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Read Ebook: Guerra de Granada: Hecha por el rey D. Felipe II contra los Moriscos de aquel reino sus rebeldes; Seguida de la vida del Lazarillo de Tormes sus fortunas y adversidades by Hurtado De Mendoza Diego

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Ebook has 248 lines and 85354 words, and 5 pages

re quede otra memoria. Y porque mejor se entienda lo adelante, dir? algo de la fundacion de Granada, qu? gentes la poblaron al principio, como se mezclaron, como hubo este nombre, en quien comenz? el reino de ella; puesto que no sea conforme ? la opinion de muchos; pero ser? lo que hall? en los libros ar?bigos de la tierra, y los de Muley Hac?n rey de T?nez, y lo que hasta hoy queda en la memoria de los hombres, haciendo ? los autores cargo de la verdad.

Sosegada esta rebelion tambien por concierto, di?ronse los Reyes Cat?licos ? restaurar y mejorar ? Granada en religion, gobierno y edificios: establecieron el cabildo, bautizaron los moros, trujeron la chanciller?a, y dende ? algunos a?os vino la inquisicion. Gobern?base la ciudad y reino como entre pobladores y compa?eros con una forma de justicia arbitraria, unidos los pensamientos, las resoluciones encaminadas en comun al bien p?blico: esto se acab? con la vida de los viejos. Entraron los celos; la division sobre causas livianas entre los ministros de justicia y de guerra, las concordias en escrito confirmadas por c?dulas; traido el entendimiento de ellas por cada una de las partes ? su opinion; la ambicion de querer la una no sufrir igual, y la otra conservar la superioridad, tratada con mas disimulacion que modestia. Duraron estos principios de discordia disimulada y manera de conformidad sospechosa el tiempo de D. Luis Hurtado de Mendoza, hijo de D. I?igo, hombre de gran sufrimiento y templanza; mas sucediendo otros, aunque de conversacion blanda y humana, de condicion escrupulosa y propia; fuese apartando este oficio del arbitrio militar, fund?ndose en la legalidad y derechos, y subi?ndose hasta el peligro de la autoridad, cuanto ? las preeminencias: cosas que cuando estiradamente se juntan, son aborrecidas de los menores y sospechosas ? los iguales. V?nose ? causas y pasiones particulares, hasta pedir jueces de t?rminos; no para divisiones ? suertes de tierras, como los romanos y nuestros pasados; sino con voz de restituir al rey ? al p?blico lo que le tenian ocupado, y intento de echar algunos de sus heredamientos. Este fue uno de los principios en la destruccion de Granada comun ? muchas naciones; porque los cristianos nuevos, gente sin lengua y sin favor, encogida y mostrada ? servir, ve?an condenarse y quitar ? partir las haciendas que habian poseido, comprado, ? heredado de sus abuelos, sin ser oidos. Junt?ronse con estos inconvenientes y divisiones, otros de mayor importancia, nacidos de principios honestos, que tomaremos de mas alto.

Este D. Luis fue el segundo marqu?s de Mondejar y presidente de Castilla.

Pusieron los Reyes Cat?licos el gobierno de la justicia y cosas p?blicas en manos de letrados, gente media entre los grandes y peque?os, sin ofensa de los unos ni de los otros: cuya profesion eran letras legales, comedimiento, secreto, verdad, vida llana y sin corrupcion de costumbres; no visitar, no recibir dones, no profesar estrecheza de amistades; no vestir, ni gastar suntuosamente, blandura y humanidad en su trato, juntarse ? horas se?aladas para oir causas, ? para determinallas, y tratar del bien p?blico. ? su cabeza llaman presidente, mas porque preside ? lo que se trata, y ordena lo que se ha de tratar, y prohibe cualquier des?rden, que porque los manda. Esta manera de gobierno, establecida entonces con menos diligencia, se ha ido extendiendo por toda la cristiandad, y est? hoy en el colmo de poder y autoridad: tal es su profesion de vida en comun, aunque en particular haya algunos que se desvien. ? la suprema congregacion llaman consejo real, y ? las dem?s chanciller?as, diversos nombres en Espa?a, segun la diversidad de las provincias. ? los que tratan en Castilla lo civil llaman oidores; y ? los que tratan lo criminal alcaldes : los unos y los otros por la mayor parte ambiciosos de oficios ajenos y profesion que no es suya, especialmente la militar; persuadidos del ser de su facultad, que es noticia de cosas divinas y humanas, y ciencia de lo que es justo ? injusto; y por esto amigos en particular de traer por todo, como superiores, su autoridad, y apuralla ? veces hasta grandes inconvenientes, y raices de los que agora se han visto. Porque en la profesion de la guerra se ofrecen casos que ? los que no tienen pl?tica de ella parecen negligencias; y si los procuran emendar, c?ese en imposibilidades y lazos, que no se pueden desenvolver; aunque en ausencia se juzgan diferentemente. Estiraba el capitan general su cargo sin equidad, y procuraban los ministros de justicia emendallo. Esta competencia fue causa que menudeasen quejas y cap?tulos al rey; con que cansados los consejeros, y ?l con ellos, las provisiones saliesen varias, ? ningunas, perdiendo con la oportunidad el cr?dito; y se proveyesen algunas cosas de pura justicia, que atenta la calidad de los tiempos, manera de las gentes, diversidad de ocasiones requerian templanza ? dilacion. Todo lo de hasta aqu? se ha dicho por ejemplo, y como muestra de mayores casos; con fin que se vea de cuan livianos principios se viene ? ocasiones de grande importancia, guerras, hambres, mortandades, ruinas de estados, y ? veces de los se?ores de ellos. Tan atenta es la providencia divina ? gobernar el mundo y sus partes, por ?rden de principios, y causas livianas que van creciendo por edades, si los hombres las quisiesen buscar con atencion.

Habia en el reino de Granada costumbre antigua, como la hay en otras partes, que los autores de delitos se salvasen, y estuviesen seguros en lugares de se?or?o; cosa que mirada en comun, y por la haz, se juzgaba que daba causa ? mas delitos, favor ? los malhechores, impedimento ? la justicia, y desautoridad ? los ministros de ella. Pareci? por estos inconvenientes, y por ejemplo de otros estados, mandar que los se?ores no acogiesen gentes de esta calidad en sus tierras, confiados que bastaba solo el nombre de justicia para castigallos donde quiera que anduviesen. Manten?ase esta gente con sus oficios en aquellos lugares, cas?banse, labraban la tierra, d?banse ? vida sosegada. Tambien les prohibieron la inmunidad de las iglesias arriba de tres dias; mas despues que les quitaron los refugios, perdieron la esperanza de seguridad, y di?ronse ? vivir por las monta?as, hacer fuerzas, saltear caminos, robar y matar. Entr? luego la duda tras el inconveniente, sobre ? que tribunal tocaba el castigo, nacida de competencia de jurisdicciones; y no obstante que los generales acostumbrasen hacer estos castigos, como parte del oficio de la guerra; cargaron ? color de ser negocio criminal, la relacion apasionada ? libre de la ciudad, y la autoridad de la audiencia, y p?sose en manos de los alcaldes, no excluyendo en parte al capitan general. Di?seles facultad para tomar ? sueldo cierto n?mero de gente repartida pocos ? pocos, ? que usurpando el nombre llamaban cuadrillas; ni bastantes para asegurar, ni fuertes para resistir. Del desden, de la flaqueza de provision, de la poca experiencia de los ministros en cargo que participaba de guerra, naci? el descuido, ? fuese negligencia ? voluntad de cada uno que no acertase su ?mulo. En fin fue causa de crecer estos salteadores , en tanto n?mero, que para oprimillos ? para reprimillos no bastaban las unas ni las otras fuerzas. Este fue el cimiento sobre que fundaron sus esperanzas los ?nimos escandalizados y ofendidos; y estos hombres fueron el instrumento principal de la guerra. Todo esto parecia al comun cosa escandalosa; pero la razon de los hombres, ? la providencia divina , mostr? con el suceso, que fue cosa guiada para que el mal no fuese adelante, y estos reinos quedasen asegurados mientras fuese su voluntad. Sigui?ronse luego ofensas en su ley, en las haciendas, y en el uso de la vida, as? cuanto ? la necesidad, como cuanto al regalo, ? que es demasiadamente dada esta nacion; porque la inquisicion los comenz? ? apretar mas de lo ordinario. El rey les mand? dejar la habla morisca, y con ella el comercio y comunicacion entre s?; quit?seles el servicio de los esclavos negros ? quienes criaban con esperanzas de hijos, el h?bito morisco en que tenian empleado gran caudal: oblig?ronlos ? vestir castellano con mucha costa, que las mujeres trujesen los rostros descubiertos, que las casas acostumbradas ? estar cerradas estuviesen abiertas: lo uno y lo otro tan grave de sufrir entre gente zelosa. Hubo fama que les mandaban tomar los hijos, y pasallos ? Castilla: ved?ronles el uso de los ba?os, que eran su limpieza y entretenimiento; primero les habian prohibido la m?sica, cantares, fiestas, bodas conforme ? su costumbre, y cualesquier juntas de pasatiempo. Sali? todo esto junto, sin guardia ni provision de gente; sin reforzar presidios viejos, ? firmar otros nuevos. Y aunque los moriscos estuviesen prevenidos de lo que habia de ser, les hizo tanta impresion, que antes pensaron en la venganza que en el remedio. A?os habia que trataban de entregar el reino ? los pr?ncipes de Berber?a, ? al turco; mas la grandeza del negocio, el poco aparejo de armas, vituallas, nav?os, lugar fuerte donde hiciesen cabeza, el poder grande del emperador, y del rey Felipe su hijo, enfrenaba las esperanzas, ? imposibilitaba las resoluciones, especialmente estando en pie nuestras plazas mantenidas en la costa de ?frica, las fuerzas del turco tan lejos, las de los cosarios de Argel mas ocupadas en presas y provecho particular, que en empresas dif?ciles de tierra. Fu?ronseles con estas dificultades dilatando los designios, apart?ndose ellos de los del reino de Valencia, gente menos ofendida, y mas armada. En fin creciendo igualmente nuestro espacio por una parte, y por otra los excesos de los enemigos tantos en n?mero, que ni podian ser castigados por manos de justicia, ni por tan poca gente como la del capitan general; eran ya sospechosas sus fuerzas para encubiertas, aunque flacas para puestas en ejecucion. El pueblo de cristianos viejos adivinaba la verdad, cesaba el comercio y paso de Granada ? los lugares de la costa: todo era confusion, sospecha, temor; sin resolver, proveer, ni ejecutar. Vista por ellos esta manera en nosotros, y temiendo que con mayor aparejo les contravini?semos, determinaron algunos de los principales de juntarse en Cadiar, lugar entre Granada, y la mar, y el rio de Almer?a, ? la entrada de la Alpujarra. Trat?se del cuando y como se debian descubrir unos ? otros, de la manera del tratado y ejecucion: acordaron que fuese en la fuerza del invierno; porque las noches largas les diesen tiempo para salir de la monta?a y llegar ? Granada, y ? una necesidad tornarse ? recoger y poner en salvo, cuando nuestras galeras reposaban repartidas por los invernaderos y desarmadas; la noche de navidad, que la gente de todos los pueblos est? en las iglesias, solas las casas, y las personas ocupadas en oraciones y sacrificios; cuando descuidados, desarmados, torpes con el frio, suspensos con la devocion, facilmente podian ser oprimidos de gente atenta, armada, suelta, y acostumbrada ? saltos semejantes. Que se juntasen ? un tiempo cuatro mil hombres de la Alpujarra, con los del Albaicin, y acometiesen la ciudad, y el Alhambra, parte por la puerta, parte con escalas; plaza guardada mas con la autoridad que con la fuerza: y por que sabian que el Alhambra, no podia dejar de aprovecharse de la artiller?a, acordaron que los moriscos de la vega tuviesen por contrase?a las primeras dos piezas que se disparasen, para que en un tiempo acudiesen ? las puertas de la ciudad, las forzasen, entrasen por ellas y por los portillos; corriesen las calles, y con el fuego y con el hierro no perdonasen ? persona, ni ? edificio. Descubrir el tratado sin ser sentidos y entre muchos, era dificultoso: pareci? que los casados lo descubriesen ? los casados, los viudos ? los viudos, los mancebos ? los mancebos; pero ? tiento, probando las voluntades y el secreto de cada uno. Habian ya muchos a?os antes enviado ? solicitar con personas ciertas no solamente ? los pr?ncipes de Berber?a, mas al emperador de los turcos dentro en Constantinopla, que los socorriese, y sacase de servidumbre, y postreramente al rey de Argel pedido armada de levante y poniente en su favor; porque faltos de capitanes, de cabezas, de plazas fuertes, de gente diestra, de armas, no se hallaron poderosos para tomar, y proseguir ? solas tan gran empresa. Dem?s de esto resolvieron proveerse de vitualla, elegir lugar en la monta?a donde guardalla, fabricar armas, reparar las que de mucho tiempo tenian escondidas, comprar nuevas, y avisar de nuevo ? los reyes de Argel, Fez, se?or de Tituan, de esta resolucion y preparaciones. Con tal acuerdo partieron aquella habla; gente ? quien el regalo, el vicio, la riqueza, la abundancia de las cosas necesarias, el vivir luengamente en gobierno de justicia ? igualdad desasosegaba, y tra?a en continuo pensamiento.

Dende ? pocos dias se juntaron otra vez con los principales del Albaicin en Churriana fuera de Granada, ? tratar del mismo negocio. Hab?anles prohibido, como arriba se dijo, todas las juntas en que concurria n?mero de gente; pero teniendo el rey y el prelado mas respeto ? Dios que al peligro, se les habia concedido que hiciesen un hospital y cofrad?a de cristianos nuevos, que llamaron de la Resurreccion. En dias se?alados concurrian en el hospital ? tratar de su rebelion con esta cubierta; y para tener certinidad de sus fuerzas, enviaron personas pl?ticas de la tierra por todos los lugares del reino, que con ocasion de pedir limosna reconociesen las partes de ?l ? prop?sito para acogerse, para recibir los enemigos, para traellos por caminos mas breves, mas secretos, mas seguros, con mas aparejo de vituallas; y estos echasen un pedido ? manera de limosna, que los de veinte y cuatro a?os hasta cuarenta y cinco contribuyesen diferentemente de los viejos, mujeres, ni?os, y impedidos: con tal astucia reconocieron el n?mero de la gente ?til para tomar armas, y la que habia armada en el reino.

