Read Ebook: Guerra de Granada: Hecha por el rey D. Felipe II contra los Moriscos de aquel reino sus rebeldes; Seguida de la vida del Lazarillo de Tormes sus fortunas y adversidades by Hurtado De Mendoza Diego
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Con el suceso de la Ravaha se levant? la sierra de Bentomiz, y tierra de Velez M?laga: no hicieron los excesos que en el Alpujarra, antes content?ndose con recoger la ropa ? lugares fuertes sin hacer da?os, echaron bando que ninguno matase ? cautivase cristianos, quemase iglesia, tomase bienes de cristianos ? de moros que no se quisiesen recoger con ellos: fortificaron para refugio y seguridad de sus personas un monte llamado Frejiliana la vieja, ? diferencia de la nueva cerca de ?l, deshabitado de muchos tiempos: los antiguos espa?oles y romanos le llamaron Saxifirmum. Estuvieron de esta manera tanto mas sospechosos ? Velez, cuanto procedian mas justificadamente, sin comunicacion ? comercio en el Alpujarra. Mas Ar?valo de Suazo, corregidor de M?laga y Velez, avisado primero por cartas de D. Juan como los moriscos de aquella sierra estaban para levantarse y ocupar ? Velez, movido por la razon de que se podia continuar aquel levantamiento por la hoya y jarquia de M?laga, hasta tierra de Ronda, si con tiempo no se atajase, y con alguna esperanza de pacificar los moros por via de concierto; parti? de M?laga con cuatrocientos infantes y cincuenta caballos, lleg? ? Velez y hizo salir del fuerte la gente del pueblo que habia desamparado lo llano: puso el lugar en defensa: socorri? el castillo de Caniles, lugar del marqu?s de Comares, que estaba en aprieto, echando los moros de la tierra, los cuales y los de Sedella se fueron ? juntar con los de toda la sierra, y ? un tiempo descubrieron el levantamiento que tengo dicho. Volvi? ? Velez Suazo juntando mil y quinientos infantes con la caballer?a que se hallaba, y entendiendo que se recogian y fortificaban en la sierra, quiso ir ? reconocellos y en ocasion combatillos. Hall?los en Frejiliana la vieja fortificados: el general de ellos era Gomel, y tenia consigo otros capitanes; todos se mandaban por la autoridad de Benaguazil. Pero en la subida de la monta?a creyendo que bastaria mostralles las armas, trab? la gente desmandada una escaramuza, y sigui?ronla dos banderas de infanter?a sin ?rden, y sin podellos Ar?valo de Suazo retirar; harto ocupado en estorbar que el resto no saliese tras ellos. Mas los moros, que habian hecho rostro ? la escaramuza, viendo la gente que cargaba de nuevo y conociendo la des?rden, comenz?ronse ? retirar hasta sus reparos; y saltando fuera golpe de arcabuceros y ballesteros, apretaron nuestra gente cuasi puesta en rota ejecut?ndola hasta lo llano. Ar?valo de Suazo, parte acometiendo, parte retirando y amparando la gente, volvi? con ella ? Velez, donde estuvo ? la guarda del lugar y la tierra; y los moros volvieron ? continuar su fuerte. D. Juan visto el caso, y pareci?ndole dar due?o ? la empresa que la hiciese ? menos costa y con mas autoridad, aunque en Ar?valo de Suazo no hubiese como no hubo falta, ofreci? aquella jornada por mandado del rey ? D. Diego de C?rdoba marqu?s de Comares, gran se?or en el Andaluc?a, y fuera de ella de mayores esperanzas, que tenia parte de su estado en aquella monta?a pac?fico y guardado; pero fue la oferta de manera, que justificadamente pudo excusarse.
En este tiempo se declararon los preparamientos del rey de Argel ser contra el de T?nez Mulei Hamida; y el rey de Fez se quiet?. Parti? el de Argel con siete mil infantes turcos y andaluces y doce mil caballos, parte de su sueldo y parte al?rabes que labraban la tierra: junt?ronse ? una legua de Beja, ciudad grande, y veinte de T?nez; mas el rey de T?nez fue roto, y salv?se con doscientos caballos h?cia la tierra que dicen de los d?tiles. Perdi? ? Beja y T?nez que ahora est? en poder de turcos, y ? Biserta que comenzaron ? fortificar, lugar de comarca provechoso para quien lo ocupare y pudiere mantener; Hippon Diarritos le llamaron los griegos, ? diferencia de Bona: p?sole el nombre Agat?cles, tirano de Sicilia en la gran empresa que tuvo contra los cartagineses. Mas por quitar duda y oscuridad, dir? lo que entiendo de estos reinos. El de Fez fue reino de Siphax, que tuvo guerra contra los romanos, de quien tanta memoria hacen sus historias. Despues de varias mudanzas, edific? la ciudad Idriz, del linaje de Al?, que conquist? ? Berber?a y en memoria tienen su alfanje colgado en el templo principal con gran veneracion. Di?le el nombre del rio que pasa por medio, llamado entonces Fez. Junt? los edificios Juseph Miramarazohir Aben Jacob, del linaje de los de Benimerin, que fue vencido del rey D. Alonso en la batalla de Tarifa; y por la comodidad de guerrear contra el rey de Tremecen la hizo de nuevo cabeza del reino poseido al presente por los hijos de Jarife; hombre que de predicador y tenido por santo y del linaje de Mahoma, vino, juntando las armas con la religion, al se?or?o de Marruecos y Fez, como lo han hecho muchos de su secta en ?frica, comenzando de Mahoma hasta los almoravides, los almohades, los beni-merines, los beni-oaticis, y jarifes que hoy son; todos religiosos y armados, y que por este medio vinieron ? la alteza del reino. El de T?nez tuvo mayor antig?edad por fundarse en las sobras de la gran Cartago destruida por Scipion Africano, y vuelta ? restaurar primero por los c?nsules romanos y por Tiberio Graco, despues mudado el sitio ? lo llano por C?sar Augusto, y habitada de romanos, poseida de los emperadores, ganada por los v?ndalos, y recuperada por Belisario, capitan del emperador Justiniano; siempre tenida por la tercia parte del imperio griego hasta el tiempo de los al?rabes; que fue por Occuba Ben-Nafic, capitan de Mauh?a, sojuzgada, venciendo y matando al conde Gregorio, lugarteniente del emperador Constantino, hijo de Constante, con setenta mil caballeros cristianos en la gran batalla junto ? ?frica, que los moros llaman Mehedia , y los romanos Adrumentum, ahora lugar destruido por el ej?rcito del emperador D. C?rlos. Las armas con que se hall? el conde Gregorio, ? quien los al?rabes llaman Groguir, dicen que fueron muchas mujeres en torno bien aderezadas y hermosas; ?l en una litera de hombros con piedras preciosas cubierta de pa?o de oro, y dos mancebos que con mosqueadores de plumas de pavo le quitaban el polvo. Mauh?a ocup? ? Cartago por entrega de Mar?a, hija del conde Gregorio, con pacto que casase con ella, mas descontento del casamiento la dej?: deshabit? ? Cartago; pas? la poblacion donde ahora es T?nez, que entonces era peque?o lugar y siempre del mismo nombre. Quedaron repartidos los romanos en doce aldeas, que hoy son de labradores moros en el cabo que llaman de Cartago, donde fue la ciudad competidora de Roma; el nombre de ella dura en un peque?o pueblo, y ese sin gente: tantas mudanzas hace el mundo, y tan poca seguridad hay en los estados. Gobern?se T?nez en forma de rep?blica hasta los tiempos de Miramamolin Juseph, que envi? ? Abdeluahhed su capitan, natural de Sevilla, que los gobern? y sujet? con ocasion de defendellos contra los al?rabes; cuyo hijo qued? por se?or y fue el primero rey de T?nez hasta Muztancoz que ennobleci? la ciudad, y dende ?l ? Hamida, que hoy reina sin perderse la sucesion, segun la verdad de sus historias, cegando ? matando los padres ? los hijos, ? los hijos ? los padres, como hizo Hamida que ceg? ? Mulei Hacen su padre, y le quit? el reino, en que el emperador D. C?rlos, vencedor de muchas gentes, le habia restituido, echando ? Barbarroja tirano de ?l, puesto por mano del gran se?or de los turcos.
Menores fueron los principios del se?or?o de Argel, que hoy est? en mayor grandeza: al lugar llaman los moros Algezair por una isla que tenia delante; nosotros le llamamos Argel; antiguamente se pobl? de los moradores de Cesarea, que ahora se llama Sarjel. Estuvo siempre en el se?or?o de los reyes godos de Espa?a hasta que vinieron los moros, y en tiempo de ellos fue lugar de poco momento regido por jeques. Mas despues el rey D. Fernando el Cat?lico hizo tributario al se?or, y edific? el Pe?on. Muerto el rey, el cardenal Fr. Francisco Jimenez, Gobernador de Espa?a en los principios del reinado del emperador D. C?rlos, tom? ? Bug?a , y quiso crecer el tributo moviendo nuevo concierto con el jeque; ofendidos los moros, reprendido y arrepentido el se?or, se retir?. El cardenal, hombre de su condicion arm?gero, y aun desasosegado, arm? contra ?l haciendo capitanes ? Diego de Vera y Juan del Rio: junt?se esta armada ? manera de arrendamiento; que todos los que tenian oficios menores, si los querian pasar en sus hijos por una vida, fuesen ? servir, ? llevasen ? diesen en su lugar tantos hombres, segun la importancia del oficio. Perdi?se la armada por mal tiempo, confusion y poca pl?tica de los que gobernaban, y esta fue la primera p?rdida que se hizo sobre Argel. Mas el jeque, temiendo que con mayores fuerzas se renovaria la guerra, trajo por hu?sped y soldado ? Barbarroja, hermano del que fue tirano de T?nez, que entonces era su lugarteniente y secretario; venidos ? la grandeza que tuvieron, de capitanes de un bergantin. Habia tentado Barbarroja Horux la empresa de Bug?a; perdido el tiempo, la gente, un brazo, y el armada; recog?dose con cuarenta turcos ? un peque?o castillo, de donde el jeque otra vez le trajo al sueldo; mas ?l, junt?ndose con los principales, mat? al jeque llamado Selin Etenri estando comiendo en un ba?o: h?zose se?or y llam?se rey. Dende ? poco sali? para la empresa de Tremecen, y ocupado aquel reino qued? por se?or; y su hermano Harradin por gobernador en Argel; mas echado despues de Tremecen por los capitanes del alcaide de los donceles, abuelo de este marqu?s de Comares, que era entonces general de Oran; y muerto huyendo, qued? el reino de Argel en poder del hermano. Habia D. Hugo de Moncada hecho tributarios los gelves despues de algunos a?os de la p?rdida del conde Pedro Navarro, y muerte de D. Garc?a de Toledo, hijo del duque de Alba D. Fadrique, padre del duque D. Fernando que hoy gobierna los estados de Flandes: y tornando con el armada por mandado del emperador sobre Argel, con intento de destruilla y asegurar la marina de Espa?a, tent? desdichadamente la venganza de Diego de Vera y Juan del Rio; porque con tormenta perdi? mucha parte de la armada, y echando gente en tierra para defender los que se iban ? ella con miedo de la mar, perdi? tambien lo uno y lo otro. Crecieron las fuerzas de Barbarroja; extendi?se por la tierra adentro su poder; deshizo el Pe?on que era isla; continu?la con la tierra firme; ocup? los lugares de la mar Sarjel, Guijan, Brica, y el reino de T?nez aunque peque?o. Vino ? noticia del se?or de los turcos, que pretendia por seguridad y paz de sus hijos ocupar ? ?frica y poner en T?nez ? Bayaceto que se mat? ? s? mismo: adelant? ? Barbarroja en fuerzas y autoridad por conseguir este fin y poner al emperador en estrecho y necesidad. Di?le mayor armada con que ocupase y afirmase el reino de T?nez, de donde echado por el emperador pas? ? Constantinopla: qued? general de la armada del turco, y despues favorecido y honrado hasta que muri?; tenido en mas por haberle vencido el emperador; porque los vencedores honrados honran ? los vencidos. Qued? el reino de Argel en poder de gobernadores enviados por el turco; mas el emperador, temiendo la poca seguridad que tenia en sus estados con la grandeza de los turcos en Argel, y hall?ndose en Alemania al tiempo que el gran turco venia sobre ella, mal proveido de dineros para resistille, no quiso obligarse ? la empresa. Quedar sin salir ? ella en Alemania, era poca reputacion; tom? por expediente la de Argel, donde fue roto de la tormenta: retir?se por tierra ? Bug?a, perdiendo mucha parte de la armada, pero salv? el ej?rcito y la reputacion, con gloria de sufrido, de diestro y valeroso capitan. De all? crecieron sin resistencia las fuerzas de los se?ores de Argel; tomaron ? Tremecen, ? Bug?a; y por su ?rden los cosarios ? Jayona, de los moros; ? Tripol, de la ?rden de San Juan: rompieron diversas armadas de galeras sin otra adversidad mas que la p?rdida que hicieron de su armada en la batalla que D. Bernardino de Mendoza gan? ? Al? Hamete y Cara Mami, sus capitanes, sobre la isla de Arbolan. Por este camino vino el reino de Argel ? la grandeza que ahora tiene.
