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Words: 50092 in 10 pages
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: Hacia una Moral sin Dogmas: Lecciones sobre Emerson y el Eticismo by Ingenieros Jos - Ethics; Emerson Ralph Waldo 1803-1882 Ethics; Sarmiento Domingo Faustino 1811-1888
ad, reconociendo como ?nico derecho el que emanaba de la ley divina, exclu?a, por eso mismo, todo privilegio y todo abuso humano; el gobernante y el pastor no eran intermediarios entre los hombres y la divinidad, sino funcionarios doblemente responsables ante los unos y la otra. Y, sobre todo, como lo recordar?a dos siglos despu?s el propio Emerson, la intensidad del esfuerzo para construir de ra?z una sociedad nueva en una naturaleza casi virgen, fu? creando resortes morales vigorosos, que el tiempo no lograr?a enmohecer. Todo el que hizo bien y fu? virtuoso, cumpli?, s?lo con eso, su deber moral con sus semejantes y con la comunidad.
Mezcla de estoicismo ingenuo y de tr?gico sentimiento del deber fu?, en su primera ?poca, la moral de los puritanos. Fuera del trabajo tenaz, la austeridad fu? su norte; y desde el primer d?a surgieron en todas partes colegios y escuelas para que se transmitiera a los descendientes una r?gida educaci?n moral, junto con los conocimientos indispensables para multiplicar el valor social del hombre.
Era la ?tica de una raza futura, de la raza europea modificada al adaptarse a una naturaleza extra?a, creando una variedad ?tnica y una sociedad distintas. Y la experiencia moral, fundada en postulados esencialmente religiosos en el pa?s de origen, fu? adapt?ndose a condiciones humanas independientes de lo sobrenatural, persiguiendo siempre m?s la virtud y preocup?ndose escasamente del dogma, pensando tanto menos en las sanciones del cielo cuando m?s grande era el m?rito reconocido a las virtudes desarrolladas en la tierra.
Hab?a cierta candorosa simpleza en esos m?sticos de la Nueva Inglaterra que ignoraban el fasto de las cortes, el refinamiento de las maneras y la agudeza de los p?caros; pero hab?a, por eso mismo, otra moral, sin intrigas, sin hipocres?as, sin picarismo.
Fu? el resultado de ello una crisis de disputas e intolerancias, hasta entonces poco frecuentes; pues las que antes hubo, advi?rtase bien, desde el cismatismo de Rogelio Williams hasta las persecuciones a los cu?queros y los presbiterianos, ten?an, en el fondo un significado pol?tico y social concreto, en que la herej?a era concebida, esencialmente, como un peligro pr?ctico contra la cohesi?n y la estabilidad social. Desvanecido el peligro, terminaba la lucha; la experiencia, y no la teolog?a, era el juez ?ltimo en aquella sociedad cuyo organismo religioso era un simple instrumento de la organizaci?n civil.
Debemos ver el antecedente natural del emersonismo en la evoluci?n, esencialmente pr?ctica, del puritanismo en Nueva Inglaterra; la exaltaci?n del celo religioso tuvo siempre un sentido c?vico y conduc?a al cumplimiento del deber social, ya que la sociedad misma era concebida como una manifestaci?n de la voluntad divina, actuante de una manera fatal e ineludible.
Dentro del unitarismo aparece en escena Emerson. Querer comprender los escritos de ?ste sin conocer el esp?ritu de aqu?l, es como estudiar una planta por sus hojas disecadas en un herbario, sin verla en la naturaleza, bajo la luz del sol, entre la humedad de su atm?sfera. Y esto que decimos de un moralista, podemos repetirlo de todos los pensadores y fil?sofos; la historia de la filosof?a, en muchos de los tratados circulantes, es una abstracci?n falsa e ininteligible, por cuanto estudia las doctrinas de ciertos hombres olvidando que ?stos vivieron en un ambiente social, pol?tico y religioso determinado. La historia de la filosof?a es absolutamente incomprensible sin la historia pol?tica y religiosa; para comprender a un fil?sofo hay que saber cu?ndo, d?nde y para qui?n escrib?a, cu?l era su posici?n en la pol?tica de las ideas. Parece olvidarlo la especie h?brida de los eruditos sin inteligencia, que barajan nombres de doctrinas sin sospechar que ellos carecen de sentido, o lo tienen contradictorio,--palabras, palabras, palabras--si no se los estima en funci?n del medio y como expresiones de una actitud personal, no te?rica ni abstracta, sino militante y social. Y es el caso m?s t?pico de ello todo lo que la cr?tica europea escribi? sobre el pragmatismo, cuando lo formul? Pierce y lo difundi? James; a pocos se les ocurri? que ?sa era la expresi?n doctrinaria de una ?tica sin dogmas constitu?da como resultado natural de la experiencia social.