Estos y otros indicios, y los delitos de los monf?es mas p?blicos, graves y ? menudo que solian, dieron ocasion al marqu?s de Mondejar, al conde Tendilla su hijo, ? cuyo cargo estaba la guerra, ? D. Pedro de Deza, presidente de la chanciller?a, caballero que habia pasado por todos los oficios de su profesion, y dado buena cuenta de ellos, al arzobispo, ? los jueces de inquisicion, de poner nuevo cuidado y diligencia en descubrir los motivos de estos hombres, y asegurarse parte con lo que podian, y parte con acudir al rey y pedir mayores fuerzas cada uno segun su oficio, para hacer justicia, y reprimir la insolencia; que este nombre le ponian, como ? cosa incierta, hasta que estando el marqu?s de Mondejar en Madrid, fue avisado el rey mas particularmente. Parti? el marqu?s en diligencia, y llev? comision para crecer en la guardia del reino alguna poca gente, pero la que pareci? que bastaba en aquella ocasion, y en las que se ofreciesen por mar contra los moros berber?es. Mas las personas ? cuyo cargo era la provision, aunque se creyeron los avisos; ? importunados con el menudear de ellos, ? juzgando ? los autores por mas ambiciosos que diligentes, hicieron provision tan peque?a, que bast? para mover las causas de la enfermedad, y no para remedialla; como suelen medicinas flojas en cuerpos llenos. Por lo cual, vistas por los monf?es y principales de la conjuracion las diligencias que se hacian de parte de los ministros para apurar la verdad del tratado; el temor de ser prevenidos, y la avilanteza de nuestras pocas fuerzas, los acuci? ? resolverse sin aguardar socorro, con solo avisar ? Berber?a del t?rmino en que las cosas se hallaban, y solicitar gente y armas con la armada, dando por contrase?o que entre los nav?os que viniesen de Argel y Tituan trajesen las capitanas una vela colorada, y que los nav?os de Tituan acudiesen ? la costa de Marbella para dar calor ? la sierra de Ronda y tierra de M?laga; y los de Argel ? cabo de Gata, que los romanos llamaban promontorio de Caridemo, para socorrer ? la Alpujarra y rios de Almer?a y Almazora, y mover con la vecindad los ?nimos de la gente sosegada en el reino de Valencia. Mas estos estuvieron siempre firmes: ? que en la memoria de los viejos quedase el mal suceso de la sierra de Espadan en tiempo del emperador C?rlos; ? que teniendo por liviandad el tratado, y dificultosa la empresa, esperasen ? ver como se movia la generalidad, con que fuerzas, fundamento, y certeza de esperanzas en Berber?a. Enviaron ? Argel al Partal que vivia en Narila, lugar del partido de Cadiar, hombre rico, diligente y tan cuerdo, que la segunda vez que fue ? Berber?a, llev? su hacienda y dos hermanos, y se qued? en Argel. Este y el Jeniz, que despues vendi? y mat? al Abenab? su se?or, ? quien ellos levantaron por segundo rey, estaban en aquella congregacion como diputados en nombre de toda la Alpujarra; y por tener alguna cabeza en quien se mantuviesen unidos, mas que por sujetarse ? otras sino ? las que el rey de Argel los nombrase, resolvieron en veinte y siete de setiembre hacer rey, persuadidos con la razon de D. Fernando de Valor, el zaguer, que en su lengua quiere decir el menor, ? quien por otro nombre llamaban Aben Jauhar, hombre de gran autoridad y de consejo maduro, entendido en las cosas del reino y de su ley. Este viendo que la grandeza del hecho tra?a miedo, dilacion, diversidad de casos; mudanzas de pareceres, los junt? en casa de Zinzan en el Albaicin, y les habl?:

El tercer marqu?s de Mondejar es el que de aqu? adelante siempre se nombra: llam?se don I?igo y fue virey de Valencia y N?poles, y sobrino del autor.

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Jeque llaman ellos el mas honrado de una generacion, quiere decir, el mas anciano: ? estos dan el gobierno con autoridad de vida y muerte. Y porque esta nacion se vence tanto mas de la vanidad de la astrolog?a y adivinanzas, cuanto mas vecinos estuvieron sus pasados de Caldea, donde la ciencia tuvo principio, no dej? de acordalles ? este prop?sito, cuantos a?os atr?s por boca de grandes sabios en movimiento y lumbre de estrellas, y profetas en su ley, estaba declarado, que se levantarian ? tornar por s?; cobrarian la tierra y reinos que sus pasados perdieron, hasta se?alar el mismo a?o despues que Mahoma les di? la ley , y venia justo con esta rebelion. Represent?les prodigios y apariencias extraordinarias de gente armada en el aire ? las faldas de Sierra Nevada, aves de desusada manera dentro en Granada, partos monstruosos de animales en tierra de Baza, y trabajos del sol con el eclipse de los a?os pasados, que mostraban adversidad ? los cristianos, ? quien ellos atribuyen el favor, ? disfavor de este planeta; como ? s? el de la luna.

Pasaba el capitan Herrera ? la sazon de Granada para Abra con cuarenta caballos, y vino ? hacer la noche en Cadiar. Mas Aben Jauhar el zaguer, vista la ocasion tan ? su prop?sito, habl? con los vecinos persuadi?ndoles que cada uno matase ? su hu?sped. No fueron perezosos; porque pasada la media noche no hubo dificultad en matar muchos ? pocos, armados ? desarmados, prevenidos ? seguros y torpes con el sue?o, con el cansancio, con el vino: pasaron al capitan y ? los soldados por la espada. Venida la ma?ana junt?ronse, y tomaron lo ?spero de la sierra, como gente levantada; donde ni hubo tiempo ni aparejo para castigallos. Este fue el primer exceso y mas descubierto con que los enemigos, ? por fuerza ? por voluntad fueron necesitados ? tomar las armas sin otra respuesta de Berber?a mas de esperanzas, y esas generales. Era entonces Selim el II, emperador de los turcos recien heredado, victorioso por la toma de Zigueto, plaza fuerte y proveida en Hungr?a: habia hecho nueva tregua con el emperador Maximiliano el II, concert?ndose con el sof? por la parte de Armenia, y por la de Suria con los jeques al?rabes que le trabajaban sus confines, y con los gen?zaros, infanter?a que se suele desasosegar con la entrada de nuevo se?or. Tenia en el ?nimo las empresas que descubri? contra venecianos en Cipro, contra el rey de T?nez en Berber?a; y que como no le convenia repartir sus fuerzas en muchas partes, as? le convenia que las del rey cat?lico estuviesen repartidas y ocupadas. D?cese, que en este tiempo vino del rey de Argel respuesta ? los moriscos anim?ndolos ? perseverar en la prosecucion del tratado, pero excus?ndose de enviar el armada, con que esperaba ?rden de Constantinopla. El rey de Fez, como religioso en su ley, y del linaje de los Jarifes, tenidos entre los moros por santos, les prometi? mas resuelto socorro. Todav?a vinieron por medio de personas fiadas ? tratar ambos reyes de la calidad del caso, de la posibilidad de los moriscos; y midiendo sus fuerzas de mar y tierra con las del rey de Espa?a, hallaron no ser bastantes para contrastalle: y aunque se confederaron, solo fue para que el rey de Argel hiciese la empresa de T?nez y Biserta, en tanto que el rey D. Felipe estaba ocupado en allanar la rebelion de Granada; y juntamente permitir que de sus tierras fuese alguna gente ? sueldo en especial de moros andaluces, que se habian pasado ? Berber?a; y mercaderes pudiesen cargar armas, municiones, vitualla, con que los moriscos fuesen por sus dineros socorridos.

Alpujarra llaman toda la monta?a sujeta ? Granada, como corre de levante ? poniente prolong?ndose entre tierra de Granada y la mar, diez y siete leguas en largo, y once en lo mas ancho, poco mas ? menos: est?ril y ?spera de suyo, sino donde hay vegas; pero con la industria de los moriscos , tratable y cultivada, abundante de frutos y ganados y cria de sedas. Esta monta?a como era principal en la rebelion, as? la escogieron por sitio en que mantener la guerra, por tener la mar donde esperaba socorro, por la dificultad de los pasos y calidad de la tierra, por la gente que entre ellos es tenida por brava. Habian ya pensado rebelarse otras dos veces antes, una jueves santo, otra por setiembre de este a?o: tenian prevenido ? Aluch Al? con el armada de Argel; mas ?l entendiendo que el conde de Tendilla estaba avisado y aguard?ndole en el campo, volvi?, dej?ndose de la empresa, con el armada ? Berber?a. En fin ? los veinte y tres de diciembre, luego que sucedi? el caso de Cadiar, la misma gente con las armas mojadas en la sangre de aquellos pocos, salieron en p?blico; movieron los lugares comarcanos y los dem?s de la Alpujarra, y rio de Almer?a, con quien tenian comun el tratado, enviando por corredores, y para descubrir los ?nimos y motivo de la gente de Granada y la Vega, ? Farax Aben Farax con hasta ciento y cincuenta hombres, gente suelta y desmandada, escogida entre los que mayor obligacion y mas esfuerzo tenian. Ellos recogiendo la que se les llegaba, tomaron resolucion de acometer ? Granada, y caminaron para ella con hasta seis mil hombres mal armados, pero juntos y con buena ?rden, segun su costumbre.

Era este yerno D. Alonso de C?rdenas, que despues por muerte de su padre fue conde de la Puebla.

Fue este D. Pedro conde de Miranda, hermano y suegro del que en nuestros dias fue presidente de Italia y de Castilla.

Dur? este seguimiento hasta el anochecer, que pareci? al marqu?s poco necesario quedar all?, y mucho proveer ? la guarda y seguridad de la ciudad; temeroso que junt?ndose los moriscos del Albaicin con los de la Vega, la acometerian sola de gente y desarmada. Torn? una hora antes de media noche; y sin perder tiempo comenz? ? prevenir y llamar la gente que pudo, sin dineros, y que estaba mas cerca; los que por servir al rey, los que por su seguridad, por amistad del marqu?s, memoria del padre y abuelo, cuya fama era grande en aquel reino, por esperanza de ganar, por el ruido ? vanidad de la guerra, quisieron juntarse. Hizo llamamientos generales pidiendo gente ? las ciudades y se?ores de la Andaluc?a, ? cada uno conforme ? la obligacion antigua y usanza de los concejos, que era venir la gente ? su costa el tiempo que duraba la comida que podia traer ? los hombros . Cont?base para una semana; mas acabada servian tres meses pagados por sus pueblos enteramente, y seis meses adelante pagaban los pueblos la mitad, y otra mitad el rey: tornaban estos ? sus casas, venian otros; manera de levantarse gente da?osa para la guerra y para ella, porque siempre era nueva. Esta obligacion tenian como pobladores por razon del sueldo que el rey les repartia por heredades, cuando se ganaba algun lugar de los enemigos. Llam? tambien ? soldados particulares aunque ocupados en otras partes; ? los que vivian al sueldo del rey, ? los que olvidadas ? colgadas las esperanzas y armas reposaban en sus casas. Provey? de armas y de vituallas; envi? esp?as por todas partes ? calar el motivo de los enemigos; avis? y pidi? dinero al rey, para resistillos y asegurar la ciudad. Mas en ella era el miedo mayor que la causa: cualquier sospecha daba desasosiego, y ponia los vecinos en arma; discurrir ? diversas partes, de ah? volver ? casa; medir el peligro cada uno con su temor, trocados de continua paz en continua alteracion, tristeza, turbacion, y priesa; no fiar de persona ni de lugar; las mujeres ? unas y ? otras partes preguntar, visitar templos: muchas de las principales se acogieron ? la Alhambra, otras con sus familias salieron por mayor seguridad ? lugares de la comarca. Estaban las casas yermas y las tiendas cerradas; suspenso el trato; mudadas las horas de oficios divinos y humanos; atentos los religiosos y ocupados en oraciones y plegarias, como se suele en tiempo y punto de grandes peligros. Lleg? en las primeras la gente de las villas sujetas ? Granada, la de Alcal? y Loja: envi? el marqu?s una compa??a que sacase los cristianos viejos que estaban en Restaval, cierto que el primer acometimiento seria contra ellos: en Durcal puso dos compa??as, porque los enemigos no pasasen ? Granada sin quedar guarnicion de gente ? las espaldas; y ? D. Diego de Quesada con una compa??a de infanter?a y otra de caballos en guarda de la puente de Tablate, paso derecho de la Alpujarra ? Granada. El presidente aliviado ya del peligro presente, comenz? ? pensar con mas libertad en el servicio del rey, ? en la emulacion contra el marqu?s de Mondejar: escribi? ? D. Luis Fajardo, marqu?s de Velez, que era adelantado del reino de Murcia y capitan general en la provincia de Cartagena , anim?ndole ? juntar gente de aquellas provincias y de sus deudos y amigos, y entrar en el rio de Almer?a; donde haria servicio al rey, socorreria aquella ciudad que de mar y tierra estaba en peligro, y aprovecharia ? la gente con las riquezas de los enemigos. Era el marqu?s tenido por diligente y animoso; y entre ?l y el marqu?s de Mondejar hubo siempre diferencias y alongamiento de voluntad, traido dende los padres y abuelos. El de Velez sirvi? al emperador en las empresas de T?nez y Provenza, el de Mondejar en la de Argel; ambos tenian noticia de la tierra donde cada uno de ellos servia. Comenz? el de Velez ? ponerse en ?rden, ? juntar gente, parte ? sueldo de su hacienda, parte de amigos.