Entretenia el gran turco los moros del reino de Granada con esperanzas, por medio del rey de Argel, para ocupar, como dijimos, las fuerzas del rey D. Felipe en tanto que las suyas estaban puestas contra venecianos; con quien ninguna ocasion de su provecho, aunque peque?a, dejaba pasar. Entre tanto el comendador mayor D. Luis de Requesens sac? del reino y embarc? la infanter?a espa?ola en las galeras de Italia, dejando ?rden ? D. ?lvaro de Bazan, que con las catorce de N?poles, que eran ? su cargo, y tres banderas de infanter?a espa?ola, corriese las islas y asegurase aquellos mares contra los cosarios turcos. Vino ? Civitavieja; de all? ? puerto Santo St?fano, donde juntando consigo nueve galeras y una galeota del duque de Florencia, estorbado de los tiempos entr? en Marsella. Dende ? poco pareciendo bonanza, continu? su viaje; mas entrando la noche comenz? el narbon?s ? refrescar, viento que levanta grandes tormentas en aquel golfo, y travesia para la costa de Berber?a, aunque lejos: tres dias corri? la armada tan deshecha fortuna, que se perdieron unas galeras de otras; rompieron remos, velas, ?rboles, timones: y en fin la capitana sola pudo tomar ? Menorca, y dende all? ? Palam?s: donde los turcos forzados confi?ndose en la flaqueza de los nuestros por el no dormir y continuo trabajo, tentaron levantarse con la galera; pero sentidos, hizo el comendador mayor justicia de treinta. Nueve galeras de las otras siguieron la derrota de la capitana; cuatro se perdieron con la gente y chusma; la una que era de Est?fano de Mari, gentil hombre genov?s, en presencia de todas en el golfo embisti? por el costado ? otra, y fue la embestida salva, y ? fondo la que embisti?: acaecimiento visto pocas veces en la mar; las dem?s dieron al trav?s en C?rcega y Cerde?a, ? aportaron en otras partes con p?rdida de la ropa, vitualla, municiones y aparejos; aunque sin da?o de la gente. Luego que pas? la tormenta lleg? D. ?lvaro de Bazan ? Cerde?a con las galeras de N?poles: puso en ?rden cinco de las que habian quedado para navegar: en ellas y en las suyas embarc? los soldados que pudo; lleg? ? Palam?s, y junt?ndose con el comendador mayor, navegaron la costa del reino de Granada, ? tiempo que poco habia fuera el suceso de Bentomiz y otras ocasiones, mas en favor de los moros que nuestro. Llev? consigo de Cartagena las galeras de Espa?a que tra?a D. Sancho de Leiva; y tornando D. ?lvaro ? guardar la costa de Italia, ?l parti? con veinte y cinco galeras para M?laga. Mas al pasar, avisado por Ar?valo de Suazo de lo sucedido en Bentomiz, envi? con D. Miguel de Moncada ? continuar con D. Juan su intento, y el peligro en que estaba toda aquella tierra, si no se ponia remedio con brevedad, sin esperar consulta del rey. Puso entre tanto sus galeras en ?rden; arm? y rehizo la infanter?a que serian en diez banderas mil soldados viejos, y quinientos de galera; junt? y arm? de M?laga, Velez y Antequera, por medio de Ar?valo de Suazo y Pedro Verdugo, tres mil infantes. Volvi? D. Miguel con la comision de D. Juan, y parti? el comendador mayor ? combatir los enemigos. Llegado ? Torrox, envi? ? D. Martin de Padilla, hijo del adelantado de Castilla, con alguna infanter?a suelta para reconocer el fuerte de Frejiliana, y volvi? trayendo consigo algun ganado. P?sose al pie de la monta?a; y despues de haber reconocido de mas cerca, di? la frente ? D. Pedro de Padilla con parte de sus banderas y otras hasta mil infantes, y mand?le subir derecho. ? D. Juan de C?rdenas, hijo del conde de Miranda, mand? subir con cuatrocientos aventureros y otra gente pl?tica de las banderas de Italia por la parte de la mar, y por la otra ? D. Martin de Padilla con trescientos soldados de galera y algunos de M?laga y Velez: los dem?s que acometiesen por las espaldas del fuerte, donde parece que la subida estaba mas ?spera, y por esto menos guardada, y estos mand? que llevase Ar?valo de Suazo con alguna caballer?a por guarda de la ladera y del agua. Mas D. Pedro, aunque de su ni?ez criado ? las armas y modestia del emperador, soldado suyo en las guerras de Flandes, despreciando con palabras la ?rden del comendador mayor, la cual era que los unos esperasen ? los otros hasta estar igualados , y entonces arremetiesen ? un tiempo; arremeti? sin ?l y lleg? primero por el camino derecho.
Este D. Juan de C?rdenas fue despues conde de Miranda, virey de N?poles, presidente de Italia y Castilla.
Los enemigos estuvieron ? la defensa como gente pl?tica, y juntos resistieron con mas da?o de los nuestros que suyo; pero al fin, dado lugar ? que nuestros armados se pegasen con el fuerte, y comenzasen con las picas ? desviarlos y ? derribar las piedras de ?l, y los arcabuceros ? quitar traveses, estuvieron firmes hasta que sali? un turco de galera enviado por el comendador mayor ? reconocer dentro, con promesa de la libertad. Este di? aviso de la dificultad que habia por la parte que eran acometidos, y cuanto mas f?cil seria la entrada al lado y espaldas. Parti? la gente, y combati?los por donde el turco decia: lo mismo hicieron los enemigos para resistir, pero con mucho da?o de los nuestros, que eran heridos y muertos de su arcabucer?a, al prolongarse por el reparo. Todav?a partidas las fuerzas con esto, aflojaron los que estaban ? la frente; y D. Juan de C?rdenas tuvo tiempo de llegar, lo mismo la gente de M?laga y Velez, que iba por las espaldas. Mas los moros, vi?ndose por una y otra parte apretados, salieron por la del maestral que estaba mas ?spera y desocupada como dos mil personas, y entre ellos mil hombres los mas sueltos y pl?ticos de la tierra: fue porfiado por ambas partes el combate hasta venir ? las espadas, de que los moros se aprovechan menos que nosotros, por tener las suyas un filo, y no herir ellos de punta. Con la salida de estos y sus capitanes tuvieron los nuestros menos resistencia: entraron por fuerza por la parte mas dif?cil y no tan guardada que toc? ? Ar?valo de Suazo, donde ?l fue buen caballero, y buena la gente de M?laga y Velez; pero no entraron con tanta furia, que no diesen lugar ? los que combatian de D. Pedro de Padilla y ? los dem?s, para que tambien entrasen al mismo tiempo. Murieron de los enemigos dentro del fuerte quinientos hombres, la mayor parte viejos: mujeres y ni?os cuasi mil y trescientos con el ?mpetu y enojo de la entrada y despues de salidos en el alcance; y heridos otros cerca de quinientos. Cautiv?ronse cuasi dos mil personas: los capitanes Garral, y el Melil?, general de todos, con la gente que sali?, vinieron destrozados ? Valor, donde Aben Humeya los recogi?, y mand? dende ? pocos dias tornar al mismo Frejiliana. Mas el Melil?, rico y de ?nimo, hizo ahorcar ? Chacon que trataba con los cristianos, por una carta de su mujer que le hallaron, en que le persuadia ? dejar la guerra y concertarse. D?cese que en el fuerte los viejos de concierto se ofrecieron ? la muerte, porque los mozos se saliesen en el entre tanto; al rev?s de lo que suele acontecer y de la ?rden que guarda naturaleza, como quier que los mozos sean animosos para ejecutar y defender ? los que mandan; y los viejos para mandar, y naturalmente mas flacos de ?nimo que cuando eran mozos. De los nuestros fueron heridos mas de seiscientos, y entre ellos de saeta D. Juan de C?rdenas, que fue aquel dia buen caballero. Entre otros murieron peleando D. Pedro de Sandoval, sobrino del obispo de Osma, y pasados de trescientos soldados, parte aquel dia, y parte de heridas en M?laga, donde los mand? el comendador mayor, y vender y repartir la presa entre todos, ? cada uno segun le tocaba, reparti?ndoles tambien el quinto del rey.
Es el vender las presas y dar las partes costumbre de Espa?a; y el quinto derecho antiguo de los reyes dende el primer rey D. Pelayo, cuando eran pocas las facultades para su mantenimiento; ahora porque son grandes, ll?vanlo por reconocimiento y se?or?o: mas el hacer los reyes merced de ?l en comun y por se?al de premio ? los que pelean, es causa de mayor ?nimo; como por el contrario ? cada uno lo que ganare y ? todos el quinto generalmente cuando vienen ? la guerra, ocasion para que todos vengan ? servir en las empresas con mayor voluntad. Pero esta se trueca en codicia, y cada uno tiene por tan propio lo que gana, que deja por guardallo, el oficio de soldado, de que nacen grandes inconvenientes en ?nimos bajos y poco pl?ticos; que unos huyen con la presa, otros se dejan matar sobre ella de los enemigos, impedidos y enflaquecidos, otros desamparadas las banderas, vuelven ? sus tierras con la ganancia. Vi?nense por este camino ? deshacer los ej?rcitos hechos de gente natural, que campean dentro en casa: el ejemplo se ve en Italia entre los naturales, como se ha visto en esta guerra dentro en Espa?a.
El buen suceso de Frejiliana soseg? la tierra de M?laga y la de Ronda por entonces: el comendador mayor se di? ? guardar la costa, ? proveer con las galeras los lugares de la marina; mas en tierra de Granada, el mal tratamiento que los soldados y vecinos hacian ? los moriscos de la Vega, la carga de alojamientos, contribuciones y composiciones, la resolucion que se tom? de destruir las Albu?uelas flacamente ejecutada; di? ocasion ? que muchos pueblos que estaban sobresanados, se declarasen, y subiesen ? la sierra con sus familias y ropa. Entre estos fue el rio de Bolodui ? la parte de Guadix, y ? la de Granada Guejar, que en su calidad no di? poco desasosiego. La gente de ella recogiendo su ropa y dineros, llevando la vitualla, y dejando escondida la que no pudieron, con los que quisieron seguillos, se alzaron en la monta?a, cuasi sin habitacion por la aspereza, nieve y frio. Quiso D. Juan reconocer el sitio del lugar llevando ? Luis Quijada y al duque de Sesa; trat?se si lo debia mantener, ? dejar; no pareci? por entonces necesario para la seguridad de Granada mantenerle y fortificarle como flaco y de poca importancia; pero la necesidad mostr? lo contrario, y en fin se dej?; ? porque no bastase la gente que en la ciudad habia de sueldo ? asegurar ? Granada todo ? un tiempo, y socorrer en una necesidad ? Guejar como la razon lo requeria; ? que no cayesen en que los enemigos se atreverian ? fundar guarnicion en ella tan cerca de nosotros, ?, como dice el pueblo , por criar la guerra entre las manos; celosos del favor en que estaba el marqu?s de Velez, y hartos de la ociosidad propia, y ambiciosos de ocuparse, aunque con gasto de gente y hacienda: dec?ase que fuera necesario sacar un presidio razonable ? Guejar, como despues se hizo lejos de Granada para mantener los lugares de en medio: cada uno sin examinar causas ni posibilidad, se hacia juez de sus superiores.
Mas el rey, viendo que su hermano estaba ocupado en defender ? Granada y su tierra, y que teniendo la masa de todo el gobierno, era necesario un capitan que fuese due?o de la ejecucion, nombr? por general de toda la empresa al marqu?s de Velez, que entonces estaba en gran favor, por haber salido ? servir ? su costa. Sucedi?le dichosamente tener ? su cargo ya la mitad del reino, calor de amigos y deudos; cosas que cuando caen sobre fundamento, inclinan mucho los reyes. ? esto se junt? haberse ofrecido por sus cartas ? echar ? Aben Humeya el tirano, que as? se llamaba; y acabar la guerra del reino de Granada con cinco mil hombres y trescientos caballos pagados y mantenidos; que fue la causa mas principal de encomendalle el negocio. ? muchos cuerdos parece, que ninguno debe de cargar sobre s? obligacion determinada, que el cumplilla, ? el estorbo de ella est? en mano de otro. Fue la eleccion del marqu?s harto contra voluntad de los que estaban cerca de D. Juan, pareci?ndoles que quitaba el rey ? cada uno de las manos la honra de esta empresa.
Habian crecido las fuerzas de Aben Humeya, y ven?dole n?mero de turcos y capitanes pl?ticos segun su manera de guerra; moros berber?es, armas parte traidas, parte tomadas ? los nuestros, vituallas en abundancia, la gente mas, y mas pl?tica de la guerra. Estaba el rey con cuidado de que la gente y las provisiones se hacian de espacio; y pareci?ndole que llegarse ?l mas al reino de Granada, seria gran parte para que las ciudades y se?ores de Espa?a se moviesen con mayor calor, y ayudasen con mas gente y mas presto, y que con el nombre y autoridad de su venida los pr?ncipes de Berber?a andarian retenidos en dar socorro, ciertos que la guerra se habia de tomar con mayores fuerzas; acabada, con todas ellas cargar sobre sus estados, mand? llamar cortes en C?rdoba para dia se?alado, adonde se comenzaron ? juntar procuradores de las ciudades, y hacer los aposentos.
Sali? el marqu?s de Velez de Terque por estorbar el socorro que los moros de Berber?a continuamente tra?an de gente, armas y vitualla, y los de la Alpujarra recebian por la parte de Almer?a. Vino ? Berja , donde quiso esperar la gente pagada y la que daban los lugares de la Andaluc?a. Mas Aben Humeya, entendiendo que estaba el marqu?s con poca gente y descuidado, resolvi? combatille antes que juntase el campo. Dicen los moros haber tenido pl?tica con algunos esclavos, que escondiesen los frenos de los caballos; pero esto no se entendi? entre nosotros: y porque los moros como gente de pie y sin picas recelaban la caballer?a, quiso combatille dentro del lugar antes del dia. Llam? la gente del rio de Almer?a, la del Bolodui, la de la Alpujarra, los que quisieron venir del rio de Almanzora, cuatrocientos turcos y berber?es: eran por todos cuasi tres mil arcabuceros y ballesteros, y dos mil con armas enhastadas. Ech? delante un capitan que le servia de secretario, llamado Mojajar, que con trescientos arcabuceros entrase derecho ? las casas donde el marqu?s posaba, diese en la centinela , llegando con ella ? un tiempo el arma y ellos, en el cuerpo de guardia: sigui?le otra gente, y ?l qued? en la retaguardia sobre un macho, y vestido de grana. Mas el marqu?s, que estaba avisado por una lengua que los nuestros le trujeron, atraves? algunas calles que daban en la plaza; puso la arcabucer?a ? las puertas y ventanas; tom? las salidas, dejando libres las entradas por donde entendi? que los enemigos vendrian; y mand? estar apercebida la caballer?a y con ella su hijo D. Diego Fajardo: abri? camino para salir fuera, y con esta ?rden esper? ? los enemigos. Entr? Mojajar por la calle que va derecha ? dar ? la plaza, al principio con furia; despues espantado y recatado de hallar la villa sin guardia, oli? humo de cuerdas; y antes que se recatase, sinti? de una y otra parte jugar y hacerle da?o la arcabucer?a. Mas queriendo resistir la gente con alguna otra que le habia seguido, no pudo; sali?se con pocos y desordenadamente al campo. El marqu?s, con la caballer?a y alguna arcabucer?a, ? un tiempo salt? fuera con D. Diego su hijo, D. Juan su hermano, D. Bernardino de Mendoza, hijo del conde de Coru?a, D. Diego de Leiva, hijo natural del se?or Antonio de Leiva, y otros caballeros; di? en los que se retiraban y en la gente que estaba para hacelles espaldas; rompi?los otra vez; pero aunque la tierra fuese llana, impedida la caballer?a de las matas y de la arcabucer?a de los turcos y moros que se retiraban con ?rden, no pudo acabar de deshacer los enemigos. Murieron de ellos cuasi seiscientos hombres; Aben Humeya torn? la gente rota ? la sierra, y el marqu?s ? Berja. Al rey di? noticia, pero ? D. Juan poca y tarde; hombre preciado de las manos mas que de la escritura; ? que queria darlo ? entender, siendo ense?ado en letras y estudioso. Comenz? D. Juan con ?rden del rey ? reforzar el campo del marqu?s; antes ? formarlo de nuevo: puso con dos mil hombres ? D. Rodrigo de Benavides en la guarda de Guadix; ? Francisco de Molina envi? con cinco banderas ? la de Orgiba; mand? pasar ? D. Juan de Mendoza con cuasi cuatro mil infantes y ciento y cincuenta caballos adonde el marqu?s estaba; y al comendador mayor, que tomando las banderas de D. Pedro de Padilla , las pusiese en Adra, donde el marqu?s vino de Berja ? hacer la masa. Lleg? D. Sancho de Leiva ? un mismo tiempo con mil y quinientos catalanes de los que llaman delados, que por las monta?as andan huidos de las justicias, condenados y haciendo delitos, que por ser perdonados vinieron los mas de ellos ? servir en esta guerra: era su cabeza Antic Sarriera, caballero catalan; las armas sendos arcabuces largos, y dos pistoletes de que se saben aprovechar. Lleg? Lorenzo Tellez de Silva, marqu?s de la Favara, caballero portugu?s, con setecientos soldados, la mayor parte hechos en Granada y ? su costa: atraves? sin da?o por el Alpujarra entre las fuerzas de los enemigos; y por tenerlos ocupados en el entretanto que se juntaba el ej?rcito, y las guarniciones de Tablate, Durcal y el Padul seguras ; por impedir asimismo que estos no se juntasen con los que estaban en la sierra de Guejar y con otros de la Alpujarra; por estorbar tambien el desasosiego en que ponian ? Granada con correr?as de poca gente, y por quitalles la cogida de los panes del valle; mand? D. Juan que D. Antonio de Luna con mil infantes y doscientos caballos fuese ? hacer este efecto, quemando y destruyendo ? Restaval, Pinillos, Belejij, Concha, y, como dije, el valle hasta las Albu?uelas. Parti? con la misma ?rden y ? la misma hora, que cuando fue ? quemallas la vez pasada, pero con desigual fortuna; porque llegando tarde, hall? los moros levantados por el campo, y en sus labores con las armas en la mano: tuvieron tiempo para alzar sus mujeres, hijos, y ganados, y ellos juntarse, llevando por capitanes ? Rendati, hombre se?alado, y ? Lope, el de las Albu?uelas, ayudados con el sitio de la tiera barrancosa. Acometieron la gente de D. Antonio, ocupada en quemar y robar; que pudo con dificultad, aunque con poca p?rdida, resistir y recogerse, sigui?ndole y combati?ndole por el valle abajo malo para la caballer?a. Mas D. Antonio, ayud?ndole D. Garc?a Manrique, hijo del marqu?s de Aguilar, y L?zaro de Heredia, capitan de infanter?a, haciendo ? veces de la vanguardia retaguardia, ? veces por el contrario tomando algunos pasos con la arcabucer?a, se fue retirando hasta salir ? lo raso, que los enemigos con temor de la caballer?a le dejaron. Muri? en esta refriega apartado de D. Antonio el capitan C?spedes ? manos de Rendati con veinte soldados de su compa??a peleando, sesenta huyendo; los dem?s se salvaron ? Tablate donde estaba de guardia. No fue socorrido por estar ocupada la infanter?a quemando y robando sin podellos mandar D. Antonio. Tampoco lleg? D. Garc?a , por ser lejos y ?spera la monta?a, los enemigos muchos. Pero el vulgo ignorante, y mostrado ? juzgar ? tiento, no dejaba de culpar al uno y al otro; que con mostrar D. Antonio la caballer?a de lo alto en las eras del lugar, los enemigos fueran retenidos ? se retiraran; que D. Garc?a pudiera llegar mas ? tiempo y C?spedes recogerse ? ciertos edificios viejos, que tenia cerca; que D. Antonio le tenia mala voluntad dende antes, y que entonces habia salido sin ?rden suya de Tablate, habi?ndole mandado que no saliese. ? m? que s? la tierra, par?ceme imposible ser socorrido con tiempo, aunque los soldados quisieran mandarse, ni hubiera enemigos en medio y ? las espaldas. Tal fue la muerte de C?spedes, caballero natural de Ciudad Real, que habia traido la gente ? su costa, cuyas fuerzas fueron excesivas y nombradas por toda Espa?a; acopa??las hasta la fin con ?nimo, estatura, voz y armas descomunales. Volvi? D. Antonio con haber quemado alguna vitualla, trayendo presa de ganado ? Granada, donde menudeaban los rebatos; las cabezas de la milicia corrian ? una y otra parte, mas armados que ciertos donde hallar los enemigos; los cuales dando armas por un cabo, llevaban de otro los ganados. Habia D. Juan ya proveido que D. Luis de C?rdoba con doscientos caballos y alguna infanter?a recogiese ? Granada y ? la Vega los de la tierra: comision de poco mas fruto, que de aprovechar ? los que los hurtaron; porque no se pudiendo mantener, fue necesario volvellos ? sus lugares faltos de la mitad, donde fueron comunes ? nosotros y ? los enemigos.
