarra, y rio de Almer?a, con quien tenian comun el tratado, enviando por corredores, y para descubrir los ?nimos y motivo de la gente de Granada y la Vega, ? Farax Aben Farax con hasta ciento y cincuenta hombres, gente suelta y desmandada, escogida entre los que mayor obligacion y mas esfuerzo tenian. Ellos recogiendo la que se les llegaba, tomaron resolucion de acometer ? Granada, y caminaron para ella con hasta seis mil hombres mal armados, pero juntos y con buena ?rden, segun su costumbre.


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