Entre tanto el nuevo electo rey de Granada, en cuanto le dur? la esperanza que el Albaicin y la Vega habian de hacer movimiento, estuvo quedo; mas como vi? tan sosegada la gente, y las voluntades con tan poca demostracion, sali? solo camino de la Alpujarra: encontr?ronle ? la salida de Lanjaron, ? pie, el caballo del diestro; pero siendo avisado que no pasase adelante, porque la tierra estaba alborotada, subi? en su caballo, y con mas priesa tom? el camino de Valor. Habian los moriscos levantados hecho de s? dos partes; una llev? el camino de Orgiba, lugar del duque de Sesa entre Granada y la entrada de la Alpujarra, al levante tierra de Almer?a, al poniente la de Salobre?a y Almu?ecar, al norte la misma Granada, al mediodia la mar con muchas calas donde se podian acoger nav?os grandes. Sobre esta villa como mas importante se pusieron dos mil hombres repartidos en veinte banderas: las cabezas eran el alcaide de Mecina y el corcen? de Motril. Fueron los cristianos viejos avisados, que serian como ciento y sesenta personas, hombres, mujeres y ni?os: recogi?los en la torre de Gaspar de Saravia, que estaba por el duque. Mas los moros comenzaron ? combatirla; pusieron arcabucer?a en la torre de la iglesia, que los cristianos saltando fuera echaron de ella: lleg?ronse ? picar la muralla con una manta, la cual les desbarataron echando piedras y quem?ndola con aceite y fuego; quisieron quemar las puertas, pero hall?ronlas ciegas con tierra y piedra. Amonest?balos ? menudo un almuedano desde la iglesia con gran voz, que se rindiesen ? su rey Aben Humeya. Llamaron ? un vicario de Poqueira, hombre entre unos y los otros de autoridad y cr?dito, para que los persuadiese ? entregarse; certific?ndoles que Granada y el Alhambra estaban ya en poder de los moros: prometian la vida y libertad al que se rindiese, y al que se tornase moro la hacienda y otros bienes para ?l y sus sucesores: tales eran los sermones que les hacian. La otra banda de gente camin? derecho ? Granada ? hacer espaldas ? Farax Aben Farax y ? los que enviaron, y ? recibir al que ellos llamaban rey, ? quien encontraron cerca de Lanjaron, y pasaron con ?l adelante hasta Durcal. Pero entendiendo que el marqu?s habia dejado puesta guarnicion en ?l, volvieron ? Valor el alto, y de all? ? un barrio que llaman Laujar en el medio de la Alpujarra; adonde con la misma solemnidad que en Granada, le alzaron en hombros y le eligieron por su rey. All? acab? de repartir los oficios, alcaid?as, alguacilazgos por comarcas , y por valles, y declar? por capitan general ? su tio Aben Jauhar que llamaban D. Fernando el zaguer, y por su alguacil mayor ? Farax Aben Farax: . Visti?ronle de p?rpura; pusi?ronle casa como ? los reyes de Granada, segun que lo oyeron ? sus pasados. Tom? tres mujeres; una con quien ?l tenia conversacion y la trujo consigo, otra del rio de Almanzora, y otra de Tavernas; porque con el deudo tuviese aquella provincia mas obligada, sin otra con quien ?l primero fue casado, hija de uno que llamaban Rojas. Mas dende ? pocos dias mand? matar al suegro y dos cu?ados, porque no quisieron tomar su ley: dej? la mujer, perdon? la suegra, porque la habia parido, y quiso gracias por ello como piadoso. Comenzaron por el Alpujarra, rio de Almer?a, Bolodui, y otras partes ? perseguir ? los cristianos viejos, profanar y quemar las iglesias con el sacramento, martirizar religiosos y cristianos, que, ? por ser contrarios ? su ley, ? por haberlos dotrinado en la nuestra, ? por haberlos ofendido, les eran odiosos. En Guecija, lugar del rio de Almer?a, quemaron por voto un convento de frailes agustinos, que se recogieron ? la torre, ech?ndoles por un horado de lo alto aceite hirviendo: sirvi?ndose de la abundancia que Dios les di? en aquella tierra, para ahogar sus frailes. Inventaban nuevos g?neros de tormentos: al cura de Mairena hincheron de p?lvora y pusi?ronle fuego; al vicario enterraron vivo hasta la cinta, y jug?ronle ? las saetadas; ? otros lo mismo, dej?ndolos morir de hambre. Cortaron ? otros miembros, y entreg?ronlos ? las mujeres, que con agujas los matasen: ? quien apedrearon, ? quien aca?averearon, desollaron, despe?aron; y ? los hijos de Arze, alcaide de la Peza, uno degollaron, y otro crucificaron, azot?ndole, y hiri?ndole en el costado primero que muriese. Sufri?lo el mozo, y mostr? contentarse de la muerte conforme ? la de nuestro Redentor, aunque en la vida fue todo al contrario; y muri? confortando al hermano que descabezaron. Estas crueldades hicieron los ofendidos por vengarse; los monf?es por costumbre convertida en naturaleza. Las cabezas, ? las persuadian, ? las consentian: los justificados las miraban y loaban, por tener al pueblo mas culpado, mas obligado, mas desconfiado, y sin esperanzas de perdon: permit?alo el nuevo rey, y ? veces lo mandaba. Fue gran testimonio de nuestra fe, y de compararse con la del tiempo de los ap?stoles, que en tanto n?mero de gente como muri? ? manos de infieles, ninguno hubo que quisiese renegar; antes con humildad y paciencia cristiana las madres confortaban ? los hijos, los ni?os ? las madres, los sacerdotes al pueblo, y los mas distraidos se ofrecian con mas voluntad al martirio. Dur? esta persecucion cuanto el calor de la rebelion y la furia de las venganzas; resistiendo Aben Jauhar y otros tan blandamente, que encendian mas lo uno y lo otro. Mas el rey, porque no pareciese que tantas crueldades se hacian con su autoridad, mand? pregonar que ninguno matase ni?o de diez a?os abajo, ni mujer ni hombre sin causa. En cuanto esto pasaba envi? ? Berber?a ? su hermano con presente de cautivos y la nueva de su eleccion al rey de Argel, la obediencia al se?or de los turcos: di?le comision que pidiese ayuda para mantener el reino. Tras ?l envi? ? Hernando el Habaqui ? tomar turcos ? sueldo, de quien adelante se har? memoria. Mas este dejando concertados soldados, trajo consigo un turco llamado Dali, capitan, con armas y mercaderes, en una fusta. Recibi? el rey de Argel ? Abdal? como ? hermano del rey: regal?le y visti?le de pa?os de seda; envi?le ? Constantinopla, mas por entretener al hermano con esperanzas, que por dalle socorro. En este mismo tiempo se acabaron de rebelar los dem?s lugares del rio de Almer?a.

Estando las cosas en estos t?rminos vino Aben Humeya con la gente que tenia sobre Tablate, y trabando con don Diego de Quesada una escaramuza gruesa, carg? tanta gente de enemigos, que le necesit? ? dejar la puente, y retirarse ? Durcal. Estas razones y el caso de D. Diego fueron parte para que el marqu?s, con la gente que se hallaba, saliese de Granada ? resistillos, hasta que viniese mas n?mero con que acometellos ? la iguala; dejando proveido ? la guarda y seguridad de la ciudad y Alhambra ? su hijo el conde de Tendilla por su teniente; al corregidor el sosiego, el gobierno, la provision de vituallas, la correspondencia de avisar al uno y al otro, con el presidente, de cuya autoridad se valiesen en las ocasiones. Sali? de Granada ? los tres de hebrero con prop?sito de socorrer ? Orgiba: vino ? Alhendin, y de all? al Padul. La gente que sac? fueron ochocientos infantes y doscientos caballos; dem?s de estos, los hombres principales, que ? con edad, ? con enfermedad ? con ocupaciones p?blicas no se excusaron, segu?anle, mir?banle como ? salvador de la tierra, olvidada por entonces ? disimulada la pasion. Par? en el Padul pensando esperar all? la gente de la Andaluc?a sin dinero, sin vitualla, sin bagajes: con tan poca gente tom? la empresa; pero la misma noche ? la segunda guardia oy?ndose golpes de arcabuz en Durcal, creyendo todos que los enemigos habian acometido la guardia que all? estaba, parti? con la caballer?a: hall? que sintiendo su venida por el ruido de los caballos en el cascajo del rio, se habian retirado con la escuridad de la noche, dejando el lugar y llevando herida alguna gente; y el marqu?s para no darles avilanteza, tornando al Padul, acord? hacer en Durcal la masa. En tiempo de tres dias llegaron cuatro banderas de Baeza, con que crecia el marqu?s ? mil y ochocientos infantes, y una compa??a de noventa caballos; y teniendo aviso del trabajo en que estaban los de Orgiba, y que Aben Humeya juntaba gente para estorballe el paso de Tablate, sali? de Durcal.

Entre tanto el conde de Tendilla recibia y alojaba la gente de las ciudades y se?ores en el Albaicin; y porque no bastaba para asegurarse de los moriscos de la ciudad y la tierra, y proveer ? su padre de gente, nombr? diez y siete capitanes, parte hijos de se?ores, parte caballeros de la ciudad, parte soldados, pero todos personas de cr?dito: aposent?los, y mant?volos sin pagas con alojamientos y contribuciones. El marqu?s, dejando guardia en Durcal, par? aquella noche en Elchite, de donde parti? en ?rden camino de la puente; y habiendo enviado una compa??a de caballos con alguna arcabucer?a ? recoger la gente que habia quedado atr?s, para que asegurasen los bagajes y embarazos, y mandado volver ? Granada los desarmados que vinieron de la Andaluc?a; tuvo aviso que los enemigos le esperaban, parte en la ladera, parte en la salida de la misma puente, y la estaban rompiendo. Eran todos cuasi tres mil y quinientos hombres, los mas de ellos armados de arcabuces y ballestas, los otros con hondas y armas enhastadas: comenz?se una escaramuza trabada; mas el marqu?s, visto que remolinaban algunas picas de su escuadron, arremeti? adelante con la gente particular de manera, que apret? los enemigos hasta forzarlos ? dejar la puente, y pas? una banda de arcabucer?a por lo que de ella quedaba entero. Con esta carga fueron rotos del todo, retray?ndose en poca ?rden ? lo alto de la monta?a. Algunos arcabuceros llegaron ? Lanjaron, y entraron en el castillo que estaba desamparado: repar?se la puente con puertas, con rama, con madera que se trajo del lugar de Tablate, por donde pas? la caballer?a: el resto del campo se aposent? en ?l sin seguir los enemigos, por ser ya tarde y haberse ellos acogido ? lo fuerte, donde los caballos no les podian da?ar. El dia siguiente, dejando en la puente al capitan Valdivia con su compa??a para seguridad de las escoltas que iban de Granada ? la Alpujarra, por ser paso de importancia, tom? el camino de Orgiba donde los enemigos le esperaban al paso en la cuesta de Lanjaron; y habiendo sacado una banda de arcabucer?a con algunos caballos, mand? ? don Francisco su hijo, que con ellos se mejorase en lo alto de la monta?a, yendo ?l su camino derecho sin estorbo; porque Aben Humeya, con miedo que le tomasen los nuestros las cumbres que tenia para su acogida, dej? libre el paso; aunque la noche antes habia tenido su campo enfrente del nuestro con muchas lumbres y m?sica en su manera, amenazando nuestra gente y apercibi?ndola para otro dia ? la batalla. Llegado el marqu?s ? Orgiba socorri? la torre, en t?rmino que si tardara, era necesario perderse por falta de agua y vitualla, cansados de velar y resistir. He querido hacer tan particular memoria del caso de Orgiba, porque en ?l hubo todos los accidentes que en un cerco de grande importancia; sitiados y combatidos, quitadas las defensas, salidas de los de dentro contra los cercadores, ? falta de artiller?a picados los muros, al fin hambreados, socorridos con la diligencia que ciudades ? plazas importantes; hasta juntarse dos campos tales cuales entonces los habia, uno ? estorbar, otro ? socorrer, darse batalla donde intervino persona y nombre de rey. Socorrida y proveida Orgiba de vitualla, municion y gente, la que bastaba para asegurar las espaldas al campo, mandando volver ? Granada ? ?rden del conde su hijo cuatro compa??as de caballer?a, y una de infanter?a para guarda de la ciudad, parti? contra Poqueira donde tuvo aviso que Aben Humeya habia parado resuelto de combatir: junt? con su gente dos compa??as, una de infanter?a y otra de caballos, que le vino de C?rdoba. Cerca del rio que divide el camino entre Orgiba y Poqueira, descubri? los enemigos en el paso que llaman Alfajarali. Eran cuatro mil hombres los principales que gobernaban apeados: hicieron una ala delgada en medio, ? los costados espesa de gente como es su costumbre ordenar el escuadron; ? la mano derecha, cubiertos con un cerro, habia emboscados quinientos arcabuceros y ballesteros; dem?s de esto otra emboscada en lo hondo del barranco, luego pasado el rio, de mucho mayor n?mero de gente. La que el marqu?s llevaba serian dos mil infantes y trescientos caballos en un escuadron prolongado guarnecido de arcabucer?a y mangas, segun la dificultad del camino. La caballer?a, parte en la retaguardia, parte ? un lado, donde la tierra era tal que podian mandarse los caballos; pero guarnecida asimismo de alguna infanter?a: porque en aquella tierra, aunque los caballos sirvan mas para atemorizar que para ofender, todav?a son provechosos. Apart? del escuadron dos bandas de arcabucer?a y cien caballos, con que su hijo D. Francisco fuese ? tomar las cumbres de la monta?a: en esta ?rden bajando al rio, comenz? ? subir escaramuzando con los enemigos; mas ellos, cuando pensaron que nuestra gente iba cansada, acometieron por la frente, por el costado, y por la retaguardia, todo ? un tiempo; de manera que cuasi una hora se pele? con ellos ? todas partes y ? las espaldas, no sin igualdad y peligro; porque la una banda de arcabucer?a estuvo en t?rminos de des?rden, y la caballer?a lo mismo; pero socorri? el marqu?s con su persona los caballos, y enviando socorro ? los infantes. Viendo los enemigos que les tomaba los altos nuestra arcabucer?a, ya rotos se recogieron ? ellos con tiempo, desamparando el paso. Sigui?se el alcance mas de media legua hasta un lugar que dicen Lubien: la noche y el cansancio estorb? que no se pasase adelante; murieron de ellos en este rencuentro cuasi seiscientos, de los nuestros siete; hubo muchos heridos de arcabuces y ballestas. Don Francisco de Mendoza, hijo del marqu?s, y D. Alonso Portocarrero, fueron aquel dia buenos caballeros, entre otros que all? se hallaron: D. Francisco cercado y fuera de la silla, se defendi? con da?o de los enemigos rompiendo por medio. D. Alonso, herido de dos saetadas con yerba, pele? hasta caer trabado del veneno usado dende los tiempos antiguos entre cazadores. Mas porque se va perdiendo el uso de ella con el de los arcabuces, como se olvidan muchas cosas con la novedad de otras, dir? algo de su naturaleza. Hay dos maneras, una que se hace en Castilla en las monta?as de Bejar y Guadarrama , cociendo el zumo de vedegambre ? que en lengua romana y griega dicen el?boro negro hasta que hace correa, y cur?ndolo al sol, lo espesan y dan fuerza; su olor agudo no sin suavidad, su color escuro, que tira ? rubio. Otra se hace en las monta?as nevadas de Granada de la misma manera, pero de la yerba que los moros dicen rejalgar, nosotros yerba, los romanos y griegos ac?nito, y porque mata los lobos, lycoct?nos; color negro, olor grave, prende mas presto, da?a mucha carne: los accidentes en ambas los mismos, frio, torpeza, privacion de vista, revolvimiento de est?mago, arcadas, espumajos, desflaquecimiento de fuerzas hasta caer. Envu?lvese la ponzo?a con la sangre donde quier que la halla, y aunque toque la yerba ? la que corre fuera de la herida, se retira con ella, y la lleva consigo por las venas al corazon, donde ya no tiene remedio; mas antes que llegue hay todos los generales: ch?panla para tirarla ? fuera, aunque con peligro; psyllos llamaban en lengua de Egipto ? los hombres que tenian este oficio. El particular remedio es zumo de membrillo, fruta tan enemiga de esta yerba, que donde quier que la alcanza el olor, le quita la fuerza; zumo de retama, cuyas hojas machacadas he yo visto lanzar de suyo por la herida cuanto pueden buscando el veneno hasta topallo, y tiralle fuera: tal es la manera de esta ponzo?a, con cuyo zumo untan las saetas envueltas en lino porque se detenga. La simplicidad de nuestros pasados, que no conocieron manera de matar personas sino ? hierro, puso ? todo g?nero de veneno nombre de yerbas: us?se en tiempos antiguos en las monta?as de Abruzzo, en las de Candia, en las de Persia: en los nuestros en los Alpes que llaman Monsenis hay cierta yerba poco diferente, dicha tora, con que matan la caza, y otra que dicen antora, ? manera de dictamno, que la cura.