Con mayor moderacion y verisimilitud escribe esta victoria nuestro autor que otros.
Hall?base entretanto el marqu?s de Velez en Adra , con cuasi dos mil infantes y setecientos caballos: gente armada, pl?tica, y que ninguna empresa rehusara por dif?cil, extendida su reputacion por Espa?a con el suceso de Berja, su persona subida en mayor cr?dito. Venian muchos particulares ? buscar la guerra, acrecentando el n?mero y calidad del ej?rcito; pero la esterilidad del a?o, la falta de dinero, la pobreza de los que en M?laga fabricaban bizcocho, y la poca gana de fabricarlo por las continuas y escrupulosas reformaciones antes de la guerra, la falta de recuas por la carest?a, la de vivanderos que suelen entretener los ej?rcitos con refrescos, y con esto las resacas de la mar que en M?laga estorban ? veces el cargar, y las mesmas el descargar en Adra, fue causa que las galeras no proveyesen de tanto bastimento y tan ? la continua. Era algunas veces mantenido el campo de solo pescado, que en aquella costa suele ser ordinario; cesaban las ganancias de los soldados con la ociosidad; faltaban las esperanzas ? los que venian cebados de ellas; deten?anse las pagas: comenz? la gente de descontentarse ? tomar libertad y hablar como suelen en sus cabezas. El general, hombre entrado en edad y por esto mas en c?lera, mostrado ? ser respetado y aun temido; cualquiera cosa le ofendia: di?se ? olvidar ? unos, tener poca cuenta con otros, tratar ? otros con aspereza; o?a palabras sin respeto, y o?anlas de ?l. Un campo grueso, armado, lleno de gente particular, que bastaba ? la empresa de Berber?a, comenz? ? entorpecerse nadando y comiendo pescados frescos; no seguir los enemigos habi?ndolos rompido; no conocer el favor de la victoria; dejarlos engrosar, afirmar, romper los pasos, armarse, proveerse, criar guerra en las puertas de Espa?a. Fue el marqu?s juntamente avisado y requerido de personas que ve?an el da?o, y temian el inconveniente, que con la vitualla bastante para ocho dias saliese en busca de Aben Humeya. Por estos t?rminos comenz? ? ser mal quisto del comun, y de all? ? pegarse la mala voluntad en los principales, aborrecerse ?l de todos y de todo, y todos de ?l.
Al contrario de lo que al marqu?s de Mondejar aconteci?; que de los principales vino ? pegarse en el pueblo; pero con mas paciencia y modestia suya, dicen que con igual arrogancia. Yo no vi el proceder del uno ni del otro; pero ? mi opinion ambos fueron culpados, sin haber hecho errores en su oficio, y fuera de ?l, con poca causa y esa comun en algunos otros generales de mayores ej?rcitos. Y tornando ? lo presente, nunca el marqu?s de Velez se hall? tan proveido de vitualla, que le sobrase en el comer ordinario de cada dia para llevar consigo cuantidad, que pudiese gastar ? la larga; pero vista la falta de ella, la poca seguridad que se tenia de la mar; pareci?ndole que de Granada y el Andaluc?a, Guadix, y marquesado de Zenette, y de all? por los puertos de la Ravaha y Loh que atraviesan la sierra hasta la Alpujarra, podia ser proveido; escribi? ? D. Juan , que le mandase tener hecha la provision en la Calahorra; porque con ella y la que viniese por mar, se pudiese mantener el ej?rcito en la Alpujarra y echar de ella los enemigos.
En Granada ninguna diligencia se hizo para proveer al marqu?s; porque, pues no replicaba, tuvieron creido que no tenia necesidad, y que estaba proveido bastantemente en Adra, de donde era el camino mas cauto y seguro: tenian por dificultoso el de la Calahorra; los enemigos muchos, las recuas pocas, la tierra muy ?spera, de la cual decian que el marqu?s era poco pl?tico. Mas el pueblo, acostumbrado ya ? hacerse juez, culp?bale de mal sufrido en palabras y obras igualmente, con la gente particular y comun; ? sus oficiales de liberales en distribuir lo voluntario, y en lo necesario estrechos; detenerse en Adra buscando causas para criar la guerra, tenido en otras cosas por diligente: escrib?anse cartas, que no faltaba adonde cayesen ? tiempo; disminu?ase por horas la gracia de los sucesos pasados: decian que de ello no pesaba ? D. Juan, ni ? los que le estaban cerca: era su parcial solo el presidente, pero ese algunas veces ? no era llamado, ? le exclu?an de los consejos ? horas y lugares, aunque tenia pl?tica de las cosas del reino y alteraciones pasadas. Pas? este apuntamiento hasta ser avisado el consejo por cartas de personas y ministros importantes , y aun reprendido, que parecia desautoridad y poca confianza, no llamar un hombre grave de experiencia y dignidad. Pero no era de maravillar que el vulgo hiciese semejantes juicios; pues por otra parte se atrevia ? escudri?ar lo intr?nseco de las cosas, y examinar las intenciones del consejo.
Decian que el duque de Sesa y el marqu?s de Velez eran amigos, mas por voluntad suya que del duque: no embargante que fuesen tio y sobrino. El marqu?s de Mondejar y el duque ?mulos de padres y abuelos sobre la vivienda de Granada, aunque en p?blico profesasen amistad: antigua la enemistad entre los marqueses y sus padres, renovada por causas y preeminencias de cargos y jurisdicciones; lo mismo el de Mondejar y el presidente, hasta ser maldicientes en procesos el uno contra el otro: Luis Quijada envidioso del de Velez, ofendido del de Mondejar; porque siendo conde de Tendilla, no quiso consentir al marqu?s su padre que le diese por mujer una hija que le pidi? con instancia; amigo intr?nseco de Eraso, y de otros enemigos de la casa del marqu?s. El duque de Feria, enemigo atrevido de lengua y por escrito del marqu?s de Mondejar; ambos dende el tiempo de D. Bernardino de Mendoza, cuya autoridad despues de muerto los ofendia. El duque de Sesa y Luis Quijada ? veces tan conformes, cuanto bastaba para excluir los marqueses, y ? veces sobresanados por la pretension de las empresas: hablab?nse bien, pero hura?os y recatados, y todos sospechosos ? la redonda. Entreten?ase Mu?atones mostrado ? sufrir y disimular, culpando las faltas de proveedores y aprovechamientos de capitanes, lo uno y lo otro sin remedio. D. Juan como no era suyo, content?bale cualquiera sombra de libertad: atado ? sus comisiones, sin nombramiento de oficiales, sin distribucion de dinero, armas y municiones y vituallas, si las libranzas no venian pasadas de Luis Quijada; que en esto y en otras cosas no dejaba de dar ? entender lo que podia, aunque fuese con quiebra de la autoridad de D. Juan; que entendia todos estos movimientos, pero sufr?alos con mas paciencia que disimulacion: solamente le parecia desautoridad que el marqu?s de Mondejar ? el conde su hijo usasen sus oficios, aunque no estaban excluidos ni suspendidos por el rey. Tampoco dejaron de sonarse cosquillas de mozos y otros, que las acrecentaban entre el conde y ellos: tal era la apariencia del gobierno. Pero no por eso se dejaba de pensar y poner en ejecucion lo que parecia mejor al beneficio p?blico y servicio del rey: porque los ministros y consejeros no entran con las enemistades y descontentamientos al lugar donde se juntan, y aunque tengan diferencia de pareceres, cada uno encamina el suyo ? lo que conviene; pero los escritores como no deben aprobar semejantes juicios, tampoco los deben callar cuando escriben con fin de fundar en la historia ejemplos, por donde los hombres huyan lo malo y sigan lo bueno.
Solo esto del duque de Feria no entiendo bien, si bien por concordar todos los manuscritos, no me atrev? ? quitarlo.
Dende los diez de junio ? los veinte y siete de julio estuvo el marqu?s de Velez en Adra sin hacer efecto; hasta que entendiendo que Aben Humeya se rehacia, parti? con diez mil infantes y setecientos caballos, gente, como dije, ejercitada y armada, pero ya descontenta: llev? vitualla para ocho dias; el principio de su salida fue con alguna des?rden. Mand? repartir la vanguardia, retaguardia y batalla por tercios; que la vanguardia llevase el primer dia D. Juan de Mendoza, el segundo D. Pedro de Padilla; y habiendo ordenado el n?mero de bagajes que debia llevar cada tercio, fue informado que D. Juan llevaba mas n?mero de ellos; y puesto que fuesen de los soldados particulares, ganados y mantenidos para su comodidad, y aunque iban para no volver ? Adra; mand? tornar D. Juan al alojamiento con la vanguardia, pudi?ndole enviar ? contar los embarazos y reformarlos; cosa no acontecida en la guerra sin grande y peligrosa ocasion; con que di? ? los enemigos ganado tiempo de dos dias, y ? nosotros perdido. Sali? el dia siguiente con haber hallado poco ? ningun yerro que reformar; llev? la misma ?rden, a?adiendo, que la batalla fuese tan pegada con la vanguardia, y la retaguardia con la batalla, que donde la una levantase los pies, los pusiese la otra, guardando el lugar ? los impedimentos; la caballer?a ? un lado y ? otro; su persona en la batalla, porque los enemigos no tuviesen espacio de entrar. Vino ? Berja, y de all? fue por el llano que dicen de Lucainena, donde al cabo de ?l vieron algunos enemigos con quien se escaramuz? sin da?o de las partes; mostrando Aben Humeya su vanguardia en que habia tres mil arcabuceros, pocos ballesteros; pero encontinente subi? ? la sierra: la nuestra aloj? en el llano, y el marqu?s en Ujijar donde se detuvo un dia, y mas el que camin?: dilacion contra opinion de los pl?ticos, y que di? espacio ? los enemigos de alzar sus mujeres, hijos y ropa, esconder y quemar la vitualla, todo ? vista y media legua de nuestro campo. El dia siguiente sali? del alojamiento: los enemigos mostr?ndose en ala, como es su costumbre, y dando grita acometieron ? D. Pedro de Padilla , con determinacion, ? lo que se ve?a, de dar batalla. Eran seis mil hombres entre arcabuceros y ballesteros, algunos con armas enhastadas; v?ase andar entre ellos cruzando Aben Humeya bien conocido, vestido de colorado, con su estandarte delante; tra?a consigo los alcaides, y capitanes moriscos y turcos que eran de nombre. Sali? ? ellos D. Pedro con sus banderas y con los aventureros que llevaba el marqu?s de la Favara, y resistiendo su ?mpetu, los hizo retirar cuasi todos: pero fueron poco seguidos; porque al marqu?s de Velez pareci? que bastaba resistillos, ganalles el alojamiento, y esparcillos. Retir?ronse ? lo ?spero de la monta?a con p?rdida de solos quince hombres: fue aquel dia buen caballero el marqu?s de la Favara, que apartado con algunos particulares que le siguieron, se adelant?, pele?, y sigui? los enemigos; lo mismo hizo D. Diego Fajardo con otros. Aben Humeya apretado huy? con ocho caballos ? la monta?a, y dejarret?ndolos, se salv? ? pie; el resto de su gente se reparti? sin mas pelear por toda ella: hombres de paso, resolutos ? tentar y no hacer jornada; cebados con esperanzas de ser por horas socorridos ? de gente para resistir, ? de nav?os para pasar en Berber?a; y esta flaqueza los trujo ? perdicion. Content?se el marqu?s con rompellos, ganalles el alojamiento, y esparcillos; teniendo que bastaba, sin seguir el alcance, para sacallos de la Alpujarra; ? que esperase mayor des?rden, ? que le pareciese que se aventuraba en dar la batalla el reino de Granada, y que para el nombre bastaba lo hecho: hall?se tan cerca del camino, que con doscientos caballos acord? pasar aquella noche ? reconocer la vitualla ? la Calahorra, donde no hallando que comer, volvi? otro dia al campo, que estaba alojado en Valor el alto y bajo. Det?vose en estos dos lugares diez dias, comiendo la vitualla que trajo y alguna que se hall? de los enemigos sin hacer efecto, esperando la provision que de Granada se habia de enviar ? la Calahorra, y teniendo por incierta y poca la de Adra; y aunque los ministros ? quien tocaba afirmasen que las galeras habian traido en abundancia, resolvi? mudarse ? la Calahorra, fortaleza y casa de los marqueses de Zenette, patrimonio del conde Julian en tiempo de godos, que en el de moros tuvieron los Zenettes venidos de Berber?a, una de las cinco generaciones descendientes de los al?rabes que poblaron y conquistaron ? ?frica. Tuvo el marqu?s por mejor consejo dejar ? los enemigos la mar y la monta?a, que seguillos por tierra ?spera y sin vitualla, con gente cansada, descontenta y hambrienta; y asegurar tierra de Guadix, Baza, rio de Almanzora, Filabres, que andaba por levantarse, y allanar el rio de Bolodui que ya estaba levantado, comer la vitualla de Guadix y el marquesado.