De padres en hijos, durante muchas generaciones, los Emerson hab?an sido pastores de las iglesias puritanas. William, padre del moralista, figur? entre los hombres m?s liberales de su tiempo y fu? pastor de la Primera Iglesia Unitaria de Boston; en esta ciudad, el 25 de mayo de 1803, naci? Ralph Waldo, cuya infancia transcurri? en un ambiente dom?stico de exquisita cultura y severa moralidad. Hu?rfano a la edad de ocho a?os, dos mujeres, su madre y su t?a, dirigieron su educaci?n y plasmaron su car?cter, imprimi?ndole un sello de estoico optimismo. Se cuenta que a los diez a?os compon?a poemas y que a los once escrib?a en griego y tradujo en verso una buc?lica de Virgilio; es seguro que a los diez y nueve se gradu? en el Colegio de Harvard, lo que le entreabri? el doble camino de la escuela y de la iglesia. ?La iglesia? Evidentemente, la iglesia, como todos sus abuelos; y la iglesia unitaria, como su padre.
Pasaba ella por una crisis. Las reservas antidogm?ticas de los pastores unitarios estaban a la orden del d?a; los de otras iglesias acus?banlos abiertamente de irreligiosidad, a veces de ate?smo. No se apartaban del cristianismo porque deseaban la unidad de las iglesias cristianas, su armon?a independiente de todo dogma; para ello se resignaban a continuar en sus ministerios, sin provocar pol?micas ni cismas, callando sus disidencias m?s radicales en homenaje a la paz religiosa. Aquello, en efecto, no era otra cosa que el liberalismo inspirado en los enciclopedistas; por m?s que siguieran llam?ndose iglesias unitarias, eran sociedades de libres pensadores cristianos. Los ortodoxos hablaron de la "hipocres?a unitaria", escandaliz?ndose de su "religi?n sin doctrinas". Era tarde. Cuando Emerson estuvo en condiciones de ser pastor, el unitarismo hab?a triunfado; en 1823, dice Becker, "todos los hombres de letras de Massachussets eran unitarios; todos los administradores y profesores del Colegio de Harvard eran unitarios; todo lo que se distingu?a por el rango, la fortuna y la elegancia, se api?aba en las iglesias unitarias; los jueces del tribunal eran unitarios y produc?an sentencias que perturbaban la organizaci?n eclesi?stica tan cuidadosamente establecida por los Padres Peregrinos". En ese momento vi?se Emerson en el trance dif?cil de tener que decidir acerca de su propia vocaci?n.
Su esp?ritu liberal y tolerante, encaminado a reducir el cristianismo a una moral evang?lica, reapareci? en Emerson y en los trascendentalistas; nuevos elementos se le agregaron, sin embargo: fuertes influjos sansimonianos y fourieristas, con una vehemente inquietud de reformas sociales.
Aunque predicador elocuente, Emerson no fu? seducido por la tentaci?n del ?xito; no ten?a verdadera vocaci?n para la c?tedra sagrada, a la que hab?a llegado profesionalmente o por necesidad. Las rutinas del culto le parec?an incompatibles con el esp?ritu liberal del unitarismo; no lleg? a decir abiertamente que era una "hipocres?a" conservar f?rmulas y preceptos a las que ya no se atribu?a ning?n valor ideol?gico, pero su conciencia moral le mostr? como un delito, como el m?s grave de los delitos contra la propia dignidad, seguir fomentando en los dem?s las supersticiones y errores en que uno mismo ha dejado de creer. Emerson tuvo la mayor de las virtudes intelectuales: la lealtad para consigo mismo; pens?, sin duda, como todos los hombres verdaderamente dignos, que es una vileza disfrazar su pensamiento para acomodarlo a las dos formas sociales del error que conspiran contra la verdad: el tradicionalismo, que es el sistema ideol?gico de las clases privilegiadas, y la moda, que es el sistema de los que carecen de ideas propias.
Emerson no era animal dom?stico, ni servidor de los poderosos, ni arrullador de las rutinas ajenas, ni rutinario ?l mismo; no ten?a la docilidad necesaria para acatar dogmas y repetir pr?cticas tradicionales, que el estudio le demostraba falaces o absurdas. El credo que sus antepasados recibieran de Calvino le pareci? insostenible frente al esp?ritu cient?fico que hab?a animado al enciclopedismo y a la ideolog?a, y tambi?n frente al idealismo rom?ntico que comenzaba a agitarse contra la restauraci?n cat?lica promovida por la Santa Alianza. En esa hora di? el primer paso hacia su emancipaci?n intelectual. La herencia le daba un temperamento m?stico, pero su educaci?n le condujo a contemplar la religiosidad como un sentimiento interior y subjetivo; al mismo tiempo el cristianismo fu? pareci?ndole, cada d?a m?s, un sistema de educaci?n moral que era necesario desligar de todas las superfetaciones con que las Iglesias lo hab?an apartado de su primitiva y sencilla significaci?n.
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