Este D. Francisco es el almirante de Aragon, que despues de varios casos y fortunas se orden? de cl?rigo y fue obispo de Sig?enza.

Algo difiere de lo que dice Laguna sobre Diosc?rides, lib. IV, cap. 79 y cap. 153.

En tanto que las cosas de la Alpujarra pasaban como tenemos dicho, se juntaron hasta quinientos moros con dos capitanes, Giron de las Albu?uelas y Nacoz de Niguels, ? tentar la guardia, que el marqu?s habia dejado en la puente de Tablate; teniendo por cierto que si de all? la pudiesen apartar, se quitaria el paso y el aparejo ? las escoltas, y nuestro campo con falta de vituallas se desharia. Vinieron sobre la puente hall?ndola falta de gente, y la que habia desapercibida: acometieron con tanto denuedo, que la hicieron retirar; parte no par? hasta Granada, muchos de ellos murieron sin pelear en el alcance, parte se encerraron en una iglesia donde acabaron quemados, con que la puente qued? por los enemigos. Mas el conde de Tendilla, sabida la nueva, envi? ? llamar con diligencia ? D. ?lvaro Manrique, capitan del marqu?s de Pliego, que con trescientos infantes y ochenta caballos de su cargo estaba alojado dos leguas de Granada. Lleg? ? la puente de Genil al amanecer, donde el conde le esperaba con ochocientos infantes y ciento y veinte caballos: avisado del n?mero de los enemigos entreg?les la gente, y di?le ?rden que peleando con ellos, desembarazado el paso le dejase guardado, y ?l con el resto de ella pasase ? buscar al marqu?s. Cumpli? D. ?lvaro con su comision hallando la puente libre, y los moros idos.

En Jubiles lleg? el capitan D. Diego de Mendoza enviado por el rey, para que llevase relacion de la guerra, manera de como se gobernaba el marqu?s, del estado en que las cosas se hallaban; porque los avisos eran tan diferentes, que causaban confusion en las provisiones; como no faltan personas que por pretensiones ? por pasion ? opinion ? buen celo, culpan ? excusan las obras de los ministros. Parti? el marqu?s de Jubiles, vino ? Cadiar donde fue la muerte del capitan Herrera; de all? ? Ujijar: en el camino mand? combatir una cueva, en que se defendian encerrados cantidad de moros con sus mujeres y hijos, hasta que con fuego y humo fueron tomados. Estando en Ujijar fue avisado que Aben Humeya juntas todas sus fuerzas le esperaba en el paso de Paterna tres leguas de Ujijar, y sin detenerse parti?. Caminando le vinieron dos moros de parte de Aben Humeya con nuevos partidos de paz, mas el marqu?s sin respuesta los llev? consigo hasta dar con su vanguardia en la de los enemigos; y en una quebrada junto ? I?iza pelearon con harta pertinencia, por ser mas de cinco mil hombres y mejor armados que en Jubiles: pero fueron rotos del todo tom?ndoles el alto, y acometi?ndolos con la caballer?a D. Alonso de C?rdenas, conde de la Puebla: no se sigui? el alcance por ser noche. Envi? el marqu?s doscientos caballos, que le siguieron hasta la nieve y aspereza de la sierra, matando y cautivando; y ?l ? dos horas de noche par? en I?iza: otro dia vino ? Paterna; di?la ? saco; no hallaron los soldados en ella menos riqueza que en Poqueira. El rencuentro de Paterna fue la postrera jornada en que Aben Humeya tuvo gente junta contra el marqu?s; el cual parti? sin detenerse para Andarax en seguimiento de las sobras de los enemigos, habiendo enviado delante infanter?a y caballer?a ? buscallos en el llano, y en la sierra que dicen el Cehel cerca de la mar: monta?a buena para ganados, caza y pesca; aunque en algunas partes falta de agua. Dicen los moros, que fue patrimonio del conde Julian el traidor, y aun duran en ella y cerca memorias de su nombre; la torre, la rambla Juliana, y Castil de Ferro. Llegado ? Andarax envi? ? su hijo D. Francisco con cuatro compa??as de infanter?a y cien caballos ? Oha?ez, donde entendi? que se recogian enemigos; mas por avisos ciertos del capitan de Adra supo que en ?l no habia cuarenta personas, y por alguna falta de vituallas le mand? tornar. Recogi? y envi? ? Granada gran cantidad de cautivos cristianos, ? quien habia dado libertad en todos los pueblos que gan? y se le rindieron: recibi? los lugares que sin condicion se le entregaron. Estaba Diego de la Gasca sospechoso en Adra, que los vecinos de Turon, lugar de los rendidos en Cehel, acogian moros enemigos, y queriendo ?l por s? saber la verdad para dar aviso al marqu?s, fue con su gente; mas no hallando moros entr? de vuelta ? buscar cierta casa, de donde sali? uno de ellos que le di? cierta carta de aviso fingida, y al abrirla le meti? un pu?al por el vientre: hiri? tambien dos soldados antes que le matasen. Muri? Gasca de las heridas, y mand? en su testamento que las ganancias que habia hecho en la guerra se repartiesen entre soldados pobres, hu?rfanos, viudas, mujeres y hijas de soldados: era sobrino hijo de hermano de Gasca, obispo de Sig?enza, que venci? en una batalla ? los Pizarros y pacific? el reino del Per?.

En el mismo tiempo, D. Luis Fajardo marqu?s de Velez, gran se?or en el reino de Murcia, solicitado, como dijimos, por cartas del presidente de Granada, habia salido con sus amigos, deudos y allegados, ? entrar en el reino de Almer?a: era la gente que llevaba n?mero de dos mil infantes y trescientos caballos, la mayor parte escogidos. La primera jornada fue combatir una gruesa banda de moros, que atravesaban desmandados en Illar: de all? fue sobre Filix: tom?la, y saque?la enriqueciendo la gente; pele?se con harto riesgo y porf?a; murieron de los enemigos muchos, pero mas mujeres que hombres, entre ellos su capitan, llamado Futei, natural de Zenette. Hecho esto, por falta de vituallas se recogi? ? los lugares del rio de Almer?a; donde para mantener la gente y su persona vino ? Cosar de Canjayar, barranco de la Hambre le llaman por otro nombre en su lengua, porque en ?l se recogieron los moros, cuando el Rey Cat?lico D. Fernando hizo la empresa de Andarax en el primer levantamiento, donde pasaron tanta hambre que cuasi todos murieron.

La toma de Poqueira, Jubiles y Paterna puso temor ? los enemigos, porque tenian reputacion de fuertes, y indignacion por la p?rdida que en ellos hicieron de todas sus fortunas: comenzaron ? recogerse en lugares ?speros, ocupar las cumbres y riscos de las monta?as fortificando ? su parecer lo que bastaba; pero no como gente pl?tica, antes ponian todas sus esperanzas y seguridad en esparcir, y dejando la frente al enemigo pasar ? las espaldas, mas con apariencia de descabullirse, que de acometer. Pareci? al marqu?s con estos sucesos quedar llana toda la Alpujarra; y dando la vuelta por Andarax y Cadiar, torn? ? Orgiba, por estar mas en comarca de la mar, rio de Almer?a, Granada, y la misma Alpujarra. Entre tanto, aunque la rebelion parecia estar en el Alpujarra en t?rminos de sosegada, ech? raices por diversas partes: ? la parte de poniente por las Guajaras, tres lugares peque?os juntos que parten la tierra de Almu?ecar de la de Val de Leclin, puestos en el valle que desciende al puerto de la Herradura; desdichado por la p?rdida de veinte y tres galeras anegadas con su capitan general D. Juan de Mendoza, hombre de no menos industria y ?nimo que su padre D. Bernardino y otros de sus pasados, que en diversos tiempos valieron en aquel ejercicio. El se?or de uno de aquellos lugares, ? con ?nimo de tenellos pac?ficos, ? de roballos y cautivar la gente, juntando consigo hasta doscientos soldados desmandados de la costa, forz? ? los vecinos que le alojasen y contribuyesen extraordinariamente. Vista por ellos la violencia dilat?ndolo hasta la noche, le acometieron de improviso, y necesitaron ? retraerse en la iglesia donde quemaron ? ?l y ? los que entraron en su compa??a. No di? tiempo ? los malhechores la presteza del caso para pensar en otro partido mas llano, que juntarse llegando ? s? de la gente de lugares vecinos tres mil personas de todas edades, en que habia mil y quinientos hombres de provecho, armados de arcabuces, ballestas, lanzas y gorguzes y parte hondas, como la ira y la posibilidad les daba; y sin tomar capitan, de comun parecer ocuparon dos pe?ones, uno alto de subida ?spera y dif?cil, otro menor y mas llano. Aqu? pusieron su guardia, y se repararon sin traveses, parte con piedra seca, parte con mantas y jalmas como rumbadas, ? falta de rama y tierra. Estos dos sitios escogieron para su seguridad, juntando despues consigo algunos salteadores, Giron, Marcos el Zamar capitanes, y otros hombres ? quien convidaba la fortaleza del sitio, el aparejo de la comarca, y la ocasion de las presas. Fue el marqu?s avisado, que andaba visitando algunos lugares de la tierra como seguro de tal novedad; y visto que el fuego se comenzaba por parte peligrosa de lugares importantes guardados ? la costa con poca gente, recelando que saltase ? la sierra de Bentomiz ? ? la hoya y jarquia de M?laga, deliber? partir con cuasi dos mil infantes y doscientos caballos, avisando al conde que de Granada le reforzase con mas gente de pie y de caballo. Eran los mas aventureros ? concejiles: tom? el camino de las Guajaras dejando ? sus espaldas lugares, como Oha?ez y Valor el alto, sospechosos y sobresaltados, aunque solos de gente segun los avisos. Algunos le juzgaban, diciendo, que pudiera enviar otra persona ? ? su hijo el conde en su lugar; pero ?l escogi? para s? la empresa con este peligro: ? porque el rey vista la importancia del caso no le proveyese de compa?ero, ? por entretener la gente en la ganancia. Tanto puede la ambicion en los hombres puesto que sea loable, que aun de los hijos se recatan. Sacar al conde de Granada, que le aseguraba la ciudad ? las espaldas y le prove?a de gente y de vitualla, parecia consejo peligroso; y partir la empresa con otro, despojarse de las cabezas; que si muchas en n?mero y calidad de personas, en experiencia eran pocas. Estas dudas sane? con la presteza, porque antes que los enemigos pensasen que partia, les puso las armas delante. Hall?ronse en toda la jornada muchas personas principales, as? del reino de Granada como de la Andaluc?a, que en las ocasiones ser?n nombrados. Parti? el marqu?s de Andarax, y sin perder tiempo vino de Cadiar ? Orgiba; y tomando vitualla ? Velez de Benabdal?, pas? el rio de Motril, la infanter?a ? las ancas de los caballos, y lleg? ? las Guajaras que est?n en medio. Vino D. Alonso Portocarrero con mil soldados, ya sano de sus heridas, y otras dos bandas de infanter?a, ciento y cincuenta caballos, gente hecha en Granada, que enviaba el conde de Tendilla, el conde de Santist?van con muchos deudos y amigos de su casa y vasallos suyos. Mas los enemigos, como de improviso descubrieron el campo, comenzaron ? tomar el camino de los Pe?ones y v?anse subir por la monta?a con mujeres y hijos. Viendo el marqu?s que se recogian ? sus fuertes, envi? una compa??a de arcabuceros ? reconocerlos, y da?arlos si pudiesen; pero dende ? poco le trajo un soldado mandado del capitan, que por ser los enemigos muchos y su gente poca, ni se atrevia ? seguillos, porque no le cargasen; ni ? retirarse, porque no le rompiesen: pedia para lo uno y lo otro mil hombres. Envi?le alguna arcabucer?a, y ?l con la gente que pudo llegar ordenada, le sigui? hasta las Guajaras altas por hacerle espaldas, donde aloj? aquella noche con mal aparejo; pero los unos y los otros sin temor, los nuestros por la confianza de la victoria, los enemigos de la defensa.