Mas la gente con la ociosidad, hambre y descomodidad de aposentos, comenz? ? adolecer y morir. Ningun animal hay mas delicado que un campo junto, aunque cada hombre por s? sea recio y sufridor de trabajo; cualquier mudanza de aires, de aguas, de mantenimientos, de vinos; cualquier frio, lluvia, falta de limpieza, de sue?o, de camas, le adolece y deshace; y al fin todas las enfermedades le son contagiosas. Andaban corrillos, quejas, libertad, derramamientos de soldados por unas y otras partes, que escogian por mejor venir en manos de los enemigos: ?banse cuasi por compa??as sin ?rden ni respeto de capitanes. Como el paradero de estos descontentamientos, ? es amotinarse, ? un desarrancarse pocos ? pocos, vino ? suceder as? hasta quedar las banderas sin hombres; y tan adelante pas? la des?rden, que se juntaron cuatrocientos arcabuceros, y con las mechas en las serpentinas salieron ? vista del campo: fue D. Diego Fajardo hijo del marqu?s por detenerlos, ? quien dieron por respuesta un arcabuzazo en la mano y el costado, de que peligr?, y qued? manco. La mayor parte de la gente que el marqu?s envi? con ?l, se junt? con ellos y fueron de compa??a; tanto en tan breve tiempo habia crecido el odio y desacato.
En fin llegado y alojado en el lugar, temiendo de su persona pas? ? posar en la fortaleza: la gente se aposent? en el campo comiendo ? libra escasa de pan por soldado sin otra vianda; pero dende ? pocos dias dos libras por dia, y una de carne de cabra por semana; los dias de pescado algun ajo y una cebolla por hombre, que esto tenian por abundancia: sufrieron mucho las banderas de N?poles con el nombre de soldados viejos, y la gente particular; quedaron en pie cuasi solas estas compa??as y doscientos caballos. Tal fue el suceso de aquella jornada en que los enemigos vencidos quedaron con la mar y tierra, mayores fuerzas y reputacion; y los vencedores sin ella, faltos de lo uno y de lo otro.
En el mismo tiempo los vecinos del Padul, ? tres leguas de Granada, se quejaban que habian tenido y mantenido mucho tiempo gruesa guarnicion, que no podian sufrir el trabajo, ni mantener los hombres y caballos. Pidieron que ? se mudase la guardia ? se disminuyese, ? los llevasen ? ellos ? vivir en otro lugar. V?nose en esto; y salidos ellos, la siguiente noche junt?ndose con los moros de la sierra, dieron en la guarnicion, mataron treinta soldados, y hirieron muchos acogi?ndose ? lo ?spero: cuando el socorro de Granada lleg?, hall? hecho el da?o y ? ellos en salvo.
La des?rden del campo del marqu?s puso cuidado ? D. Juan de proveer en lo que tocaba ? tierra de Baza; porque la ciudad estaba sin mas guardia, que la de los vecinos. Envi? ? D. Antonio de Luna con mil infantes y doscientos caballos, que estuvo dende medio agosto hasta medio noviembre sin acontecer novedad ? cosa se?alada, mas del aprovechamiento de los soldados, mostrados ? hacer presas contra amigos y enemigos. Puso en su lugar ? D. Garc?a Manrique ? la guardia de la Vega, sin nombre ? t?tulo de oficio. Vi?se una vez con los enemigos, mat?ndoles alguna gente sin da?o de la suya.
Entre tanto no cesaban las envidias y pl?ticas contra los marqueses, especialmente las antiguas contra el de Mondejar; porque aunque sus compa?eros en la suficiencia fuesen iguales, vi?se que en el conocimiento de la tierra y de la gente donde y con quien habia hecho la vida, y en las provisiones por el luengo uso de proveer armadas, era su parecer mas aprobado que apacible; pero siempre seguido, hasta que el marqu?s de Velez subi? en favor y vino ? ser se?or de las armas. Entonces dejaron al de Mondejar, y tornaron ? deshacer las cosas bien hechas del de Velez. Mas cuando este comenz? ? faltar de la gracia particular y general, tornaron sobre el de Mondejar; y temiendo que las armas de que estaba despojado tornasen ? sus manos, claramente le exclu?an de los consejos, calumniaban sus pareceres, publicaban por una parte las resoluciones y por otra hac?anle autor del poco secreto; parec?ales que en algun tiempo habia de seguirse su opinion cuanto al recibir los moriscos y despues oprimillos, que cesarian las armas y por esto la necesidad de las personas por quien eran tratadas.
Estaban nuestras compa??as tan llenas de moros aljamiados, que donde quiera se mantenian esp?as: las mujeres, los ni?os esclavos, los mismos cristianos viejos daban avisos, vendian sus armas y municion, calzado, pa?o, y vituallas ? los moros. El rey por una parte informado de la dificultad de la empresa, por otra dando cr?dito ? los que la facilitaban, vistos los gastos que se hacian, y pareci?ndole que el marqu?s de Mondejar, ?mulo del de Velez y de otros, aunque no daba ocasion ? quejas, daba avilanteza ? que se descargasen de culpas, diciendo que por tener ?l mano en los negocios eran ellos mal proveidos, y que la ciudad descontenta de ?l, y persuadida por el corregidor Juan Rodriguez de Villafuerte que era interesado, y del presidente que le hacia espaldas, de mejor gana contribuiria con dinero, gente y vitualla hall?ndose ausente que presente, que de ninguno podia informarse mas clara y particularmente; envi?le ? mandar que con diligencia viniese ? Madrid: algunos dicen que en conformidad de sus compa?eros. El suceso mostr?, que la intencion del rey era apartalle de los negocios. Mas porque se vea como los pr?ncipes pudiendo resolutamente mandar, quieren justificar sus voluntades con alguna honesta razon, he puesto las palabras de la carta.
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No estaba Granada por esto mas proveida de vitualla, ni se hacian los partidos de ella con mayor recatamiento, aunque el presidente remediaba parte del da?o con industria; ni en lo que tocaba ? la gente y pagas se guardaban las ?rdenes de D. Juan, ? quien tampoco perdonaba el pueblo de Granada; libre y atrevido en el hablar, pero en presencia de los superiores siervo y apocado; movido ? creer y afirmar facilmente sin diferencia lo verdadero y lo falso; publicar nuevas ? perjudiciales ? favorables, seguillas con pertinacia: ciudad nueva, cuerpo compuesto de pobladores de diversas partes, que fueron pobres y desacomodados en sus tierras, ? movidos ? venir ? esta por la ganancia; sobras de los que no quisieron quedar en sus casas, cuando los Reyes cat?licos la mandaron poblar; como es en los lugares, que se habitan de nuevo. No se dice esto porque en Granada no haya tambien nobleza escogida por los mesmos reyes cuando la rep?blica se fund?, venida de personas excelentes en letras, ? quien su profesion hizo ricos, y los descendientes de unos y otros nobles de linaje ? de ?nimo y virtud, como en esta guerra lo mostraron no solamente ellos, pero el comun; mas porque tales son las ciudades nuevas, hasta que envejeci?ndose la virtud y riqueza, la nobleza se funda. Discurrian las intenciones libres por todos sin perdonar ? ninguno, y las lenguas por los que osaban, y no sin causa; porque en guerra de mucha gente, de largo tiempo, varia de sucesos, nunca faltan casos que loar ? condenar. Las compa??as de Granada eran tan faltas y mal disciplinadas, que ni con ellas se podia estar dentro, ni salir fuera; pero la mayor des?rden fue que habiendo mandado el rey castigar con rigor los soldados que se venian del marqu?s de Velez, y procurando D. Juan que se pusiese en ejecucion; cansados los ministros de ejecutar y D. Juan de mandar, visto lo poco que aprovechaba, se tom? expediente de callar; y por no quedar del todo sin gente, consentir que las compa??as se hinchiesen de la que desamparaba las banderas del marqu?s, no sin alguna sombra de negligencia ? voluntad; la cual fue causa de que viniese el campo ? quedar deshecho, y los enemigos se?ores de mar y tierra, campeando Aben Humeya con siete mil hombres, quinientos turcos y berber?es, sesenta caballos; mas para autoridad que necesidad.
Ya Jergal en el rio de Almer?a, lugar del conde de la Puebla, se habia levantado ? instancia de Portocarrero mayordomo suyo: ? por la habilidad ? por el barato ocup? la fortaleza con poca artiller?a y armas, y echando de ella al alcaide puso gente dentro; mas ?l dende ? poco di? en las manos del conde de Tendilla, y fue atenazado en Granada. Estaba tambien levantado el valle y rio de Bolodui, paso entre tierra de Guadix, Baza y la mar confinante con el Alpujarra. El marqu?s por tener ocupada la gente, darle alguna ganancia, mantener la reputacion de la guerra, determin? ir en persona sobre ?l, habi?ndolo consultado con el rey, que le remiti? la ida ? ? all?, ? ? tierra de Baza en caso que la gente no fuese tan poca, que no llegase ? n?mero de los cinco mil hombres. Llevando pues ? D. Juan de Mendoza sin gente, con la de D. Pedro de Padilla, y parte de la que D. Rodrigo de Benavides tenia en Guadix, alguna otra de amigos y allegados que seguian la guerra, doscientos y cincuenta caballos, parti? ? deshacer una masa de gente que entendi? juntarse en Bolodui, temiendo que da?ase tierra de Baza, y pusiesen ? D. Antonio de Luna en necesidad, y junt?ndose con ellos Aben Humeya, pasase el da?o adelante. Parti? de la Calahorra, vino ? Fi?ana, llevando la vanguardia D. Pedro de Padilla con las banderas de N?poles. Habia nueve leguas de Fi?ana al lugar donde los enemigos se recogian; mas no pudiendo caminar ? pie los soldados tan gran trecho, fueron necesitados ? quedar la noche cansados y mojados , ? dos leguas de los enemigos; inconveniente que acontece ? los que no miden el tiempo con la tierra, con la calidad y posibilidad de la gente. Los moros, apercebidos de la venida de los nuestros, dieron avisos con fuegos por toda la tierra, alzaron la ropa y personas que pudieron. Hab?ase adelantado con la caballer?a el marqu?s tomando consigo cuatrocientos arcabuceros ? las ancas de los caballos y bagajes; mas cansados unos y otros dejaron la mayor parte. Los enemigos aguardando ora ? un paso del rio, ora ? otro, segun vian que nuestra caballer?a se movia, ora haciendo alguna resistencia, se acogieron ? la sierra. Dejaban muchos bagajes, mujeres y ni?os, en que los soldados se ocupasen; y vi?ndolos embarazados con el robo, sin espaldas de arcabucer?a, hicieron vuelta, cargando de manera, que los nuestros fueron necesitados ? retirarse con p?rdida, no sin alguna des?rden, aunque todav?a con mucho de la presa. Parte de la caballer?a se acogi? fuera de tiempo, disculp?ndose que no se les hubiese dado la ?rden, ni esperado la arcabucer?a que dejaban atr?s. Pero el marqu?s viendo que la retirada era por conservar el robo , envi? persona con veinte caballos y algunos arcabuceros, que con autoridad de justicia quitase ? la caballer?a la presa, para que despues se repartiese igualmente, llamando ? la parte los soldados de D. Pedro de Padilla que quedaron atr?s. El comisario, hallando alguna contradiccion, compr? tres esclavas: una de las cuales se ofreci? ? descubrille gran cantidad de ropa y dineros; mas ella vi?ndose en la parte que deseaba hizo se?as, ? que se juntaron muchos moros: mataron algunos caballos y todos los arcabuceros; salv?se el comisario ? la parte contraria del marqu?s, corriendo hasta Almer?a diez leguas de donde comenz? ? salvarse, y todas por tierras de enemigos: quedaron los caballos con la presa, pero tan ocupados, que fueron de poco provecho, y el marqu?s por esto torn? retir?ndose con ?rden hasta juntar consigo la gente de D. Pedro. Dende all? vino ? Fi?ana con mucha parte de la cabalgada, y con igual da?o de muertos y heridos. Mas entendiendo que los moros de la sierra de Baza y rio de Almanzor andaban en cuadrillas, y desasosegaban la tierra, temiendo que llevasen tras s? los lugares de aquella provincia, y Filabres, donde tenia su estado, gruesos y fuertes, y que las fuerzas de D. Antonio de Luna no serian bastantes ? resistillos; parti? en principio de invierno, con mil infantes y doscientos y cincuenta caballos que tenia, para Baza. Pero D. Antonio, hombre prevenido , dej? la gente antes que llegase el marqu?s, y volvi? ? servir su cargo en Granada; ? por haber oido que no se entendia blandamente con las cabezas de la gente; ? porque tuvo por mas ? prop?sito de su autoridad ser mandado de D. Juan, que entonces gastaba su tiempo en mantener ? Granada ? manera de sitiado, contra las correr?as de los enemigos: descontento y ocioso igualmente, mas deseando y procurando comision del rey para emplear su persona en cosa de mayor momento. Las cabezas de su gente con cualquier liviana ocasion no dejaban de mostrarse en todas partes de la ciudad, corriendo las calles armados inciertos ? que parte fuese el peligro, siguiendo esos pocos por las mismas pisadas que salian, sin haber atajado la tierra, hasta dejallos en salvo y recogidos ? la monta?a. Llaman atajar la tierra en lengua de hombres del campo, rodealla al anochecer y venir de dia para ver por los rastros, que gente de enemigos y por que parte ha entrado ? salido. Esta diligencia hacen todos los dias personas ciertas de pie y de caballo, puestos en postas que cercan ? la redonda la comarca, y ll?manlos atajadores, oficio de por s? y apartado del de los soldados; porque no se hacia esta diligencia en tierra escura y doblada, y en lugar que aunque grande, no era el circuito extendido, y eran los pasos ciertos, no pude entender la causa.