Entre los que all? vinieron ? servir, fue uno D. Juan de Villarroel, hijo de D. Garc?a de Villarroel, adelantado que fue de Cazorla, y sobrino de fray Francisco Jimenez, cardenal y arzobispo de Toledo, gobernador de Espa?a entre la muerte del Rey Cat?lico D. Fernando, y el reinado del emperador D. C?rlos. Era ? la sazon capitan de Almer?a, y servia de comisario general en el campo: hombre de a?os, probado en empresas contra moros, pero de consejos sutiles y peligrosos, que habia ganado gracia con hallar culpas en capitanes generales, siendo ? veces escuchado y al fin remunerado. Este, por abrirse camino para algun nombre en aquella ocasion, gast? la noche sin sue?o en persuadir al marqu?s que le mandase con cincuenta soldados ? reconocer el fuerte de los enemigos; diciendo que del alojamiento no se descubria el paso del pe?on alto. Concurri? el marqu?s, mostrando hacerlo mas por permision y licencia que mandamiento, pero amonest?ndole que no pasase del cerro peque?o que estaba entre su alojamiento y la cuesta; y que no llevase consigo mas de cincuenta arcabuceros: blandura que suele poner ? veces ? los que gobiernan en grandes y presentes peligros. Mas D. Juan pasando el cerro comenz? ? subir la cuesta sin parar, aunque fue llamado del marqu?s; y ? seguillo mucha gente principal y otros desmandados, ? por acreditar sus personas, ? por codicia del robo. Pasaban ya los que subian de ochocientos, sin poderlo el marqu?s estorbar; porque D. Juan vi?ndose acrecentado con n?mero de gente, y concibiendo en s? mayores esperanzas, teni?ndose por se?or de la jornada, sin guardar la ?rden que se le di? ni la que se daba en hechos semejantes, desmandada la gente no con mas acierto que el que daba su voluntad ? cada uno; comenz? la subida con el ?mpetu y priesa que suele quien va ignorante de lo que puede acontecer; mas dende ? poco con flojedad y cansancio. Vista por los enemigos la des?rden, hicieron muestra de encubrirse con el pe?on bajo dando apariencia de escapar: pensaron los nuestros que hu?an, y apresuraron el paso; creci? el cansancio, o?anse tiros perdidos de arcabucer?a, voces de hombres desordenados, v?anse arremeter, parar, cruzar, mandar; movimientos segun el aliento ? apetito de cada uno: en ochocientas personas mostrarse mas capitanes que hombres, antes cada cual lo era de s? mismo: el h?bito del capitan un capote, una montera, una ca?a en la mano. No se estaba ? media cuesta, cuando la gente comenz? ? pedir municion de mano en mano: oyeron los enemigos la voz, peligrosa en semejantes ocasiones; y viendo la des?rden, saltaron fuera con el Zamar hasta cuarenta hombres; esos con pocas armas y menos muestra de acometer: pero convidados del aparejo, y ayudados de piedras que los del pe?on echaban por la cuesta y de alguna gente mas, dieron ? los nuestros una carga harto retenida, aunque bastante para que todos volviesen las espaldas con mas priesa que habian subido, sin que hombre hiciese muestra de resistir, ni la gente particular fuese parte para ello; antes los seguian, mostrando querellos detener: fueron los moros creciendo, ejecutando, y matando hasta cerca del arroyo. Muri? D. Juan de Villarroel desalentado, con la espada en la cinta, cuchilladas en la cabeza y las manos, segun se reparaba: D. Luis Ponce de Leon, nieto de D. Luis Ponce, que herido de muerte, y caido le despe?? un su criado por salvalle, y Juan Ronquillo, veedor de las compa??as de Granada, y un hijo solo del maestre de campo Hernando de Oru?a, vi?ndole su padre y todos peleando. Fueron los muertos muchos mas que los que los seguian, y algunos ahogados con el cansancio; los dem?s se salvaron, y entre ellos D. Ger?nimo de Padilla, hijo de Gutierre Lopez de Padilla, que herido y peleando hasta que cay?, le sac? arrastrando por los pies un esclavo ? quien ?l di? libertad. El marqu?s, vista la des?rden, y que los enemigos crecian y venian mejorados, y prolong?ndose por la loma de la monta?a ? tomarle las espaldas, encaminados ? un cerro que le estaba encima, envi? ? D. Alonso de C?rdenas con pocos arcabuceros que pudo recoger; hombre suelto y de campo; el cual previno y asegur? el alto. Estaba el marqu?s apeado con la caballer?a, las lanzas tendidas, guarnecido de alguna arcabucer?a esperando los enemigos, y recogiendo la gente que venia rota: pudo esta demostracion y su autoridad refrenar la furia de los unos, detener y asegurar los otros, aunque con peligro y trabajo. Otro dia al amanecer lleg? la retaguardia: serian por todos cinco mil y quinientos infantes, y cuatrocientos caballos; compa??a bastante para mayor empresa, si se hubiera de tener cuenta con solo el n?mero. Orden? solo un escuadron por el temor de la gente que el dia de antes habia recibido desgracia, guarnecido ? los costados con mangas prolongadas de arcabucer?a. Era el pe?on por dos partes sin camino, mas por la que se continuaba con la monta?a habia salida menos ?spera: aqu? mand? estar caballer?a y arcabucer?a apartada, pero cubierta; porque vistos no estorbasen la huida. Son los moros cuando se ven encerrados impetuosos y animosos para abrirse paso, mas abierto procuran salvarse sin tornar el pecho al enemigo, y por esto si ? alguna nacion se ha de abrir lugar por donde se vayan, es ? ellos. Acometi?los con esta ?rden, y dur? el combatir con pertinacia hasta la escuridad de la noche, los unos animados, los otros indignados del suceso pasado: mand? tocar ? recoger, y aloj? pegado con el fuerte, encomendando la guardia ? los que llegaron holgados. Puso la noche ? los enemigos delante de los ojos el peligro, el robo, la cautividad, la muerte; tr?joles el miedo, confusion y discordia, como en ?nimos apretados que tienen tiempo para discurrir: unos querian defenderse, otros rendirse, otros huir; al fin sali? la mayor parte de la gente forastera y monf?es con los capitanes Giron y el Zamar, sacando las mujeres y ni?os que pudieron, y qued? todav?a n?mero de gente de los naturales; y aunque flacamente reparada, si tuvieran esfuerzo y cabezas, con el favor de lo pasado y el aparejo del sitio solas mujeres bastaban ? defenderse. Hicieron al principio resistencia, ? que el desde?o de verse desamparados, ? la ira los encendiese; pero apretados enflaquecieron, y dando lugar fueron entrados por fuerza: no se perdon? con ?rden del marqu?s ? persona ni ? edad: el robo fue grande, y mayor la muerte, especialmente de mujeres; no falt? ambicion que se ofreciese ? solicitalla, como cargo de mayor importancia. Escap? Giron; fue preso y herido de un arcabucero por el muslo el Zamar por salvar una hija suya doncella que no podia con el trabajo del camino; y llevado ? Granada le mand? atenazar el conde de Tendilla, que hizo calificada la victoria.

Tomado el fuerte de las Guajaras envi? el marqu?s el campo con el conde de Santist?van, que le esperase en Velez de Benabdal?; y fue ? visitar ? Almu?ecar, Salobre?a, Motril, lugares ? la marina guardados contra los cosarios de Berber?a, y qued? por entonces asegurada aquella tierra hasta Ronda. Puso en el oficio de D. Juan de Villarroel ? D. Francisco de Mendoza su hijo; nombr? veedores y otros oficiales de hacienda, sin que el gobierno del campo no podia pasar. Pero no dejaron perder sus ?mulos aquella ocasion de calumniarle, diciendo: ser ?l mismo quien prove?a, libraba, pagaba, repartia las contribuciones, presas, y dep?sitos; pues sus hijos y criados lo hacian: cosa que los capitanes generales suelen y deben huir. Pero la necesidad y la salida del negocio mostr? haber sido mas provechoso consejo para la hacienda del rey en lo poco que se gast? con mucha gente y en mucho tiempo. Llegado ? Velez torn? ? Orgiba, di?se ? recibir gentes y pueblos que se venian ? rendir: entregaban las armas los que habitaban por toda la Alpujarra y rio de Almer?a, y los que en las monta?as andaban alzados rend?anse ? merced del rey sin condicion: tra?an mujeres, hijos, y haciendas; comenzaban ? poblar sus casas, ofrec?anse ? ir con ellas ? morar, como y donde los enviasen; y si en la tierra los quisiesen dejar, mantener guardia para defension y seguridad de ella, solamente que se les diesen las vidas y libertad; pero aun estas dos condiciones no les admiti?. No por eso dejaban de venirse; d?bales salvaguardia con que vivian pac?ficos, aunque no del todo asegurados; y hallando el campo lleno de esclavos y cristianos libertados que comian la vitualla, deposit? quinientas moriscas en poder de sus padres, hermanos y maridos, y sobre sus palabras las recibieron en Ujijar: y dende ? poco envi? con alguaciles por ellas para volvellas ? sus due?os, que sin faltar personas las tornaron: cosa no vista en otro tiempo ? fuese el miedo y la obediencia, ? fuese que restitu?an las mujeres de que hallan abundancia en toda parte, y por esto son estimadas como alhaja; y los hijos donde se los criasen; descarg?ndose de bocas in?tiles y embarazo cojijoso; y aqu? hizo particulares justicias de muchos culpados.

Discurrian los soldados de veinte en veinte sin da?o; d?banse ? descubrir personas y ropa escondida por la monta?a; combatian cuevas donde habia moriscos alzados: todo era esclavos, despojos, riquezas. No eran por entonces tantas las des?rdenes que los moriscos no las pudiesen sufrir, ni tantos los autores que no pudiesen ser castigados; pero fu?ronse los unos con la ganancia, vinieron otros nuevos codiciosos que mudaban el estado de paz en desasosiego, y de obediencia en desconfianza. Vi?se un tiempo en el cual los enemigos pudieran con facilidad y poca costa ser oprimidos, y venirse al t?rmino que despues se vino de castigo, de opresion, ? de destierro; ? sac?ndolos ? morar en Castilla, poblar la tierra de nuevos habitadores, sin p?rdida de tanto tiempo, gente, y dineros, sin hambre, sin enfermedad, sin violencia de vasallos. No son los hombres jueces de los pensamientos y motivos de los reyes; pero mucho puede en el ?nimo de un pr?ncipe ofendido por caso de rebelion ? desacato, la relacion aunque interesada ? apasionada que le inclina ? rigor y venganza; porque cualquier tiempo que se dilata, aunque sea para mayor oportunidad, le parece estorbo.

En esto la gente de Granada, libre del miedo y de la necesidad, torn? ? la pasion acostumbrada: enviaban al rey personas de su ayuntamiento; pedian nuevo general; nombraban al marqu?s de Velez, engrandeciendo su valor, consejo, paciencia de trabajos, reputacion: partes que aunque concurriesen en ?l, la mudanza de voluntades, y los mismos oficios hechos en su perjuicio, dende ? pocos dias que entonces en su favor, mostraban no haberse movido los autores con fin de loallas porque fuesen tales. Calumniaban al de Mondejar que permitia mucho ? sus oficiales; que no se guardaban las vituallas; que los ganados pudiendo seguir el campo se llevaban ? Granada; que no se ponia cobro en los quintos y hacienda del rey; que teniendo presidente cabeza en los negocios de justicia, tantas personas graves y de consejo en la chanciller?a, un ayuntamiento de ciudad, un corregidor sol?cito, tantos hombres prudentes; no solamente no les comunicaba las ocasiones en general, pero de los sucesos no les daba parte por escrito, ni de palabra; antes indignado por competencias de jurisdicciones, preeminencias de asientos ? manera de mandar, sabian de otros antes la causa porque se les mandaba, que recibiesen el mandamiento. Loaban la diligencia del presidente en descubrir los tratados, los consejos, los pensamientos de los enemigos; entretener la gente de la ciudad; exhortar ? los se?ores del reino que tomasen las armas, en particular al marqu?s de Velez, y otras demostraciones que atribuidas al servicio del rey eran juzgadas por honestas, y ? su particular por tolerables: empresas de reputacion y autoridad, no desde?ando, ni ofendi?ndola; y que en fin como quiera eran de suyo provechosas al beneficio p?blico: que la guerra no estaba acabada, pues los enemigos aun quedaban en pie; que las armas entregadas eran in?tiles y viejas: mostr?banse indignados y rebeldes, resueltos ? no mandarse por el marqu?s. Los alcaldes culpaban la tibieza en el castigar; recibir ? merced y amparar gente traidora ? Dios y al rey; las armas en la mano de padre y hijo; oprimida la justicia y el gobierno; llena Granada de moros, mal defendida de cristianos; muchos soldados y pocos hombres; peligros de enemigos y defensores, deshaciendo por un cabo la guerra y cri?ndola por otro. Por el contrario los amigos y allegados del marqu?s y su casa decian: que la guerra era libre, los oficiales y soldados concejiles, y esos sin sueldo, movidos de su casa por la ganancia; los ganados habidos de los enemigos; que por todo se hallaria que la carne y el trigo y cebada se aprovechaba de dia en dia; que mal se podian fundar presidios para guarda de vitualla con tan poca gente, ni asegurar las espaldas sino andando tan pegados con los enemigos, que les mostrasen cada hora las cuerdas de los arcabuces y los hierros de las picas; que los quintos tenian oficiales del rey en quien se depositaban, y pasaban por almonedas; que los oficios eran tan apartados, y los consejos de la guerra requerian tanto secreto, que fuera de ella no se acostumbraba comunicarlos con personas de otra profesion, aunque mas autoridad tuviesen; porque como pl?tica extra?a de sus oficios, no sabian en que lugar se debia poner el secreto; que tras el publicar venia el yerro, y tras el yerro el castigo; y que como el presidente y oidores ? alcaldes no le comunicaban los secretos de su acuerdo, as? ?l no comunicaba con ellos los de la guerra, ni se vian, ni habia causas porque hubiese esta desigualdad, ? fuese autoridad ? superioridad. De lo que tocaba al corregidor y la ciudad burlaban, como cosa de concejo y mezcla de hombres desigual. Que los que eran para entender la guerra andaban en ella y servian ellos ? sus hijos al rey, y obedecian al marqu?s sin pasion. Que los cumplimientos eran parte de buena crianza; y cada uno si queria ser mal quisto, podia ser mal criado. Que trayendo tan ? la continua la lanza en la mano, mal podia desembarazalla para la pluma. Que la guerra era acabada, segun las muestras, y el castigo se guardaria para la voluntad del rey, y entonces tenian su lugar la mano y la indignacion de las justicias; y si decian que sobresanada porque estaban los enemigos en pie y armados, lo sobresanado ? acabado, lo armado y desarmado es todo uno, cuando los enemigos, ? se rinden, ? est?n de manera que pueden ser oprimidos sin resistencia, como lo estaban ? la sazon los del reino y la ciudad de Granada. Que de aquello servia la gente en el Albaicin y la Vega, la cual como entretenida con alojamientos y sin pagas, no podia sino dar pesadumbre y desordenarse; ni como poco pl?tica saber la guerra tan de molde que no se les pareciese que eran nuevos. Pero la carga de lo uno y de lo otro estaba sobre los enemigos, ? quien ellos decian que se habia de dar riguroso castigo: lo cual aunque se diferia, no se olvidaba; que espantallos sin tiempo era perder el fin y las comodidades que se podian sacar de ellos; que las personas cuando eran tales siempre serian provechosas, especialmente las que sirviesen ? su costa, como la del marqu?s de Velez, probada para cualquier gran cargo que estuviese sin due?o.

Mas el marqu?s, hombre de estrecha y rigurosa disciplina, criado al favor de su abuelo y padre en gran oficio, sin igual ni contradictor, impaciente de tomar compa??a; comunicaba sus consejos consigo mismo, y algunos con las personas que tenia cabe s? pl?ticas en la guerra, que eran pocas: de las apariencias, aunque eran comunes ? todos, ? ninguno daba parte; antes ocasion ? algunos , de mostrarse quejosos. Tom? la empresa sin dineros, sin municion, sin vitualla, con poca gente y esa concejil, mal pagada y por esto no bien disciplinada; mantenida del robo, y ? trueco de alcanzar ? conservar este, mucha libertad, poca verg?enza, y menos honra; excepto los particulares que ? su costa venian de toda Espa?a ? servir al rey, y eran los primeros ? poner las manos en los enemigos. Tuvo siempre por principal fin pegarse con ellos; no dejar que se afirmasen en lugar ni juntasen cuerpo; acometellos, apretallos, seguillos; no dalles ocasion ? que le siguiesen, ni mostrarles las espaldas aunque fuese para su provecho; recibir los que de ellos viniesen ? rendirse; disminuillos y desarmallos, y ? la fin oprimillos; para que poni?ndoles guarniciones con un peque?o ej?rcito, pudiese el rey castigar los culpados, desterrar los sospechosos, deshabitar el reino, si le pluguiese pasar los moradores ? otra parte: todo con seguridad y sin costa, antes ? la de ellos mismos. Hizo muchas veces al rey cierto del t?rmino en que las cosas se hallaban: y aunque guiando ej?rcitos no hubiese venido otras veces ? las manos con los enemigos, todav?a con la pl?tica que tenia de la manera del guerrear de estos, aprendida de padres y abuelos y otros de su linaje que tuvieron continuas guerras con los moros, los trajo ? tal estado y en tan breve tiempo, como el de un mes; no embargante que muchas veces se le escribiese, que procediese con ellos atentamente. Puesta la guerra en estos t?rminos, t?vola por acabada facilitando lo que estaba por hacer; con que se hizo mas odioso, pareciendo ? hombres ausentes cuerdos y de experiencia, que habia de reto?ecer con mayor fuerza como el tiempo diese lugar, y las esperanzas de Berber?a se calentasen, y los castigos y reformaciones comenzasen ? ejecutarse: y tuvieron por largo el negocio, por ser de monta?a contra gente suelta y pl?tica de ella, y otras causas, que por nuestra parte se les habian de dar.

En este mismo tiempo comenz? ? descubrirse la guerra en el rio de Almer?a, con la ida del marqu?s de Mondejar ? las Guajaras y tierra de Almu?ecar. Oha?ez es un lugar puesto entre dos rios en los confines de la Alpujarra, marquesado de Zenette, y tierra de Almer?a: aqu? se recogieron moros que andaban huidos en la monta?a , convidados de la fortaleza del sitio, y persuadidos por el Tahal?, ? quien tomaron por capitan. Pusieron mil hombres ? la guardia del lugar donde habian encerrado sus hijos, mujeres y haciendas; sin otro mayor n?mero que defendian la tierra, todos determinados ? pelear.

Estaba el marqu?s de Velez en el rio de Almer?a entretenido con parte de la gente del reino de Murcia; y la dem?s era vuelta, como es costumbre, rica de la ganancia: esperaba ?rden del rey si tornaria ? la tierra de Cartagena, que confina con el reino de Granada por el rio de Mojacar, que los antiguos llamaban Murgis; ampararia la tierra del rey, y la suya vecina ? la mar; defenderia que los moros del reino de Granada no pasasen por aquella parte ? desasosegar los del reino de Valencia; recelado y cuasi cierto peligro en la primera ocasion de p?rdida nuestra importante: y convenia atajar el fuego de las espaldas. No habia en pie armas tan cerca como estas, solicitadas por el presidente de Granada, mas despues con aprobacion del rey.

Los que igualmente juzgaban lo bueno que lo malo, atribu?an ? pasion esta diligencia, por excluir ? dar compa?ero al marqu?s de Mondejar; pero las personas libres, ? buena provision y en conveniente conyuntura. Movi?se el marqu?s de Velez con tres mil infantes y trescientos caballos contra los enemigos, que le esperaban ? la subida de la monta?a en un paso ?spero y dificultoso: combati?los y rompi?los no sin dificultad; donde se mostr? por su persona buen caballero. Mas los enemigos recogi?ndose ? Oha?ez estuvieron ? la defensa. Acometi?los con pocas armas, y rompi?los segunda vez; murieron cuasi doscientos hombres con Tahal? su capitan, y en la entrada muchas mujeres; de los nuestros algunos: salv?ronse de los moros por las espaldas del lugar la mayor parte que estaba ? la defensa sin ser seguidos; y pudieran, si algun capitan pl?tico los gobernara, hacer da?o ? los nuestros embebecidos y cargados con el saco. Fue grande la importancia del hecho por la ocasion. ? las gradas de la iglesia hall? el marqu?s cortadas veinte cabezas de doncellas, los cabellos tendidos, puestas por ?rden, que los de aquella tierra cuando el rio de Almer?a se rebel?, en una junta que tuvieron en Guecija, prometieron sacrificar juntamente con veinte sacerdotes adoradores de los ?dolos ; porque Dios y su profeta Mahoma los ayudase. Poco antes que el marqu?s entrase habian degollado las doncellas: los sacerdotes hicieron mayor defensa; mas con quemar veinte frailes ahogados en aceite hirviendo, pagaron el voto en la misma Guecija. ?Cruel y abominable religion, aplacar ? Dios con vida y sangre inocente; pero usada dende los tiempos antiguos en ?frica, traida de Tiro, introducida en la ciudad de Cartago por Dido su fundadora: tan guardada hasta nuestros tiempos entre los moradores de aquella region, que es fama que en la gran empresa que el emperador D. C?rlos, vencedor de muchas gentes, hizo contra Barbarroja, tirano de T?nez, sacrificaron los moros del cabo de Cartago cinco ni?os cristianos al tiempo que descubrieron nuestra armada, ? reverencia de cinco lugares que tienen en el alcoran, donde se inclinan porque Dios los ampare y defienda en los peligros! El marqu?s, habido este suceso en su favor, se recogi? con la gente que con ?l quiso quedar en Terque, lugar del rio de Almer?a, corriendo por la tierra.

Las cosas de Granada estaban en el estado que tengo dicho. El rey habia enviado ? D. Antonio de Luna, hijo de D. ?lvaro de Luna, y ? D. Juan de Mendoza, hombres de gran linaje, pl?ticos en la guerra, que habian tenido cargos, y dado buena cuenta de ellos, para que asistiesen con el conde de Tendilla como consejeros, estando ? la ?rden que ?l les diese en ausencia del marqu?s su padre; avisando al conde de la provision con palabras blandas y comedidas; para que con ellos pudiese descargar parte del trabajo. Puso el conde ? D. Juan dentro en la ciudad con la infanter?a cuyas armas habia profesado; y ? D. Antonio ? la guarda de la Vega con doscientos caballos y parte tambien de la infanter?a.

Habia escrito el rey al marqu?s, que temporizase con los enemigos no se poniendo en ocasion de peligro; temeroso de nuestra gente por ser toda n?mero, excepto los particulares. Represent?bansele los inconvenientes que en una desgracia pueden suceder; acabarse de levantar el reino, venir los de Berber?a en ocasion que las armas del gran turco se comenzaban ? mostrar en Levante; incierto donde pararia tan gran armada, aunque se ve?a que amenazase ? Cipro. Parec?anle las fuerzas del marqu?s pocas para mantener lo de dentro y fuera de Granada; tenia lo pasado mas por correr?as, escaramuzas y progresos de gente desarmada, que por guerra cumplida. El general calumniado en la ciudad, que le tenia de hacer espaldas; de donde habia de salir el nervio de la guerra; la voluntad de algunas ciudades y se?ores en Andaluc?a no muy conformes con la suya; los soldados descontentos; y no faltaban pretensiones de personas que andaban cerca de los pr?ncipes, ? ? las orejas de quien anda cerca de ellos. Pareci? por entonces consejo de necesidad suspender las armas, y tanto mas cuando lleg? la nueva de la desgracia acontecida en Valor. Escribi?se al marqu?s resolutamente que no hiciese movimiento; y porque la autoridad que tenia en aquella tierra era grande, y la costumbre de mandar muy arraigada de padre y abuelo, y parecia que en reino extendido y tierra doblada no podia dar cobro ? tantas partes, como la experiencia lo mostraba, porque estando en Orgiba, se levantaron las Guajaras, y yendo ? las Guajaras, Oba?ez; acord? dividir la empresa dando al marqu?s de Velez cargo de los rios de Almer?a y Almanzora, tierra de Baza y Guadix, y al de Mondejar el resto del reino de Granada; enviar ? ella por superior de todo ? su hermano D. Juan de Austria; por ventura resoluto ? descomponer al uno y al otro, y cierto de que ninguno de ellos se tenia por agraviado: pues con la autoridad y nombre de su hermano cesaban todos los oficios; los pueblos se mandarian con mayor facilidad; contribuirian todos mas contentos; servirian mas listos teniendo cerca del rey ? su hermano por testigo; los soldados un general que los gratificase y adelantase; la eleccion daria mayor sonido entre naciones apartadas, suspenderia los ?nimos de los b?rbaros, quitar?ales la avilanteza de armar, imposibilitar?alos de hacer el socorro formado como empresa dif?cil y sin efecto; ocuparia ? D. Juan en hechos de tierra, como lo estaba en los de mar; har?ale pl?tico en lo uno y en lo otro: mozo despierto, deseoso de emplear y acreditar su persona, ? quien despertaba la gloria del padre y la virtud del hermano. Dec?ase tambien que en esta empresa el rey deseaba ver el ?nimo del marqu?s de Mondejar inclinado ? mayores demostraciones de rigor, por la venganza del desacato divino y humano, por la rebelion, por el ejemplo de otros pueblos. Encendian esta opinion relaciones y pareceres de personas, que cualquiera cosa donde no ponen las manos les parece f?cil, sin medir tiempo ni posibilidad, presente ? porvenir, y de otras apasionadas; no sin artificio y entendimiento de unas con otras. Mas los pr?ncipes toman lo que les conviene de las relaciones, dejando la pasion para su due?o.

Estando las cosas en tales t?rminos, con el suceso de Valor tomaron los enemigos ?nimo para descubrirse, y Aben Humeya entr? con mayor autoridad y diligencia en el gobierno; no como cabeza de pueblos rogados ? gente esparcida sin ?rden, sino como rey y se?or. Sigui? nuestra ?rden de guerra; reparti? la gente por escuadras, junt?la en compa??as; nombr? capitanes; mand? que aquellos y no otros arbolasen banderas; p?solos debajo de coroneles, y cada partido que estuviese al gobierno de uno que dicen alcaide : este mandaba lo de la guerra; nombre entre ellos usado dende tiempos antiguos, y puesto por nosotros ? los que tienen fortalezas en guarda. Para seguridad de su persona pag? arcabucer?a de guardia, que fue creciendo hasta cuatrocientos hombres; levant? un estandarte bermejo, que mostraba el lugar de la persona del rey ? manera de guion.

Hacia con los suyos Aben Humeya su residencia en los lugares de Valor y Poqueira, y en los que est?n en lo ?spero de la Alpujarra; comiendo la vitualla que tenian encerrada y la que hallaban sin due?o, con mayor abundancia y ? mas bajos precios que nosotros. Las rentas que para mantenimiento del reino le se?alaron fueron el diezmo de los frutos y el quinto de las presas, y mas lo que tir?nicamente quitaba ? sus s?bditos. De esta manera se detuvieron, el marqu?s de Mondejar rehaci?ndose de gente en Orgiba, incierto en que pararia la suspension del rey; y Aben Humeya gozando del tiempo, cobrando fuerzas, esperando el socorro de Berber?a para mantener la guerra, ? nav?os en que pasarse y desamparar la tierra.

Estando las armas en este silencio; porque el bullicio no cesase en alguna parte, sucedi? en Granada un caso aunque liviano, que por ser en ocasion y no pensado escandaliz?. Habia en la c?rcel de la chanciller?a hasta ciento y cincuenta moriscos presos; parte por seguridad , parte por delitos ? sospecha de ellos; todos como de los mas ricos y acreditados en la ciudad, as? de los mas inh?biles para las armas; gente dada ? trato y regalo. Contra estos se levant? voz ? media noche estando los hombres en sosiego, que procuraban quebrantar las prisiones, matar las guardias, salir de las c?rceles, y juntos con los moros de la Vega y Alpujarra levantar el Albaicin, degollar los cristianos, escalar el Alhambra, y apoderarse de Granada; empresa dif?cil para sueltos y muchos y experimentados, aunque con menos recatamiento se estuviera. Mas no dej? de tener este movimiento algunas causas; porque hubo informacion que lo trataban; y deposiciones de testigos, que en ?nimos sospechosos lo imposible hacen parecer f?cil. Acrecentaron la sospecha algunas escalas, aunque de esparto, anchas y fuertes, fabricadas para escalar muralla, que el conde hall? en cierta cueva al cerro de Santa Elena; pertrecho que los moros guardaban para entrar en el Alhambra la noche que vinieron al Albaicin, como est? dicho. Alborotado el pueblo, corri? ? las c?rceles con autoridad de justicia, acriminando los ministros el caso y acrecentando la indignacion: mataron cuasi todos los moriscos presos, puesto que algunos hiciesen defensa con las armas que hallaban ? mano, como piedras, vasos, madera, poniendo tiempo entre la ira del pueblo y su muerte. Habia en ellos culpados en pl?ticas y demostraciones, y todos en deseo; gente flaca, liviana, inh?bil para todo, sino para dar ocasion ? su desventura.

Amor?o la llama en su geograf?a Ptolomeo, lib. V, c. 2.

Crecia la libertad por todo y la permision de los ministros, unos mostrando contentarse, otros no castigando: hombres ? quien las des?rdenes de nuestros soldados parecian venganzas, otros ? quien no pesaba que creciesen estas, y se diese ocasion ? que el resto de los moriscos que estaba pac?fico tomase las armas. Junt?banseles los ministros de justicia, pertinaces de su opinion, impacientes de esperar tiempo para el castigo, poco pl?ticos de temporizar hasta la ocasion; el inter?s de los que desean acrecentar los inconvenientes, la avaricia de los soldados, y por ventura la indignacion del pr?ncipe, la voz del pueblo, y quien sabe si la de Dios, para que el castigo fuese general, como habia sido la ofensa.