Aben Humeya, vi?ndose libre del marqu?s de Velez, con los siete mil hombres que tenia se puso sobre Adra con ?nimo de tomar el lugar, que pensaba estar desamparado; mas viendo que perdia el tiempo, pas? ? Berja, y qu?sola batir con dos piezas; pero levant?se de all?: corri? y estrag? la tierra del marqu?s de Velez, el lugar de las Cuevas; quem? los jardines, da?? los estanques, todo guardado con curiosidad de mucho tiempo para recreacion; acometiendo llegar ? los Velez en sierra de Filabres, torn? ? Andarax, donde como asegurado de la fortuna vivia ya con estado de rey; pero con arbitrio de tirano, se?or de las haciendas y personas, tenido por manso enga?aba con palabras blandas; mas para quien recatadamente le miraba, oscuras y suspensas, de mayor autoridad que cr?dito: codicia en lo hondo del pecho, rigor nunca descubierto sino cuando habia ofendido, y entonces sosegado como si hubiera hecho beneficio, queria gracias de ello. Contaba el dinero y los dias ? quien mas familiar trataba con ?l, y algunos de estos ? que pensaba ofender escogia por compa?eros de sus consejos y conversacion. Tal era Aben Humeya; y puesto que entre nosotros fuese tenido por inocente y llamado D. Hernandillo de Valor, el oficio descubri? cual es el hombre. Con todo esto dur? algunos dias que le hacian entender que era bien quisto, y ?l lo cre?a, ignorante de su condicion; hasta que el vulgo comenz? ? tratar de su manera, de su vida, de su gobierno, todo con libertad y desprecio, como riguroso y tenido en poco. Apart?ronse de su servicio descontentas algunas cabezas, que tomaron avilanteza; en tierra de Granada, el Nacoz; en la de Beza, Maleque; en la de Almu?ecar, Giron; en la de Velez, Garral; en el rio de Almer?a, Mojajar; en el de Almanzora, Aben Mequenun, que decian Portocarrero, hijo del que levant? ? Jergal; y al fin Farax, uno de los principales que fueron en hacelle rey. Carg?banle culpas, escarnec?anle; burlaban de su condicion sus mismos consejeros: se?ales que por la mayor parte preceden ? la destruicion del tirano. Quej?banse los turcos, entre otros muchos, que habiendo dejado su tierra por venir ? serville, no los ocupaba donde ganasen: descontentos y entretenidos con sueldos ordinarios. Mas ?l, espacioso, irresoluto hasta su da?o, tanto dilat? la respuesta que se enemist? con ellos, habi?ndolos traido para su seguridad; y despues provey? fuera de tiempo. Tra?a en el ?nimo quemar y destruir ? Motril, lugar guardado con alguna ventaja de como solia; pero grande, abierto, llano, y ? la marina. Mas por descuidar los nuestros, acord? enviar fingidamente los turcos ? las Albu?uelas, frontera de Granada, mostrando querer que fuesen regalados y mantenidos en el vicio y abundancia del valle de Lecrin, el uno de tres barrios fuertes, las espaldas ? la sierra. Entre los amigos de quien mas fiaba, era uno Abdal? Abenab? de Mecina de Bombaron, primo suyo, y tambien de la sangre de Aben Humeya, alcaide de los alcaides, tenido por cuerdo y animoso, de buena palabra, comunmente respetado, usado al campo, y entretenido mas en criar ganados que en el vicio del lugar. ? este mand? ir por comisario general para que los alojase y mandase, y los capitanes estuviesen ? su obediencia; di?le ?rden que donde le tomase otro mandado suyo tornase con ellos y la mas gente que pudiese juntar, trayendo vitualla para seis dias; que ?l avisaria del lugar donde debia ir. Partieron seiscientos hombres, cuatrocientos turcos y doscientos berber?es en el mismo h?bito, todos arcabuceros; eran sus capitanes ? la sazon Hhusceni y Carabaji. Apenas llegaron ? Cadiar, cuando Aben Humeya despach? un correo dando gran priesa que volviesen aquella noche ? Ferreira. De aqu? se tram? su muerte. Tratar? de mas lejos la verdadera causa de ella, por haberse publicado diferentemente.
El principio fue descontentamiento de los turcos, mostrados ? mandar su rey en Berber?a; temor que de ?l tenian sus amigos; poca seguridad de las personas y haciendas; sospechas que se entendia con nosotros. Y el tratado fue tal luego que le eligieron, que ninguno en su compa??a tuviese morisca por amiga, sino por leg?tima mujer; y guard?base esto generalmente. Mas habia entre las mujeres una viuda, mujer que fuera de Vicente de Rojas, pariente de Rojas, suegro de Aben Humeya: mujer igualmente hermosa y de linaje, buena gracia, buena razon en cualquier prop?sito, ataviada con mas elegancia que honestidad; diestra en tocar un laud, cantar, bailar ? su manera y ? la nuestra, amiga de recoger voluntades y conservallas. ? esta se lleg? un primo suyo, como es costumbre entre parientes, despues de muerto el marido en la guerra, de quien Aben Humeya se fiaba, llamado Diego Alguacil; vivian juntos, comunic?banse mas que familiarmente: trataba ?l con Aben Humeya loando sus buenas partes y conversacion, tanto que ? desearla ver le inclin?; y contento de ella, por no ofender al amigo, disimul?balo; ausent?bale con comisiones: pudo en fin mas el apetito que el respeto; y mand? al primo que no embargante que fuese casado con otra, la tomase por mujer; rehus?ndolo, tr?jola el rey como en dep?sito ? su casa, y us? de ella por amiga. Avis? de ello la viuda ? su primo mostrando descontentamiento, ofendida entre tantas mujeres de no ser tenida por una de ellas; estar forzada, y holgar de verse fuera de sujecion, habiendo aparejo; que Aben Humeya, celoso de ?l y sospechoso de venganza, buscaba ocasion para matalle. Huy? Alguacil, y junt?ndose con una cuadrilla de mozos ofendidos por otras causas, andaba recatado sin entrar en Valor. Mas dende ? pocos dias supo de la misma como Aben Humeya enviaba los turcos ? cierta empresa, yendo ? juntarse con ellos por la ganancia; tr?jole ? las manos el caso al mensajero, y sabiendo de ?l como iba ? llamar los turcos, le mat?; y tom?ndole las cartas us? de semejante ardid, que el conde Julian con los capitanes del rey D. Rodrigo en Ceuta. No sabia escribir Aben Humeya, y firmar mal en ar?bigo; pero serv?ale de secretario y firmaba algunas veces por ?l un sobrino del Alguacil, que ? la sazon se hall? con su tio; ?l tambien agraviado. En lugar de la carta escribieron otra para Abenab? en que le mandaba que tornando aquella noche con los turcos ? Mecina, y junt?ndose con la gente de la tierra y cien hombres que llevaria consigo Diego Alguacil, los degollase con sus capitanes durmiendo y cansados; lo mismo hiciese de Alguacil, despues de haberse valido de ?l. Envi? con esta carta un hombre de confianza, midiendo el tiempo de manera que llegasen ?l y el mensajero ? Cadiar, cuasi ? una misma hora. Di? el hombre la carta poco antes, y lleg? Diego Alguacil, hallando confuso y maravillado ? Abenab?: d?jole como tra?a la gente consigo; mas que no pensaba hallarse en tal crueldad, por ser personas que habian venido ? favorecer su casta fiados de ?l, y ellos puesto la vida por sus haciendas, por su libertad y por sus vidas: cansados ya de servir ? un hombre voluntario, ingrato, cruel, ?qu? podian esperar sino lo mismo? Bueno de palabras, mas de ?nimo malo y perverso; que no habia mujeres, no haciendas, no vidas con que hartar el apetito, la sed de dinero y sangre. Pas? Hhusceni, capitan de los turcos , antes que Abenab? le respondiese; qu?sole hablar alterado, y Abenab?, ? porque el otro no le previniese, ? con temor que le matasen los turcos, ? con ambicion y cebo del reino, mostr? la carta ? Caravaji y Hhusceni, en que hacia compa?ero suyo en la traicion ? Diego Alguacil, y de los turcos en la muerte; dicen que todo ? un tiempo: sac? el mesmo Alguacil una conficion que suelen usar para salir de s? cuando han de pelear y ? veces para emborracharse, hecha con apio y simiente de c??amo, fuerte para dormir sue?o pesado; esta, dijo, que habian de dar ? los capitanes y cabezas en la cena con el beber, sedientos y cansados del camino, ? manera de la que llaman los al?rabes alhajij. Entendiendo el hecho, resolvieron entre s? de descomponer y matar ? Aben Humeya, parte por asegurarse, parte por roballe, persuadi?ndose que tenia gran tesoro, y hacer ? Abenab? cabeza. Juntaron consigo la gente de Diego Alguacil, y con silencio caminaron hasta Andarax, donde Aben Humeya estaba: aseguraron la centinela como personas conocidas, y que se sabia habellos enviado ? llamar. Pasaron el cuerpo de guardia, entraron en la casa que era en el barrio llamado Laujar, quebraron las puertas del aposento: hall?ronle desnudo, medio dormido, y vilmente entre el miedo y el sue?o, y dos mujeres, embarazado de ellas, especialmente de la viuda amiga de Diego Alguacil que se abraz? con ?l, fue preso en presencia de los que ?l trataba familiarmente: hombres bajos , criados suyos, el Mejuar, Barzana, Deliar, Juan Cort?s de Pliego y su escribano que era del Deire; teniendo veinte y cuatro hombres dentro en casa, cuatrocientos de guardia, mil y seiscientos alojados en el lugar, no hizo resistencia: ninguno hubo que tomase las armas, ni volviese de palabra por ?l. Mas como solo el que es rey puede mostrar ? ser rey un hombre; as? solo el que es hombre puede mostrar ? ser hombre un rey. Falt? maestro ? Aben Humeya para lo uno y lo otro; porque ni supo proveer y mandar como rey, ni resistir como hombre. At?ronle las manos con un almaizar, junt?ronse Abenab?, los capitanes, y Diego Alguacil delante de la mujer ? tratar del delito y la pena, en su presencia ley?ronle y mostr?ronle la carta, que ?l como inocente y maravillado neg?: conoci? la letra del pariente de Diego Alguacil; dijo que era su enemigo, que los turcos no tenian autoridad para juzgalle; protest?les de parte de Mahoma, del emperador de los turcos, y del rey de Argel, que le tuviesen preso dando noticia de ello y admitiendo sus defensas. Mas la razon tuvo poca fuerza con hombres culpados y prendados en un mismo delito, y codiciosos de sus bienes: saque?ronle la casa, reparti?ronse las mujeres, dineros, ropa, desarmaron y robaron la guardia; junt?ronse con los capitanes y soldados, y otro dia de ma?ana determinaron su muerte. Eligieron ? Abenab? por cabeza en p?blico, segun lo habian acordado en secreto, aunque mostr? sentimiento y rehusallo, todo en presencia de Aben Humeya, el cual dijo, que nunca su intencion habia sido ser moro; mas que habia aceptado el reino por vengarse de las injurias, que ? ?l y ? su padre habian hecho los jueces del rey D. Felipe, especialmente quit?ndole un pu?al y trat?ndole como ? un villano, siendo caballero de tan gran casta; pero que ?l estaba vengado y satisfecho, lo mismo de sus enemigos, de los amigos y parientes de ellos, de los que le habian acusado y atestiguado contra ?l y su padre, ahorc?ndolos, cort?ndoles las cabezas, quit?ndoles las mujeres y haciendas: que pues habia cumplido su voluntad, cumpliesen ellos la suya. Cuanto ? la eleccion de Abenab?, que iba contento; porque sabia que haria presto el mismo fin: que moria en la ley de los cristianos, en que habia tenido intencion de vivir, si la muerte no le previniera. Ahog?ronle dos hombres: uno tir?ndole de una parte y otro de otra de la cuerda, que le cruzaron en la garganta; ?l mismo se di? la vuelta como le hiciesen menos mal; concert? la ropa, cubri?se el rostro.
Tal fin hizo Aben Humeya, en quien despues de tantos a?os revivi? la memoria de aquel linaje, que fue uno de los en cuya mano estuvo la mayor parte de lo que entonces se sabia en el mundo. La ocasion convida ? considerar, que como todo lo que en ?l vemos se mantenga por partes, que juntas le dan el ser, y una de ellas sea las castas ? linajes de los hombres; estas como en unos tiempos parece estar acabadas hasta venir ? pobres labradores, as? en otros salen y suben hasta venir ? grandes reyes. Pero muchas veces el Hacedor de todo no hallando sujeto aparejado, produce cosas diminuidas semejantes ? las grandes, como fruto en tierra cansada ? olvidada; ? como queriendo hacer hombre hace enano, por falta de sujeto, de tiempo, de lugar. No habia en el pueblo de Granada moriscos, fuerzas, ocasion, ni aparejo, para crear y mantener rey: sali? de un comun consentimiento de muchas voluntades juntas , hecho un tirano con sombra y nombre de rey; y este descendiente de casta olvidada, mas que tanto tiempo habia se?oreado. Dicen que de una sola hija que tuvo Mahoma llamada F?tima, y de Hali Abenseib vinieron dos linajes; uno de Aben Humeya, otro de Abenhabet, cuya cabeza fue Abdal? Abenhabet Miramamolin, se?or de Espa?a, que ech? los berber?es del reino de ella, y el postrero Juseph Hali Atan, ? quien ech? del reino Abdurrabi Menhadali, cabeza del linaje de Aben Humeya, hasta el ?ltimo Hiscen que rein? en discordia, que habi?ndole los de C?rdoba echado del reino con ayuda de Hab?z, rey de Granada, uno del mismo linaje escogi? ser electo rey por un solo dia, con condicion que le matasen pasadas las veinte y cuatro horas: eligi?ronle, y mat?ronle, y acabaron juntos el linaje de Aben Humeya, y el reino de C?rdoba. Los que descendian de este rey de un dia vinieron ? poblar las monta?as de Granada; y los moros establecieron por ley, que ninguno del linaje de Aben Humeya pudiese reinar en C?rdoba. Porque si despues reinaron en el Andaluc?a los almoravides, y almohades, y el linaje de Abenhut, ya no tuvieron ? C?rdoba por cabeza del reino, hasta que vino ? poder del santo rey D. Fernando el Tercero. Esto se ha dicho por muestra, y acordar que no hay reino perpetuo, pues vino ? desvanecerse un reino tan poderoso, como fue el de C?rdoba.
Antig?edad y or?gen de Aben Humeya, si bien contada con gran diferencia de lo que dicen Garibai, M?rmol, y otros.
Hier?nimo el Melech dice M?rmol porque el Habaqui fue embajador ? Berber?a.