Estaba por rebelar la Vega de Granada, de donde y de la tierra ? la redonda cada dia se pasaba gente y lugares enteros ? los enemigos, excus?ndose con que no podian sufrir los robos de personas y haciendas, las fuerzas de hijas y mujeres, los cautiverios, las muertes. Estaba sosegada la serran?a y el habaral de Bonda, la hoya y jarquia de M?laga, la sierra de Bentomiz, el rio de Bolodui, la hoya y tierra de Baza, Guescar, el rio de Almanzora, la sierra de Filabres, el Albaicin y barrios de Granada poblados de moriscos. Habia levantados algunos lugares en tierra de Almu?ecar, el Val de Leclin, el Alpujarra, tierra de Guadix, marquesado de Zenette, rio de Almer?a, que en esto se encierra todo el reino de Granada poblado de moriscos. Mas Aben Humeya no perdia ocasion de solicitallos por medio de personas, que tenian entre ellos autoridad, ? deudos de las mujeres con quien se habian casado: usaba de blandura general; queria ser tenido por cabeza, y no por rey: la crueldad, la codicia cubierta enga?? ? muchos en los principios; pero no ? su tio Aben Jauhar, que dejando parte del dinero y riquezas en poder del sobrino, llevando lo mejor consigo, resoluto de huir ? Berber?a, mostr? ir ? solicitar el levantamiento de la sierra de Bentomiz: vino ? Portugos, donde muri? de dolor de la hijada, viejo, descontento y arrepentido. Mostr? Aben Humeya descontentamiento, mas por haberle la enfermedad quitado el cuchillo de las manos, que por la falta del tio: tom?le los dineros y hacienda con ocasion de entregarse de mucha, que habia entrado en su poder de diezmos y quintos. Tal fue la fin de don Fernando el zaguer Aben Jauhar, cabeza del levantamiento en la Alpujarra, inventor del nombre de rey entre los moros de Granada; poderoso para hacer se?or ? quien le quit? la hacienda y fue causa de su muerte: tal el desagradecimiento de Aben Humeya contra su sangre, que le habia dado se?or?o y t?tulo de rey, pudi?ndolo tomar para s?. Mas as? ? los pr?ncipes verdaderos como ? los tiranos son agradables los servicios, en cuanto parece que se pueden pagar; pero cuando pasan muy adelante, dase aborrecimiento en lugar de merced.

Acab? de resolverse el rey en la venida de su hermano ? Granada, para emplealle en empresa que puesto que de suyo fuese menuda, era de muchos cabos peligrosa, por la vecindad de Berber?a; y queri?ndose llevar por violencia, larga: por ser guerra de monta?a, en ocasion que el rey de Argel estaba armado, y la armada del gran turco junta contra venecianos. Hizo dos provisiones; una en D. Luis de Requesens que estaba por embajador en Roma, teniente de D. Juan de Austria en la mar, para que con las galeras de su cargo que habia en Italia, y trayendo las banderas del reino de que D. Pedro de Padilla era maestro de campo, viniese ? hacer espaldas ? la empresa, poniendo la gente en tierra, donde ? D. Juan pareciese que podia aprovechar; y juntando con sus galeras las de Espa?a, cuyo capitan era D. Sancho de Leiva, hijo de Sancho Martinez de Leiva, estorbase el socorro que podia venir de Berber?a ? los enemigos; proveyese de vitualla y municiones las plazas del reino de Granada que est?n ? la costa, y al ej?rcito cuando estuviese en parte ? prop?sito. Otra provision fue mandar al marqu?s de Mondejar que estaba en Orgiba para salir en campo, que dejando en su lugar ? D. Antonio de Luna ? ? D. Juan de Mendoza, cual de ellos le pareciese, con expresa ?rden que no innovasen ni hiciesen la guerra, viniese ? Granada para recibir ? D. Juan y asistir con ?l en consejo, juntamente con los que hubiesen de tratar los negocios de paz y guerra, no dejando el uso de su oficio, como capitan general de la gente ordinaria del reino de Granada: ? si mejor le pareciese, quedase en Orgiba ? hacer la guerra, guardando en todo la ?rden que D. Juan de Austria su hermano le diese, ? quien enviaba por cabeza y se?or de la empresa. Pareci? al marqu?s escoger la asistencia en consejo; ? porque con la pl?tica de la guerra pasada, con el conocimiento de la tierra y gente, y con el ejercicio de aquella manera de milicia en que se habia criado , esperaba que el cr?dito y el gobierno pararia en su parecer, y la ejecucion en su mano; ? temiendo quedar debajo de mano ajena, y ser mal proveido, mandado y ? veces calumniado ? reprendido como ausente, dej? ? D. Juan de Mendoza contento, regalado y honrado en Orgiba; por ser hombre pl?tico, mas desocupado, de su nombre, y con cuyos deudos tenia antigua amistad ; y vino ? Granada. Salido de Orgiba, estuvo aquella frontera sosegada, sin hacer ni recibir da?o de los enemigos; discurriendo ellos ? una y otra parte con libertad.

Lleg? D. Juan de Austria trayendo consigo ? Luis Quijada , hombre de gran autoridad, por voluntad del rey, que le remiti? la suma de todo lo que tocaba al gobierno de la persona y consejo del hermano; y por la crianza que habia hecho en ?l por mandado del emperador. Fue recibido D. Juan con grandes demostraciones y confianza, sin dejar ninguna manera de ceremonia excepto las ordinarias que se suelen hacer ? los reyes; y aun la lisonja se extendi? ? llamarle alteza, no embargante que hubiese ?rden expresa del rey, para que sus ministros y consejeros le llamasen excelencia, y ?l no se consintiese llamar de sus criados otro t?tulo. Pos? en las casas de la audiencia por estar en medio de la ciudad; casas de mala ventura las llamaban en su tiempo los moros, y as? de ellas sali? su perdicion. Lleg? dende ? pocos dias Gonzalo Hernandez de C?rdoba, duque de Sesa, nieto del Gran Capitan, que despues de haber dejado el gobierno del estado de Milan, conformando mas su voluntad con la de sus ?mulos que con la del rey, vivia en su casa libre de negocios aunque no de pretensiones: fue llamado para consejo, y uno de los ministros de esta empresa, como quien habia dado buena cuenta de las que en Lombard?a tuvo ? su cargo. Lo primero que se trat? fue procurar que se asegurase Granada contra el peligro de los enemigos declarados fuera, y sospechosos dentro; visitar la gente que estaba alojada en el Albaicin y otras partes, por la ciudad y la Vega, y en frontera contra los enemigos; repartir y mudar las guardias al parecer con mas curiosidad que necesidad de los muros adentro; y aun qued? muchos meses de parte del realejo sin guardia ? discrecion de pocos enemigos. En el campo andaban solas dos cuadrillas, ningunos atajadores por la tierra; que daba avilanteza ? los contrarios de inquietar la ciudad, y ? nosotros causa de correr las calles ? un cabo y ? otro, y algunas veces salir desalumbrados, inciertos del camino que llevaban. Atajadores llaman entre gente del campo hombres de ? pie y de ? caballo, diputados ? rodear la tierra, para ver si han entrado enemigos en ella ? salido. Era excusable esta manera de defensa por ser aventurera la gente, muchas banderas de poco n?mero, mantenidas sin pagas con solos alojamientos; la ciudad grande, continuada con la monta?a; los pasos como pocos y ciertos en tiempo de nieve, as? muchos y inciertos estando desnevada la sierra; un ej?rcito en Orgiba, que los moros habian de dejar ? las espaldas viniendo ? Granada, aunque lejos.

El prop?sito requiere tratar brevemente del asiento de Granada por clareza de lo que se escribe. Es puesta parte en monte, y parte en llano: el llano se extiende por un cabo y otro de un peque?o rio que llaman Darro, que la divide por medio; nace en la sierra Nevada poco lejos de las fuentes de Genil, pero no en lo nevado; de aire y agua tan saludable, que los enfermos salen ? repararse, y los moros venian de Berber?a ? tomar salud en su ribera, donde se coge oro; y entre los viejos hay fama, que el rey de Espa?a D. Rodrigo tenia riqu?simas minas debajo de un cerro, que dicen del sol. Est? lo ?spero de la ciudad en cuatro montes: el Alhambra ? levante, edificio de muchos reyes, con la casa real; y San Francisco, sepultura del marqu?s D. I?igo de Mendoza, primer alcaide y general, humilde edificio, mas nombrado por esto; fuerza hecha para sojuzgar la parte de la ciudad que no descubre la Alhambra, con el arrabal de la Churra y calle de los Gomeres que todo se contin?a con la sierra de Guejar. El Antequeruela, y las torres Bermejas, que llaman Mauror, ? mediodia. El Albaicin, que mira al norte con el Hajariz; y como vuelve por la calle de Elvira la ladera que dicen Zenette por ser ?spera. El Alcazava cuasi fuera de la ciudad ? mano derecha de la puerta de Elvira que mira al poniente. Con estos dos montes Albaicin y Alcazava se contin?a la sierra de Cogollos, y la que decimos del Puntal. En torno de estos montes y la falda de ellos, se extienden los edificios por lo llano hasta llegar al rio Genil que pasa por defuera. Al principio de la ciudad, la plaza Nueva sobre una puente; y cuasi al fin, la de Bibarrambla, grande, cuadrada, que toma nombre de la puerta; ambas plazas juntadas con la calle de Zacatin: antes la iglesia mayor, templo el mas suntuoso despues del Vaticano de San Pedro, la capilla en que est?n enterrados los reyes D. Fernando y D.? Isabel, conquistadores de Granada, con sus hijos y yernos. El Alcaicer?a, que hasta ahora guarda el nombre romano de C?sar , como casa de C?sar. Dicen las historias ar?bigas y algunas griegas, que por encerrarse y marcarse dentro la seda que se vende y compra en todo el reino la llaman de esa manera, dende que el emperador Justino concedi? por privilegio ? los ?rabes scenitas, que solos pudiesen crialla y beneficialla: mas extendiendo debajo de Mahoma y sus sucesores su poder por el mundo, llevaron consigo el uso de ella, y pusieron aquel nombre ? las casas donde se contrataba; en que despues se recogieron otras muchas mercader?as, que pagaban derechos ? los emperadores, y perdido el imperio ? los reyes. Fuera de la ciudad el hospital real fabricado de los reyes D. Fernando y D.? Isabel, San Hier?nimo, suntuoso sepulcro del gran capitan Gonzalo Hernandez, y memoria de sus victorias: el rio Genil, que cuasi toca los edificios, dicho de los antiguos Singilia, que nace en la sierra Nevada, ? quien llamaban Solaria y los moros Solaira, de dos lagunas que est?n en el monte cuasi mas alto, de donde se descubre la mar, y algunos presumen ver de all? la tierra de Berber?a. En ellas no se halla suelo ni otra salida sino la del rio; cuyas fuentes tienen los moradores por religion, diciendo que horadan el monte por milagro de un santo que est? sepultado en otro monte contrario dicho Sant Alcazaren. Va primero al norte, y peque?o; mas en poco camino, grande con las nieves cuando se deshacen y arroyos que se le juntan. ? una y otra parte moraban pueblos, que ahora aun el nombre de ellos no queda; iliberitanos ? liberinos en tiempo de los antiguos espa?oles, lo que decimos Elvira, en cuyo lugar entr? Granada; ilurconeses, peque?os cortijos; la torrecilla, y la torre de Roma, recreacion de la Cava romana, hija del conde Julian el traidor: todo poblaciones de los soldados que acompa?aron ? Baco en la empresa de Espa?a; segun muestran los nombres y muchos letreros y im?genes, en que se ven esculpidas procesiones y personajes que representan juegos y ceremonias del mismo Baco ? quien tuvieron por dios; todo esto en la Vega. Despues Loja, Antequera, dicha Singilia del nombre del mismo rio, ?cija dicha Astigis, colonias de romanos antiguamente, hoy ciudades populosas en el Andaluc?a por donde pasa; hasta que haciendo mayor ? Guadalquivir, deja en ?l aguas y nombre.

Cesaron los oficios de guerra y gobierno, excepto de justicia, con la presencia de D. Juan. Su comision fue sin limitacion ninguna; mas su libertad tan atada, que de cosa grande ni peque?a podia disponer sin comunicacion y parecer de los consejeros, y mandado del rey; salvo deshacer ? estorbar, que para esto la voluntad es comision: mozo afable, modesto, amigo de complacer, atento ? los oficios de guerra, animoso, deseoso de emplear su persona. Acrecentaba estas partes la gloria del padre, la grandeza del hermano, las victorias del uno y del otro. Lo primero en que se ocup? fue en reformar los excesos de capitanes y soldados en alojamientos contribuciones, aprovechamientos de pagas; estrechando la costa, aunque no atajando las causas de la des?rden. En aquellos principios D. Juan era poco ayudado de la experiencia, aunque mucho de ingenio y habilidad. Luis Quijada, ?spero, riguroso, atado ? la letra, que tuvo la primera ?rden de guerra en la postrera empresa del emperador contra el rey Henrico II de Francia, siempre mandado. ?l y el duque de Sesa acostumbrados ? tratar gente pl?tica, con menos licencia, mas proveida, mayores pagas y mas ordinarias en Flandes, en Lombard?a, lejos cada uno de su tierra; do convenia esperar pagas, contentarse con los alojamientos, antes que tornar ? Espa?a, la mar en medio: todo aqu? por el contrario. El marqu?s de Mondejar tambien capitan general antes que soldado, criado ? las ?rdenes de su abuelo y padre, al poco sueldo, ? las limitaciones de la milicia castellana; no guiar ej?rcitos, poca gente, menos ejercicio de guerra abierta. El presidente sin pl?tica de lo uno y de lo otro: la aspereza de unos, la blandura de otros, la limitacion de todos, causaba irresolucion de provisiones y otros inconvenientes; no faltaron algunos de la opinion del marqu?s de Mondejar, que daban la guerra por acabada. Habia pocos oficiales de pluma, perdian los soldados el respeto, hac?ase costumbre del vicio, envilec?ase el buen nombre y reputacion de la milicia: apoc?se tanto la gente, que fue necesario tratar de nuevo con las ciudades no solo del Andaluc?a y Estremadura, mas con las mas apartadas de Castilla que enviasen suplemento de ella; y vinieron las de mas cerca, con que parecia remediarse la falta.