Mand? en este tiempo D. Juan que Pedro de Mendoza fuese ? visitar el presidio de Orgiba con ?rden que sirviese en lugar de Francisco de Molina, porque entendia estar indispuesto, sabiendo que Abenab? nuevo rey juntaba gente para venir sobre la plaza. Mas sucedi? una novedad trasordinaria siendo siete leguas de Granada, como las que suelen acontecer en las Indias ? tres mil de Espa?a; que de cinco banderas, sola una con su capitan D. Garc?a de Montalvo qued? libre sin amotinarse; y acusando ? Francisco de Molina ? una voz de estar loco, y pedian por cabeza ? Pedro de Mendoza. Las se?ales que daban de su locura; que los apretaba con rigor ? las guardias, que estando enfermo los requeria, que no dormia de noche, hombre rico y recatado, que falto de gente particular ayudaba con dineros ? los que enviaba con licencia por cobrar cr?dito, para que viniesen otros; repartia la vitualla por tasa como quien sospechaba cerco. Pero visto que se encaminaba ? motin, quiso prender los capitanes; y soseg?ndolos, procur? que Pedro de Mendoza saliese de Orgiba: mas por satisfacer la gente que estaba ociosa y descontenta, y proveerse de vitualla, envi? la compa??a de Antonio Moreno con su alf?rez Vilches ? correr en el Cehel; que atajados por los moros en el barranco de Tarascon, fueron todos muertos sin escapar mas de tres soldados.
Abenab? con esta ocasion provey? ? Castil de Ferro de armas, artiller?a y vitualla, puso dentro cincuenta turcos con su capitan llamado Leandro para que pudiese recibir el socorro que traeria Caravaji con el armada de Argel, y en persona vino sobre Orgiba, movido por quejas de los pueblos comarcanos, y da?os que continuamente recibian de la guarnicion que en ella residia. Eran los capitanes moros, Berbuz, Rendati, Macox; y turcos, Dali capitan ? quien dej? cabeza de la empresa y de la gente. Apretaron el lugar, mostraron quererle hambrear; fu?ronse con trincheas llegando hasta las casas; v?noles gente, y entraron en ellas: se?ore?ronlas de manera, que descubrian la plaza, y los nuestros no atravesaban ni estaban ? los reparos sin ser enclavados: tomaban por dias el agua peleando; era la hambre y la sed mayor que el temor de los enemigos. Di? Francisco de Molina aviso, y pareci? ? D. Juan que el duque de Sesa la socorriese, por la experiencia, por la gracia y autoridad con la gente, ser del consejo, y el lugar suyo; det?vose algunos dias esperando la vitualla con harta dilacion: parti? con seis mil infantes y trescientos caballos, mas n?mero de gente que de hombres, la mayor parte concejil: pero en Acequia le tom? la gota, enfermedad ordinaria suya, y tan recia que le inhabilitaba la persona, aunque dej?ndole libre el entendimiento. Trat? D. Juan de enviar ? Luis Quijada en su lugar, no sin ambicion; pero el duque mejor?, y en principio de noviembre envi? dende Acequia ? Vilches, que por otro nombre llamaban Pie de palo, buen hombre de campo, pl?tico de la tierra, que con cuatro compa??as de infanter?a en que habia ochocientos hombres, dejando ? la mano derecha ? Lanjaron, hiciese el camino por lo ?spero de la monta?a, desusado muchos a?os, pero posible para caballer?a; y que reconociendo el barranco que atraviesa el camino de Orgiba, tomase lo alto de la monta?a y estuviese quedo, adonde el camino de Lanjaron hace la vuelta cerca de Orgiba, de all? diese aviso ? Francisco de Molina: y por asegurar ? Vilches envi? ? sus espaldas otros ochocientos hombres, siguiendo ?l con el resto de la gente y caballer?a, sospechoso que los unos y los otros habrian menester socorro.
Mas los moros, que tenian no solamente aviso de la salida de Acequia, pero atalayas por todo, que con se?as contaban ? los nuestros los pasos, d?ndolas de una en otra hasta Orgiba, hicieron de s? dos partes: una qued? sobre Orgiba, y otra de la dem?s gente sali? con sus banderas ? esperar al duque. Estos fueron Hhusceni y Dali, encubri?ndose parte de la gente. Comenz? Dali capitan ? mostrarse tarde, y entretenerle escaramuzando. Entre tanto apartaron seiscientos hombres, cuatrocientos con Rendati que se embosc? ? las espaldas de Vilches, y Macox adelante al entrar de lo llano tomando el camino de Acequia de las tres pe?as , cosa pocas veces vista, y de hombres muy pl?ticos en la tierra, apartarse tanta gente escaramuzando, y emboscarse sin ser sentida, ni de los que estaban en la frente, ni de los que venian ? las espaldas. Cay? la tarde, y carg? Dali capitan reforzando la escaramuza ? la parte del barranco cerca de la agua; de manera que ? los nuestros pareci? retirarse adonde entendian que venia el duque, pero con ?rden. Descubri?se la primera emboscada, y fueron cargados tan recio que hall?ndose lejos del socorro y que apuntaba la noche, cuasi rotos se recogieron ? un alto cerca del barranco, con prop?sito de esperar, hechos fuertes; donde pudieran estar seguros, aunque con algun da?o, si el capitan Perea tuviera sufrimiento; pero viendo el socorro, ech?se por el barranco y la gente tras ?l; donde seguido de los moros fue muerto peleando con parte de los que iban con ?l, y pasando adelante cargaron hasta llegar ? dar en el duque ya de noche, que los socorri? y retir?: pero dando en la segunda emboscada de Macox, apretado por una parte de los enemigos, por otra incierto del camino y de la tierra con la escuridad, y confuso con el miedo que la gente llevaba, que le iban faltando, fue necesitado ? hacer frente ? los enemigos por su persona: quedaron con ?l D. Gabriel su tio, D. Luis de C?rdoba, D. Luis de Cardona, D. Juan de Mendoza, y otros caballeros y gente particular; muchos de ellos apeados con la infanter?a dando cargas y siendo seguidos hasta cerca del alojamiento; dicen que si los moros cargaran como al principio, estuviera en peligro la jornada. Pero el da?o estuvo en que Pie de palo partiese ? hora, que el dia no le bast? al duque para llegar ? Orgiba con sol, ni para socorrerle. Enga?a el tiempo en el reino de Granada ? muchos hombres que no le miden por la aspereza de la tierra, hondura de los barrancos, y estrecheza de los caminos. Murieron de los nuestros cuatrocientos hombres, y perdieron muchas armas, segun los moros, gente vana que acrecienta sus prosperidades; mas segun nosotros solos sesenta; lo uno ? lo otro con da?o de los enemigos, y reputacion del duque. De noche sospechoso de la gente, apretado de los enemigos, impedido de la persona, tuvo libertad para poner en ejecucion lo que se ofrecia proveer ? toda parte, resolucion para apartar los enemigos, y autoridad para detener los nuestros que habian comenzado ? huir, recogi?ndose ? Acequia cuasi ? media noche: larga y trabajosa retirada de tres grandes leguas, dos siendo cargada su gente.
Y considerando yo las causas, porque nacion tan animosa, tan aparejada ? sufrir trabajos, tan puesta en el punto de lealtad, tan vana de sus honras , obrase en esta al contrario de su valent?a y valor, truje ? la memoria numerosos ej?rcitos disciplinados y reputados en que yo me hall?, guiados por el emperador D. C?rlos, uno de los mayores capitanes que hubo en muchos siglos; otros por el rey Francisco de Francia su ?mulo, y hombre de no menos ?nimo y experiencia. Ninguno mas armado, mas disciplinado, mas cumplido en todas sus partes, mas pl?tico, abundado de dinero, de vitualla, de artiller?a, de municion, de soldados particulares, de gente aventurera de corte, de cabezas, capitanes y oficiales, me parece haber visto ni oido decir, que el ej?rcito que D. Felipe II rey de Espa?a, su hijo, tuvo contra Enrique II de Francia, hijo de Francisco, sobre Durlan, en defension de los estados de Flandes, cuando hizo la paz tan nombrada por el mundo, de que sali? la restitucion del duque Filiberto de Saboya, negocio tan desconfiado. Como por el contrario, ninguno he visto hecho tan ? remiendos, tan desordenado, tan cortamente proveido, y con tanto disperdiciamiento y p?rdida de tiempo y dinero; los soldados iguales en miedo, en codicia, en poca perseverancia y ninguna disciplina. Las causas pienso haber sido, comenzarse la guerra en tiempo del marqu?s de Mondejar con gente concejil aventurera, ? quien la codicia, el robo, la flaqueza y las pocas armas que se persuadieron de los enemigos al principio, convid? ? salir de sus casas cuasi sin ?rden de cabezas ? banderas: tenian sus lugares cerca, con cualquier presa tornaban ? ellos; salian nuevos ? la guerra, estaban nuevos, volvian nuevos. Mas el tiempo que el marqu?s de Mondejar, hombre de ?nimo y diligencia, que conocia las condiciones de los amigos y enemigos, anduvo pegado con ellos, ? las manos, en toda hora, en todo lugar, por medio de los hombres particulares que le seguian, estuvieron estas faltas encubiertas. Pero despues que los enemigos se repartieron, acontecieron desgracias por donde quedaron desarmados los nuestros y armados ellos; comunic?base el miedo de unos en otros; que como sea el vicio mas perjudicial en la guerra, as? es el mas contagioso: no se repartian las presas en comun, era de cada uno lo que tomaba, como tal lo guardaba, hu?an con ello sin union, sin respondencia; dej?banse matar abrazados ? cargados con el robo, y donde no le esperaban, ? no salian, ? en saliendo, tornaban ? casa; guerra de monta?a, poca provision, menos aparejo para ella, dormir en tierra, no beber vino, las pagas en vitualla, tocar poco dinero ? ninguno: cesando la codicia del interese, cesaba el sufrir trabajo: pobres, hambrientos, impacientes, adolecian, morian, ? huy?ndose los mataban; cualquier partido de estos escogian por mas ventajoso que durar en la guerra, cuando no tra?an la ganancia entre las manos. De los capitanes, algunos cansados ya de mandar, reprender, castigar, sufrir sus soldados, se daban ? las mismas costumbres de la gente, y tales eran los campos que de ella se juntaban. Pero tambien hubo algunos hombres entre los que vinieron enviados por las ciudades, ? quien la verg?enza y la hidalgu?a era freno. Tambien la gente enviada por los se?ores, escogida, igual, disciplinada, y la que particularmente venia ? servir con sus manos, movidos por obligacion de virtud y deseo de acreditar sus personas, animosa, obediente, presente ? cualquiera peligro: tantos capitanes ? soldados, como personas; y en fin autores y ministros de la vitoria. Los soldados y personas de Granada todos aprobaron para ser loados. No parecer? filosof?a sin provecho para lo porvenir esta mi consideracion verdadera, aunque experimentada con da?o y costa nuestra.
Envi? el duque ? dar noticia de lo que pasaba ? Francisco de Molina, mand?ndole, que en caso que no se pudiese detener, desamparase la plaza y se retirase por el camino de Motril; porque el de Lanjaron tenian ocupado los enemigos, y no le podia socorrer. Mas ellos no curaron de tornar sobre Orgiba, as? porque en ella y en la refriega que tuvieron, habian perdido gente y muchos heridos, como porque les pareci? que bastaba tener ? Francisco de Molina corto con poca gente, y ellos hacer rostro ? la del duque, estorbar el da?o que podia hacer en los lugares del valle, que tenian como propios. Francisco de Molina, con la ?rden del duque conforme ? la que ?l tenia de D. Juan, teniendo por cierto que si volvieran sobre ?l, se perderia sin agua, ni vitualla, enclav? y enterr? algunas piezas que no pudo llevar, recogi? los enfermos y embarazos en medio, tom? el camino de Motril libre de los enemigos; donde lleg? con toda la gente que sali?, y con poca p?rdida en el fuerte: dando harto contraria muestra del suceso en el cerco y retirada, de lo que la desverg?enza de los soldados habia publicado; desampar?se por ser corta la provision de vituallas, lugar que habia costado muchas, mucho tiempo, mucha gente y trabajo mantener y socorrer; fue el primero y solo que los enemigos tomaron por cerco; deshicieron las trincheas, quemaron y destruyeron la tierra, llevaron dos piezas aunque enclavadas. Tom?ronse dos moros con cartas que los capitanes escribian ? la gente de las Albu?uelas, y el valle, y otras partes, certific?ndoles la venida del duque ? socorrer ? Orgiba, y anim?ndolos que siguiesen su retaguardia; porque ellos con la gente que tenian se les mostrarian ? la frente, como le estorbasen el socorro ? les combatiesen con ventaja. No estuvieron ociosos el tiempo que ?l se detuvo en Acequia; porque bajaron por Guejar y el Puntal ? la Vega, llevaron ganados, quemaron ? Mairena hasta media legua de Granada, acogi?ndose sin p?rdida y con la presa, por divertir, ? porque la guerra pareciese con igualdad. Esper? en Acequia por entender el motivo de los enemigos y entretenellos que no diesen estorbo ? la retirada de Francisco de Molina, y por su indisposicion, con falta de vitualla, y descontentamiento de la gente: por esto y la ociosidad, y por ser ya el mes de noviembre y la sementera en la mano, se comenz? ? deshacer el campo. Mas llamado por D. Juan, sali? por las Albu?uelas con poca gente, y esa temerosa por lo sucedido , y caminando el dia, los enemigos al costado, lleg? temprano sin acercarse los unos ? los otros, dando culpa ? las guias: quem? el un barrio, y despues de haber enviado ? D. Luis de C?rdoba ? quemar ? Restaval, Belejij, Concha, y otros lugares del valle que D. Antonio de Luna dej? enteros, y dejado ? Pedro de Mendoza con seiscientos hombres alojado en el otro barrio, torn? ? Granada, donde hall? ? D. Juan ocupado en la reformacion de la infanter?a, provisiones de vitualla y otras cosas, por medio y industria de Francisco Gutierrez de Cuellar, del consejo, ? quien el rey envi? particularmente ? mirar por su hacienda; caballero prudente, pl?tico en la administracion de ella, bueno para todo.
Habian las des?rdenes pasado tan adelante, que fue necesario para remediallas hacer demostracion no vista ni leida en los tiempos pasados en la guerra; suspender treinta y dos capitanes de cuarenta y uno que habia, con nombre de reformacion: pero no se remedi? por eso; que el gobierno de las compa??as qued? ? sus mismos alf?reces, de quien suele salir el da?o. Porque como se nombran capitanes sin cr?dito de gente ? dineros, encomiendan sus banderas ? los alf?reces, y oficiales que les ayudan ? hacer las compa??as gastando dinero con los soldados, de quien no pueden desquitarse tom?ndoselo de las pagas, porque se les desharian las compa??as, y procuran hacello enga?ando en el n?mero. Pero los capitanes y oficiales cuasi todos enga?an en las pagas; aunque unos las ponen en calificar soldados y entretenellos con pagar ventajas, ? darles de comer; y estos son tolerables: otros son perniciosos y aun tenidos como traidores, porque enga?an ? su se?or en cosa que le hacen perder la honra, el estado y la vida, fi?ndose de ellos, y estos son los que para s? hacen ganancia con las compa??as, teniendo menos gente, ? robando los hu?spedes, ? componi?ndolos: la misma reformacion se hizo en los comisarios, partidos, y distribucion de vituallas, armas y municiones.
En el tiempo que el duque de Sesa parti? para el socorro de Orgiba, y D. Juan entendia en reformar las des?rdenes, se alz? Galera, una legua de Guescar en tierra de Baza; lugar fuerte para ofender y desasosegar la comarca en el paso de Cartagena al reino de Granada, y no lejos del de Valencia. Mas los de Guescar, entendiendo el levantamiento, fueron sobre el lugar con mil y doscientos hombres y alguna caballer?a; estuvieron hasta tercero dia; y sin hacer mas de salvar cuarenta cristianos viejos que estaban retirados en la iglesia, se tornaron. Habian entrado en Galera por mandado de Abenab? cien arcabuceros turcos y berber?es con el Maleh, alcaide del partido, y era capitan de ellos Caravajal, turco, que salt? fuera cargando en la retaguardia, y poni?ndolos en des?rden les quit? la presa de ganados y mat? pocos hombres, de que los de Guescar indignados mataron algunos moriscos por la ciudad, y en la casa del gobernador donde se habian recogido: quemaron parte de ella, saquearon y quemaron otras en Guescar, ciudad de los confines del reino de Murcia y Granada, patrimonio que fue del rey cat?lico D. Fernando, y dada en satisfaccion de servicios al duque de Alba D. Fadrique de Toledo; pueblo rico, gente ?spera y ? veces mal mandada, descontenta de ser sujeta ? otro sino al rey; y desasosegada con este estado que tiene, procura trocalle con otros, que ? veces desasosiegan mas.
Levant?se de ah? ? pocos dias Orce, una legua de Galera, que los antiguos llamaron Urci; y estando los de Guescar prepar?ndose para ir ? allanarla ? destruirla, los vecinos cristianos nuevos que habian quedado, indignados metieron de noche sin ser sentidos al Maleh con trescientos hombres en sus casas, que dej? emboscados en los lavaderos hasta dos mil, y en ellos trescientos turcos y berber?es, que se habian juntado para el efecto: mas los de la ciudad que tuvieron noticia, vueltas contra ellos las armas, peleando los echaron fuera con da?o y rotos; y dando con el mesmo ?mpetu en la emboscada, la rompieron matando seiscientos hombres. Fuera la vitoria del todo, si los turcos y berber?es no resistieran reparando la gente, y haciendo retirar parte de ella con alguna ?rden. Ya Abenab? habia hecho declarar todo el rio de Almanzora con Purchena , la sierra de Filabres y los lugares de tierra de Baza. Quedaban Seron, y Tijola del duque de Escalona: Tijola inexpugnable, pero falta de agua. Envi? sobre Seron, y sali?ndose la guardia, prendi? el alcaide ; tom? armas, municion, vitualla, doce piezas de bronce. Tijola sigui? ? Seron: de esta manera quedaron levantados todos los moriscos del reino, sino los de la hoya de M?laga y serran?a de Ronda.
Estos motivos, y la priesa que el rey daba ? reforzar el campo del marqu?s de Velez que estaba en Baza, enviando caballeros principales de su casa por las ciudades ? solicitar gente, que saliese antes que los enemigos tomasen fuerzas, apresur? al marqu?s con la gente que trajo de la Peza, y la que D. Antonio de Luna dej? en Baza, y la que se junt? de Guescar y otras partes, por todos cuatro mil infantes, y trescientos y cincuenta caballos, ? ponerse sobre Galera: el Maleh y su hijo desampararon el lugar, desconfiados que se pudiese mantener. Caravajal, turco, dende ? dos dias que el marqu?s lleg?, junt? el pueblo; persuadi?los que salvasen la gente, la ropa, y ? s? mismos, pues tenian aparejo y la sierra cerca; y dici?ndole que dentro en sus casas querian morir, les respondi?: que aun no era llegado el tiempo, ni era su oficio morir; que se salvasen y dejasen aquello para otros que venian brevemente ? morir por ellos. Mas visto que estaban pertinaces, con ciento y treinta turcos y berber?es dando una arma de noche ? los nuestros, se sali? con su gente y dinero, sin recibir da?o; y vino por mandado de Abenab? ? residir en Guejar con los otros capitanes.
Habian los enemigos entrado en ella, fundado frontera, atajado con una trinchea de piedra seca de monte ? monte el trecho, que llaman la Silla; manten?anse contra Granada, hacian presas, solicitando pueblos que se levantasen, recogiendo y regalando los que se alzaban. ? veces estaban en ella cuatro mil, ? veces menos, y de ordinario seiscientos hombres segun las ocasiones; eran capitanes Joaibi, natural del lugar, por otro nombre llamado Pedro de Mendoza , Hocein, Caracajal, turco, Chocon , Macox, Mojajar, y otros. Crecia el desasosiego de la ciudad, y parecia estarse con menos seguridad, pero en nada se via acrecentada la manera de la defensa, descubierta la parte de la ciudad que llaman Realejo frontera ? los enemigos, el barrio de Antequeruela no sin peligro muchos meses, muy ? menudo los apercebimientos, que se hacian de persona en persona y con secreto, mostrando que los enemigos vernian cada noche ? dar en la ciudad, las mas veces por esta parte. Al fin se achic? la puerta que dicen de los molinos, y se puso una compa??a de guardia en Antequeruela, pero no que se atajasen los caminos de Facar, Veas, el Puntal; maravill?ndose los que no tienen noticia de las causas, ? licencia de escudri?allas, como se encarecian tanto las fuerzas de los enemigos y el peligro, y se estaba con tan flaca guardia: en fin se puso una concejil en la puerta de los Molinos; reforz?se la de Antequeruela; p?sose guardia en los M?rtires, y en Pinillos, y Cenes , y ? don Ger?nimo de Padilla mandaron estar en Santa Fe con una compa??a de caballos para asegurar el llano de Loja, dem?s de la guardia de la Vega. P?sose caballer?a en Iznalloz, pero todo no estorbaba que hasta las puertas de Granada se hiciesen ? la continua presas.
Estando en estos t?rminos, comenz? el marqu?s de Velez ? batir ? Galera con seis piezas de bronce, y dos bombardas de hierro, de espacio y con poco fruto. Saltaban fuera los moros ? menudo, haciendo da?o sin recebillo.
Carg? D. Juan la mano con el rey, como agraviado que le hubiese mandado venir ? Granada en tiempo que todos estaban ocupados, por tenelle ocioso, siendo el que menos convenia holgar; mostr?bale deseo de emplear su persona; hijo y hermano de tan grandes pr?ncipes, en cuya casa habian entrado tantas vitorias; mozo, no conocido de la gente; el espacio con que se trataba la guerra en Almanzora, el atrevimiento de los enemigos, la Alpujarrra sin guarniciones, la mar desproveida, los moros en Guejar, lo que convenia tomar el negocio con mayores fuerzas y calor. Pareci? al rey apretar los enemigos, acometi?ndolos ? un tiempo con dos campos; uno por el rio de Almanzora ? cargo de D. Juan, con quien asistiesen el marqu?s de Velez, el comendador mayor de Castilla, y Luis Quijada; otro por el Alpujarra con el duque de Sesa; y por no dejar embarazo tan importante como enemigos ? las espaldas, mand? que antes de su partida viniese sobre Guescar. El nombre de la salida fue dar ?rden en lo que tocaba ? Guadix y Baza, como habia sido con el marqu?s de Mondejar, darla en lo de Granada. Estando Guejar y Galera por los enemigos, cualquier otra empresa parecia dif?cil, y el peligro cierto: en Guejar, por dejarlos ? las espaldas; en Galera, porque podia saltar la rebelion en el reino de Valencia, y con la tardanza conservarse los moros en sus plazas, Purchena, Seron, Tijola, Jergal, Cantoria, Castil de Ferro, y otras. Parti? el comendador mayor de Cartagena por ?rden de D. Juan con ocho piezas de campo, trescientos carros de vitualla, municion, y armas. El marqu?s, aunque entendiendo la ida de D. Juan, mostraba algun sentimiento, no dej? de verse con el comendador mayor, que provey?ndole de vitualla y municion, pas? ? esperar D. Juan en Baza. Dicen, y confiesalo el comendador mayor, que escribi? al rey, como el marqu?s no le parecia ? prop?sito para dar cobro ? la empresa del reino de Granada, y que las cartas vinieron ? las manos del marqu?s primero que ? las del rey; mas ley?las, y disimul?las; ? fuese pensando que la necesidad habia de traelle tiempo ? las manos, en que diese ? conocer lo contrario; ? cansado y ofendido, dando ? entender que la peor parte seria de quien no le emplease. Eran ya los quince de diciembre, y no parecia se?al ni esperanza de que se hiciese efecto contra Galera. Mas el rey solicitaba con diligencia los se?ores de la Andaluc?a, y las ciudades de Espa?a; pidiendo nueva gente para la empresa y salida de D. Juan, y enviando personas calificadas de su casa ? procurallo.
Lleg? la ?rden para que D. Juan hiciese la jornada de Guejar, primero que partiese para Guadix y Baza: hab?ase enviado muchas veces ? reconocer el lugar con personas pl?ticas; lo que referian era, que dentro estaban siete mil arcabuceros y ballesteros resolutos ? venir una noche sobre Granada ; que estaban fortificados y empantanaban la Vega; que allanaban el camino que va por la sierra ? la Alpujarra para recebir gente. Tanto mas puede el recelo que la verdad, aunque cargue sobre personas sin sobresalto. Todav?a no fueron del todo creidos los que daban el aviso; pero reforz?ronse las guardias con mas diligencia, y difiri?se la ida de D. Juan hasta que mas gente de las ciudades y se?ores fuese llegada. Por hacer la jornada con mas seguridad envi? ? D. Garc?a Manrique y Tello de Aguilar, que reconociesen el lugar de noche, y la ma?ana hasta el dia: lo que trujeron fue, que dentro habia mas de cuatro mil infantes; no haber visto fuego ? las trincheas ni en el cuerpo de guardia: no humo aun para encender las cuerdas en el corazon del invierno ; no trocar las guardias, no cruzar ? la ma?ana gente de las casas ? la trinchea ? de la trinchea ? las casas, no acudir con el arma ? la trinchea: atribu?ase todo ? se?ales de gran recatamiento; pero ? juicio de algunas personas pl?ticas, de lugar desamparado. Notaban que en tanto tiempo, tan cerca, lugar abierto y peque?o, se sospechase y no se supiese cierto el n?mero de la gente, pudi?ndose contar por cabezas ? por la comida, y que todos afirmasen pasar de seis mil hombres, y los reconocedores de cuatro mil, llegando tan cerca, y trayendo se?ales de poca gente ? ninguna. Pareci? que seria conveniente servirse de los capitanes que habian sido suspendidos, porque la gente se gobernaria mejor por ellos, y los mas eran personas de experiencia. Mand?ronles tomar sus compa??as, y todos lo quisieron hacer, pudiendo emplear sus personas, sin volver ? los cargos de que una vez fueron echados.
Habia costumbre en el Alhambra de salir los capitanes generales y alcaides cuando se ofrecia necesidad, dejando en la guardia de ella personas de su linaje y suficientes. Mostraba el conde de Tendilla t?tulos suyos, de su padre, abuelo, y bisabuelo, de capitanes generales de la ciudad sin el cargo del reino, y pretendia salir con la gente de ella. Pero Juan Rodriguez de Villafuerte, que entonces era tenido por enemigo suyo declarado, pretendia que como corregidor le tocase: tra?a ejemplo de M?laga donde el corregidor tenia cargo de la gente, no obstante que el alcaide tuviese t?tulo de capitan de la ciudad; mas ? fuese mandamiento expreso, ? inclinacion ? otros, ? desabrimiento particular con la casa ? persona del conde, no obstante las c?dulas, y que la profesion de Juan Rodriguez fuese otra que armas, hizo D. Juan una manera de pleito de la pretension del conde, y remiti? el negocio al consejo del rey; quit?ndole el uso de su oficio, y d?ndole ? Juan Rodriguez, que aquel dia llev? cargo de la gente de la ciudad y le tuvo otros muchos. Parti? ? los veinte y tres de diciembre con nueve mil infantes, seiscientos caballos, ocho piezas de campo. Habia dos caminos de Granada ? Guejar; uno por la mano izquierda y los altos, y este llev? ?l con cinco mil infantes y cuatrocientos caballos: llevaba Luis Quijada la vanguardia con dos mil, donde iba su persona; ? D. Garc?a Manrique encomend? la caballer?a; y la retaguardia con la artiller?a, municion y vitualla al licenciado Pedro Lopez de Mesa y ? D. Francisco de Solis, ambos caballeros cuerdos, pero sin ejercicio de guerra: lo cual di? ocasion ? pensar, que la empresa fuese fingida, y D. Juan cierto que el lugar estaba desamparado; pues encomendaba ? personas pac?ficas lugar adonde podia haber peligro y era menester experiencia; dando al duque el camino del rio mas breve con cuatro mil infantes y trescientos caballos, en que iba la gente de la ciudad. Aquella noche se aposent? en Veas, dos leguas de Granada, y otras tantas de Guejar, con ?rden que juntos por diversas partes llegasen ? un tiempo, y combatiesen los enemigos, para que los que del uno escapasen diesen en el otro; pero qued?les abierto el camino de la sierra. D. Diego de Quesada, ? quien tenia por pl?tico de la tierra, iba por guia del campo de D. Juan, aunque otros hubiese en la compa??a tan soldados, criados en aquella tierra, y mas pl?ticos en ella, segun lo mostr? el suceso. Estaban ? la guardia del lugar ciento y veinte turcos y berber?es con Caravajal que estuvo en Galera, cuatrocientos y treinta de la tierra, todos arcabuceros; la cabeza era Joaibi, los capitanes Cholon, Macox, y Rendati, y el Partal por sarjento mayor; venidos, segun se entendi?, solo por la ganancia de las presas, con la seguridad de la monta?a, y mud?banse por meses; muchas mujeres, muchachos y viejos de los lugares vecinos, que no querian apartarse de sus casas, proveidos de pan y carne en abundancia; y dicen ellos, que nunca hubo mas gente ordinaria. Entendieron dias antes la ida de D. Juan, y tuvieron tiempo de salvar lo mejor de su ropa, sus personas y ganados. El dia antes que D. Garc?a y Tello de Aguilar fueron ? reconocer avisando la gente, partieron los turcos ? la Alpujarra; y de los moros, el dia antes que D. Juan llegase, salieron cuatrocientos hombres con Partal, y el Macox, y Rendati ? la Vega en ocasion de correr nuestras espaldas, y hicieron da?o el mismo dia que lleg? D. Juan: quedaron en Guejar ochenta hombres con Joaibi para retirar el removiente de la gente in?til, y ropa. Partieron ? un tiempo de Granada el duque, y D. Juan de Veas al amanecer: hay pocos hombres del campo que sepan caminar bien de noche la tierra que han visto de dia; esta era toda de un color igual aunque doblada, que di? causa ? la guia de enga?arse cuasi en la salida del lugar, y ? D. Juan de gastar tiempo. Con todo se detuvo, esperando el dia, incierto del camino que haria el duque, y avisando las atalayas de los moros con fuegos ? los suyos de lo que ambos hacian. Mas el duque camin? por derecho: envi? delante ? D. Juan de Mendoza, que hall? la trinchea desamparada sino de diez ? doce viejos, que de pesados escogieron quedar ? morir en ella, estos fueron acometidos y degollados. Entrado y saqueado el lugar por la gente que D. Juan de Mendoza llevaba de vanguardia, vieron subir por la sierra mujeres y ni?os, bagajes cargados, con espaldas de sesenta arcabuceros y ballesteros, que haciendo vuelta sobre los nuestros en defensa de su ropa, se salvaron de espacio, aunque seguidos poco trecho y detenidamente; pero lo que se pudo, y con mas da?o nuestro que suyo: murieron entre hombres y mujeres sesenta personas, y fueron cautivas otras tantas; la dem?s gente por la sierra fueron ? parar en Valor y Poqueira y otros lugares de la Alpujarra: h?bose mucho trigo y ganado mayor; de nuestra gente murieron cuarenta soldados, porque los moros en lo ?spero de la tierra y entre las matas cubiertos con las tocas de las mujeres, esperaban ? nuestros soldados que pensando ser mujeres llegasen ? cautivallas, y los arcabuceasen. Entre ellos muri? el capitan Quijada siguiendo el alcance, desatinado de una pedrada que una mujer le di? en la cabeza. D. Juan apart?ndose del lugar dos leguas, ora acerc?ndose ? menos de un cuarto por camino que todo se podia correr, se hall? pasado mediodia sobre Guejar, dentro de la trinchea de los enemigos en el cerro que llaman la Silla: llev? la gente ordenada; y ? los que nos hallamos en las empresas del emperador, parecia ver en el hijo una im?gen del ?nimo y provision del padre, y un deseo de hallarse presente en todo, en especial con los enemigos. Descubri? de lo alto ? la gente del duque delante del lugar en escuadron, y tan de improviso que Luis Quijada envi? con D. Gomez de Guzman de mano en mano ? pedir artiller?a, pensando que fuesen enemigos, ? dando ? entender que lo pensaba. Esta voz se continu? con mucha priesa; y caminando con dos pezezuelas, lleg? D. Luis de C?rdoba de parte del duque con el aviso, que los enemigos iban rotos y los nuestros estaban dentro en el lugar. Quedamos espantados como Luis Quijada no conoci? nuestras banderas y ?rden de escuadron dende tan cerca, hombre pl?tico en la guerra, y de buena vista; y como el duque enviaba ? decir que los enemigos iban rotos, no habiendo enemigos. Mostr? D. Juan contentamiento del buen suceso, y queja del agravio de que le hubiesen guiado por tanto rodeo que no alcanzase ? ver enemigos. Pero D. Diego de Quesada se excusaba, con que en consejo se le mand? que guiase por parte segura; y Luis Quijada le dijo, que por donde no peligrase la persona de D. Juan; que ?l no sabia como cumplir su comision mas ? la letra que guiando siempre cubierto y dos leguas de los enemigos. Tuvo la toma de Guejar mas nombre lejos, que cerca; mas congratulaciones, que enemigos. Volvieron la misma noche ? Granada D. Juan y el duque de Sesa; mand? quedar ? D. Juan de Mendoza en Guejar con gruesa guardia por algunos dias, y despues ? D. Juan de Alarcon con las banderas de su cargo; dende ? pocos dias ? D. Francisco de Mendoza, reparado y trincheado un fuerte, pero con poca gente. Decian que si cuando los moros desampararon el lugar y D. Juan fue ? reconocelle, se hubiera hecho el fuerte y puesto en ?l una peque?a guardia, como se hizo en Tablate, se salvaran pasadas de tres mil personas, que murieron ? manos de los enemigos, mucha p?rdida de ganado, reputacion y tiempo, el nombre de guerra, desasosiego de noche y dia; todo hecho por mano de poca gente.