Regalaba y armaba Aben Humeya los que se iban ? ?l: torn? ? solicitar con personas ciertas los pr?ncipes de Berber?a, segun parecia por las respuestas que fueron tomadas: envi? dineros, ropa, cautivos; acerc?se ? nuestros presidios, especialmente ? Orgiba, donde entendi? que faltaba vitualla. Aunque D. Juan de Mendoza mantenia la gente disciplinada, ocupada en fortificar el lugar segun la flaqueza de ?l, mand? D. Juan que fuese del Padul proveido, y llevase la escolta ? su cargo Juan de Chaves de Orellana, uno de los capitanes que trujeron la gente de Trujillo. Mas ?l por estar enfermo envi? su alf?rez llamado Moriz con la compa??a; hidalgo, pero poco proveido y muy libre: camin? con doscientos y cincuenta soldados; hombres, si tuvieran cabeza. Entendieron los moros la salida de la escolta por sus atalayas; junt?ronse trescientos arcabuceros y ballesteros mandados por el Macox, hombre diestro y pl?tico de la tierra; ? quien despues prendi? D. Fernando de Mendoza, cabeza de las cuadrillas, y mand? justiciar el duque de Arcos en Granada. Embosc? parte en la cuesta de Talera y un arroyo que la divide del lugar, parte en las mismas casas; y dej?ndolos pasar la primera emboscada, acometi? ? un tiempo ? los que iban en la rezaga y los delanteros. Pele?se en una y otra parte, pero fueron rotos los nuestros, y murieron todos; con ellos el alf?rez por no reconocer; y aun dicen que borracho, mas de confianza que de vino: perdi?ronse bagajes, bagajeros, y la vitualla, sin escapar mas de dos personas: hoy se ven blanquear los huesos, no lejos del camino. T?vose de este caso tanto secreto, que primero se supo de los enemigos. Mas porque muchos moriscos de paz, especialmente de las Albu?uelas, se hallaron con el Macox, y porque los vecinos de aquel lugar acogian y daban vitualla ? los moros, y con ellos tenian continua pl?tica; pareci? que debian ser castigados y el lugar destruido, as? por ejemplo de otros, como por entretener con algun cebo justificado, la gente que estaba ociosa y descontenta. Es las Albu?uelas lugar asentado en la falda de la monta?a ? la entrada de Val de Lecrin, dep?sito de todos los frutos y riquezas del mismo valle, cinco leguas de Granada, en tres barrios, uno apartado de otro, la gente mas pulida y ciudadana que los otros de la sierra, tenidos los hombres por valientes y que pudieron resistir las armas del Rey Cat?lico D. Fernando hasta concertarse con ventaja. Mand?se ? D. Antonio de Luna, capitan de la Vega, que con cinco banderas de infanter?a y doscientos caballos amaneciese sobre el lugar, degollase los hombres, hiciese cautiva toda manera de persona, robase, quemase, asolase las casas. Mas D. Antonio, hombre cuidadoso y diligente, ? que no midiese el tiempo, ? que la gente caminase con pereza, lleg? cuando los vecinos parte eran huidos ? la monta?a, parte estaban prevenidos en defensa de las calles y casas; con un moro por capitan, llamado Lope. Anduvo la ejecucion tan espaciosa, la gente tan tibia, que de los enemigos murieron pocos, y de esos los mas viejos, perezosos y enfermos; y de los nuestros algunos: cautiv?ronse ni?os y mujeres, los que no pudieron escapar ? lo alto; fue saqueado el uno de los tres barrios, y el escarmiento de los enemigos tan liviano, que saliendo por una parte nuestra gente, entraba la suya por otra: habitaron las casas, segaron sus panes aquel a?o, y sembraron sin estorbo para el siguiente.

Estaban las cosas calladas y suspensas sin el continuo desasosiego que daban los moros en la ciudad: gobern?balos en la parte que cae el valle y la Vega un capitan llamado Nacoz , mostr?ndose ? todas horas y en todos lugares. Ya se habian encontrado ?l y D. Antonio de Luna con n?mero cuasi igual de gente de ? pie, aunque con ventaja D. Antonio por la caballer?a que llevaba: se partieron con igualdad, cuasi sin poner manos ? las armas; poni?ndose el Nacoz en salvo; el barranco en medio de su gente y nuestra caballer?a. Dicen que de all? atraves? la sierra de la Almijara, y por Almu?ecar con su hacienda y familia pas? ? Berber?a.

Visto por D. Juan que los enemigos crecian en n?mero y experiencia; que eran avisados por los moriscos de Granada, ayudados con vitualla, reforzados con parte de la gente moza de la ciudad y la Vega; que no cesaban las pl?ticas y tratados; el concierto de poner en ejecucion el primero aun estaba en pie; que tenian se?ado el dia y hora cierta para acometer la ciudad; n?mero de gente determinado; capitanes nombrados Giron, Nacoz, uno de los Partales, Farax, Chacon, Rendati, moriscos; Caracax y Hhosceni, turcos, y Dali, capitan general de todos, venido por mandado del rey de Argel; di? aviso de todo encareciendo el peligro por parte de los enemigos, si se juntaban con los de Granada y la Vega, y de los nuestros por la flaqueza que sentian en la gente comun, por la corrupcion de costumbres y ?rden de guerra.

Mand? el rey que todos los moriscos habitantes en Granada saliesen ? vivir repartidos por lugares de Castilla y el Andaluc?a; porque morando en la ciudad no podian dejar de mantenerse vivas las pl?ticas y esperanzas, dentro y fuera. Habia entre los nuestros sospechas, desasosiego, poca seguridad: parecia ? los que no tenian experiencia de mantener pueblos oprimiendo ? enga?ando ? los enemigos de dentro y resistiendo ? los de fuera, estar en manifiesto peligro. Con tal resolucion orden? D. Juan ? los veinte y tres de junio, que encerrasen todos los moriscos en las iglesias de sus parroquias: ya era llegada gente de las ciudades ? sueldo del rey, y se estaba con mas seguridad. Puso la ciudad en arma; la caballer?a y la infanter?a repartida por sus cuarteles: orden? al marqu?s de Mondejar que subiendo al Albaicin se mostrase ? los moriscos, y con su autoridad los persuadiese ? encerrarse llanamente. Recogidos que fueron de esta manera, mand?ronlos ir al hospital real fuera Granada un tiro de arcabuz: anduvo D. Juan por las calles con guardas de ? caballo y guion; vi?los recoger inciertos de lo que habia de ser de ellos; mostraban una manera de obediencia forzada, los rostros en el suelo con mayor tristeza que arrepentimiento; ni de esto dejaron de dar alguna se?al; que uno de ellos hiri? al que hall? cerca de s?: d?cese que con acometimiento contra D. Juan, pero lo cierto no se pudo averiguar porque fue luego hecho pedazos: yo que me hall? presente diria, que fue movimiento de ira contra el soldado, y no resolucion pensada. Quedaron las mujeres en sus casas algun dia, para vender la ropa y buscar dineros con que seguir y mantener sus maridos. Salieron atadas las manos, puestos en la cuerda, con guarda de infanter?a y caballer?a por una y otra parte, encomendados ? personas que tuviesen cargo de irlos dejando en lugares ciertos de Andaluc?a, y guardallos; tanto porque no huyesen, como porque no recibiesen injuria. Quedaron pocos mercaderes y oficiales, para el servicio y trato de la ciudad: algunos ? contemplacion y por intereses de amigos. Muchos de los mancebos que adivinaron la mala ventura huyeron ? la sierra, donde la hallaban mayor; los que salieron por todos tres mil y quinientos; el n?mero de mujeres mucho mayor. Fue salida de harta compasion para quien los vi? acomodados y regalados en sus casas: muchos murieron por los caminos de trabajo, de cansancio, de pesar, de hambre, ? hierro, por mano de los mismos que los habian de guardar, robados, vendidos por cautivos.

Ya el rey habia enviado personas que tuviesen cuenta con su hacienda, porque antes no las habia, como en negocio de que presto se vernia al fin; contador, pagador, veedor general y particulares; dentro en consejo al licenciado Mu?atones que habia servido de alcalde de corte al emperador en sus jornadas y de su consejo: hombre hidalgo y limpio, y en diversos tiempos de pr?spera y contraria fortuna. Como los moriscos salieron de Granada, perdi?se la comodidad de los soldados; cesaron los alojamientos, camas, fuego, vasos: cosas que se dan en hospedaje, sin que la gente no puede vivir ni c?moda ni suficientemente. Aun para la ciudad y soldados no estaba hecha provision de vitualla, pero entraron ? mantener la gente con socorros, mudando t?rmino y prop?sito. Fue mayor el aprovechamiento de los capitanes y oficiales de guerra con los socorros y raciones, cuanto mas ? menudo se tomaban las nuestras: entraban ? ellas en lugar de soldados vecinos del pueblo; sucedieron ? cumplir la hacienda del rey, en lugar de los moriscos los bagajeros y vivanderos rescatados: por todo se robaba ? amigos, como ? enemigos; ? cristianos, como ? moros; padecian los soldados, adolecian, ?banse, crecieron las des?rdenes y compasiones por la Vega. Naci? una opinion entre los ministros, la cual como provechosa donde el pueblo es enemigo y la gente poca; as? errada, donde no hay pueblo contrario, y fue que no se debian tomar muestras, porque los enemigos no entendiesen cuan pocos eran los soldados, y que se debia permitir la licencia y excesos, porque no se amotinasen ni huyesen. La gente de la ciudad era mucha, buena, y armada; los moriscos fuera, los soldados no tan pocos, que no fuesen superiores ? los enemigos; guarda de ? pie y de ? caballo en la Vega; armado en Orgiba D. Juan de Mendoza: ?qu? temor ? recatamiento podia estorbar el remedio de inconvenientes, que eran causa de poner en peligro la empresa, y de que los moros de la Vega no pudiendo sufrir tanto maltratamiento, y?ndose ? la sierra acrecentasen el n?mero de los enemigos? Dur? tantos meses esta manera de gobierno, que di? causa ? intenciones libres y sospechosas de pensar, que no faltaban personas ? quien contentase, que creciendo los inconvenientes, fuese mayor la necesidad.

Declar? el rey, como estaba acordado, que el marqu?s de Velez tuviese cargo de los partidos de Almer?a, Guadix, Baza, rio de Almanzora, sierra de Filabres; y queriendo salir contra los enemigos, pareci?le asegurar el puerto que dicen de la Ravaha, paso de la Alpujarra para tierra de Guadix y Granada: mand? que con cuatrocientos hombres enviados de Guadix, Gonzalo Fernandez, capitan viejo, pl?tico en las escaramuzas de Oran, tomase lo alto del puerto, y se hiciese fuerte hasta tener ?rden suya. Comenz? ? subir la monta?a sin reconocer; mas los moros que estaban cubiertos en lo alto y en lo hondo del camino, dejando subir parte de la gente, echaron cuarenta arcabuceros que acometiesen la frente, y por el costado dieron cien hombres, hasta ponellos en des?rden; y carg?ndolos en rota, muri? la mayor parte huyendo: perdi?ronse las armas, municion y vitualla que llevaban; poca gente torn? ? Guadix con el capitan. D. Juan, temeroso que los enemigos cargasen ? la parte de Guadix, provey? para guardia de ella ? Francisco de Molina, que sirvi? de capitan al emperador en las guerras de Alemania.

Con el suceso de la Ravaha se levant? la sierra de Bentomiz, y tierra de Velez M?laga: no hicieron los excesos que en el Alpujarra, antes content?ndose con recoger la ropa ? lugares fuertes sin hacer da?os, echaron bando que ninguno matase ? cautivase cristianos, quemase iglesia, tomase bienes de cristianos ? de moros que no se quisiesen recoger con ellos: fortificaron para refugio y seguridad de sus personas un monte llamado Frejiliana la vieja, ? diferencia de la nueva cerca de ?l, deshabitado de muchos tiempos: los antiguos espa?oles y romanos le llamaron Saxifirmum. Estuvieron de esta manera tanto mas sospechosos ? Velez, cuanto procedian mas justificadamente, sin comunicacion ? comercio en el Alpujarra. Mas Ar?valo de Suazo, corregidor de M?laga y Velez, avisado primero por cartas de D. Juan como los moriscos de aquella sierra estaban para levantarse y ocupar ? Velez, movido por la razon de que se podia continuar aquel levantamiento por la hoya y jarquia de M?laga, hasta tierra de Ronda, si con tiempo no se atajase, y con alguna esperanza de pacificar los moros por via de concierto; parti? de M?laga con cuatrocientos infantes y cincuenta caballos, lleg? ? Velez y hizo salir del fuerte la gente del pueblo que habia desamparado lo llano: puso el lugar en defensa: socorri? el castillo de Caniles, lugar del marqu?s de Comares, que estaba en aprieto, echando los moros de la tierra, los cuales y los de Sedella se fueron ? juntar con los de toda la sierra, y ? un tiempo descubrieron el levantamiento que tengo dicho. Volvi? ? Velez Suazo juntando mil y quinientos infantes con la caballer?a que se hallaba, y entendiendo que se recogian y fortificaban en la sierra, quiso ir ? reconocellos y en ocasion combatillos. Hall?los en Frejiliana la vieja fortificados: el general de ellos era Gomel, y tenia consigo otros capitanes; todos se mandaban por la autoridad de Benaguazil. Pero en la subida de la monta?a creyendo que bastaria mostralles las armas, trab? la gente desmandada una escaramuza, y sigui?ronla dos banderas de infanter?a sin ?rden, y sin podellos Ar?valo de Suazo retirar; harto ocupado en estorbar que el resto no saliese tras ellos. Mas los moros, que habian hecho rostro ? la escaramuza, viendo la gente que cargaba de nuevo y conociendo la des?rden, comenz?ronse ? retirar hasta sus reparos; y saltando fuera golpe de arcabuceros y ballesteros, apretaron nuestra gente cuasi puesta en rota ejecut?ndola hasta lo llano. Ar?valo de Suazo, parte acometiendo, parte retirando y amparando la gente, volvi? con ella ? Velez, donde estuvo ? la guarda del lugar y la tierra; y los moros volvieron ? continuar su fuerte. D. Juan visto el caso, y pareci?ndole dar due?o ? la empresa que la hiciese ? menos costa y con mas autoridad, aunque en Ar?valo de Suazo no hubiese como no hubo falta, ofreci? aquella jornada por mandado del rey ? D. Diego de C?rdoba marqu?s de Comares, gran se?or en el Andaluc?a, y fuera de ella de mayores esperanzas, que tenia parte de su estado en aquella monta?a pac?fico y guardado; pero fue la oferta de manera, que justificadamente pudo excusarse.

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