Dende este dia parece que D. Juan alumbrado comenz? ? pensar en las gracias de vitoria tan f?cil, y buscadas las causas para conseguilla, hacer y proveer por su persona lo que se ofrecia, con mayor beneficio y mas breve despacho. Extendi?se por Espa?a la fama de su ida sobre Galera, y movi?se la nobleza de ella con tanto calor, que fue necesario dar el rey ? entender que no era con su voluntad ir caballeros sin licencia ? servir en aquella empresa. Enviaron las ciudades nueva gente de ? pie y de caballo: crecieron algunas los precios ? las vituallas, para gastos de la guerra; otras entre cinco vecinos mantenian un soldado. Entraron el tiempo que dur? la masa pasadas de ciento y veinte banderas con capitanes naturales de sus pueblos, personas calificadas, sin la gente que vino al sueldo pagado por el rey, que fue la tercia parte: tanta reputacion pudo dar ? los enemigos la voluntad de venganza. Mand? D. Juan que una parte de la masa se hiciese en el mismo campo del marqu?s de Velez, pasando la gente por Guadix; y otra, pasando por Granada en las Albu?uelas, donde estuviese D. Juan de Mendoza ? recogella, y hacer provision de vitualla. Orden? que el duque de Sesa quedase su lugarteniente en Granada, pasase ? posar en el mismo aposento que ?l tenia en la chanciller?a; y que formado su campo, partiese por Orgiba contra el Alpujarra, ? un mismo tiempo que ?l para Galera, por divertir las fuerzas de los enemigos.
Mas Abdal? Abenab?, indignado del suceso de Guejar, quiso recompensar la fortuna y la reputacion, procurando ocupar algun lugar de nombre en la costa. Escogi? tres mil hombres, y en un tiempo con escalas y como pudo acometieron de noche ? Almu?ecar, que los antiguos llamaban Manoba, y ? Salobre?a, que llamaban Selambina: pero el capitan de Almu?ecar resisti? retenidamente por ser de noche, y con algun da?o de los enemigos, que dejando las escalas se acogieron ? la sierra, donde corrian de continuo la comarca; lo mismo hicieron los que iban ? Salobre?a, que rebotados por D. Diego Ramirez, alcaide de ella, con dificultad, por aguardarse con menos gente, se retiraron junt?ndose con la compa??a. Visto Abenab? que sus empresas le salian inciertas, y que las fuerzas de Espa?a se juntaban contra ?l, envi? de nuevo al alcaide Hoceni ? Argel solicitando gente para mantener, ? nav?os para desamparar la tierra y pasarse; y juntamente con ?l un moro suyo ? Constantinopla. Dicen que llegados ? Argel hallaron ?rden del se?or de los turcos, para que fuese socorrido.
En el mismo tiempo batia el marqu?s ? Galera con poco efecto, defend?anse los vecinos, y reparaban el da?o facilmente; saltaban algunas veces fuera; y entre ellas, trabando una gruesa escaramuza, cargaron nuestra gente de manera, que matando al capitan Leon y veinte soldados, cuasi pusieron en rota el cuartel; pero retir?ronse cargados sin da?o: colgaron de la muralla la cabeza del capitan y otras, y el marqu?s parti? ? Guescar un dia por rehacerse de gente; volviendo trajo consigo pocos soldados. Mas D. Juan parti? de Granada con tres mil infantes y cuatrocientos caballos ? juntarse con el marqu?s; vino ? Guadix, que los antiguos llamaban Acci, pueblo en Espa?a grande, y cabeza de provincia como agora lo es: adoraban los moradores al sol en forma de piedra redonda y negra; aun hoy en dia se hallan por la tierra algunas de ellas con rayos en torno. La nobleza y gente de la ciudad han mantenido el lugar, vi?ndose ? menudo con los moros, y parti?ndose de ellos con ventaja. De Guadix vino de espacio ? Baza, que llamaban los antiguos como los moros Basta, cabeza de una gran partida de la Andaluc?a, que del nombre de la ciudad decian Bastetania, en que habia muchas provincias. Y de all? ? Guescar, donde el marqu?s estaba con su gente, la cual junta con la de la ciudad y tierra hicieron gran recibimiento y salva, mostrando mucha alegr?a con la venida de D. Juan. Solo el marqu?s sali? descontento ? recibirle, por ver que habia de obedecer, siendo poco antes obedecido y temido. Mas D. Juan le recibi? con alegre y blando acogimiento, y aunque sinti? su disgusto, le salud? y abraz? con mucha serenidad, dici?ndole: <
Luego que D. Juan sali? de Granada, fue ? posar el duque en casa del presidente, conforme ? la ?rden que tenia de D. Juan. Comenz?se ? entender en la provision de vitualla en Guadix, Baza y Cartagena, lugares de Andaluc?a, y la comarca, para proveer el campo de D. Juan; y en Granada y su tierra el del duque: pero de espacio, y con alguna confusion, por la poca pl?tica, y des?rdenes de comisarios y tenedores, inclinados todos ? hacer ganancias, y extorsiones con el rey y particulares: y aunque Francisco Gutierrez fue parte para atajar la corrupcion, no lo era ?l ni otro para remedialla del todo. Sali? el duque de Granada ? 21 de hebrero de 1570, quedando por cabeza y gobierno de paz y guerra el presidente; y por ser eclesi?stico, qued? D. Gabriel de C?rdoba para el de guerra, y ejecutar lo que el presidente mandase, que daba el nombre; y hacia el oficio de general un consejo formado de tres oidores, auditor general, Francisco Gutierrez de Cuellar, el corregidor de Granada; quedaron ? la guarda de la ciudad cuatro mil infantes: hac?ase con la misma diligencia con el Albaicin despoblado, Guejar en presidio nuestro, guardada la Vega, con las mismas centinelas, las postas, los cuerpos de guarda, los presidios en Cenes y Pinillos, que cuando la Vega estaba sospechosa, el Albaicin lleno de enemigos, Guejar en su poder: y dur? esta costa y recato hasta la vuelta de D. Juan, ? fuese por olvido, ? por otras causas el guardar contra los de dentro y los de fuera. ?Qu? cosa para los curiosos que vieron al Sr. Antonio de Leiva teniendo sobre s? el campo de la liga, cuarenta mil infantes, nueve mil caballos, y la ciudad enemiga; ?l con solos siete mil infantes enfrenalla, resistir los enemigos, sitiar el castillo, y al fin tomallo, echar y seguir los enemigos, fuertes, armados, unidos, la flor de Italia soldados y capitanes! Vino al Padul el mismo dia que salia de Granada, donde en Acequia se detuvo muchos dias esperando gente y vituallas; y haciendo reducto en Acequia y las Albu?uelas para asegurarse las espaldas, y asegurar ? Granada en un caso contrario ? furia de enemigos, y el paso ? las escoltas que partiesen de la ciudad ? su campo: otro fuerte en las Guajaras, para asegurar aquella tierra y los pe?ones, donde otra vez los ech? el marqu?s de Mondejar; y por dar tiempo ? Don Juan para que juntos entrasen en el rio de Almanzora y Alpujarra. All? le fue ? visitar el presidente, y dar priesa ? su salida: tom? el camino de Orgiba con ocho mil infantes y trescientos y cincuenta caballos. Iban con ?l muchos caballeros de la Andaluc?a, muchos de Granada, parte con cargos, y parte por voluntad. Lleg? sin que los enemigos le diesen estorbo, aunque se mostraron pocos y desordenados al paso de Lanjaron y de Ca?ar.
Hall?base Abenab? en Andarax resoluto de dejar al duque el paso de la Alpujarra, combatille los alojamientos, atajarle las escoltas, cierto que la gente cansada, hambrienta, sin ganancia, le dejaria. Este dicen que fue parecer de los turcos, ? que le tuviesen por mas seguro, ? que hubiesen comenzado ? tratar con D. Juan de su tornada ? Berber?a, como lo hicieron, y no quisiesen despertar ocasiones con que se rompiese el tratado. Pero ? quien considera la manera que en esta guerra se tuvo de proceder por su parte desde el principio hasta el fin, parecer?nle hombres que procuraban detenerse, sin hacer jornada, por falta de cabezas y gente diestra, ? con esperanza de ser socorridos para conservarse en la tierra, ? de armada para irse ? Berber?a con sus mujeres, hijos, y haciendas: y as? teniendo muchas ocasiones, las dejaron perder como irresolutos y poco pl?ticos. Parti? de Orgiba el duque, despues de haberse detenido en fortificarla y esperar la entrada de D. Juan treinta dias, la vuelta de Poqueira: mas Abenab?, teniendo aviso que el duque partia, y que de Granada pasara una gruesa escolta al cargo del capitan Andr?s de Mesa, con cuatrocientos soldados de guarda y algunos caballos, p?sose delante en el camino que va ? Jubiles por donde el duque habia de pasar, haciendo muestra de mucha gente, y tener ocupadas las cumbres: trab? una gruesa escaramuza con la arcabucer?a del duque, haciendo espaldas con cuasi seis mil hombres en cuatro batallas. Reforz? el duque la escaramuza apartando los enemigos con la artiller?a; y tom? el camino de Poqueira por el rodeo: los enemigos creyendo que el duque les tomaba las espaldas, desampararon el sitio: mas en el tiempo que dur? la escaramuza acometieron ? la escolta de Andr?s de Mesa, en la cuesta de Lanjaron, Dali capitan turco y el Macox con mil hombres, y rompi?ronla sin matar ? cautivar mas de quince: solo se ocuparon en derramar vituallas, matar bagajes, escoger y llevar otros cargados: pelearon al principio, pero poco; mataron el caballo ? D. Pedro de Velasco, que aquel dia fue buen caballero y salv?se ? las ancas de otro. Envi?bale el rey ? dar priesa en la salida del duque, y llevar relacion del campo, y mandar lo que se habia de hacer. S?pose de un moro ? quien cautivaron tres soldados que solo siguieron el campo de Abenab?, como su intento solo habia sido entretener al duque: pero ?l luego que entendi? el caso de Andr?s de Mesa, mas por sospechas que por aviso, envi? caballer?a que le hiciese espaldas, y llegaron ? tiempo que hicieron provecho en salvar la gente ya rota, y parte de la escolta. Hecho esto se sigui? el camino de los aljibes entre Ferreira y rio de Cadiar por el de Jubiles, y aquella noche tarde hizo alojamiento en ellos. Tenia la guardia Joaibi con quinientos arcabuceros, que viendo alojar los nuestros tarde y con cansancio y por esto con alguna des?rden, di? en el campo, y t?vole en arma gran parte de la noche, llegando h?cia el cuerpo de guardia, y matando alguna gente desmandada, pero fue resistido sin seguillo, por no dar ocasion ? la gente que se desordenase de noche. Dicen que si los enemigos aquella noche cargaran, que se corria peligro; porque la confusion fue grande, y la palabra entre la gente comun, viles, que mostraba miedo: mas vali? el ?nimo y la resolucion de la gente particular, y la provision del duque enderezada ? deshacer los enemigos sin aventurar un dia de jornada: en que parecian conformarse Abenab? y ?l; porque cada uno pensaba deshacer al otro y rompelle con el tiempo y falta de vitualla, y salieron ambos con su pretension. Envi? Abenab? ? retirar al Joaibi, siguiendo el parecer de los turcos, y despues por bando p?blico mand?, que sin ?rden suya no se escaramuzase, ni desasosegasen nuestro campo. Vino el duque ? Jubiles por el camino de Ferreira, adonde hall? el castillo desamparado, y comenzado ? reparar, envi? ? D. Luis de C?rdoba, y ? D. Luis de Cardona, con cada mil infantes, y ciento y cincuenta caballos, que corriesen la tierra ? una y otra parte, pero no hallaron sino algunas mujeres y ni?os: y lleg? ? Ujijar, sin dejar los moros de mostrarse ? la retaguardia, y de all? sin estorbo ? Valor, donde se alojaron.
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